“La historia económica en América Latina hoy”

Mesa inaugural de las viii Jornadas de Historia de la Industria y los Servicios

 

Participantes:

Silvia Simonassi

 (Universidad Nacional del Rosario - unr)

Carlos Marichal

(El Colegio de México -colmex)

Andrés Regalsky

(Universidad Torcuato Di Tella -utdt

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - conicet)

Luis Bértola

(Universidad de la República - udelar)

 

Silvia Simonassi (unr)

 

Es una satisfacción para mí presentar este panel que reúne tres muy reconocidos referentes de la historia económica latinoamericana, un panel espléndido. Esto será así.

Quiero agradecer especialmente al Centro de Estudios de Historia Económica Argentina y Latinoamericana de la Facultad de Ciencias Económicas (fce) de la Universidad de Buenos Aires (uba) por haberme invitado a moderar este panel, y en especial a Marcelo Rougier y Juan Odisio.

Les doy la bienvenida a todos los que están conectados en este panel y muy especialmente a nuestros expositores: los doctores Carlos Marichal, Andrés Regalsky y Luis Bértola.

Esta instancia está pensada como el panel de apertura de las viii Jornadas de Historia de la Industria y los Servicios, jornadas que acompañé desde su primera edición. Lleva como título “La historia económica en América Latina hoy” y se propone presentar, poner en discusión, a partir de las propias investigaciones de nuestros expositores invitados, algunos de los principales temas, problemas y reflexiones en torno a la historia económica de América Latina.

Me voy a limitar a presentar brevemente a cada uno de los panelistas, les confieso que no es una tarea para nada sencilla, porque los tres poseen una vasta trayectoria en el campo disciplinar. Esto es así por sus propias investigaciones y sus aportes tanto en el campo de la historia latinoamericana general como en diversos tópicos particulares sobre la historia económica, social, e incluso intelectual de países como México, Argentina o Uruguay.

Pero, además, quiero resaltar que los tres han sido y son activos impulsores del campo de la historia económica. Los tres han actuado como presidentes de las asociaciones nacionales de historia económica de México, Argentina y Uruguay, y han actuado también como integrantes del Comité Ejecutivo de la Asociación Internacional de Historia Económica. Además, los tres han promovido jornadas, congresos, posgrados, publicaciones especializadas, para mencionar algunas cuestiones en las que han contribuido, en una gran cantidad de años, a fortalecer el campo.

Luego de resaltar estos importantes elementos comunes, voy a comenzar a presentar a cada uno de ellos, muy brevemente.

El doctor Carlos Marichal es el primer expositor. Carlos es doctor en historia por la Harvard University desde 1989. Se desempeña como profesor investigador del Centro de Estudios Históricos del Colegio de México (colmex); en 2019 ha sido distinguido como profesor emérito e investigador en historia económica, también por el colmex. Ha sido profesor visitante en diversas universidades europeas: Madrid, Barcelona, París, Ginebra entre otras; o latinoamericanas como la Universidad de Los Andes en Colombia, la Católica de Chile, entre otras.

Como dije, es muy difícil reseñar la producción de nuestros tres invitados, y en el caso de Carlos se registra una abundante producción que se expresa en libros, artículos, capítulos de libros, que creo que lo definen como un historiador latinoamericanista, él mismo gusta de definirse así, especializado en estudios sobre la historia financiera de México y de América Latina.

En 2014 publicó su libro “Historia mínima de la deuda externa de América Latina” sobre un período que abarca desde 1820 hasta 2010, pero también ha editado, por solo citar algunos libros, compilaciones como “Historia monetaria y bancaria de América Latina en los siglos xix y xx” junto con Thiago Gambi, u otra compilación: “Orígenes de la globalización bancaria: Experiencias de España y América Latina”, con Daniel Díaz Fuentes y Andrés Hoyos Aparicio, y ese libro que indudablemente cubre un período muy amplio de la historia económica que se llama: “De la plata a la cocaína: cinco siglos de historia económica de América Latina 1500-2000”, coordinado con Steven Topik y Zephyr Frank.

Reseñando solo algunos de los aspectos que me parecen fundamentales de su trayectoria, le doy la palabra a Carlos Marichal.

 

Carlos Marichal (colmex)

 

Agradezco la posibilidad de participar en la inauguración de estas viii Jornadas de la Historia de la Industria y los Servicios, encabezadas por Marcelo Rougier pero integradas por muchos otros colegas de la fce de la uba. Muchos de ellos se han destacado en la historia económica argentina y un selecto número también en la administración pública. Me alegra especialmente poder compartir esta mesa con todos viejos amigos: Andrés Regalsky y Luis Bértola, compañeros de muchas lides y debates en Congresos Latinoamericanos de Historia Económica.

A mí me incumbe hablar sobre la historia financiera y la historia de la banca en América Latina, porque éstos han sido los temas en que más me he concentrado sobre todo en los últimos tiempos, pero antes quiero felicitar a los colegas promotores del nuevo Centro que se inaugura ahora en la fce de la uba, tanto por su vocación de impulsar investigaciones en historia económica como por el interés en temas comparativos. Mi experiencia en anteriores reuniones de las Jornadas de Historia la Industria y los Servicios, es que han buscado incorporar cada vez más investigadores de diferentes países de la región. Me parecen especialmente notables los aportes de la revista H-Industria y sus veintiocho números, que ya cubren 14 años, lo cual hace de esta revista el vehículo más importante en América Latina que trata específicamente historia industrial y de servicios. Hay otras revistas de historia industrial en Uruguay, Brasil, Colombia y México, probablemente hay otras revistas en otros países, pero estas son las que conozco mejor. Creo que el enfoque de H-Industria tiene mucho que debe valorarse tanto por la especialidad como por la cantidad de trabajos que se han publicado. Se observa una dedicación de larga trayectoria desde el primer número de la revista que tuvo lugar en consonancia con las Primeras Jornadas de Historia de la Industria y los Servicios en el año 2007, he participado en varias de las Jornadas y siempre me han parecido estimulantes e innovadoras.

Desde el número de 2009 de la revista H-Industria, sobre la industria textil en América Latina, la vocación comparativa se manifiesta de manera pronunciada. Lo mismo se observa  números especiales sobre petróleo, ferrocarriles, software, siderurgia, la industria vitivinícola, el cine, el automotriz, la electrónica, los trabajadores industriales, el papel del Estado en el desarrollo económico y en la industria, las empresas estatales, llegando hasta el reciente y excelente dossier armado por Mario Raccanello sobre la desindustrialización con estudios comparados, por no hablar de las múltiples reseñas y los artículos sobre economistas e historiadores destacados.

Valdría la pena hacer un balance, porque se trata de material de gran interés para las investigaciones y para la docencia. Creo que se podría dar mayor difusión, hay contribuciones sobre Brasil, Uruguay, México, pero en el futuro se pueden explorar más colaboraciones en la región en la misma línea para estimular este gran campo de investigación sobre historia industrial y de servicios, porque en ese campo se han colocado en la vanguardia y vale la pena que en otros países se conozca mejor la Revista, el tipo de estudios que hace y que desde allí participen en estas discusiones.

Dentro de todo ello, en la historia económica, en este caso historia industrial y de servicios, la historia de las finanzas se enmarca ahí. Personalmente abogo por un campo paralelo que es la historia financiera, que requiere una aproximación particular y plantea numerosos retos, y sé que no es muy atractiva, porque la gente me lo dice. Yo pregunto por qué y me dicen: porque no se entiende. Pero hoy en día todos de alguna manera tenemos una participación con las finanzas. La historia financiera requiere una aproximación particular y plantea muchos retos, pues es un campo que se relaciona con toda la economía, además de tener sus componentes. La historia financiera para mí está compuesta de la historia bancaria, la historia de los mercados de capitales, la historia de las finanzas públicas y la historia monetaria. O sea son cuatro campos que se engloban ahí, y cada uno tiene sus problemas y por eso quizás sea uno de los campos que está menos trabajado en la historia económica de América Latina.

Me parece que desde ya el colectivo que inspira el nuevo Centro de Estudios de Historia Económica de Argentina y América Latina está consciente de este reto porque buen número de los colegas aquí reunidos o que han publicado en la revista o participado en las Jornadas han trabajado temas de finanzas, por ejemplo los temas de banca de desarrollo, el de financiamiento de industria y de empresas, en particular en Argentina durante la segunda mitad del siglo xx. También son importantes los trabajos recientes sobre historia de banca central, como el trabajo señero sobre historia de la banca central de Argentina coordinado por Marcelo Rougier y Florencia Sember, que fue presentado hace un año o dos por el amigo Pablo López, Ministro de Hacienda y Finanzas de la Provincia de Buenos Aires., que estará participando en estas Jornadas también.

En todo caso, a partir de los estudios que he realizado y en correspondencia con una nueva generación de investigadores (no todos nuevos, pero interesados ahora también en la historia financiera latinoamericana), creo que puede afirmarse que la historia financiera puede aportar algo al debate de este día, sugiriendo temas que vale la pena que se desarrollen en profundidad a futuro, por su potencial para contribuir a la historia económica y a una mayor comprensión del capitalismo en Argentina y América Latina en el corto y largo plazo.

En mi caso particular, durante un considerable tiempo me he centrado sobre todo en un problema concreto que se refiere al nacimiento de la banca en América Latina y a las finanzas y políticas del siglo xix, que es el título de un libro que está en prensa y que va a salir en unos meses en el colmex, donde trabajo. Es en cierto sentido un estado de la cuestión para buena parte del siglo xviii y demuestra que allá hay una abundante cantidad de trabajos sobre el tema historia de la banca en el xix, pero también hay en el xx (aunque diría que menos), que quizás permita acortar distancias con la mayor abundancia de investigaciones realizadas sobre historia financiera en Europa y Estados Unidos. Tenemos el problema de siempre: el atraso relativo en América Latina; la historia financiera está muy atrasada respecto a Europa y Estados Unidos, pero no quiere decir que no se ha hecho mucho trabajo en los últimos tres decenios, solo que no se conocen, muchas veces porque está en español o portugués en revistas y monografías bastante poco conocidas, o que no circulan mucho por el hecho de no que no se publica tanto en inglés. Ello hace que no se conozca mucho la historiografía financiera latinoamericana en otros países. Esto se irá resolviendo.

El estudio que menciono, que redacté, y que es pues producto de muchos años de trabajo y de exploración sobre todo, se centra en la génesis de la banca en América Latina a partir del estudio de los sistemas crediticios coloniales, porque no se puede hablar de la historia del crédito de la banca del xix sin tener en cuenta 300 años de historia del crédito colonial. En comparación con Estados Unidos, la historia del crédito colonial en América Latina es mucho más rica y mucho más amplia pero, con la independencia, obviamente ese sistema de crédito colonial muy complejo se fracturó, no desapareció, pero se fracturó y va siendo reemplazado posteriormente. Luego, trato la primera mitad del siglo xix, que también es un período muy complicado, donde fracasan la mayor parte de las iniciativas bancarias, para centrarme más bien en la mitad del siglo xix, en el despegue de la banca comercial e hipotecaria que, me parece, corresponde con el despegar del capitalismo en sus primeras fases en la región.

En este sentido lo que sigo comentando ahora, creo que puede sugerir oportunidades para investigación para jóvenes especialistas. De inicio, conviene preguntarse por qué el tema del nacimiento y desarrollo de la banca ha sido tan largo tiempo relativamente ignorado en la mayor parte de los estudios históricos latinoamericanos, tanto económicos como políticos. La banca está muy metida en la política, así que ahí hay un tema que vale la pena preguntarse: por qué un historiador político nunca menciona la banca, o rara vez. En el período más reciente ustedes sí han trabajado estos temas, pero para el período xix y primera mitad del xx, muy poco. En la historia económica tampoco es frecuente. Algo similar, pero en menor grado, puede decirse respecto a la historia fiscal, la historia de la deuda, la historia monetaria, la historia financiera de la empresa: quedan como en segundo plano, no están tan desarrollados como otros campos. Yo no tengo respuesta certera sobre este problema, los dejo con un interrogante abierto para debatir. Lo afirmo teniendo en cuenta que en los últimos decenios se han publicado excelentes trabajos de síntesis de la historia económica de Latinoamérica que se han centrado en la reconstrucción de las tendencias del comercio externo e interno, el transporte, salarios y precios, la producción agrícola industrial, minera, pero prestando menos atención relativa al papel de la banca y a las finanzas en la evolución económica a largo plazo. A nivel de los grandes estudios macroeconómicos, los trabajos de Luís Bértola y José Ocampo obviamente están en la vanguardia. Y ahí, eso ya lo hemos discutido en otras oportunidades con Luis, es claro que no ocupa un lugar primordial el tema de banca, bolsa, los aspectos monetarios y las finanzas. Ocupa un espacio pero no es muy importante. Esta ausencia es sin duda algo sorprendente y merece ser debatida y subrayada, sugiere por otra parte que existe una oportunidad para más estudios sobre la temática, pero además evoca la posibilidad de repensar aspectos cruciales de la historia del capitalismo temprano en Latinoamérica. Pues al fin y al cabo, yo digo: la banca, los mercados y capitales, las finanzas, están en el corazón del capitalismo, no se pueden no tratar para entender el conjunto. Entre los temas de historia bancaria que me parece requieren más trabajos hay que incluir:

Primero. Estudios de casos de los principales bancos nacionales y regionales. No hay muchos archivos pero hay algunos, y los estudios publicados sugieren que hay cierta cantidad de fuentes primarias y secundarias complementarias importantes. O sea, las fuentes son un tema fundamental acá. Los últimos libros que mencionó Silvia, que son compilaciones de doce a quince autores, demuestran que hay bastante gente trabajando el tema y que han encontrado suficientes archivos o material de primera mano útil para reconstruir la historia bancaria de distintos países. En esos libros están incluidos trabajos sobre Perú, Uruguay, y están Argentina, Brasil, Chile, etc., y si les interesa más adelante les puedo mandar los índices y luego yo creo que vamos a tratar de mandar los pdfs de los libros, porque como no circulan hoy en día, pues ya veremos.

En el caso del libro que acabo de redactar, un tema interesante es la creación y despegue de los bancos a mediados del siglo xix. Entre 1850 y 1873 se crearon cien bancos aproximadamente en América Latina, la mayoría de capital doméstico, lo que contradice la idea de que fueron los poquitos bancos británicos fundados en los años de 1860 una especie de vanguardia. Hubo cinco o seis bancos británicos que abrieron oficinas en América Latina en los años sesenta del siglo xix pero, frente a los noventa y pico de los demás bancos que se crearon con capital doméstico, pues son una minoría. Pero eso no estaba claro en la bibliografía, estaba muy orientado hacia la influencia de la banca británica. Al contrario, en contraste con los bancos británicos, fueron anteriores y fueron mucho mayores en tamaño e influencia el Banco do Brasil en 1850, el Banco de la Provincia de Buenos Aires en 1854, el Banco Español de La Habana en 1856, el Banco de Chile, luego Nacional de Chile en 1860, el Banco de Lima en 1863, por no darles la lista de los otros nombres, nada más que no están muy estudiados, ese es el problema. Necesitamos mejores historias de estos bancos. El caso del Banco de la Provincia de Buenos Aires es ejemplar, tiene el mejor archivo histórico de América Latina, pero relativamente muy poco trabajado, son dos, tres pisos subterráneos. Es increíble la información que hay ahí, y está muy poco trabajado. Había muy buenos trabajos del siglo xix de gente que hizo primeras historias del Banco de la Provincia, y luego han habido algunos trabajos posteriores pero no son muchos, y no en relación con la riqueza que permite hacer estudios no solo sobre el Banco sino, sobre la relación de Banca y ganadería, agricultura, la primera industria en edad en Buenos Aires y sobre el mercado hipotecario, la industria de construcción, etc. que está muy vinculado, y mil temas más.

Segundo. Otro tema es el estudio aparte de la historia de los bancos como tal, es el estudio de los debates políticos sobre el marco institucional que debían tener los incipientes sistemas de bancas. Yo me centro bastante en el tema banca libre vs. banca única de emisión, ese es un tema muy de mediados del siglo xix, pero en América Latina continúa hasta principios del siglo xx porque se van creando bancos y entonces, hay que saber cuál es el marco de esas instituciones, y hay muchas crisis bancarias que requieren reestructurar la normativa institucional.

Tercero. En ese sentido un tercer tema interesante y poco trabajado es el estudio de las primeras o tempranas crisis o pánicos bancarios en Río, que tuvo efectos en otras partes de Brasil. Las crisis bancarias de 1873-78 en Argentina, Chile y Perú son muy complejas, muy interesantes, y hay mucha información. Las múltiples crisis de 1890-93 en Argentina, Uruguay y Brasil están más trabajadas, pero para mi gusto insuficientemente. Gail Triner es una de las pocas que ha vinculado sobre todo la crisis en Argentina con la de Brasil, pero Uruguay hasta ahí. Siempre me ha parecido que un gran tema para futuras investigaciones sería profundizar en la quiebra del Banco Nacional de Uruguay en 1891. Bueno, se llamaba Banco Nacional, simplemente. Era dirigido por el intrépido capitalista Emilio Reus y lo que tiene interés es que ese Banco que quiebra con la crisis del 1890–1891, tiene un archivo casi completo en el Archivo Nacional de Montevideo y lo más impresionante es que son casi cuatrocientas cajas, yo los tengo anotados porque en una visita a Montevideo, a la que me invitó Bértola, fui al archivo a ver, y tienen todo, está todo muy bien indexado, pero hay poquísimo trabajo sobre él, hay dos o tres ensayos largos sobre el Banco Nacional y algunos sobre Reus. Pero muy poco en relación a la riqueza del archivo.

Otro tema que podría resultar interesante parte de la observación de que, en contraste con Europa de Estados Unidos, hubo relativamente pocas crisis bancarias entre 1929 y 1933, o sea la gran depresión. En América Latina fueron pocas. Me parece un gran tema que se explore a futuro, porque en Estados Unidos, en Alemania, en Austria, fueron tremendas las crisis bancarias. Valdría la pena porque se ve a la crisis, a la gran depresión como un momento clave. Claro, en América Latina hemos enfocado más la atención en comercio e industria, y hemos visto que la industria se recupera después de la gran depresión, sobre todo cuando se aplican políticas proteccionistas y se abandona el patrón oro, pero ¿qué tuvo que ver la banca? La banca pues no se hundió en América Latina con la crisis, el tema es interesante y por supuesto se requiere más trabajo sobre crisis bancarias, crisis monetarias, crisis fiscales, crisis bursátiles en la segunda mitad del siglo xx que, como ha apuntado Michael Bordo, pueden ser gemelas o combinadas, ya que la anatomía de las crisis financieras suele ser muy complejas. En este sentido me parece que valdría la pena diseñar un programa de estudios sobre las diferentes crisis financieras en América Latina y ponerlas a conversar con los estudios más extensos sobre crisis comerciales, por ejemplo. Pero en fin, cierro esta intervención mía y este alegato a favor de la historia financiera porque estoy

 

seguro que Andrés y Luis tendrán otras cosas que decir de la historia económica en América Latina y podemos debatir.

Muchas gracias.

 

Silvia Simonassi (unr)

 

Muchas gracias Carlos, una exposición muy estimulante y excelente que dará para debatir seguramente.

A continuación, entonces, le vamos a dar la palabra a nuestro querido colega Andrés Regalsky. Andrés es doctor por la Universidad de París 1 Panteón Sorbone, actualmente es investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet) por la Universidad Torcuato Di Tella (utdt) y profesor, entre otras asignaturas, de Historia Económica en la Universidad Nacional de Luján y en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Andrés también posee una abundante producción expresada en capítulos de libros, en artículos publicados en revistas especializadas del país y del extranjero en temas de historia económica argentina y en áreas como banca, finanzas, estado y servicios públicos hasta 1930. De esa profusa producción quiero destacar su libro “Las inversiones extranjeras en Argentina 1860-1914”; un libro editado en coautoría con Marcelo Rougier, “Los derroteros del Estado empresario en la Argentina”, y ha editado o compilado también otros libros muy leídos y citados, como “Americanización: Estados Unidos y América Latina en el siglo xx” junto con María Inés Barbero, y “Estudios sobre la historia de los ferrocarriles argentinos entre mediados del siglo xix y mediados del xx” con Jorge Schvarzer y Teresita Gómez.

Brevemente, para darte la palabra, Andrés, y que hagas uso de tus veinte minutos.

 

Andrés Regalsky (utdt-conicet)

 

Muchas gracias Silvia. Muchas gracias Juan y Marcelo. Juan insistiendo desde hace ya años en la participación de este simposio, creo que desde 2019.

Me pareció estupenda la idea de incorporar a Carlos y a Luis, porque son los dos colegas que han tenido sobre sus espaldas el armado de lo que podríamos llamar hoy historia económica latinoamericana, si queremos darle una dimensión concreta en alguna medida. Carlos, recuerdo, desde principios de 1990 fue el animador para que la “patota” latinoamericana participara en los congresos internacionales de historia económica y siempre tratando de hacer contactos con un compatriota del vice que en ese momento estaba al frente del Banco Interamericano de Desarrollo (bid) y podía proporcionarnos algún tipo de apoyo financiero para los pasajes, y ese tipo de cosas.  Digamos que permitió armar un espacio común de investigadores latinoamericanos en ese punto, que posteriormente reforzó con los estudios de historia bancaria, animador también del concepto de estudiar historia bancaria y financiera a nivel latinoamericano. Y lo mismo se puede decir de Luis, que en realidad ha sido, después de Carlos, el otro gran referente latinoamericano que hemos tenido en la Asociación Internacional de Historia Económica, y además el tesorero a rabiar durante muchos años, de esa Asociación; así que su figura tenía mucho relieve. Pero además, en el caso de Luis sobre todo, está la otra construcción que hemos tenido que es la de los Congresos Latinoamericanos de Historia Económica, que ha sido una construcción compartida. De hecho, en el tiempo en que estaba Susana Bandieri al frente de la Asociación y yo como vice, Luis invitó a una reunión preparatoria para esto que sería lo clave en 2006 que se terminó por sumar en 2007. Donde también el capítulo mexicano, por Luis Jáuregui entre otros, fue partícipe y animador de esta reunión, que hoy día cuenta con varios países más y asociaciones que se han ido formando un poco siguiendo este modelo, como los colegas brasileños y los colegas que ya venían trabajando de antes, sobre todo la figura de Tamas, hasta que falleció, y luego muchas camadas jóvenes. Y en Chile, Perú, y otros países donde se han ido formando las asociaciones, en Colombia, a posteriori de esa iniciativa regional que nosotros planteamos en ese momento.

Y de la Argentina en realidad, lo que podemos decir a nuestro favor, es que quizás hayamos sido institucionalmente el experimento más temprano de generar un espacio de reuniones sobre historia económica que siempre estuvo abierto a la participación de colegas de otros países y, ante todo, de la barra brava uruguaya que siempre ha cruzado el charco, en la cual Luis junto con Raúl Jacob fueron las primeras figuras.

Menciono a Raúl porque en el caso de Luis tenemos su soberbia “Historia Económica de América Latina” y los estudios que a principios de solitario venía haciendo sobre crecimiento económico o datos cuantitativos de crecimiento, y una serie de construcciones de series que muestran una medida que pasaba de largo y no llamaban la atención a una historia económica por ahí mucho más ceñida a lo social, que era la tradición nuestra. La tradición en América Latina, donde la historia económica ha surgido básicamente de las filas de la historia, contrasta con la tradición más anglosajona, donde ha surgido en el seno de los departamentos de economía. Pero quiero decir que en el caso de Raúl ha sido también otro de los animadores de esta veta especial de historia bancaria y financiera a la cual ha aludido y nos ha ilustrado bastante bien Carlos. Yo en ese punto me abstengo, porque en buena medida sería inflar.

Hemos tenido una experiencia hace unos pocos meses, que la recuerda Marcelo sin duda, que fueron las reuniones de la Asociación Argentina de Investigadores de Historia que nos animó a hacer una pequeña mesa en ese momento a Martín Wasserman y a mí sobre historia económica hoy. En realidad, lo que en ese momento se nos ocurrió a ambos, y ahora no se me ocurre otra cosa, era hacer un pequeño mapeo de lo que había sido la trayectoria de la disciplina medida por las jornadas de historia económica que se han ido desarrollando. Y en ese punto lo curioso era que tanto Martín como yo éramos cultores de una disciplina que, si la miramos cuantitativamente en las jornadas de historia económica Argentina e incluso Latinoamericana, en menor medida, es notablemente minoritaria. Yo diría que lo bancario es casi un emprendimiento individual que hemos tomado algunos en distintos momentos. Bueno, Marcelo con su tesis, Noemí Girbal en su momento, Amaral allá lejos también, y yo manteniéndome en esa línea pero en realidad es una de las líneas de historia económica y no la más representativa, por más que a uno le guste y considere que debe ser muy tomada en cuenta y un tema central. En este caso, hablando de lo que nos convoca acá, que son las Jornadas de la Historia de la Industria, uno podría decir que en parte la historia industrial surgió como foco de interés en el seno de la historia económica de una manera paulatina, porque en realidad con esta característica de una historia económica desarrollada, no exclusivamente, pero mayoritariamente por historiadores, la historia industrial apareció primero vinculada con los ingenieros clásicos: Adolfo Dorfman y Ricardo Ortíz que originariamente se animaron a promover la investigación en ese campo. Y luego por los economistas interesados en la problemática del desarrollo, que lo enfocaron desde un punto de vista macroeconómico. Durante varias décadas, esa corriente de estudio quedó ceñida en ese campo y es recién hacia 1980 que se animan distintas camadas de historiadores a bregar allí, y de alguna manera se empieza a reflejar en las Jornadas de Historia paulatinamente, en un principio muy ligado con la historia empresarial, porque desde el punto de vista de los historiadores aparecía como la vía más accesible para que los historiadores pudiéramos decir algo al focalizar en empresas individuales y recorridos individuales y trayectorias que pudieran ilustrar más concretamente, o bajo la perspectiva de los actores, que aquello que se planteaba en las estadísticas. Y es así como la historia industrial, de la mano de la historia empresarial, aparecen en las jornadas de historia económica, que en realidad tuvieron formatos muy disímiles hasta que en 2002 comenzaron a desarrollarse bajo el formato de mesas generales muy distinto de las otras.

En realidad, las jornadas de historia económica empezaron desarrollándose sin ningún tipo de mesa porque era poquísima gente, veinte, veinticinco, y en todo caso se ordenaban a lo largo de los dos días o lo que durara en base al orden temático que tenían. Y en los años 1990, al tomar mayor vuelo, tomó también vuelo la idea de simposios generales, como es común en la mayoría de las organizaciones, propuestos espontáneamente por los participantes, que convivieron con un esquema de mesas generales básicas; una de ellas apareció a fines de 1990: empresas, empresarios e industrias. A partir de 2002 se adopta finalmente este formato obligatorio; 2002, un año de gran parate económico, también año en el que Buenos Aires fue sede del Congreso Internacional de Historia Económica, y que no había demasiada fuerza y energía para organizar una mega reunión nuevamente. Se venía de las Jornadas de Historia Económica, haciendo reuniones multitudinarias con gran participación latinoamericana, porque el esquema de los simposios permitía precisamente las iniciativas de colegas de países vecinos o no tan vecinos como los mexicanos, sobre todo brasileños, que llevaron el indicador de número de simposios: creo que en algún momento hice una cuenta, llegaron a casi cuatrocientos participantes hacia fines de 1990 y año 2000, luego ese número bajó casi a cien en 2002 cuando se adopta el sistema de mesas, y ahí aparecieron temprana o precozmente, las dos reuniones previas conviviendo con simposios, pero en este caso en que se formalizó todo en una docena de mesas, una de esas mesas era de industrias y empresas. Se va a desglosar en 2006 y prácticamente va a ser el año que va a tener mayor asistencia en el marco de las Jornadas de Historia Económica, en ese momento entre cuarenta y cincuenta ponencias. Un poco previendo lo que en 2007 iba a ser el lanzamiento de las Jornadas de la Industria, junto con el lanzamiento de la revista sin duda, estuvo esta idea de poder generar un espacio específico para una disciplina que estaba teniendo un peso significativo y que ya no era simplemente la historia de la industria contada por los historiadores o vista a través de las empresas, sino en el formato que hoy se está presentando; de estudios sectoriales, de estudios macroeconómicos, junto con los estudios de actores y demás. De manera que, por ahí, en ese punto diría que estas historias se entrelazan: y que historia industrial junto con historia empresarial, que han tenido muchas veces ponencias que cuesta mucho diferenciar entre sí en su composición, han estado siempre entre las cinco o seis mesas más concurridas y con más peso que ha tenido la Jornada de Historia Económica hasta la última que se hizo en 2018, lo cual no es poco decir, y que marca uno de los focos más importantes.

Y el otro: la revista H-Industria, me parece que ha ocupado un lugar que en su momento lo tenía una revista decana de economía argentina como es Desarrollo Económico, pero cuyo formato se ha ido desdibujando o reorientando hacia itinerarios no del todo claros, pero que justamente en los años sesenta y setenta era el reservorio a donde se iba a mirar para ver qué había escrito y debatido acerca del desarrollo económico y demás. Creo que H-Industria ahora está cumpliendo ese papel. Un lugar, un ámbito donde uno puede encontrar todo aquello que se ha publicado y discutido sobre este espacio, y creo que eso es un aspecto no menor. Dentro de ese campo, mi participación durante algunos años, siempre Marcelo y Juan me han empujado a tener alguna parte, fue presentándome de una manera que provocaba cierto escozor en la concurrencia, como un hombre de los “servicios”. Porque en realidad, como bien relataba Silvia, mi mayor relación con el área hasta que hice alguna incursión individual en la industria láctea y alguna otra cosa menor, fue por el campo de los ferrocarriles y el transporte, que dentro de este esquema ha quedado dentro del sector servicios, que nuevamente en el esquema de historia económica, primero funcionó en mesa común con industria y luego pasó a ser un sector aparte. Pero nuevamente, el campo de los servicios ha quedado muy vinculado con una problemática argentina y latinoamericana que es el transporte. En esta última reunión que mencionaba, que armamos con Martín, él hizo una interesante exposición que espero que pronto se publique (nos están amenazando con que presentemos por escrito lo que dijimos, y él lo tenía bastante bien hecho), como comparación del perfil de temas de mesas temáticas o de simposios que ha habido en las jornadas argentinas, las latinoamericanas, y las internacionales. Comparando el último Congreso, el de Boston, con el Congreso de Chile y el de Santa Rosa nuestro, un poco lo que surgía era cierto perfil idiosincrático que marcaba un mayor parentesco entre las jornadas argentinas y las latinoamericanas y que las diferenciaba de las internacionales, sin estar claro por qué. Pero en el fondo, me parece que esa matriz por un lado, de una historia económica desarrollada en forma mayoritaria por historiadores con inquietudes particulares, plantea un campo en donde norteamericanos, ingleses, australianos de algunas otras disciplinas, cada vez más Holanda y algunos más, vienen desarrollando el campo del departamento de Economía. Y por otro lado, por las problemáticas de estos países, es decir el papel del Estado, aparece como un tema crucial; en el caso argentino lo que es singular y a mí me sorprendió –porque lo había anotado para las jornadas anteriores pero en realidad se puede apreciar hasta la última– es el peso destacado de la mesa de historia agraria. O sea, la historia agraria para la Argentina –sea porque en el pasado se buscaba en el régimen de la propiedad la clave de los problemas de la Argentina, sea porque en estos últimos lustros o décadas el sector agropecuario ha tenido un empuje grande y el problema de cómo se reparte esa renta ha vuelto a estar en el tapete– ha llevado a que, por distintos motivos, la historia agraria haya jugado un papel importante, mayor que en el símil latinoamericano, pero igualmente por completo desproporcionado del símil europeo. Creo que las instituciones públicas, y el papel del Estado es otro de los rubros que Martín había marcado. Y en el caso de la historia financiera es previamente, como bien señala Carlos, uno de los campos donde nuestro equivalente internacional tiene para mostrar más que nosotros. Ha habido un mayor interés por las crisis financieras internacionales, quizás porque el Congreso de Boston fue de alguna manera convocado bajo el lema de estudiar la globalización y sus límites, apareció muy fuerte la cuestión de la globalización financiera, la crisis a lo largo de la historia.

Estas son algunas reflexiones que voy tirando y creo que ya me he aproximado al límite virtual o material de tiempo asignado, así que podría cortar acá y si después hay tiempo retomamos para el debate.

Muchas gracias.

 

Silvia Simonassi (unr)

 

Muchas gracias Andrés. Rescato esta historización que hiciste, del campo de la historia económica con ese mirador que son las Jornadas nacionales, las Jornadas de la Asociación Argentina de Historia Económica, los cladhe, los latinoamericanos y los internacionales, y bueno, tengo que decir que buena parte de los que están presentes en este panel nos cruzamos en esas instancias, en las jornadas de Historia Económica, en los cladhe internacionales, e incluso está presente una de las presidentas: Noemí Girbal. Creo que Noemí era presidenta de la Asociación cuando yo presenté mi primera ponencia en las Jornadas de Historia Económica Argentina.

Ahora le vamos a dar la palabra a Luis Bértola, que ya nos lo presentaron Carlos y Andrés, pero yo voy a decir algo.

Luis Bértola es doctor en Historia Económica por la Universidad de Gotemburgo en Suecia. Es profesor titular de Historia y Desarrollo Económico y Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (udelar), de nuestro vecino Uruguay. Fue decano de esa Facultad, fue rector de la Universidad de la República, director de la Agencia Nacional de Innovación e Investigación. Es investigador nivel 3 del Sistema Nacional de Investigadores. Académico de número de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay, y actualmente quiero mencionar que coordina la Red de investigación sobre las Escuelas Económicas y Sociales de la pandemia, algo que indudablemente se ha convertido en una temática a desarrollar, a explorar. Luis ha dictado seminarios, cursos de posgrado en numerosísimas Universidades de América Latina y América en general, y en Europa ha actuado como consultor en Organismos, como el bid, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), la Organización Internacional del Trabajo (oit) entre otros, y también cuenta con una amplia producción, imposible de reseñar en unos pocos minutos, pero voy a resaltar, como lo hicieron los anteriores expositores, el libro publicado junto con José Antonio Campo: “El desarrollo económico de América Latina desde la independencia”, que además de ser lectura obligada para las y los latinoamericanistas, ha recibido el premio Vicens Vives de la Asociación Española de Historia Económica.

Sin más, y de nuevo sin poder reseñar más que brevemente la trayectoria de Luis, adelante con tus veinte minutos y después abriremos el debate.

 

Luis Bértola (udelar)

 

Bueno, muchísimas gracias. Creo que es la primera vez que tengo tales presentadores. Es realmente para mí un gran gusto estar aquí y poder agradecerles esta invitación para compartir con este amplio y dinámico grupo de investigadores y con los queridos colegas que están en este panel, con quienes recordaba, compartimos un panel hace no mucho cuando apareció lo de la pandemia y tuvimos que inventar cómo pararnos ante esta situación tan complicada.

Es muy difícil hablar del tema de la historia económica en América Latina hoy, entonces voy a elegir tocar tres temas un poco dispersos.

Uno es el tema de la institucionalización de la historia económica, algo que ya han tocado tanto Carlos como Andrés.

El segundo tema del que quiero hablarles son algunas reflexiones muy generales sobre algunas tendencias más recientes de la investigación en historia económica, probablemente no tanto en América Latina pero que impacta mucho sobre lo latinoamericano.

Y tercero, voy a hablar un poco, ya que estamos en unas jornadas de historia de la industria y los servicios, del estado de situación en este campo. Pero de manera muy superficial y señalando algún hecho estilizado, que no coincide exactamente con el de Andrés, pero que puede ser complementario.

El primero es sobre el tema de la institucionalización, y yo creo que hoy es un momento muy adecuado para hablar de la institucionalización de la historia económica en América Latina. Entonces acá, me reservé para felicitar especialmente la creación del Centro de Estudios de Historia Económica Argentina y Latinoamericana. Fue muy emocionante cuando –hace ya creo que un par de años– recibí la invitación para la inauguración. Lamentablemente eso iba a ser presencial, me imaginé los brindis y la alegría…. Lamentablemente todo eso no sucedió, lo estamos haciendo de manera un poco postergada, pero bueno, realmente para mí es una gran alegría recibir esta noticia y ver cómo ustedes siguen avanzando en este tedioso proceso de la interacción de siglas complicadas pero que detrás de esa interacción de siglas hay procesos reales de investigación, gente trabajando y la verdad es que es sumamente reconfortante ver cómo se ha dado un paso más en la construcción institucional. Y decía que es un momento oportuno, porque fíjense que este mes de agosto tenemos las Jornadas de Historia Económica del Uruguay, que como son mañana y pasado no las puedo promocionar porque compiten con este evento, entonces las nombro al pasar, no las registren. Pero la semana que viene tenemos las jornadas peruanas, y la otra semana a fin de agosto tenemos las jornadas chilenas de Historia Económica, y en la segunda mitad del año si no entiendo mal, tendremos las argentinas, y hacia fin de año tendremos las brasileñas. Y en junio se realizaron las mexicanas. Entonces, me parece que no es puramente anecdótico esto. Fíjense que yo sumé más o menos los trabajos que se presentan, y en el correr de estos meses por lo menos se van a presentar quinientas comunicaciones en las distintas organizaciones de historia económica latinoamericana. Y creo que muestra a las claras la vitalidad que está teniendo este campo de investigación que, tal vez, en número no sea muy importante pero que creo que todos coincidimos en que está uno asistiendo a un proceso muy fuerte de profesionalización de la investigación en historia económica.

También es bueno señalar que desde la mitad del año pasado funcionó un seminario íbero-americano de historia económica que organizamos junto con Carlos Marichal y con gente de la Universidad Carlos iii de Madrid y de la de Barcelona, que nos permitió mantener, en medio del distanciamiento de la pandemia, una comunicación muy fluida, donde han participado no menos de trescientos colegas en las distintas sesiones que tuvimos, y esta actividad va a continuar hacia la segunda mitad de este año, creo que pronto saldrán avisos. Yo ya me he desvinculado, cumplimos una etapa y ya dimos un paso al costado. Carlos también trabajó al principio con esto.

Y creo que bueno, tenemos también buenas alternativas de posgrados, varias revistas en la región –como ya se ha mencionado acá no he de abundar sobre eso–, y la revista H-Industria es uno de los baluartes que tenemos, aunque creo que todavía podemos seguir dando saltos de calidad en este campo, en fin. Yo digo, la historia económica mantiene un muy buen ritmo de consolidación en América Latina y sigue conglomerando una masa activa muy fuerte, y creo que este es un proceso acumulativo que empezó muy de a poco, principalmente en los años noventa, como un proceso de reconversión muy fuerte, que después de las crisis –paradigmáticas, si se quiere– de los años setenta y ochenta, y creo que a todos nos debe dejar bastante satisfechos como para seguir trabajando. Y bueno, no mencioné a los cladhe que yo creo que se han mantenido, si no recuerdo mal, el próximo cladhe es en Perú el año que viene.

Eso era lo primero, y me parecía que era pertinente hacer este recorrido para ubicar este logro del Centro en un contexto más amplio.

Luego quería hacer algunas reflexiones generales sobre algunas tendencias que me preocupan un poco del futuro de la historia económica, y de repente de la historia económica que, como decía Andrés, viene más un poco del lado de la economía. A mí me da la sensación de que seguimos reviviendo viejos debates y viejas confrontaciones de paradigmas teóricos metodológicos que siempre remozamos. Los que me conocen saben que yo siempre defendí mucho la cuantificación en historia económica. Incluso cuando venía a las jornadas argentinas y muchas veces me hacían sentir que los números eran de derecha, cosa que para aquellos que me consideran una persona progresista, siempre era sospechoso, porque trabajaba con números y eso no podía estar muy bien. Traté siempre de enfatizar que lo que diferenciaba una buena historia económica cuantitativa de la New Economic History no era el manejo de los números sino el manejo de la teoría. Que la New Economic History, si hay algo que tenía, era la teoría de lo clásica como trasfondo de los intentos de demostración empírica. Tal vez, yo estoy extralimitándome un poco en ese juicio pero insisto en que la cuantificación es algo muy necesario, muy importante, pero bueno, es una cuantificación que tiene que ser manejada bajo principios teóricos, hipótesis de trabajos bien fundadas, concretas, que sean históricos, que sean contextualizados y que tengan apoyo de evidencia histórica concreta con un fuerte respaldo cualitativo, podría decirse. Y al mismo tiempo, a mí siempre me preocupó la historia sin teoría, esa historia que yo creo que avanzó mucho ante las crisis de los grandes paradigmas teóricos. Me parece que muchos colegas tendimos muchas veces a refugiarnos detrás de la construcción de una evidencia que se suponía que hablaba por sí misma, pero que, como todos sabemos, la evidencia no habla por sí misma. ¿A qué viene todo esto? A que yo hoy, a pesar de tener esta tradición de trabajo muy cuantitativo, me siento, a su vez, muy ajeno a algunas tendencias más recientes que yo no sé cómo llamarlas,  tal vez “la historia compacta”, que es aquella idea de que yo junto un montón de información cuantitativa de hace quinientos años, la comparo con información cuantitativa de quinientos años después, hago uso liviano de algunos principios teóricos, corro un conjunto de regresiones y modelos, y saco conclusiones categóricas o de persistencias históricas o cambios históricos. Creo que con el gran desarrollo de los distintos métodos de procesamiento de datos, y con el acceso a mucha nueva información, corremos un poco el riesgo de caer, tal vez se me vaya un poco la mano con este juicio, en una especie de video juego histórico con un montón de datos y de construcciones livianas. Y me preocupa un poco la construcción de una historia compacta que termina haciendo supuestos históricos bastante simples, bastante livianos, y que, en fin, me parece que puede ser muy seductora para las generaciones jóvenes por el uso de métodos sofisticados, y por su parentesco con muchas de las cosas que se pueden hacer hoy con el tratamiento de datos, pero que me parece que nos puede conducir a una percepción un poco superficial de los procesos históricos. Con esto no quiero aparecer como una especie de ludista de los nuevos métodos cuantitativos. Siempre trato de manejarme desde una actitud de respeto y de diálogo, pero me interesa poner esta advertencia, porque me parece que es una seducción que puede atrapar a muchos de nuestros jóvenes estudiantes de posgrado que van con toda ilusión, y a mí me parece muy bien, a realizar sus doctorados en Estados Unidos y en Europa.

Finalmente, quería hacer algunas reflexiones sobre el propio tema de dónde está la investigación en el tema de la industria y los servicios, y yo estuve un poco repensando los programas de todas estas jornadas que están por tener lugar, y algunas de las jornadas que se realizaron. Por ejemplo, no pude mirar el programa de las brasileñas que vendrán, pero sí pude mirar de las últimas que fueron, y fíjense estos datos referidos a la investigación y a la industria: en el congreso peruano de Historia Económica que se va a celebrar la semana próxima, no hay ninguna mesa sobre industria de las catorce actividades planificadas. En las jornadas uruguayas que se celebran mañana y pasado, de las treinta y tres presentaciones hay una o dos que tratan de actividades industriales con un criterio muy laxo para caracterizarlas. En el congreso chileno que tendrá lugar a fines de agosto, de unas cuarenta y cinco ponencias, solamente dos tratan de la industria. Y en realidad, tratan del desarrollo del sector energético, como algunas industrias han absorbido o han hecho cambios en su matriz energética. En el congreso mexicano de Historia Económica de junio pasado, ninguna de las veintidós mesas trató la industria. En el congreso brasileño de Historia Económica de 2019, el xiii, el xiv, se va a realizar este año a fin de año, entre más de ciento veinte ponencias, pude encontrar no más de cinco o seis sobre el desarrollo industrial. Y acá viene mi hecho estilizado complementario con Andrés: el excepcionalismo argentino como siempre, ustedes son diferentes, son excepcionales. Argentina además de tener estas Jornadas de Historia de la Industria y los Servicios, en las Jornadas de la Asociación Argentina de octubre próximo, hay tres o cuatro mesas de las diecisiete, que tienen que ver con industrias. Entonces, la pregunta es: ¿Por qué ha perdido peso el estudio de la industria en la historia económica latinoamericana? Porque así como el tema de la transición agraria, el desarrollo agrario, siempre fue un clásico en todas nuestras economías, no podía ser de otra manera, reconozcamos que siempre la industria y la industrialización, sus pro, sus contras, sus fracasos, sus debilidades, han sido otro clásico de todos los congresos, de buena parte de nuestra historiografía.

¿Por qué ha desaparecido? Vamos a decir la verdad, salvo el excepcionalismo argentino, al que voy a tratar de referirme al final, podemos decir que la industria, prácticamente ha desaparecido de la investigación de la historia económica en la región, o es sumamente débil. Entonces, yo digo, me pongo a pensar, ¿qué hipótesis podemos tener sobre por qué desapareció? Lo primero es, a mí me gusta siempre recordar una frase de Collin Lewis, el historiador económico inglés de la London School, que en una conferencia que dio en un congreso de historia económica brasileña, más o menos “él acusaba” a los latinoamericanos de no estar interesados realmente en la historia económica, que los latinoamericanos en lo que estaban interesados era en su futuro, y que para lo único que querían la historia económica era para ver cómo resolvían sus problemas del presente. No era una curiosidad auténtica por la historia, sino que usaban la historia para resolver los problemas del presente. Y yo le dije que tenía toda la razón, y que yo estaba orgulloso de eso, y a mí me parece que hay una idea de que mientras para los países desarrollados su industrialización y el proceso de desarrollo formaban parte de su historia, como los problemas del desarrollo y de la historia económica, para nosotros esas etapas históricas formaban parte de nuestro presente. Era un desafío que nosotros todavía estábamos por cumplir. Si se quiere una visión un poco mecánica de que todos vamos por la misma dirección y todo llega más o menos al mismo destino. Entonces, si fuera eso cierto, es claro que los procesos posteriores de desindustrialización, tanto en los países desarrollados, saquemos a China, como en la propia región latinoamericana, hace perder un poco el interés en la industrialización como el camino al futuro, y estudiar éxitos y fracasos de la industria parece perder riqueza o importancia si es que queremos entender nuestro futuro. Es una hipótesis para poner arriba de la mesa, no estoy diciendo que esa sea la principal explicación. Y eso tiene que ver también con lo que podríamos decir que es la crisis del enfoque del Catching up, es decir que nuestro camino futuro pasa por copiar las trayectorias estructurales, industriales, que recorrieron los países desarrollados, y que tal vez haya que pensar de otra manera, y que esa crisis entra un poquito también conjuntamente con los temas ambientales, entonces los temas ambientales parecen querer decirnos que la industria no es el camino, porque la industria es extractiva, termina destruyendo el medio ambiente.

Creo que otra hipótesis de por qué la industria pierde interés y también esta hipótesis puede que sea un poco elíptica, es el impacto de las medidas del desarrollo humano y los sesgos que conlleva. El concepto de que el desarrollo humano son tres variables, y como dicen algunos como nuestro querido colega Leandro Prados: tenemos mucho más para ganar por la expectativa de vida y la educación que por el producto bruto interno per cápita, entonces eso también nos pone un foco no tan productivista, no tanto cambio estructural, no tanto industria, la cosa va más por el lado de los logros sociales.

Creo que hay otro cambio teórico también que ha pesado y es que, bueno, en alguna época podía estar la idea de que el cambio tecnológico era inherentemente más importante a nivel del sector industrial, y no tanto en otros sectores, y hoy tal vez tenemos una visión un poco más sistémica. La importancia del cambio tecnológico en el agro, creo que nunca estuvo fuera de discusión, pero el de la industria podía ser más importante y hoy en día vemos cómo los servicios modernos también son escenario de cambios tecnológicos muy importantes. Y eso tal vez, también pueda haber contribuido a quitar un poco de atractivo al estudio de la industria.

También podría señalar una hipótesis: la paradoja de la industrialización, de que en un estudio (hay miles de estudios, pero perdonen que haga referencia a uno que yo hice hace unos años, que presenté en Boston) que mostraba que el proceso de industrialización fue mucho más fuerte, se podía contrastar fuertemente en seis países de América Latina, pero en esos seis países, los que habían logrado conjugar industrialización con reducción de las desigualdades, eran los que habían tenido un proceso de divergencia mayor con los países desarrollados. Léase Argentina, Chile, Uruguay. Fuerte industrialización, reducción de la desigualdad, desarrollo del Estado de bienestar: fuerte proceso de divergencia con los países desarrollados. Y los países, otros países que lograron industrializarse bastante, como Brasil y México, no lograron converger muy firmemente, aunque Brasil sí lo hizo en parte, pero no lograron reducir la desigualdad. Entonces, la industrialización no fue el casillero vacío defensivo. El casillero del período de industrialización siguió siendo un casillero un tanto vacío. Pero yo diría, el predominio más importante de por qué no estudiamos la industria, yo creo que es el predominio del mainstream en la economía, es el débil desarrollo del conjunto de teorías que ponen mucho más énfasis en la lógica de la transformación estructural del vínculo entre la transformación económica y los cambios tecnológicos, y el vínculo entre todo esto y los sistemas de bienestar. Creo que hay un aspecto ideológico importante que contribuye a la pérdida de interés en los estudios de la industria. Y acá me obligo a decir, bueno, ¿por qué yo creo que hay que seguir estudiando la industria? Tenemos muchas razones: yo creo que la industria sigue condensando una muy buena parte del cambio tecnológico y que sectores industriales son los que generan muchos de los insumos que permiten transferir la dinámica del cambio tecnológico a otros sectores de la sociedad, porque la industria sigue condensando capacidades extremadamente fundamentales para sostener procesos de desarrollo. U aquí me voy un poco contra las teorías del decrecimiento, yo creo que, si nos ha mostrado algo la industria, es la capacidad de agregar creciente valor a los recursos naturales, es decir que la industria ha demostrado tener una gran capacidad de ahorro de materiales. La sociedad en general, y los servicios modernos mucho más, sin lugar a dudas. Claro, una cosa es tener un patrón de desarrollo que es capaz de hacer eso, pero que de todas formas tiene acceso a recursos naturales todavía muy numerosos e importantes, otra cosa es el contexto actual, donde asumimos que tenemos que enfrentar una gran transformación de los patrones de producción.

Y porque creo que el desarrollo sigue estando orientado a la producción y el acceso a una creciente cantidad de bienes y servicios.

Y también pienso que el estudio de la industria, sus pros y sus contras, sigue conduciéndonos a encontrar caminos para entender las trabas que aún hoy, en otro contexto y tal vez con otros desafíos de transformación estructural y productiva, las mismas fuerzas que explican los límites, los retrasos, los bloqueos, a una industrialización que todos sabemos que fue muy inconclusa y muy insuficiente en América Latina, probablemente las mismas fuerzas que constituyeron ese bloqueo son las que hoy puedan seguir bloqueando otro tipo de desarrollo.

Y finalmente me pregunto por qué la excepcionalidad argentina: ustedes sabrán mejor que yo interpretarla, yo tiro cuatro posibles explicaciones:

Primero: un peso importante en el colectivo académico argentino de miradas heterodoxas. También un peso muy importante a nivel nacional, y acá tengo que ser muy cauto, pero perdonen si cometo algún exceso: la fortaleza de un bloque político ideológico mezcla de populismo, desarrollismo, nacionalismo que tiene una fuerte presencia en el mundo académico, y creo que Argentina también tiene una base industrial fuerte. Pero sin embargo, la existencia de una base industrial fuerte no es condición necesaria para tener investigación en historia económica, porque ya vimos que otros países latinoamericanos que tienen una base industrial fuerte no hacen investigación en historia económica.

Y finalmente, yo creo que hay una variable que lo explica todo que es la existencia del Centro de Estudios que nos convoca y la revista H-industria, sin duda que esa es la variable que contribuye mucho más a la explicación de esta excepcionalidad.

Bueno, vuelvo a agradecerles esta invitación, a felicitarlos, y a reiterarles que siempre es un placer para mí cruzar el charco aunque más no sea de forma virtual. Gracias.