José Antonio Piqueras y Guy Pierre (coords.), La irrupción del Imperio. El Caribe y América Central bajo el dominio del capital norteamericano (1898-1940), México, Akal, 2018 (320 páginas)

 

 

El subtítulo El Caribe y América Central bajo el dominio del capital norteamericano (1898-1940) es la frase que a mi juicio describe mejor los siete sólidos trabajos de investigación que han coordinado los doctores José Antonio Piqueras y Guy Pierre. Se entiende muy bien que Akal editores seleccionara con buen tino mercadológico un título más distintivo como portada y, claro, me refiero a la sonoridad de La irrupción del Imperio.

El imperio en cuestión, desde luego, es el estadounidense y, como es bien sabido, este imperio consolidó su hegemonía al final del siglo xix, cuando ya tenía mucho camino avanzado en vincular muchas corrientes comerciales de Centroamérica con las islas del Caribe. Quiero decir entonces que hay un matiz diferenciante entre el título y subtítulo de este ejemplar. Así, a mi modo de ver resulta un tanto más adecuado el segundo para definir los alcances de los trabajos que lo integran. Aunque, no obstante, es importante precisar que de los siete trabajos, el de José Antonio Piqueras, intitulado “El nacimiento del imperio norteamericano: capitales e intereses estratégicos en la creación de una esfera de influencia en el trópico”, justifica plenamente la vocación que propone el título sugerido por Akal. En consecuencia, llama la atención que esta acuciosa revisión bibliográfica se presente al final del ejemplar y no al comienzo, en donde brindaría al lector la visión del conjunto que se persigue ofrecer con su aportación. Y hasta aquí podemos dejar nuestros reclamos propiamente editoriales, insistiendo que sólo se hacen para recomendar una aproximación a su lectura: es decir, cuidando el título con la prevención de revisar estratégicamente el último artículo antes de pasar al primer capítulo, dedicado justamente a la expansión del capital norteamericano en Cuba. Mismo que escribe el reconocido historiador cubano Alejandro García Álvarez, quien muestra con especial interés, la notable agresividad con la que se condujo el National City Bank of New York luego del final de la Primera Guerra Mundial, cuando el precio del azúcar mostró una importante caída; tal circunstancia, alentaría al banco a realizar osados esfuerzos para consolidar su posición de fuerza y control, especialmente durante el crack de 1920-1921. Así, el National asumiría directamente activos de 35 de los principales ingenios cubanos con lo cual, incluso, desafió la propia regulación norteamericana.

Un segundo trabajo sustanciado sólidamente por Iyari Ríos y Annie Santiago refuta la tesis que señala a la expansión demográfica como el principal problema a resolver para atajar la grave desigualdad que prohijaba la economía puertorriqueña. En efecto, su punto principal es la controversia entre las tesis defendidas por la Brookings Institution y las que defendían dirigentes nacionalistas como Pedro Albizu y Luis Muñoz, para quienes la sobrepoblación era asunto relativamente menor comparado con el monocultivo, la concentración de la tierra, la injerencia del capital norteamericano en las industrias nacionales y la fuga de las riquezas. Más aún, esa corriente liberal nacionalista interpretó la recurrencia de las crisis como el fracaso de la empresa colonizadora norteamericana en Puerto Rico. Como sucede con otros ensayos de esta colección, el de Ríos y Santiago también hace un énfasis especial sobre los cambios implicados en la coyuntura de 1929.

En este punto la excepción más notable la entrega el interesante análisis que realiza el reconocido especialista dominicano Roberto Cassá en torno a la dominante relación entre la inversión extranjera y el conglomerado corporativo de la República Dominicana durante el intervalo 1880-1930. Se trata de un análisis genético; esto es, se interesa por explorar la formación de la empresa individual y sus tránsitos históricos. Devenir en el que se incubarían los conglomerados azucareros. Cassá destaca la importancia que tendría el Estado en el proceso de acumulación originaria, algo que benefició particularmente a comerciantes de cierto caudal ya superior a los promedios habituales y quienes, pese a su residencia dominicana, eran predominantemente de origen extranjero. En su consolidación desarrollarían estancias ganaderas, cultivarían tabaco, establecerían pequeñas compañías de crédito y un partido político denominado Azul. Consolidarían una clase social que adquiriría un peso creciente en el Estado, desde el que alentarían políticas presupuestales deficitarias sostenidas mediante empréstitos lo que, debido a su vulnerabilidad, facilitaría la intromisión del gobierno norteamericano. Al comienzo del siglo xx encarnaría en la figura de una Convención Dominico-Americana y una Receptoría General Aduanal administrada por eeuu en 1908 y desde la cual establecieron una política sibilina de injerencia que matiza los múltiples modos de los que se valió el gobierno norteamericano para influir en los gobiernos caribeños.

Compartiendo frontera, Haití compartió experiencias históricas, aunque también acusa diferencias notables que el ensayo de Guy Pierre se preocupa por mostrar. Su examen arranca de una polémica historiográfica en la que también convergen problemas que se observan en otros casos como Puerto Rico y que también se distancian, siendo el punto fundamental, para Pierre, que Haití no hubiese aprovechado el período de la bonanza azucarera que, literalmente, coincidía con el de la ocupación norteamericana. A su juicio varios factores, presentes en muchas otras latitudes caribeñas, agravaron este problema crucial: el minifundio y la imposibilidad de emplear intensivamente capital y técnicas modernas, la oposición de campesinos a la venta de sus parcelas, la carencia de crédito, los regímenes de lluvias o el extendido grado de analfabetismo.

Con un enfoque más económico, el trabajo de Salomón Kalmanovitz parte de una situación de tinte paradójico: “A pesar de convertirse en un protectorado de facto, Panamá fortaleció su Estado y tuvo un manejo fiscal aceptable”. Desde luego, los rasgos que caracterizaron a la economía panameña, en tanto que era un estado subnacional colombiano, quedaron desdibujados luego de la preeminencia económica que tendría la conclusión del canal transoceánico por más que este evento coincidiera con la finalización de la Primera Guerra Mundial y, en consecuencia, no pudiera alcanzar en lo inmediato, todo el potencial que dejaba abierta esa gigantesca obra de infraestructura. 

Como penúltimo capítulo, aunque último de esta lista que inició con una rebeldía lectora de quien sustenta estas líneas, el libro presenta otro texto muy interesante escrito por Natalia Vargas Escobar, conocedora de la trayectoria institucional, fondos y peripecias y préstamos del Eximbank y quien ahora despliega su conocimiento para el área del Caribe de donde, por cierto, ella es cercana. La cuestión asociada con el crédito bancario es un objeto central de preocupación en casi todos los autores: Alejandro García, Guy Pierre o el seguimiento realizado por Roberto Cassá a las operaciones de capitales financieros franceses, norteamericanos y canadienses en República Dominicana dan amplia cuenta de la importancia de este sector, que aborda centralmente Vargas Escobar. Su texto presenta sintética y claramente una división por etapas de las distintas autorizaciones de remesas que el Eximbank situó en América Central y el Caribe, subrayando lo temprano que comenzaron y las diversas modalidades que adquirieron que, por lo demás, resultan del todo sugerentes. Desde luego, como el lector podrá suponer, no fueron préstamos desinteresados; ya al comienzo de las operaciones e incluso dentro del marco de las políticas rooseveltianas de “buena vecindad” se perseguía que los socios caribeños encargados de fundar industrias estratégicas, como la pesada básica, lo hicieran para competir contra Europa por la preminencia de los mercados latinoamericanos.

Indefectiblemente en las pocas líneas de este comentario no puedo hacer justicia a ninguno de los trabajos que festivamente han irrumpido en mi lectura para dejar una magnífica imagen de un libro acrisolado con afecto y gran rigurosidad intelectual.

 

 

Luis Anaya Merchant

Universidad Autónoma del Estado de Morelos

luisanay@hotmail.com