Belini, Claudio y Korol Juan Carlos, Historia económica de la Argentina en los siglos xx y xxi, Buenos Aires, Siglo xxi, 2020
La reedición de este libro refuerza una tendencia historiográfica de los últimos años: el acercamiento de los historiadores a los hechos del presente. Esto se torna en un punto central y, a su vez, se relaciona con el crecimiento de los estudios de historia económica en los últimos años, especialmente desde la restauración democrática en nuestro país, pero también debido a la preocupación que generan en el campo intelectual la volatilidad de las políticas económicas y las convulsiones que sufrió la historia económica argentina desde la década de 1970. El libro ofrece un recorrido por las políticas económicas, la evolución de la macroeconomía y otros aspectos como el comercio exterior y un desagregado de los sectores económicos en cada etapa histórica del siglo xx (industrial, agropecuario, público, etc.).
El análisis inicia con la clausura del llamado modelo agroexportador argentino (1800-1914). El conflicto mundial de 1914 afectó a la estructura económica argentina mostrando su excesiva dependencia de las finanzas internacionales e impulsando un desequilibrio de la balanza de pagos (salida de oro hacia el extranjero y caída de las exportaciones primarias) que se tradujo en una gran recesión. Los autores señalan con precisión las debilidades de un modelo especializado en la producción agropecuaria y dependiente de los flujos de capitales extranjeros, aunque también entienden que la falta de una autoridad monetaria y las dificultades para planificar una economía post guerra constituye otro punto importante de los debates de esta etapa como de los años de la segunda guerra.
El capítulo dos abarca desde la crisis de 1929 hasta la irrupción del peronismo (1946). La burbuja especulativa norteamericana y la reversión de capitales hacia allí mismo a partir del incremento de las tasas de interés produjeron severos efectos en el resto de las economías. En Argentina provocaron especialmente la caída de los precios internacionales, la reducción del comercio internacional y el derrumbe de la actividad económica. Aunque los autores advierten que en Argentina los efectos fueron menos recesivos que en otras economías americanas, el enfoque ortodoxo del dictador José Félix Uriburu, destinado a restablecer un buen clima de negocios, se empeñó en mantener los pagos al exterior a costa de grandes esfuerzos en un clima de mora generalizada. Belini y Korol señalan con agudeza cómo la creación del Banco Central (bcra) y la utilización del control cambiario para mejorar la posición del Estado en la compra y venta de divisas constituyó una irrupción para la política económica del sector público.
El tercer capítulo se encuentra dedicado a la economía del peronismo (1946-1955) en años en que, como señalan los autores, Argentina era una de las economías más diversificadas de América Latina, con uno de los ingresos per cápita más altos de la región, ingentes reservas del bcra y una reducida deuda externa pública nacional y provincial. También los autores ponen de relieve cómo la industria manufacturera ganaba más dinamismo que el campo superando su contribución al pbi. En este marco, la estrategia peronista consistió en incentivar la expansión del mercado interno, la redistribución del ingreso y el crecimiento industrial mediante un reformismo que extendió la participación del Estado en la producción y las finanzas. Sin embargo, los problemas del modelo se extendieron, especialmente en el frente exterior donde la apuesta por el bilateralismo con países europeos no rindió sus frutos y la Argentina comenzaba a sufrir sus primeras crisis denominadas stop and go.
En un cuarto capítulo que abarca de 1955 a 1966, los autores reflexionan sobre cómo el sector manufacturero siguió siendo el más dinámico, pero con una limitada capacidad exportadora. Además de las limitaciones de la balanza de pagos en estos años, Belini y Korol, señalan los problemas que generaron la falta de mecanismos de concertación y orientación económica concreta tanto en las instituciones como entre las elites políticas. Sería el gobierno desarrollista de Arturo Frondizi (1958-1962) el que emprendiera un proceso de desarrollo industrial para superar la dependencia externa y el déficit externo, esta vez, con ciertos márgenes para el Estado e inclusión del capital extranjero y las instituciones financieras internacionales. Sin embargo, la constante presión de las fuerzas armadas y la crisis política que sobrevino con la presencia de la oposición peronista truncaron un proyecto desarrollista que incrementaba cada vez más sus rasgos ortodoxos.
En el quinto capítulo llamado “El fracaso del autoritarismo desarrollista y de los populismos (1966-1976)”, los autores precisan cómo el agro comenzó a superar las trabas que por décadas limitaron su desarrollo sobre la base de transformaciones y mejoras internacionales. De la misma manera, el sector manufacturero lograba una mejor integración vertical gracias al impulso anterior a la producción de insumos básicos aumentando su capacidad exportadora: se trató de un período de crecimiento, no sin fluctuaciones, hasta 1974. Belini y Korol, sin embargo, se muestran críticos al señalar que, a pesar de las mejoras, la industria continuó dependiendo del mercado interno, de la protección oficial y de la volatilidad de las políticas macroeconómicas. Además, también ponen de relieve los intensos conflictos sociales de la época, especialmente los generados por el plan del ministro Adalbert Krieger Vasena y la redistribución regresiva del ingreso.
El sexto capítulo, dedicado al período abierto con la dictadura de 1976 y finalizado con la hiperinflación de 1989, se introduce en las principales discusiones de una etapa de grandes cambios para la estructura productiva de la economía argentina. El sector manufacturero dejó de ser el sector más dinámico con el inicio de un ciclo de apertura económica y atraso cambiario que significó cierto retroceso a los avances en materia industrial que se habían logrado desde los años treinta. Las políticas económicas inducidas en la segunda mitad de la década del setenta por el entonces ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz más el entorno internacional alentaron conductas recesivas para la economía productiva como la especulación financiera, la fuga de capitales, los comportamientos cortoplacistas y la volatilidad macroeconómica: como dicen Belini y Korol, entre 1974 y 1988 la economía argentina entró en un período de estancamiento económico sólo subsanado con las reformas de la era neoliberal.
El octavo capítulo, dedicado a los gobiernos de Carlos Menem, analiza los avatares del entonces presidente justicialista, cuyo giro programático neoliberal incluyó un primer plan de estabilización ortodoxo acompañado de una reforma del Estado que atribuía al poder Ejecutivo amplias facultades en materia económica, de política fiscal, impositiva y privatización de empresas públicas. Luego de las reformas y de los primeros efectos favorables del plan económico, con una recuperación del nivel de actividad y un aumento de las reservas del bcra, el gobierno atacó el problema de la inflación, de la mano del ministro Domingo Cavallo, que estableció la convertibilidad de la moneda nacional respecto del dólar a un tipo de cambio fijo caracterizando a toda la década. Como dicen Belini y Korol, a pesar de que dicho plan aplacara la inflación y cambiara las expectativas el modelo de desregulación financiera y apertura comercial, mostró sus primeras vulnerabilidades con la crisis del Tequila de 1995 mientras que sus desequilibrios desbordaron en diciembre de 2001.
El último capítulo aborda la etapa transcurrida entre 2001-2015, dedicada en su mayor parte a la emergencia del ciclo kirchnerista (2003-2015). Los autores destacan la primera fase conducida por el ministro Roberto Lavagna, caracterizada por un tipo de cambio alto y competitivo y beneficiado por un superávit fiscal: la gran devaluación acordada en el año 2002 incentivó el incremento de la producción local destinada tanto al mercado interno como al exterior. Sin embargo, aunque se lograra la recuperación estatal, el desendeudamiento externo, el liderazgo de la industria, el creciente desempleo y el conflicto con el campo por la llamada Resolución 125 deterioraron la bonanza en conjunción con el impacto de la crisis económica mundial de 2008. Los autores entienden que la etapa recesiva se inicia en el año 2011, para lo cual la estrategia política fue volver a los mercados financieros internacionales (Club de París), encarar una radicalización política del gobierno avanzando en algunas estatizaciones, como los fondos de jubilaciones y pensiones y Yacimientos Petrolíferos Fiscales, aunque la inflación y los controles cambiarios mostraron el desgaste del modelo.
Este libro constituye un aporte central para la historia económica argentina pero también para la historia más general y los interesados en comprender cuestiones de vital importancia en nuestros días como la negociación de la deuda externa, el problema de la inflación, la situación argentina ante los comportamientos de los mercados mundiales y las posibilidades que ofrecen los diferentes sectores económicos del país para encarar un modelo de desarrollo. Sin dudas, la consulta de este manual de historia argentina debe estar entre las primeras opciones de las asignaturas de historia dado su poder de síntesis y sus aportes para pensar la economía en nuestros días.
Ignacio Rossi
Universidad Nacional de General Sarmiento,
Instituto del Desarrollo Humano