Gerchunoff, Pablo y Pablo Fajgelbaum. ¿Por qué Argentina no fue Australia? Historia de una obsesión por lo que no fuimos, ni somos, pero... ¿seremos? (2° edición ampliada). Buenos Aires: Siglo xxi editores, 2016

 

 

Hacia inicios del siglo pasado, Argentina no se creía destinada a tener el futuro de una colonia más, sino a ser la gran excepción de todas ellas. Contar con los recursos justos en el momento justo para los países justos debían posicionar al país como una futura potencia, o al menos como una economía que no tardaría en alcanzar el nivel de vida de los países europeos más ricos. Tras la Segunda Guerra Mundial, la comparación con Europa se volvió cada vez más ardua, aunque la enorme disparidad podía ahora justificarse por una constitución productiva distintiva por origen. Se debía entonces pretender una equiparación más equilibrada y realista, quizás considerando puntos de partida de estructuras productivas que fueran similares, como las que caracterizan a Australia o a Canadá. Pero en los últimos 40 años aun esas comparaciones más restringidas quedaron muy lejos de justificar nuestro destino. Vistos desde el presente, estos paralelismos parecen servir únicamente para intentar comprender qué tiene de especial nuestro país para haberse separado de su destino soñado con más fuerza que ninguna otra economía del mundo.

Este conjunto de antecedentes anímicos son los que parecen rodear la frecuente comparación entre Argentina y Australia, y que ocasionalmente incluye a Canadá. Las diferencias se han vuelto tan groseras que ameritaban un tratamiento especial por parte de uno de los más reconocidos historiadores económicos (o economistas historiadores) del país, Pablo Gerchunoff. Su interés se tradujo en un libro breve pero trascendental escrito junto al economista de ucla Pablo Fajgelbaum titulado ¿Por qué Argentina no fue Australia?. El subtítulo de la obra es Historia de una obsesión por lo que no fuimos, ni somos, pero… ¿seremos?, revelando muy temprano parte de nuestros sentimientos involucrados en este potencial ejercicio de autoflagelación. Como aquella metáfora que afirma que se cosecha lo que se siembra, la historia argentina es quizás la historia de nuestra fijación por recolectar un futuro pretendidamente merecido; un desvelo por lo que pudimos ser y no fuimos. Y tal vez no seamos nunca.

De todos modos, ¿Por qué Argentina…? no es un libro de lamentos, ni de reclamos, ni siquiera de comparaciones odiosas. Muy por el contrario, en su intento de comprender las causas fundamentales de la separación observada, la obra parece sugerir que en realidad jamás debimos habernos hecho demasiadas ilusiones. Dos razones sobresalen para sostener esta afirmación. Por un lado, cien años atrás Australia ya había comenzado un proceso de despegue mucho más significativo y también más sustentable que el de Argentina. Por el otro, la investigación reconoce explícitamente el rol del azar en el proceso de desarrollo distintivo entre nuestro país y el gigante insular. Si bien durante el siglo xx la suerte no alteró en demasía el destino de riqueza de las naciones ya desarrolladas, este factor sí parece haber sido determinante entre los países que finalmente experimentaron una convergencia al desarrollo.

En cuanto a los factores más objetivos y mensurables, los autores admiten de inmediato el rol central que jugó la estructura productiva en el desarrollo de ambos países, aunque aclaran que sus consecuencias naturales, somatizadas bajo la forma del stop-go y del conflicto distributivo, fueron mucho más atemperadas en Australia. El libro desarrolla con detalles analíticos y empíricos esta hipótesis combinando explicaciones históricas y económicas de manera resumida y bien organizada. Un aspecto particularmente estudiado es la relación entre apertura, proteccionismo y políticas distributivas, que se ilustra formalmente con un breve apéndice que presenta un modelo simple.

Desde el cuarto capítulo y hasta el final, cada título refiere a un período elegido en función de hitos que marcan diferencias relevantes en el andar relativo de ambas economías. El libro comienza su historia bien temprano, allá por 1851, cuando ambos países habían comenzado un camino de progreso que entre aquel año y hasta 1914 los situaría “en la cima de la colina” mundial. Sin embargo, dos aspectos cruciales distinguieron la dinámica inicial de Argentina y Australia. Una ya la mencionamos, el desfasaje temporal de despegue a favor de la isla. La otra responde a un aspecto que bien pudo ser determinante para los fundamentos estructurales de las instituciones de uno y otro país. En Australia se elaboraron políticas explícitas destinadas al proteccionismo social, mientras que nuestro país privilegió el proteccionismo fiscal y productivo. Los ganadores australianos repartieron beneficios, los ganadores argentinos no.

Para Gerchunoff y Fajgelbaum el inicio de la divergencia puede fecharse a partir de 1930, aunque la separación no fue homogénea a lo largo del tiempo. Entre 1930 y 1945 la clave fue la mayor demanda de las exportaciones de Australia respecto de las argentinas. Durante la etapa peronista la brecha no aumentó demasiado, pero Argentina creció hacia adentro mientras Australia contaba con una inesperada ayuda de la expansión asiática. Pero es realmente a partir de 1975 que la brecha se profundiza definitivamente Es a partir de esta fecha que asistimos, en palabras de los autores, al “fin de la historia”. En particular, la causa concierne más al estancamiento argentino que a un desempeño particularmente destacable de Australia. Argentina perdió posiciones contra la mayoría de las naciones del mundo, aun cuando ellas experimentaran una desaceleración en el crecimiento de su productividad respecto de la etapa de posguerra. Fue a partir de esa fecha que nuestro sueño definitivamente sueño fue, y que terminamos de extraviarnos en nuestro propio laberinto. De allí en adelante ya no importaron ni Australia ni Canadá ni Europa: Argentina perdió el tren y debió luchar contra sus propias contradicciones y dilemas productivos, políticos y sociales.

En una ironía que no deja de provocar cierta tristeza, el último capítulo del libro de la segunda edición (aumentada) se pregunta por una potencial nueva convergencia a partir de 2002. Pero poco después de que los autores expresaran su ilusión, volvió el desencanto. Tras un período de bonanza que sumó seis o siete años, Argentina está a punto de cumplir una década perdida en materia de crecimiento, sin que el futuro sugiera una esperanza material justificada para los años venideros.

Como se anticipó, el verdadero objetivo de ¿Por qué Argentina…? es tratar de extraer lecciones de historia comparada. Pero muchas de las respuestas a estas lecciones aparecen embebidas en la fatalidad de un pasado difícil de modificar. En una sombría lógica de path dependence, lo que no se encaró hace 50 años podría no poder revertirse hoy. Y a su vez, lo ocurrido a partir de 1975 pudo haber sido la explosión de tensiones contenidas y acumuladas durante varias décadas anteriores. Las indudables ventajas geopolíticas y del azar que contribuyeron al desarrollo australiano nos remiten a la pregunta de si no cabría contar con la bendición de una eventual regresión a la media de estos shocks aleatorios. Mejoras sostenidas en los términos de intercambio o un éxito en la explotación de Vaca Muerta acaso pudieran ser algunos de esos candidatos fortuitos que permitan recuperar parte de lo perdido.

Es difícil saber si los autores quisieron dar un mensaje global de pesimismo, pero la sensación general que queda al leer ¿Por qué Argentina…? es que los dilemas macroeconómicos que nos maltrataron en los últimos cuarenta años seguirán interponiéndose en nuestro camino al desarrollo. Mientras las tensiones distributivas choquen con las necesidades competitivas, los conflictos permanentes y la retroalimentación de los ciclos seguirán siendo moneda corriente. La alternativa que promueve el desarrollo industrial parece toparse una y otra vez con los mismos obstáculos. A la recurrente insuficiente y volátil competitividad se suman las dificultades que han debido atravesar las autoridades de política a la hora de promover los cambios en la estructura productiva, aun durante los fugaces períodos de “vacas gordas” en términos de mejoras sensibles en los precios internacionales. Al plasmar en sus explicaciones una y otra vez el conflicto entre el corto y largo plazo, la obra arroja un diagnóstico que condiciona toda potencial prescripción de política, y se vuelve inevitable que los aportes en términos de lecciones a futuro no formen parte del objetivo del libro. Si el diablo está en los detalles, será difícil llegar al cielo mediante recomendaciones generales.

La insuficiencia de lecciones es a veces el costo a pagar a cambio de contar con una buena dosis de sensatez analítica. ¿Por qué Argentina…? cuenta con el mérito de evitar descansar en diagnósticos cómodos o soluciones retóricas, una técnica demasiado común en otros trabajos que se dedican a repasar los infortunios de nuestra nación. No se leen ni se sugieren teorías infundadas, parciales o arbitrarias que culpen al adn de los argentinos, al imperialismo colonialista o a la corrupción de nuestros líderes políticos. La seriedad descriptiva y la moderación conceptual es un activo insoslayable de este breve libro, y es un reflejo de tantos otros trabajos encarados por Gerchunoff.

 

 

Pablo J. Mira

iiep-baires, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires

pablojaviermira@gmail.com