Brenta, Noemí. Historia de la deuda externa argentina. De Martínez de Hoz a Macri. Buenos Aires: Capital Intelectual, 2019

 

 

Empezaré por el final del libro: ¿Por qué debe interesarnos la deuda externa argentina? Noemí Brenta explica a lo largo de su obra que el sobreendeudamiento de la historia reciente de nuestro país implica la desposesión de la sociedad y, aunque el despojo ha iniciado hace décadas, todavía existen elementos atractivos sobre los que avanzar, tales como ciertos recursos naturales, la moneda nacional y los bancos estatales. Además, la autora deja en claro que la deuda es un engranaje más de una cadena que condiciona el crecimiento de la economía argentina, subordinada al sistema financiero global, entre otros motivos, por la alta volatilidad de los precios de las materias primas y de los alimentos que el país exporta desde antaño. En este sentido, desde su perspectiva, la deuda, en vez de contribuir al desarrollo del pueblo, no ha hecho sino sumirlo en un atraso relativo.

El libro, surgido de la actualidad argentina –nuevamente centrada en la deuda externa–, y aparecido en 2019, está escrito en lenguaje llano a fin de persuadir allende el ambiente académico. Se trata de una obra que echa luz sobre un tema oscuro en lo más amplio del término, pues la opacidad no se detiene en los orígenes del endeudamiento, sino en el uso del capital prestado y su monto.

Dividido en seis capítulos, el primero cumple la función pedagógica de introducir al lector en los conceptos básicos del problema, los siguientes tres capítulos están destinados a abordar el proceso de endeudamiento entre la última dictadura cívico-militar y la crisis de 2001, mientras los dos últimos están orientados a explicar el proceso de desendeudamiento externo de las administraciones kirchneristas y la vuelta al endeudamiento externo del gobierno de la alianza Cambiemos. Cada capítulo tiene varias secciones cortas, con títulos orientativos y las referencias a autores son puntuales, pues procura sortear las fronteras de las aulas universitarias y llegar a un público más amplio. Ello no le quita rigor en el uso de términos ni de tablas y gráficos, útiles para ilustrar tendencias y con la debida referencia a fuentes para que el/la lector/a profundice o contraste con otras.

Aunque la autora avala su explicación con datos precisos, certeros y claros –y siempre expresa de dónde extrae la información, lo que hace todavía más valiosa su contribución– ello no significa que el libro pretenda una objetividad, que pese a ser imposible en este tipo de temas, muchas veces se enarbola para alcanzar mayor credibilidad en los debates. En efecto, la voz y el punto de vista de Brenta están explícitos, quien no ahorra adjetivos a la hora de explicar los problemas que aborda y deja clara su posición en cada uno. Así, a lo largo de las páginas se advierte que la historia de la deuda externa desde la década de 1970 es, en buena parte, la de la historia económica argentina. Los gobiernos, cercenados por el endeudamiento externo, han debido subordinar sus políticas económicas al peso de la deuda, puesto que su existencia ha agravado el problema estructural de restricción externa. De hecho, entre sus aportes, la obra muestra cómo el fenómeno de la deuda ha impactado históricamente en otras variables, a saber: comercio exterior, nivel de inversión, nivel de ahorro, cantidad y tipo de empleo, crecimiento del producto, etcétera. Pero la historia de la deuda externa desde los años setenta forma parte, también, de la historia política argentina, dado que ha condicionado la democracia, siendo la salida anticipada de Fernando De la Rúa el ejemplo paradigmático.

Brenta responde con maestría a preguntas sencillas que la ciudadanía en general se ha hecho. ¿Qué es la deuda externa? Es un concepto borroso y cambiante. En Argentina, la deuda externa pública es la emitida bajo jurisdicción o ley extranjera y pagadera fuera del país. ¿Quiénes han sido los acreedores? Bancos individuales, bancos sindicados, instituciones multilaterales de crédito, agencias de financiamiento y de garantías de inversiones en otros países, gobiernos extranjeros, ahorristas privados, fondos buitres, etc. ¿Quiénes se han endeudado en nombre del estado argentino? El tesoro, las empresas y bancos estatales o con participación estatal, entes autárquicos, entes binacionales, provincias y municipios. Asimismo, la autora explica otras aristas, no menos importantes, asociadas al endeudamiento, como la insolvencia externa, la iliquidez fiscal y los indicadores descriptivos y normativos.

Brenta muestra cómo, desde 1976 hasta hoy, la deuda externa argentina se ha contraído especialmente con fines financieros, especulativos, sin impacto en la economía real, excepto porque ha sido, luego, en la esfera de la producción de donde se han obtenido los recursos para honrarla. La revisión histórica del endeudamiento que se propone en el libro inicia con la llamada “deuda odiosa”, originada durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). El concepto se remonta a Alexander Sack, quien, durante entreguerras y basado en casos del siglo xix, explicó que las deudas odiosas son aquellas generadas no a causa de los intereses y/o necesidades de un Estado sino para dar fuerza a un régimen despótico. En este sentido, las cifras poco claras, no sólo del proceso de endeudamiento público –en particular entre 1976 y 1980– sino también de la estatización de parte de la deuda privada –entre 1980 y 1983–, desnudan el clima de corrupción e ilegitimidad en que fue asumida. Y desnuda, también, la existencia de una moral de doble estándar en el sistema internacional. A diferencia de lo que ocurrió en Iraq en 2004, la comunidad financiera internacional no aceptó la propuesta del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) de que una parte de la deuda externa era ilegítima. Y, así, el retorno a la democracia estuvo signado –y limitado– por el hecho de que Argentina fuera el tercer país más endeudado del mundo, detrás de Brasil y México.

La obra, que no es un mero racconto de la evolución de la deuda externa en nuestro país, sino que ensaya diversas interpretaciones acerca de su trayectoria, concluye sobre diversos aspectos. Aquí me centraré en dos que considero relevantes por su vigencia en nuestros días. Primero, la toma de decisiones y el comportamiento de quienes han decidido sobre la materia han estado signados por su ideología, así como por el contexto internacional y el ciclo económico. Alfonsín viró de la confrontación –posiblemente alentado por la ignorancia inicial de la gravedad de la situación– a la negociación cooperativa con los acreedores y la coordinación solidaria con otros países latinoamericanos. No obstante, cuando el telón de fondo fue cada vez más el cuestionamiento a la dimensión del estado central y a su intervención en la economía, proliferaron las posiciones más flexibles, concesivas y amistosas con los acreedores. Las dos administraciones de Carlos Saúl Menem (1989-1995 y 1995-1999) y la de Fernando de la Rúa (1999-2001) necesitaron del endeudamiento externo para sostener la convertibilidad vigente desde 1991. En cambio, a partir de los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2011 y 2011-2015), la deuda externa, que dejó de estar en el centro de las preocupaciones –pasó de representar un pbi y medio en 2003 a significar apenas un cuarto del pbi en 2015– debido a que el desendeudamiento privado se transformó en el endeudamiento con acreedores intraestatales, implicó el retorno a actitudes más conflictivas frente a una parte del capital internacional. Nuevamente, el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) ha mostrado una orientación más condescendiente con los mercados financieros a fin de facilitar el proceso de endeudamiento reciente.

En segundo lugar, la deuda externa es uno de los elementos para pensar el lugar de Argentina en el sistema económico internacional. El país adolece del problema de que, en su mayoría, la deuda externa está en moneda extranjera –a diferencia de la enorme deuda externa estadounidense que, aproximadamente siete veces la argentina, es en más del 90% pagadera en su propia moneda. Es decir, existe un juego de soberanías monetarias jerárquicas en el que Argentina está entrampada, ya que cancelar sus compromisos en otras divisas aumenta la, siempre acuciante, restricción externa.

Los datos del libro llegan hasta el segundo trimestre de 2018 inclusive. Esta reseña se cierra a fines del tercer trimestre de 2019. La coyuntura se impone y, como estudiosos/as del pasado, no es posible avanzar más allá de lo que ha acontecido. Sin embargo, hay una idea que sobrevuela al terminar de leerse el libro. Como si el historiador italiano Giambattista Vico tuviera razón, la deuda externa argentina muestra que, en algunos temas, la historia no avanza linealmente, sino en círculos; con sus matices, se repite. Corsi e ricorsi. Cuando el gobierno de Macri anunció que iniciaría conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para negociar un préstamo stand-by, el asunto volvió a la primera plana de los medios de comunicación, afloraron todo tipo de opiniones no sólo en los ámbitos especializados sino en la opinión pública. La deuda externa, que había dejado el centro de la escena en los primeros años del nuevo siglo, volvió con toda su fuerza. La preocupación coyuntural era si, acaso, Argentina se exponía, once again, a una economía endeudada, basada en la valorización financiera. Hurgar en experiencias previas da algunas claves para responder al interrogante y para enfrentar los años venideros.

En conclusión, pasado, presente y futuro convergen en una obra que se transformará posiblemente en una referencia para explicar el proceso de endeudamiento externo en la historia argentina reciente y cuyas últimas páginas, tal parece, todavía no han sido escritas.

 

Agustina Rayes

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet)

Universidad Nacional de San Martín (unsam)

agusrayes@hotmail.com