“La historia económica en América Latina hoy”
Mesa inaugural de las viii
Jornadas de Historia de la Industria y los Servicios
Participantes:
(Universidad Nacional del Rosario - unr)
Carlos
Marichal
(El Colegio
de México -colmex)
Andrés
Regalsky
(Universidad
Torcuato Di Tella -utdt
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - conicet)
Luis Bértola
(Universidad de la República - udelar)
Silvia Simonassi
(unr)
Es una satisfacción para mí presentar este panel
que reúne tres muy reconocidos referentes de la historia económica
latinoamericana, un panel espléndido. Esto será así.
Quiero agradecer
especialmente al Centro de Estudios de Historia Económica Argentina y
Latinoamericana de la Facultad de Ciencias Económicas (fce) de la Universidad de Buenos Aires (uba) por haberme invitado a moderar
este panel, y en especial a Marcelo Rougier y Juan Odisio.
Les doy la bienvenida
a todos los que están conectados en este panel y muy especialmente a nuestros
expositores: los doctores Carlos Marichal, Andrés Regalsky y Luis Bértola.
Esta instancia está
pensada como el panel de apertura de las viii
Jornadas de Historia de la Industria y los Servicios, jornadas que acompañé
desde su primera edición. Lleva como título “La historia económica en América
Latina hoy” y se propone presentar, poner en discusión, a partir de las propias
investigaciones de nuestros expositores invitados, algunos de los principales
temas, problemas y reflexiones en torno a la historia económica de América Latina.
Me voy a limitar a
presentar brevemente a cada uno de los panelistas, les confieso que no es una
tarea para nada sencilla, porque los tres poseen una vasta trayectoria en el
campo disciplinar. Esto es así por sus propias investigaciones y sus aportes tanto
en el campo de la historia latinoamericana general como en diversos tópicos
particulares sobre la historia económica, social, e incluso intelectual de
países como México, Argentina o Uruguay.
Pero, además, quiero
resaltar que los tres han sido y son activos impulsores del campo de la
historia económica. Los tres han actuado como presidentes de las asociaciones
nacionales de historia económica de México, Argentina y Uruguay, y han actuado
también como integrantes del Comité Ejecutivo de la Asociación Internacional de
Historia Económica. Además, los tres han promovido jornadas, congresos,
posgrados, publicaciones especializadas, para mencionar algunas cuestiones en
las que han contribuido, en una gran cantidad de años, a fortalecer el campo.
Luego de resaltar
estos importantes elementos comunes, voy a comenzar a presentar a cada uno de
ellos, muy brevemente.
El doctor Carlos
Marichal es el primer expositor. Carlos es doctor en historia por la Harvard
University desde 1989. Se desempeña como profesor investigador del Centro de
Estudios Históricos del Colegio de México (colmex);
en 2019 ha sido distinguido como profesor emérito e investigador en historia
económica, también por el colmex.
Ha sido profesor visitante en diversas universidades europeas: Madrid,
Barcelona, París, Ginebra entre otras; o latinoamericanas como la Universidad
de Los Andes en Colombia, la Católica de Chile, entre otras.
Como dije, es muy
difícil reseñar la producción de nuestros tres invitados, y en el caso de
Carlos se registra una abundante producción que se expresa en libros,
artículos, capítulos de libros, que creo que lo definen como un historiador
latinoamericanista, él mismo gusta de definirse así, especializado en estudios
sobre la historia financiera de México y de América Latina.
En 2014 publicó su
libro “Historia mínima de la deuda externa de América Latina” sobre un período
que abarca desde 1820 hasta 2010, pero también ha editado, por solo citar
algunos libros, compilaciones como “Historia monetaria y bancaria de América
Latina en los siglos xix y xx” junto con Thiago Gambi, u otra
compilación: “Orígenes de la globalización bancaria: Experiencias de España y
América Latina”, con Daniel Díaz Fuentes y Andrés Hoyos Aparicio, y ese libro
que indudablemente cubre un período muy amplio de la historia económica que se
llama: “De la plata a la cocaína: cinco siglos de historia económica de América
Latina 1500-2000”, coordinado con Steven Topik y Zephyr Frank.
Reseñando solo
algunos de los aspectos que me parecen fundamentales de su trayectoria, le doy
la palabra a Carlos Marichal.
Carlos Marichal
(colmex)
Agradezco la
posibilidad de participar en la inauguración de estas viii Jornadas de la Historia de la Industria y los Servicios,
encabezadas por Marcelo Rougier pero integradas por muchos otros colegas de la fce de la uba. Muchos de ellos se han destacado en la historia
económica argentina y un selecto número también en la administración pública.
Me alegra especialmente poder compartir esta mesa con todos viejos amigos:
Andrés Regalsky y Luis Bértola, compañeros de muchas lides y debates en
Congresos Latinoamericanos de Historia Económica.
A mí me incumbe
hablar sobre la historia financiera y la historia de la banca en América
Latina, porque éstos han sido los temas en que más me he concentrado sobre todo
en los últimos tiempos, pero antes quiero felicitar a los colegas promotores
del nuevo Centro que se inaugura ahora en la fce
de la uba, tanto por su vocación
de impulsar investigaciones en historia económica como por el interés en temas
comparativos. Mi experiencia en anteriores reuniones de las Jornadas de
Historia la Industria y los Servicios, es que han buscado incorporar cada vez
más investigadores de diferentes países de la región. Me parecen especialmente
notables los aportes de la revista H-Industria
y sus veintiocho números, que ya cubren 14 años, lo cual hace de esta revista
el vehículo más importante en América Latina que trata específicamente historia
industrial y de servicios. Hay otras revistas de historia industrial en
Uruguay, Brasil, Colombia y México, probablemente hay otras revistas en otros
países, pero estas son las que conozco mejor. Creo que el enfoque de H-Industria tiene mucho que debe
valorarse tanto por la especialidad como por la cantidad de trabajos que se han
publicado. Se observa una dedicación de larga trayectoria desde el primer
número de la revista que tuvo lugar en consonancia con las Primeras Jornadas de
Historia de la Industria y los Servicios en el año 2007, he participado en
varias de las Jornadas y siempre me han parecido estimulantes e innovadoras.
Desde el número de
2009 de la revista H-Industria, sobre
la industria textil en América Latina, la vocación comparativa se manifiesta de
manera pronunciada. Lo mismo se observa
números especiales sobre petróleo, ferrocarriles, software, siderurgia,
la industria vitivinícola, el cine, el automotriz, la electrónica, los
trabajadores industriales, el papel del Estado en el desarrollo económico y en
la industria, las empresas estatales, llegando hasta el reciente y excelente dossier armado por Mario Raccanello
sobre la desindustrialización con estudios comparados, por no hablar de las
múltiples reseñas y los artículos sobre economistas e historiadores destacados.
Valdría la pena hacer
un balance, porque se trata de material de gran interés para las
investigaciones y para la docencia. Creo que se podría dar mayor difusión, hay
contribuciones sobre Brasil, Uruguay, México, pero en el futuro se pueden
explorar más colaboraciones en la región en la misma línea para estimular este
gran campo de investigación sobre historia industrial y de servicios, porque en
ese campo se han colocado en la vanguardia y vale la pena que en otros países
se conozca mejor la Revista, el tipo de estudios que hace y que desde allí
participen en estas discusiones.
Dentro de todo ello,
en la historia económica, en este caso historia industrial y de servicios, la
historia de las finanzas se enmarca ahí. Personalmente abogo por un campo
paralelo que es la historia financiera, que requiere una aproximación
particular y plantea numerosos retos, y sé que no es muy atractiva, porque la
gente me lo dice. Yo pregunto por qué y me dicen: porque no se entiende. Pero
hoy en día todos de alguna manera tenemos una participación con las finanzas.
La historia financiera requiere una aproximación particular y plantea muchos
retos, pues es un campo que se relaciona con toda la economía, además de tener sus
componentes. La historia financiera para mí está compuesta de la historia
bancaria, la historia de los mercados de capitales, la historia de las finanzas
públicas y la historia monetaria. O sea son cuatro campos que se engloban ahí,
y cada uno tiene sus problemas y por eso quizás sea uno de los campos que está
menos trabajado en la historia económica de América Latina.
Me parece que desde
ya el colectivo que inspira el nuevo Centro de Estudios de Historia Económica
de Argentina y América Latina está consciente de este reto porque buen número
de los colegas aquí reunidos o que han publicado en la revista o participado en
las Jornadas han trabajado temas de finanzas, por ejemplo los temas de banca de
desarrollo, el de financiamiento de industria y de empresas, en particular en
Argentina durante la segunda mitad del siglo xx.
También son importantes los trabajos recientes sobre historia de banca central,
como el trabajo señero sobre historia de la banca central de Argentina
coordinado por Marcelo Rougier y Florencia Sember, que fue presentado hace un
año o dos por el amigo Pablo López, Ministro de Hacienda y Finanzas de la
Provincia de Buenos Aires., que estará participando en estas Jornadas también.
En todo caso, a
partir de los estudios que he realizado y en correspondencia con una nueva
generación de investigadores (no todos nuevos, pero interesados ahora también
en la historia financiera latinoamericana), creo que puede afirmarse que la
historia financiera puede aportar algo al debate de este día, sugiriendo temas
que vale la pena que se desarrollen en profundidad a futuro, por su potencial
para contribuir a la historia económica y a una mayor comprensión del
capitalismo en Argentina y América Latina en el corto y largo plazo.
En mi caso
particular, durante un considerable tiempo me he centrado sobre todo en un
problema concreto que se refiere al nacimiento de la banca en América Latina y
a las finanzas y políticas del siglo xix,
que es el título de un libro que está en prensa y que va a salir en unos meses
en el colmex, donde trabajo. Es
en cierto sentido un estado de la cuestión para buena parte del siglo xviii y demuestra que allá hay una
abundante cantidad de trabajos sobre el tema historia de la banca en el xix, pero también hay en el xx (aunque diría que menos), que quizás
permita acortar distancias con la mayor abundancia de investigaciones
realizadas sobre historia financiera en Europa y Estados Unidos. Tenemos el
problema de siempre: el atraso relativo en América Latina; la historia
financiera está muy atrasada respecto a Europa y Estados Unidos, pero no quiere
decir que no se ha hecho mucho trabajo en los últimos tres decenios, solo que
no se conocen, muchas veces porque está en español o portugués en revistas y
monografías bastante poco conocidas, o que no circulan mucho por el hecho de no
que no se publica tanto en inglés. Ello hace que no se conozca mucho la
historiografía financiera latinoamericana en otros países. Esto se irá
resolviendo.
El estudio que
menciono, que redacté, y que es pues producto de muchos años de trabajo y de
exploración sobre todo, se centra en la génesis de la banca en América Latina a
partir del estudio de los sistemas crediticios coloniales, porque no se puede
hablar de la historia del crédito de la banca del xix sin tener en cuenta 300 años de historia del crédito
colonial. En comparación con Estados Unidos, la historia del crédito colonial
en América Latina es mucho más rica y mucho más amplia pero, con la
independencia, obviamente ese sistema de crédito colonial muy complejo se
fracturó, no desapareció, pero se fracturó y va siendo reemplazado
posteriormente. Luego, trato la primera mitad del siglo xix, que también es un período muy complicado, donde fracasan
la mayor parte de las iniciativas bancarias, para centrarme más bien en la
mitad del siglo xix, en el
despegue de la banca comercial e hipotecaria que, me parece, corresponde con el
despegar del capitalismo en sus primeras fases en la región.
En este sentido lo
que sigo comentando ahora, creo que puede sugerir oportunidades para
investigación para jóvenes especialistas. De inicio, conviene preguntarse por
qué el tema del nacimiento y desarrollo de la banca ha sido tan largo tiempo
relativamente ignorado en la mayor parte de los estudios históricos
latinoamericanos, tanto económicos como políticos. La banca está muy metida en
la política, así que ahí hay un tema que vale la pena preguntarse: por qué un
historiador político nunca menciona la banca, o rara vez. En el período más
reciente ustedes sí han trabajado estos temas, pero para el período xix y primera mitad del xx, muy poco. En la historia económica
tampoco es frecuente. Algo similar, pero en menor grado, puede decirse respecto
a la historia fiscal, la historia de la deuda, la historia monetaria, la
historia financiera de la empresa: quedan como en segundo plano, no están tan
desarrollados como otros campos. Yo no tengo respuesta certera sobre este
problema, los dejo con un interrogante abierto para debatir. Lo afirmo teniendo
en cuenta que en los últimos decenios se han publicado excelentes trabajos de
síntesis de la historia económica de Latinoamérica que se han centrado en la
reconstrucción de las tendencias del comercio externo e interno, el transporte,
salarios y precios, la producción agrícola industrial, minera, pero prestando
menos atención relativa al papel de la banca y a las finanzas en la evolución
económica a largo plazo. A nivel de los grandes estudios macroeconómicos, los
trabajos de Luís Bértola y José Ocampo obviamente están en la vanguardia. Y
ahí, eso ya lo hemos discutido en otras oportunidades con Luis, es claro que no
ocupa un lugar primordial el tema de banca, bolsa, los aspectos monetarios y
las finanzas. Ocupa un espacio pero no es muy importante. Esta ausencia es sin
duda algo sorprendente y merece ser debatida y subrayada, sugiere por otra
parte que existe una oportunidad para más estudios sobre la temática, pero
además evoca la posibilidad de repensar aspectos cruciales de la historia del
capitalismo temprano en Latinoamérica. Pues al fin y al cabo, yo digo: la
banca, los mercados y capitales, las finanzas, están en el corazón del
capitalismo, no se pueden no tratar para entender el conjunto. Entre los temas
de historia bancaria que me parece requieren más trabajos hay que incluir:
Primero.
Estudios de casos de los principales bancos
nacionales y regionales. No hay muchos archivos pero hay algunos, y los
estudios publicados sugieren que hay cierta cantidad de fuentes primarias y
secundarias complementarias importantes. O sea, las fuentes son un tema
fundamental acá. Los últimos libros que mencionó Silvia, que son compilaciones
de doce a quince autores, demuestran que hay bastante gente trabajando el tema
y que han encontrado suficientes archivos o material de primera mano útil para
reconstruir la historia bancaria de distintos países. En esos libros están
incluidos trabajos sobre Perú, Uruguay, y están Argentina, Brasil, Chile, etc.,
y si les interesa más adelante les puedo mandar los índices y luego yo creo que
vamos a tratar de mandar los pdfs
de los libros, porque como no circulan hoy en día, pues ya veremos.
En el
caso del libro que acabo de redactar, un tema interesante es la creación y
despegue de los bancos a mediados del siglo xix.
Entre 1850 y 1873 se crearon cien bancos aproximadamente en América Latina, la
mayoría de capital doméstico, lo que contradice la idea de que fueron los
poquitos bancos británicos fundados en los años de 1860 una especie de
vanguardia. Hubo cinco o seis bancos británicos que abrieron oficinas en
América Latina en los años sesenta del siglo xix
pero, frente a los noventa y pico de los demás bancos que se crearon con
capital doméstico, pues son una minoría. Pero eso no estaba claro en la
bibliografía, estaba muy orientado hacia la influencia de la banca británica.
Al contrario, en contraste con los bancos británicos, fueron anteriores y
fueron mucho mayores en tamaño e influencia el Banco do Brasil en 1850, el
Banco de la Provincia de Buenos Aires en 1854, el Banco Español de La Habana en
1856, el Banco de Chile, luego Nacional de Chile en 1860, el Banco de Lima en
1863, por no darles la lista de los otros nombres,
nada más que no están muy estudiados, ese es el problema. Necesitamos mejores
historias de estos bancos. El caso del Banco de la Provincia de Buenos Aires es
ejemplar, tiene el mejor archivo histórico de América Latina, pero
relativamente muy poco trabajado, son dos, tres pisos subterráneos. Es
increíble la información que hay ahí, y está muy poco trabajado. Había muy buenos trabajos del siglo xix de gente que hizo primeras historias del Banco de la
Provincia, y luego han habido algunos trabajos posteriores pero no son muchos,
y no en relación con la riqueza que permite hacer estudios no solo sobre el
Banco sino, sobre la relación de Banca y ganadería, agricultura, la primera
industria en edad en Buenos Aires y sobre el mercado hipotecario, la industria
de construcción, etc. que está muy vinculado, y mil temas más.
Segundo.
Otro tema es el estudio aparte de la historia de los bancos como tal, es el estudio de los debates
políticos sobre el marco institucional que debían tener los incipientes
sistemas de bancas. Yo me centro bastante en el tema banca libre vs. banca única
de emisión, ese es un tema muy de mediados del siglo xix, pero en América Latina continúa hasta principios del
siglo xx porque se van creando bancos y entonces, hay que saber cuál es el marco de esas
instituciones, y hay muchas crisis bancarias que requieren reestructurar la
normativa institucional.
Tercero.
En ese sentido un tercer tema interesante y poco trabajado es el estudio de las
primeras o tempranas crisis o pánicos bancarios en Río, que tuvo efectos en
otras partes de Brasil. Las crisis bancarias de 1873-78 en Argentina, Chile y
Perú son muy complejas, muy interesantes, y hay mucha información. Las
múltiples crisis de 1890-93 en Argentina, Uruguay y Brasil están más
trabajadas, pero para mi gusto insuficientemente. Gail Triner es una de las
pocas que ha vinculado sobre todo la crisis en Argentina con la de Brasil, pero
Uruguay hasta ahí. Siempre me ha parecido que un gran tema para futuras
investigaciones sería profundizar en la quiebra del Banco Nacional de Uruguay
en 1891. Bueno, se llamaba Banco Nacional, simplemente. Era dirigido por el
intrépido capitalista Emilio Reus y lo que tiene interés es que ese Banco que
quiebra con la crisis del 1890–1891, tiene un archivo casi completo en el
Archivo Nacional de Montevideo y lo más impresionante es que son casi
cuatrocientas cajas, yo los tengo anotados porque en una visita a Montevideo, a
la que me invitó Bértola, fui al archivo a ver, y tienen todo, está todo muy
bien indexado, pero hay poquísimo trabajo sobre él, hay dos o tres ensayos
largos sobre el Banco Nacional y algunos sobre Reus. Pero muy poco en relación
a la riqueza del archivo.
Otro tema que podría resultar interesante parte de la
observación de que, en contraste con Europa de Estados Unidos, hubo
relativamente pocas crisis bancarias entre 1929 y 1933, o sea la gran
depresión. En América Latina fueron pocas. Me parece un gran tema que se
explore a futuro, porque en Estados Unidos, en Alemania, en Austria, fueron
tremendas las crisis bancarias. Valdría la pena porque se ve a la crisis, a la
gran depresión como un momento clave. Claro, en América Latina hemos enfocado
más la atención en comercio e industria, y hemos visto que la industria se
recupera después de la gran depresión, sobre todo cuando se aplican políticas
proteccionistas y se abandona el patrón oro, pero ¿qué tuvo que ver la banca?
La banca pues no se hundió en América Latina con la crisis, el tema es
interesante y por supuesto se requiere más trabajo sobre crisis bancarias,
crisis monetarias, crisis fiscales, crisis bursátiles en la segunda mitad del
siglo xx que, como ha apuntado
Michael Bordo, pueden ser gemelas o
combinadas, ya que la anatomía de las crisis financieras suele ser muy
complejas. En este sentido me parece que valdría la pena diseñar un programa de
estudios sobre las diferentes crisis financieras en América Latina y ponerlas a
conversar con los estudios más extensos sobre crisis comerciales, por ejemplo.
Pero en fin, cierro esta intervención mía y este alegato a favor de la historia
financiera porque estoy
seguro que Andrés y Luis tendrán otras
cosas que decir de la historia económica en América Latina y podemos debatir.
Muchas gracias.
Silvia Simonassi
(unr)
Muchas gracias Carlos, una exposición muy
estimulante y excelente que dará para debatir seguramente.
A continuación,
entonces, le vamos a dar la palabra a nuestro querido colega Andrés Regalsky.
Andrés es doctor por la Universidad de París 1 Panteón Sorbone, actualmente es
investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (conicet) por la
Universidad Torcuato Di Tella (utdt)
y profesor, entre otras asignaturas, de Historia Económica en la Universidad
Nacional de Luján y en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Andrés
también posee una abundante producción expresada en capítulos de libros, en
artículos publicados en revistas especializadas del país y del extranjero en
temas de historia económica argentina y en áreas como banca, finanzas, estado y
servicios públicos hasta 1930. De esa profusa producción quiero destacar su
libro “Las inversiones extranjeras en Argentina 1860-1914”; un libro editado en
coautoría con Marcelo Rougier, “Los derroteros del Estado empresario en la
Argentina”, y ha editado o compilado también otros libros muy leídos y citados,
como “Americanización: Estados Unidos y América Latina en el siglo xx” junto con María Inés Barbero, y
“Estudios sobre la historia de los ferrocarriles argentinos entre mediados del
siglo xix y mediados del xx” con Jorge Schvarzer y Teresita
Gómez.
Brevemente, para
darte la palabra, Andrés, y que hagas uso de tus veinte minutos.
Andrés Regalsky (utdt-conicet)
Muchas gracias Silvia. Muchas gracias Juan y
Marcelo. Juan insistiendo desde hace ya años en la participación de este
simposio, creo que desde 2019.
Me pareció estupenda
la idea de incorporar a Carlos y a Luis, porque son los dos colegas que han
tenido sobre sus espaldas el armado de lo que podríamos llamar hoy historia
económica latinoamericana, si queremos darle una dimensión concreta en alguna
medida. Carlos, recuerdo, desde principios de 1990 fue el animador para que la
“patota” latinoamericana participara en los congresos internacionales de
historia económica y siempre tratando de hacer contactos con un compatriota del
vice que en ese momento estaba al frente del Banco Interamericano de Desarrollo
(bid) y podía proporcionarnos
algún tipo de apoyo financiero para los pasajes, y ese tipo de cosas. Digamos que permitió armar un espacio común de
investigadores latinoamericanos en ese punto, que posteriormente reforzó con
los estudios de historia bancaria, animador también del concepto de estudiar
historia bancaria y financiera a nivel latinoamericano. Y lo mismo se puede
decir de Luis, que en realidad ha sido, después de Carlos, el otro gran
referente latinoamericano que hemos tenido en la Asociación Internacional de
Historia Económica, y además el tesorero a rabiar durante muchos años, de esa
Asociación; así que su figura tenía mucho relieve. Pero además, en el caso de
Luis sobre todo, está la otra construcción que hemos tenido que es la de los
Congresos Latinoamericanos de Historia Económica, que ha sido una construcción
compartida. De hecho, en el tiempo en que estaba Susana Bandieri al frente de
la Asociación y yo como vice, Luis invitó a una reunión preparatoria para esto
que sería lo clave en 2006 que se terminó por sumar en 2007. Donde también el
capítulo mexicano, por Luis Jáuregui entre otros, fue partícipe y animador de
esta reunión, que hoy día cuenta con varios países más y asociaciones que se
han ido formando un poco siguiendo este modelo, como los colegas brasileños y
los colegas que ya venían trabajando de antes, sobre todo la figura de Tamas,
hasta que falleció, y luego muchas camadas jóvenes. Y en Chile, Perú, y otros
países donde se han ido formando las asociaciones, en Colombia, a posteriori de
esa iniciativa regional que nosotros planteamos en ese momento.
Y de la Argentina en
realidad, lo que podemos decir a nuestro favor, es que quizás hayamos sido
institucionalmente el experimento más temprano de generar un espacio de
reuniones sobre historia económica que siempre estuvo abierto a la
participación de colegas de otros países y, ante todo, de la barra brava
uruguaya que siempre ha cruzado el charco, en la cual Luis junto con Raúl Jacob
fueron las primeras figuras.
Menciono a Raúl
porque en el caso de Luis tenemos su soberbia “Historia Económica de América
Latina” y los estudios que a principios de solitario venía haciendo sobre crecimiento
económico o datos cuantitativos de crecimiento, y una serie de construcciones
de series que muestran una medida que pasaba de largo y no llamaban la atención
a una historia económica por ahí mucho más ceñida a lo social, que era la
tradición nuestra. La tradición en América Latina, donde la historia económica
ha surgido básicamente de las filas de la historia, contrasta con la tradición
más anglosajona, donde ha surgido en el seno de los departamentos de economía.
Pero quiero decir que en el caso de Raúl ha sido también otro de los animadores
de esta veta especial de historia bancaria y financiera a la cual ha aludido y
nos ha ilustrado bastante bien Carlos. Yo en ese punto me abstengo, porque en
buena medida sería inflar.
Hemos tenido una
experiencia hace unos pocos meses, que la recuerda Marcelo sin duda, que fueron
las reuniones de la Asociación Argentina de Investigadores de Historia que nos
animó a hacer una pequeña mesa en ese momento a Martín Wasserman y a mí sobre
historia económica hoy. En realidad, lo que en ese momento se nos ocurrió a
ambos, y ahora no se me ocurre otra cosa, era hacer un pequeño mapeo de lo que
había sido la trayectoria de la disciplina medida por las jornadas de historia
económica que se han ido desarrollando. Y en ese punto lo curioso era que tanto
Martín como yo éramos cultores de una disciplina que, si la miramos
cuantitativamente en las jornadas de historia económica Argentina e incluso
Latinoamericana, en menor medida, es notablemente minoritaria. Yo diría que lo
bancario es casi un emprendimiento individual que hemos tomado algunos en
distintos momentos. Bueno, Marcelo con su tesis, Noemí Girbal en su momento,
Amaral allá lejos también, y yo manteniéndome en esa línea pero en realidad es
una de las líneas de historia económica y no la más representativa, por más que
a uno le guste y considere que debe ser muy tomada en cuenta y un tema central.
En este caso, hablando de lo que nos convoca acá, que son las Jornadas de la
Historia de la Industria, uno podría decir que en parte la historia industrial
surgió como foco de interés en el seno de la historia económica de una manera
paulatina, porque en realidad con esta característica de una historia económica
desarrollada, no exclusivamente, pero mayoritariamente por historiadores, la
historia industrial apareció primero vinculada con los ingenieros clásicos:
Adolfo Dorfman y Ricardo Ortíz que originariamente se animaron a promover la
investigación en ese campo. Y luego por los economistas interesados en la
problemática del desarrollo, que lo enfocaron desde un punto de vista
macroeconómico. Durante varias décadas, esa corriente de estudio quedó ceñida
en ese campo y es recién hacia 1980 que se animan distintas camadas de
historiadores a bregar allí, y de alguna manera se empieza a reflejar en las
Jornadas de Historia paulatinamente, en un principio muy ligado con la historia
empresarial, porque desde el punto de vista de los historiadores aparecía como
la vía más accesible para que los historiadores pudiéramos decir algo al focalizar
en empresas individuales y recorridos individuales y trayectorias que pudieran
ilustrar más concretamente, o bajo la perspectiva de los actores, que aquello
que se planteaba en las estadísticas. Y es así como la historia industrial, de
la mano de la historia empresarial, aparecen en las jornadas de historia
económica, que en realidad tuvieron formatos muy disímiles hasta que en 2002
comenzaron a desarrollarse bajo el formato de mesas generales muy distinto de
las otras.
En realidad, las
jornadas de historia económica empezaron desarrollándose sin ningún tipo de
mesa porque era poquísima gente, veinte, veinticinco, y en todo caso se
ordenaban a lo largo de los dos días o lo que durara en base al orden temático
que tenían. Y en los años 1990, al tomar mayor vuelo, tomó también vuelo la
idea de simposios generales, como es común en la mayoría de las organizaciones,
propuestos espontáneamente por los participantes, que convivieron con un
esquema de mesas generales básicas; una de ellas apareció a fines de 1990:
empresas, empresarios e industrias. A partir de 2002 se adopta finalmente este
formato obligatorio; 2002, un año de gran parate económico, también año en el
que Buenos Aires fue sede del Congreso Internacional de Historia Económica, y
que no había demasiada fuerza y energía para organizar una mega reunión
nuevamente. Se venía de las Jornadas de Historia Económica, haciendo reuniones
multitudinarias con gran participación latinoamericana, porque el esquema de
los simposios permitía precisamente las iniciativas de colegas de países
vecinos o no tan vecinos como los mexicanos, sobre todo brasileños, que
llevaron el indicador de número de simposios: creo que en algún momento hice
una cuenta, llegaron a casi cuatrocientos participantes hacia fines de 1990 y
año 2000, luego ese número bajó casi a cien en 2002 cuando se adopta el sistema
de mesas, y ahí aparecieron temprana o precozmente, las dos reuniones previas
conviviendo con simposios, pero en este caso en que se formalizó todo en una
docena de mesas, una de esas mesas era de industrias y empresas. Se va a
desglosar en 2006 y prácticamente va a ser el año que va a tener mayor
asistencia en el marco de las Jornadas de Historia Económica, en ese momento
entre cuarenta y cincuenta ponencias. Un poco previendo lo que en 2007 iba a
ser el lanzamiento de las Jornadas de la Industria, junto con el lanzamiento de
la revista sin duda, estuvo esta idea de poder generar un espacio específico
para una disciplina que estaba teniendo un peso significativo y que ya no era
simplemente la historia de la industria contada por los historiadores o vista a
través de las empresas, sino en el formato que hoy se está presentando; de
estudios sectoriales, de estudios macroeconómicos, junto con los estudios de
actores y demás. De manera que, por ahí, en ese punto diría que estas historias
se entrelazan: y que historia industrial junto con historia empresarial, que
han tenido muchas veces ponencias que cuesta mucho diferenciar entre sí en su
composición, han estado siempre entre las cinco o seis mesas más concurridas y
con más peso que ha tenido la Jornada de Historia Económica hasta la última que
se hizo en 2018, lo cual no es poco decir, y que marca uno de los focos más
importantes.
Y el otro: la revista
H-Industria, me parece que ha ocupado
un lugar que en su momento lo tenía una revista decana de economía argentina
como es Desarrollo Económico, pero
cuyo formato se ha ido desdibujando o reorientando hacia itinerarios no del
todo claros, pero que justamente en los años sesenta y setenta era el
reservorio a donde se iba a mirar para ver qué había escrito y debatido acerca
del desarrollo económico y demás. Creo que H-Industria
ahora está cumpliendo ese papel. Un lugar, un ámbito donde uno puede encontrar
todo aquello que se ha publicado y discutido sobre este espacio, y creo que eso
es un aspecto no menor. Dentro de ese campo, mi participación durante algunos
años, siempre Marcelo y Juan me han empujado a tener alguna parte, fue
presentándome de una manera que provocaba cierto escozor en la concurrencia,
como un hombre de los “servicios”. Porque en realidad, como bien relataba
Silvia, mi mayor relación con el área hasta que hice alguna incursión
individual en la industria láctea y alguna otra cosa menor, fue por el campo de
los ferrocarriles y el transporte, que dentro de este esquema ha quedado dentro
del sector servicios, que nuevamente en el esquema de historia económica,
primero funcionó en mesa común con industria y luego pasó a ser un sector
aparte. Pero nuevamente, el campo de los servicios ha quedado muy vinculado con
una problemática argentina y latinoamericana que es el transporte. En esta
última reunión que mencionaba, que armamos con Martín, él hizo una interesante
exposición que espero que pronto se publique (nos están amenazando con que
presentemos por escrito lo que dijimos, y él lo tenía bastante bien hecho),
como comparación del perfil de temas de mesas temáticas o de simposios que ha
habido en las jornadas argentinas, las latinoamericanas, y las internacionales.
Comparando el último Congreso, el de Boston, con el Congreso de Chile y el de
Santa Rosa nuestro, un poco lo que surgía era cierto perfil idiosincrático que
marcaba un mayor parentesco entre las jornadas argentinas y las
latinoamericanas y que las diferenciaba de las internacionales, sin estar claro
por qué. Pero en el fondo, me parece que esa matriz por un lado, de una
historia económica desarrollada en forma mayoritaria por historiadores con
inquietudes particulares, plantea un campo en donde norteamericanos, ingleses,
australianos de algunas otras disciplinas, cada vez más Holanda y algunos más,
vienen desarrollando el campo del departamento de Economía. Y por otro lado,
por las problemáticas de estos países, es decir el papel del Estado, aparece
como un tema crucial; en el caso argentino lo que es singular y a mí me
sorprendió –porque lo había anotado para las jornadas anteriores pero en
realidad se puede apreciar hasta la última– es el peso destacado de la mesa de
historia agraria. O sea, la historia agraria para la Argentina –sea porque en
el pasado se buscaba en el régimen de la propiedad la clave de los problemas de
la Argentina, sea porque en estos últimos lustros o décadas el sector
agropecuario ha tenido un empuje grande y el problema de cómo se reparte esa renta
ha vuelto a estar en el tapete– ha llevado a que, por distintos motivos, la
historia agraria haya jugado un papel importante, mayor que en el símil
latinoamericano, pero igualmente por completo desproporcionado del símil
europeo. Creo que las instituciones públicas, y el papel del Estado es otro de
los rubros que Martín había marcado. Y en el caso de la historia financiera es
previamente, como bien señala Carlos, uno de los campos donde nuestro
equivalente internacional tiene para mostrar más que nosotros. Ha habido un
mayor interés por las crisis financieras internacionales, quizás porque el
Congreso de Boston fue de alguna manera convocado bajo el lema de estudiar la
globalización y sus límites, apareció muy fuerte la cuestión de la
globalización financiera, la crisis a lo largo de la historia.
Estas son algunas
reflexiones que voy tirando y creo que ya me he aproximado al límite virtual o
material de tiempo asignado, así que podría cortar acá y si después hay tiempo
retomamos para el debate.
Muchas gracias.
Silvia Simonassi (unr)
Muchas gracias Andrés. Rescato esta historización
que hiciste, del campo de la historia económica con ese mirador que son las
Jornadas nacionales, las Jornadas de la Asociación Argentina de Historia
Económica, los cladhe, los
latinoamericanos y los internacionales, y bueno, tengo que decir que buena
parte de los que están presentes en este panel nos cruzamos en esas instancias,
en las jornadas de Historia Económica, en los cladhe
internacionales, e incluso está presente una de las presidentas: Noemí Girbal.
Creo que Noemí era presidenta de la Asociación cuando yo presenté mi primera
ponencia en las Jornadas de Historia Económica Argentina.
Ahora le vamos a dar
la palabra a Luis Bértola, que ya nos lo presentaron Carlos y Andrés, pero yo
voy a decir algo.
Luis Bértola es
doctor en Historia Económica por la Universidad de Gotemburgo en Suecia. Es
profesor titular de Historia y Desarrollo Económico y Social en la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de la República (udelar), de nuestro vecino Uruguay. Fue decano de esa
Facultad, fue rector de la Universidad de la República, director de la Agencia
Nacional de Innovación e Investigación. Es investigador nivel 3 del Sistema
Nacional de Investigadores. Académico de número de la Academia Nacional de
Ciencias del Uruguay, y actualmente quiero mencionar que coordina la Red de
investigación sobre las Escuelas Económicas y Sociales de la pandemia, algo que
indudablemente se ha convertido en una temática a desarrollar, a explorar. Luis
ha dictado seminarios, cursos de posgrado en numerosísimas Universidades de
América Latina y América en general, y en Europa ha actuado como consultor en
Organismos, como el bid, la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), la Organización Internacional del Trabajo (oit) entre otros, y también cuenta con
una amplia producción, imposible de reseñar en unos pocos minutos, pero voy a
resaltar, como lo hicieron los anteriores expositores, el libro publicado junto
con José Antonio Campo: “El desarrollo económico de América Latina desde la
independencia”, que además de ser lectura obligada para las y los
latinoamericanistas, ha recibido el premio Vicens Vives de la Asociación
Española de Historia Económica.
Sin más, y de nuevo
sin poder reseñar más que brevemente la trayectoria de Luis, adelante con tus
veinte minutos y después abriremos el debate.
Luis Bértola (udelar)
Bueno, muchísimas gracias. Creo que es la primera
vez que tengo tales presentadores. Es realmente para mí un gran gusto estar aquí
y poder agradecerles esta invitación para compartir con este amplio y dinámico
grupo de investigadores y con los queridos colegas que están en este panel, con
quienes recordaba, compartimos un panel hace no mucho cuando apareció lo de la
pandemia y tuvimos que inventar cómo pararnos ante esta situación tan
complicada.
Es muy difícil hablar
del tema de la historia económica en América Latina hoy, entonces voy a elegir
tocar tres temas un poco dispersos.
Uno es el tema de la
institucionalización de la historia económica, algo que ya han tocado tanto
Carlos como Andrés.
El segundo tema del
que quiero hablarles son algunas reflexiones muy generales sobre algunas
tendencias más recientes de la investigación en historia económica,
probablemente no tanto en América Latina pero que impacta mucho sobre lo
latinoamericano.
Y tercero, voy a
hablar un poco, ya que estamos en unas jornadas de historia de la industria y
los servicios, del estado de situación en este campo. Pero de manera muy
superficial y señalando algún hecho estilizado, que no coincide exactamente con
el de Andrés, pero que puede ser complementario.
El primero es sobre
el tema de la institucionalización, y yo creo que hoy es un momento muy
adecuado para hablar de la institucionalización de la historia económica en
América Latina. Entonces acá, me reservé para felicitar especialmente la
creación del Centro de Estudios de Historia Económica Argentina y
Latinoamericana. Fue muy emocionante cuando –hace ya creo que un par de años–
recibí la invitación para la inauguración. Lamentablemente eso iba a ser
presencial, me imaginé los brindis y la alegría…. Lamentablemente todo eso no
sucedió, lo estamos haciendo de manera un poco postergada, pero bueno,
realmente para mí es una gran alegría recibir esta noticia y ver cómo ustedes
siguen avanzando en este tedioso proceso de la interacción de siglas
complicadas pero que detrás de esa interacción de siglas hay procesos reales de
investigación, gente trabajando y la verdad es que es sumamente reconfortante
ver cómo se ha dado un paso más en la construcción institucional. Y decía que
es un momento oportuno, porque fíjense que este mes de agosto tenemos las
Jornadas de Historia Económica del Uruguay, que como son mañana y pasado no las
puedo promocionar porque compiten con este evento, entonces las nombro al
pasar, no las registren. Pero la semana que viene tenemos las jornadas
peruanas, y la otra semana a fin de agosto tenemos las jornadas chilenas de
Historia Económica, y en la segunda mitad del año si no entiendo mal, tendremos
las argentinas, y hacia fin de año tendremos las brasileñas. Y en junio se
realizaron las mexicanas. Entonces, me parece que no es puramente anecdótico
esto. Fíjense que yo sumé más o menos los trabajos que se presentan, y en el
correr de estos meses por lo menos se van a presentar quinientas comunicaciones
en las distintas organizaciones de historia económica latinoamericana. Y creo
que muestra a las claras la vitalidad que está teniendo este campo de
investigación que, tal vez, en número no sea muy importante pero que creo que
todos coincidimos en que está uno asistiendo a un proceso muy fuerte de
profesionalización de la investigación en historia económica.
También es bueno
señalar que desde la mitad del año pasado funcionó un seminario íbero-americano
de historia económica que organizamos junto con Carlos Marichal y con gente de
la Universidad Carlos iii de
Madrid y de la de Barcelona, que nos permitió mantener, en medio del
distanciamiento de la pandemia, una comunicación muy fluida, donde han
participado no menos de trescientos colegas en las distintas sesiones que
tuvimos, y esta actividad va a continuar hacia la segunda mitad de este año,
creo que pronto saldrán avisos. Yo ya me he desvinculado, cumplimos una etapa y
ya dimos un paso al costado. Carlos también trabajó al principio con esto.
Y creo que bueno,
tenemos también buenas alternativas de posgrados, varias revistas en la región
–como ya se ha mencionado acá no he de abundar sobre eso–, y la revista H-Industria es uno de los baluartes que
tenemos, aunque creo que todavía podemos seguir dando saltos de calidad en este
campo, en fin. Yo digo, la historia económica mantiene un muy buen ritmo de
consolidación en América Latina y sigue conglomerando una masa activa muy
fuerte, y creo que este es un proceso acumulativo que empezó muy de a poco,
principalmente en los años noventa, como un proceso de reconversión muy fuerte,
que después de las crisis –paradigmáticas, si se quiere– de los años setenta y
ochenta, y creo que a todos nos debe dejar bastante satisfechos como para
seguir trabajando. Y bueno, no mencioné a los cladhe
que yo creo que se han mantenido, si no recuerdo mal, el próximo cladhe es en Perú el año que viene.
Eso era lo primero, y
me parecía que era pertinente hacer este recorrido para ubicar este logro del
Centro en un contexto más amplio.
Luego quería hacer
algunas reflexiones generales sobre algunas tendencias que me preocupan un poco
del futuro de la historia económica, y de repente de la historia económica que,
como decía Andrés, viene más un poco del lado de la economía. A mí me da la
sensación de que seguimos reviviendo viejos debates y viejas confrontaciones de
paradigmas teóricos metodológicos que siempre remozamos. Los que me conocen
saben que yo siempre defendí mucho la cuantificación en historia económica.
Incluso cuando venía a las jornadas argentinas y muchas veces me hacían sentir
que los números eran de derecha, cosa que para aquellos que me consideran una
persona progresista, siempre era sospechoso, porque trabajaba con números y eso
no podía estar muy bien. Traté siempre de enfatizar que lo que diferenciaba una
buena historia económica cuantitativa de la New
Economic History no era el manejo de los números sino el manejo de la
teoría. Que la New Economic History, si
hay algo que tenía, era la teoría de lo clásica como trasfondo de los intentos
de demostración empírica. Tal vez, yo estoy extralimitándome un poco en ese
juicio pero insisto en que la cuantificación es algo muy necesario, muy
importante, pero bueno, es una cuantificación que tiene que ser manejada bajo
principios teóricos, hipótesis de trabajos bien fundadas, concretas, que sean
históricos, que sean contextualizados y que tengan apoyo de evidencia histórica
concreta con un fuerte respaldo cualitativo, podría decirse. Y al mismo tiempo,
a mí siempre me preocupó la historia sin teoría, esa historia que yo creo que
avanzó mucho ante las crisis de los grandes paradigmas teóricos. Me parece que
muchos colegas tendimos muchas veces a refugiarnos detrás de la construcción de
una evidencia que se suponía que hablaba por sí misma, pero que, como todos
sabemos, la evidencia no habla por sí misma. ¿A qué viene todo esto? A que yo
hoy, a pesar de tener esta tradición de trabajo muy cuantitativo, me siento, a
su vez, muy ajeno a algunas tendencias más recientes que yo no sé cómo
llamarlas, tal vez “la historia
compacta”, que es aquella idea de que yo junto un montón de información
cuantitativa de hace quinientos años, la comparo con información cuantitativa
de quinientos años después, hago uso liviano de algunos principios teóricos,
corro un conjunto de regresiones y modelos, y saco conclusiones categóricas o
de persistencias históricas o cambios históricos. Creo que con el gran
desarrollo de los distintos métodos de procesamiento de datos, y con el acceso
a mucha nueva información, corremos un poco el riesgo de caer, tal vez se me
vaya un poco la mano con este juicio, en una especie de video juego histórico
con un montón de datos y de construcciones livianas. Y me preocupa un poco la
construcción de una historia compacta que termina haciendo supuestos históricos
bastante simples, bastante livianos, y que, en fin, me parece que puede ser muy
seductora para las generaciones jóvenes por el uso de métodos sofisticados, y por
su parentesco con muchas de las cosas que se pueden hacer hoy con el
tratamiento de datos, pero que me parece que nos puede conducir a una
percepción un poco superficial de los procesos históricos. Con esto no quiero
aparecer como una especie de ludista de los nuevos métodos cuantitativos.
Siempre trato de manejarme desde una actitud de respeto y de diálogo, pero me
interesa poner esta advertencia, porque me parece que es una seducción que
puede atrapar a muchos de nuestros jóvenes estudiantes de posgrado que van con
toda ilusión, y a mí me parece muy bien, a realizar sus doctorados en Estados
Unidos y en Europa.
Finalmente, quería
hacer algunas reflexiones sobre el propio tema de dónde está la investigación
en el tema de la industria y los servicios, y yo estuve un poco repensando los
programas de todas estas jornadas que están por tener lugar, y algunas de las
jornadas que se realizaron. Por ejemplo, no pude mirar el programa de las
brasileñas que vendrán, pero sí pude mirar de las últimas que fueron, y fíjense
estos datos referidos a la investigación y a la industria: en el congreso
peruano de Historia Económica que se va a celebrar la semana próxima, no hay
ninguna mesa sobre industria de las catorce actividades planificadas. En las
jornadas uruguayas que se celebran mañana y pasado, de las treinta y tres
presentaciones hay una o dos que tratan de actividades industriales con un
criterio muy laxo para caracterizarlas. En el congreso chileno que tendrá lugar
a fines de agosto, de unas cuarenta y cinco ponencias, solamente dos tratan de
la industria. Y en realidad, tratan del desarrollo del sector energético, como
algunas industrias han absorbido o han hecho cambios en su matriz energética.
En el congreso mexicano de Historia Económica de junio pasado, ninguna de las
veintidós mesas trató la industria. En el congreso brasileño de Historia
Económica de 2019, el xiii, el xiv, se va a realizar este año a fin de
año, entre más de ciento veinte ponencias, pude encontrar no más de cinco o
seis sobre el desarrollo industrial. Y acá viene mi hecho estilizado
complementario con Andrés: el excepcionalismo argentino como siempre, ustedes
son diferentes, son excepcionales. Argentina además de tener estas Jornadas de
Historia de la Industria y los Servicios, en las Jornadas de la Asociación
Argentina de octubre próximo, hay tres o cuatro mesas de las diecisiete, que
tienen que ver con industrias. Entonces, la pregunta es: ¿Por qué ha perdido
peso el estudio de la industria en la historia económica latinoamericana?
Porque así como el tema de la transición agraria, el desarrollo agrario,
siempre fue un clásico en todas nuestras economías, no podía ser de otra
manera, reconozcamos que siempre la industria y la industrialización, sus pro,
sus contras, sus fracasos, sus debilidades, han sido otro clásico de todos los
congresos, de buena parte de nuestra historiografía.
¿Por qué ha
desaparecido? Vamos a decir la verdad, salvo el excepcionalismo argentino, al
que voy a tratar de referirme al final, podemos decir que la industria, prácticamente
ha desaparecido de la investigación de la historia económica en la región, o es
sumamente débil. Entonces, yo digo, me pongo a pensar, ¿qué hipótesis podemos
tener sobre por qué desapareció? Lo primero es, a mí me gusta siempre recordar
una frase de Collin Lewis, el historiador económico inglés de la London School,
que en una conferencia que dio en un congreso de historia económica brasileña,
más o menos “él acusaba” a los latinoamericanos de no estar interesados
realmente en la historia económica, que los latinoamericanos en lo que estaban
interesados era en su futuro, y que para lo único que querían la historia
económica era para ver cómo resolvían sus problemas del presente. No era una
curiosidad auténtica por la historia, sino que usaban la historia para resolver
los problemas del presente. Y yo le dije que tenía toda la razón, y que yo
estaba orgulloso de eso, y a mí me parece que hay una idea de que mientras para
los países desarrollados su industrialización y el proceso de desarrollo formaban
parte de su historia, como los problemas del desarrollo y de la historia
económica, para nosotros esas etapas históricas formaban parte de nuestro
presente. Era un desafío que nosotros todavía estábamos por cumplir. Si se
quiere una visión un poco mecánica de que todos vamos por la misma dirección y
todo llega más o menos al mismo destino. Entonces, si fuera eso cierto, es
claro que los procesos posteriores de desindustrialización, tanto en los países
desarrollados, saquemos a China, como en la propia región latinoamericana, hace
perder un poco el interés en la industrialización como el camino al futuro, y
estudiar éxitos y fracasos de la industria parece perder riqueza o importancia
si es que queremos entender nuestro futuro. Es una hipótesis para poner arriba
de la mesa, no estoy diciendo que esa sea la principal explicación. Y eso tiene
que ver también con lo que podríamos decir que es la crisis del enfoque del Catching up, es decir que nuestro camino
futuro pasa por copiar las trayectorias estructurales, industriales, que
recorrieron los países desarrollados, y que tal vez haya que pensar de otra
manera, y que esa crisis entra un poquito también conjuntamente con los temas
ambientales, entonces los temas ambientales parecen querer decirnos que la industria
no es el camino, porque la industria es extractiva, termina destruyendo el
medio ambiente.
Creo que otra
hipótesis de por qué la industria pierde interés y también esta hipótesis puede
que sea un poco elíptica, es el impacto de las medidas del desarrollo humano y
los sesgos que conlleva. El concepto de que el desarrollo humano son tres
variables, y como dicen algunos como nuestro querido colega Leandro Prados:
tenemos mucho más para ganar por la expectativa de vida y la educación que por
el producto bruto interno per cápita,
entonces eso también nos pone un foco no tan productivista, no tanto cambio
estructural, no tanto industria, la cosa va más por el lado de los logros
sociales.
Creo que hay otro
cambio teórico también que ha pesado y es que, bueno, en alguna época podía
estar la idea de que el cambio tecnológico era inherentemente más importante a
nivel del sector industrial, y no tanto en otros sectores, y hoy tal vez
tenemos una visión un poco más sistémica. La importancia del cambio tecnológico
en el agro, creo que nunca estuvo fuera de discusión, pero el de la industria
podía ser más importante y hoy en día vemos cómo los servicios modernos también
son escenario de cambios tecnológicos muy importantes. Y eso tal vez, también
pueda haber contribuido a quitar un poco de atractivo al estudio de la
industria.
También podría
señalar una hipótesis: la paradoja de la industrialización, de que en un
estudio (hay miles de estudios, pero perdonen que haga referencia a uno que yo
hice hace unos años, que presenté en Boston) que mostraba que el proceso de
industrialización fue mucho más fuerte, se podía contrastar fuertemente en seis
países de América Latina, pero en esos seis países, los que habían logrado
conjugar industrialización con reducción de las desigualdades, eran los que
habían tenido un proceso de divergencia mayor con los países desarrollados.
Léase Argentina, Chile, Uruguay. Fuerte industrialización, reducción de la
desigualdad, desarrollo del Estado de bienestar: fuerte proceso de divergencia
con los países desarrollados. Y los países, otros países que lograron
industrializarse bastante, como Brasil y México, no lograron converger muy
firmemente, aunque Brasil sí lo hizo en parte, pero no lograron reducir la
desigualdad. Entonces, la industrialización no fue el casillero vacío
defensivo. El casillero del período de industrialización siguió siendo un
casillero un tanto vacío. Pero yo diría, el predominio más importante de por
qué no estudiamos la industria, yo creo que es el predominio del mainstream en la economía, es el débil
desarrollo del conjunto de teorías que ponen mucho más énfasis en la lógica de
la transformación estructural del vínculo entre la transformación económica y
los cambios tecnológicos, y el vínculo entre todo esto y los sistemas de
bienestar. Creo que hay un aspecto ideológico importante que contribuye a la
pérdida de interés en los estudios de la industria. Y acá me obligo a decir,
bueno, ¿por qué yo creo que hay que seguir estudiando la industria? Tenemos
muchas razones: yo creo que la industria sigue condensando una muy buena parte
del cambio tecnológico y que sectores industriales son los que generan muchos
de los insumos que permiten transferir la dinámica del cambio tecnológico a
otros sectores de la sociedad, porque la industria sigue condensando
capacidades extremadamente fundamentales para sostener procesos de desarrollo.
U aquí me voy un poco contra las teorías del decrecimiento, yo creo que, si nos
ha mostrado algo la industria, es la capacidad de agregar creciente valor a los
recursos naturales, es decir que la industria ha demostrado tener una gran
capacidad de ahorro de materiales. La sociedad en general, y los servicios
modernos mucho más, sin lugar a dudas. Claro, una cosa es tener un patrón de
desarrollo que es capaz de hacer eso, pero que de todas formas tiene acceso a
recursos naturales todavía muy numerosos e importantes, otra cosa es el
contexto actual, donde asumimos que tenemos que enfrentar una gran
transformación de los patrones de producción.
Y porque creo que el
desarrollo sigue estando orientado a la producción y el acceso a una creciente
cantidad de bienes y servicios.
Y también pienso que
el estudio de la industria, sus pros y sus contras, sigue conduciéndonos a
encontrar caminos para entender las trabas que aún hoy, en otro contexto y tal
vez con otros desafíos de transformación estructural y productiva, las mismas
fuerzas que explican los límites, los retrasos, los bloqueos, a una
industrialización que todos sabemos que fue muy inconclusa y muy insuficiente
en América Latina, probablemente las mismas fuerzas que constituyeron ese
bloqueo son las que hoy puedan seguir bloqueando otro tipo de desarrollo.
Y finalmente me
pregunto por qué la excepcionalidad argentina: ustedes sabrán mejor que yo
interpretarla, yo tiro cuatro posibles explicaciones:
Primero: un peso
importante en el colectivo académico argentino de miradas heterodoxas. También
un peso muy importante a nivel nacional, y acá tengo que ser muy cauto, pero
perdonen si cometo algún exceso: la fortaleza de un bloque político ideológico
mezcla de populismo, desarrollismo, nacionalismo que tiene una fuerte presencia
en el mundo académico, y creo que Argentina también tiene una base industrial
fuerte. Pero sin embargo, la existencia de una base industrial fuerte no es
condición necesaria para tener investigación en historia económica, porque ya
vimos que otros países latinoamericanos que tienen una base industrial fuerte
no hacen investigación en historia económica.
Y finalmente, yo creo
que hay una variable que lo explica todo que es la existencia del Centro de
Estudios que nos convoca y la revista H-industria, sin duda que esa es la
variable que contribuye mucho más a la explicación de esta excepcionalidad.
Bueno, vuelvo a
agradecerles esta invitación, a felicitarlos, y a reiterarles que siempre es un
placer para mí cruzar el charco aunque más no sea de forma virtual. Gracias.