“Los precios que tiene China son como los del INDEC de
Moreno”. La Unión Industrial Argentina contra el reconocimiento de China como
economía de mercado durante la gestión de Cambiemos*
“Los precios que tiene China son como los del Indec de Moreno” The Unión Industrial Argentina Against the Recognition of China as a Market Economy during the Government of Cambiemos
Rocío Ceballos[i]
Resumen: En este trabajo analizamos el modo en que la Unión
Industrial Argentina (UIA) construyó su posicionamiento político contra al
reconocimiento de China como economía de mercado durante la gestión de
Cambiemos. También identificamos las fuentes de poder instrumental que los
empresarios, nucleados en dicha cámara, desplegaron para incidir sobre el posicionamiento
del Poder Ejecutivo Nacional. Para esto nos concentramos en la dimensión
político-institucional de la acción empresarial organizada y realizamos un
análisis cualitativo a partir del relevamiento de fuentes periodísticas,
documentos corporativos y bibliografía especializada en el tema durante el
período 2015-2017. Este caso de estudio nos muestra que las elites económicas
no necesariamente detentan un poder omnímodo sobre el Estado –al menos no de la
misma forma y en los mismos ámbitos a lo largo del tiempo– dado que los
industriales no pudieron negociar con el gobierno la apertura comercial
controlada.
Palabras
claves: Sociología económica;
Empresarios; China.
Abstract: In this paper we
analyze the way in which the Argentine Industrial Union
(UIA) built its political position against the recognition of China as a market economy during the Cambiemos administration.
We also identify
the sources of instrumental
power that the businessmen, grouped in this association, deployed to influence the
position of the National
Executive Branch. For this,
we focus on the political–institutional dimension of organized business
action and carry out a qualitative analysis based on a survey of
journalistic sources, corporate documents and specialized bibliography on the subject during the period 2015-2017. This case study shows us
that economic elites do not necessarily hold absolute power over the State –neither in the same way nor in the same areas over
time– given that industrialists were not able to negotiate
trade opening with government.
Keywords: Economic sociology; Entrepreneurs; China.
Recibido:
21 de abril de 2023
Aprobado:
11 de diciembre de 2023
Introducción
La
llegada de la alianza Cambiemos al gobierno en 2015 reactivó el debate sobre el
accionar político del empresariado. Es que, por primera vez, desde la recuperación
de la democracia, una coalición política explícitamente pro–mercado, liberal y
conservadora llegó al poder de la mano de un presidente que no era ni peronista
ni radical (Gené 2018; Vommaro
y Gené 2017).
Si
bien este tipo de debate ha sido una preocupación constante en los distintos
campos de estudio dentro de las Ciencias Sociales (Acuña, 1994; Ainsworth y Sened, 1993; Castellani, 2007; Cowling y Tomlinson, 2005; Lowery
y Gray, 2004; Schvarzer, 1990; Tirado, 2015), en
algunos análisis nodales se cristalizó al empresariado como un actor que
detenta un poder omnímodo sobre el Estado (Basualdo, 2001; 2006; Basualdo y Manzanelli, 2022; Przeworski,
1995): cuenta con capacidad de veto sobre la implementación de políticas por el
manejo de la inversión y le resulta relativamente fácil llevar adelante
acciones dada su posición de clase en la estructura económica. En efecto,
estos análisis obturaron la comprensión de los procesos y mecanismos que
definen las acciones de actores heterogéneos como son los empresarios, del
sentido que éstos les otorgan a sus prácticas y de los efectos deseados y no
deseados de sus decisiones (Beltrán, 2012; Dossi,
2017; Gaggero, 2013).
La
Nueva Sociología Económica (NSE), nos propone un enfoque de análisis alternativo
a través del cual podemos comprender las acciones económicas y también las
empresariales. Los antecedentes de la disciplina pueden datarse desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX,
momento en que se evidencia un interés en los autores clásicos por el estudio
de los fenómenos económicos desde una perspectiva sociológica (Nemiña, 2017). Luego del pacto parsoniano (1930-1970), que
delimitó funcionalmente los campos de estudio de la sociología y de la
economía, comenzó a gestarse un acercamiento entre ambas disciplinas. Aunque
diversos referentes académicos[2]
participaron de la conformación de la NSE como rama de la sociología, se
considera que este nuevo enfoque logró sistematizar una serie de postulados, a
través de los cuales definió al comportamiento económico ‘incrustado’ –embeddedness– en
redes de relaciones interpersonales, a partir del aporte de Granovetter (1985):
“Economic Action and Social
Structure: The Problem of Embeddedness”. En este
sentido, la NSE adicionó al estudio de las acciones económicas que “todos los
procesos de mercado son susceptibles de análisis sociológico y que los mismos
revelan características centrales, no periféricas, de estos procesos”
(Granovetter, 1985, p. 505).
Respecto
a la acción empresarial organizada (AEO) –Dossi y Lissin, 2011–, dicha perspectiva contribuye a responder los
siguientes interrogantes: ¿cómo los empresarios diseñan y ponen en práctica
acciones colectivas?, ¿en qué circunstacias?, ¿con
qué fines?. La NSE nos permite abordar la relación de
los empresarios con otros actores relevantes del sistema político y económico
en un determinado momento. También, reconstruir la capacidad de dichos actores
para llevar adelante acciones colectivas a lo largo del tiempo. Es por ello que entendemos a la AEO enraizada en un contexto histórico,
político y económico que influye en el curso de acción que los empresarios
llevan adelante, así como en sus resultados (Granovetter, 1985). En ese marco,
consideramos que las asociaciones, en tanto representantes de los empresarios,
y el modo en que las mismas construyen sus acciones, son dinámicos, dado que
están insertos en una estructura social y son limitadas por el conjunto de
relaciones que establecen (Dossi y Lissin, 2011). Esto mismo explica que dichos actores, a
través de sus asociaciones, no siempre logren impugnar medidas impulsadas por
el Estado u otros grupos sociales, o que a veces se oponga a políticas que
podrían llegar a favorecerlos (Beltrán, 2006).
En
este trabajo nos proponemos, como objetivo general, analizar el modo en que la
Unión Industrial Argentina (UIA) construyó el posicionamiento político contra
el reconocimiento de China como economía de mercado durante la gestión de
Mauricio Macri en 2016. Para ello, nos concentramos en el análisis de la
dimensión político– institucional de la AEO, dado que la misma nos permite
reconstruir el camino que atravesó dicha organización para reagrupar, bajo una
visión homogénea, las heterogeneidades propias de los diversos asociados a la
misma. Y como objetivo específico, identificar las fuentes observables de Poder
Instrumental (PI) –Fairfield, 2015– que los empresarios, nucleados en la UIA,
desplegaron en este caso para incidir sobre el posicionamiento del Poder
Ejecutivo Nacional (PEN). Con el fin de responder a nuestros objetivos, por un
lado, construimos una matriz de datos en la que tuvimos en cuenta las distintas
fuentes de PI que la UIA utilizó para influir sobre las decisiones del gobierno
nacional. Y, por el otro, realizamos un análisis cualitativo a partir del
relevamiento de fuentes periodísticas y bibliografía especializada en la
materia.[3] Para esta
tarea consideramos los siguientes comunicados institucionales de la UIA en los
cuales se mencionaba el tema de forma explícita: “Atlantic Council: la UIA
expuso sobre relación con China”; “El parlamento europeo votó en contra de que
China ingrese como miembro permanente de la OMC” e “Información de prensa de
la Junta Directiva”. Las primeras dos fuentes se concentran en el período
2015–2017, dado que el tema cobró relevancia durante el último año del segundo
mandato de Cristina Fernandez de Kirchner y, finalmente, se concreta a fines
del año 2016. No obstante, se tuvieron en cuenta algunas declaraciones relevantes
de miembros de la UIA del siguiente año, 2017, dado el impacto del tema sobre
sobre el quehacer de la política nacional.
Nuestro análisis pone en tensión el argumento
que sostiene Fairfield (2015), según el cual las elites económicas logran mayor
influencia cuando tienen en su poder fuentes de PI fuertes y múltiples. Este
trabajo muestra que los industriales no pudieron frenar el apoyo de la
Argentina a China para ser considerado miembro pleno de la Organización Mundial
del Comercio (OMC), y, por ende, tampoco negociar una apertura comercial
controlada con el PEN que evitara llevarlos a competir de forma desleal. Este
caso vislumbra que los empresarios, nucleados en sus asociaciones
representativas, no siempre detentan un poder omnímodo sobre el Estado. Al
menos no de la misma forma y en los mismos ámbitos a lo largo del tiempo.
El
trabajo se dispone de la siguiente manera: primero caracterizamos la AEO, seguimos
con una descripción de los principales lineamientos políticos y económicos del
gobierno de Cambiemos y, luego, analizamos el modo en que la UIA desplegó su PI
para llevar adelante la AEO e influir sobre la decisión del PEN de reconocer a
China como economía de mercado. Finalmente, proponemos algunas conclusiones.
Más allá de la maximización de ganancias: una
caracterización de la acción empresarial organizada
Para el enfoque neoclásico,
toda conducta humana está orientada por la maximización individual de
utilidades desde un conjunto de preferencias estáticas. Este modo universal de
toma de decisiones plantea una lógica económica exclusivamente racional, que
termina suponiendo actores subsocializados y limita
la comprensión de la acción empresaria. Como contracara, el enfoque
estructuralista sostiene una noción hipersocializada
de los actores. Considera que, en cuanto a la acción política, los empresarios
no necesitan organizarse colectivamente, ya que condicionan el accionar del
Estado al tener el poder de invertir o desinvertir. Y quienes se referencian en
el enfoque pluralista no reconocen las contradicciones estructurales en la
determinación de intereses, ni los privilegios en el acceso y en la incidencia,
por parte de algún grupo o clase social, sobre la hechura de la política
pública (Aguilar Villanueva, 1992). Tampoco problematizan el proceso mediante
el cual el interés colectivo se organiza y se lleva a la práctica por un grupo
específico (Acuña, 1994; Dossi y Lissin,
2011; Granovetter, 1985; Tirado, 2015).
Con
el objetivo de tomar distancia de estas perspectivas, en este trabajo hacemos
propios los postulados de la NSE, la cual, como adelantamos, considera que los
comportamientos económicos de los individuos se encuentran ‘incrustados’ en
relaciones sociales (Granovetter, 1985; Pérez, 2009; Swedberg,
1991). Esto problematiza la idea de mercado como realidad universal separada
del contexto socio–histórico, ya que entiende que tanto su configuración,
estructura y dinámica están intercedidas por la presencia de instituciones y
relaciones sociales. Asimismo, se aleja de la definición del actor racional que
invoca la idea de un individuo ahistórico, autónomo e independiente de la
sociedad y guiado por una motivación exclusivamente económica. Y, además, les
quita peso a las estructuras sociales en la determinación del comportamiento
humano, ofreciendo capacidad de agencia al individuo (Smelser
y Swedberg, 2005; Swedberg,
1991).
Respecto
a los actores sociales empresariales, esta perspectiva nos ayuda a desentrañar
la dinámica y la evolución histórica de las asociaciones empresariales en tanto
instituciones. Así como, también, las particularidades que le imprime el
contexto económico, político y social en el cual éstas se imbrican al proceso
de toma de decisiones y sus efectos. Los empresarios cuentan con diversas vías
de acción, tanto económicas como políticas. Dentro de estas últimas
encontramos, por un lado, las acciones que llevan adelante empresarios a título
personal, generalmente por actores con el suficiente poder para acceder
directamente a funcionarios políticos. Y, por el otro lado, la posibilidad de
llevar adelante acciones colectivas planificadas con otros pares. Es en este
marco que, través de sus asociaciones, los empresarios emprenden un proceso de
toma de decisiones a través del cual se construye la acción empresarial
organizada (AEO). Se trata de un tipo de acción política y un subtipo de acción
colectiva que articula diversos mecanismos organizacionales para transformar
posiciones disímiles presentes dentro de una asociación y, mediante la acción
política colectiva, expresar una visión homogénea de la organización con el fin
de incidir en los procesos políticos institucionales (Dossi,
2017; Dossi y Lissin, 2011).
¿Cómo se construye la acción empresarial organizada?
A pesar de que estos actores
detentan una posición de poder privilegiada en el plano estructural–económico,
son actores más bien heterogéneos que se ven, cada vez más, condicionados a
actuar en conjunto dada la incidencia de los shocks internacionales sobre los
modelos nacionales de producción y el abastecimiento de recursos. Cuentan con
diferentes pertenencias política, trayectorias y orígenes, se diferencian por
el tamaño del establecimiento, la disposición del capital y la diversificación
de sus actividades. Lo que, por supuesto, incide al momento de la toma tanto de
decisiones como de acciones (Beltrán, 2006; Dossi y Dulitzky, 2018).
La
AEO nos ayuda a desentrañar la acción colectiva empresaria: explicar los
procesos que acontecen en el interior de las organizaciones empresariales, las
relaciones que se tejen entre los cuerpos directivos y sus representados, la construcción
de consensos internos y las estrategias que la organización decide llevar
adelante, en un momento determinado, para influir en el entorno sociopolítico
en favor de sus intereses. Es posible analizar la AEO de una organización a
través de tres dimensiones que a continuación se dividen y especifican sólo con
un objetivo analítico, ya que las tres interactúan, y es a partir de allí que
las acciones de los sectores que conforman al capital pueden ser entendidas (Dossi y Dulitzky, 2018).
La
primera dimensión, la estructural–económica, involucra los intereses comunes
que nuclean a la asociación. A través de esta podemos analizar la
representación de los intereses que la componen a través de la inserción
estructural de las empresas. La dimensión organizativa–institucional nos
permite vislumbrar las acciones que la dirigencia de la corporación empresarial
realiza con el fin de gestionar la diversidad entre sus socios y construir
consensos. Aquí cobran suma importancia el uso de la lógica corporativa y de la
lógica de servicios.[4] Y, por
último, la dimensión política–institucional que nos permite comprender las
relaciones que construyen con otros actores relevantes del sistema político y
económico (Dossi, 2017; Dossi
y Lissin, 2011).
Como
bien describimos, una organización que decide llevar adelante una acción particular
atraviesa un proceso de toma de decisión en el cual se construye la AEO. Sin
embargo, no siempre sucede con absoluta armonía y procesando los conflictos
internamente. Así como las demandas que los empresarios llevan a sus
asociaciones no son fijas, tampoco la estructura interna de las mismas. Se van
adaptando al contexto en el que están insertas y muchas veces mutan para
sobrevivir (Dossi, 2017). Por lo tanto, es necesario
tener en cuenta el entorno en el que están insertos esas asociaciones y el
despliegue tanto de los dispositivos como de los mecanismos que eligen utilizar
a lo largo del tiempo.
En
base a los objetivos propuestos en este trabajo, nos concentramos en el
análisis de la dimensión política institucional y utilizamos la propuesta
conceptual de Fairfield (2015), quien sostiene que existen dos modalidades por
medio de las cuales el empresariado puede ejercer influencia sobre la hechura
de las políticas públicas: se trata del Poder Estructural (PE) y del PI. En
este caso en particular el concepto de PI es útil para distinguir una variedad
de mecanismos organizacionales e instrumentos, en tanto observables empíricos,
que la UIA desplegó para relacionarse con diversos actores del sistema político
y económico, desplegar la AEO construyendo consenso interno y expresar, en el
plano político institucional, una posición homogénea de los industriales
respecto al no reconocimiento de la República Popular China como economía de
mercado por parte de la Argentina en el año 2016.
En relación al PE, la autora sostiene que se expresa en una amenaza
de desinversión creíble y económicamente significativa. Dicha acción no
requiere de organización ni capacidad de acción política, ya que las señales
del mercado coordinan las reacciones en el ámbito económico. En cambio, el PI
implica la capacidad de realizar acciones políticas deliberadas. Las
organizaciones empresariales pueden emprender este tipo de acciones tanto
dentro como fuera de los escenarios formales de diseño de políticas. Las fuentes
observables de PI se clasifican en, por un lado, las relaciones con los
responsables de formular las políticas públicas. Dentro de las mismas podemos
diferenciar las relaciones institucionalizadas, a través de las cuales los
empresarios tenderán a alcanzar una influencia más sistemática sobre los policy-makers, de
los vínculos informales con algunos agentes políticos, a través de los cuales
tienden a obtener una influencia más débil dada la inestabilidad de dichos
vínculos. Dentro de aquella categoría de relaciones con los responsables de
políticas públicas, encontramos los
vínculos partidarios, que le otorgan influencia a los mismos a través de la representación
de sus intereses en el PEN o Poder Legislativo; la consulta institucionalizada
entre el gobierno y las asociaciones empresariales; el reclutamiento en el
gobierno, mediante el cual representantes de las organizaciones empresariales
ocupan cargos en el PEN y acceden a la participación directa en la hechura de
la política pública ; la elección para cargos públicos.
Por
otro lado, otra fuente de PI se refiere a los recursos. La cohesión, que se
refiere a la capacidad de organizaciones empresariales para formar y mantener
un frente unido que permita darle legitimidad a sus demandas; la capacidad de
coordinar y sostener espacios de negociación colectiva; la expertise, que es la experiencia
técnica que les permite a los actores empresariales acceder a los formuladores
de políticas y persuadirlos sobre lo beneficioso o no de una determinada medida
política; el acceso a los medios de comunicación, lo que les habilita un puente
con la opinión pública; y los recursos monetarios, que hacen referencia a los
aportes de campaña, las donaciones y las contribuciones financieras a partidos
políticos con representación en las instituciones del Estado.
Estas
fuentes de poder son dinámicas, cambian a lo largo del tiempo y el espacio en
el que actúan las asociaciones empresariales. También son distintas, pero
pueden reforzarse mutuamente (Fairfield, 2015). Identificar dichas fuentes nos
permite conocer con mayor amplitud cuándo y en qué campos es probable que las
organizaciones empresariales busquen ejercer influencia, así como también los
mecanismos y dispositivos que ponen a disposición para lograrla. Esto rompe con
dos ideas: la de actores que detentan un poder omnímodo sobre el Estado y, en
este caso de estudio particular, la de acatadores obsecuentes de políticas
económicas llevadas adelante por un gobierno que demuestra mayor sintonía
empresaria.
Entre lo ideal y lo posible: el gobierno de Cambiemos
En diciembre de 2015 la
sociedad argentina eligió al otro partido, hijo de la crisis argentina de 2001,
para que conduzca los destinos de la nación. El desembarco de la alianza Cambiemos[5] quebró el
mapa político de la Argentina: por primera vez, desde la recuperación de la
democracia, una coalición política explícitamente pro–mercado, liberal y
conservadora llegó al poder de la mano de un presidente que no era ni peronista
ni radical (Gené, 2018; Vommaro
y Gené 2017). Se trató de un neoliberalismo
posibilista que al clásico programa de metas de
inflación, apertura y desregulación económica, propio de la década de los
noventa, le sumó políticas sociales, un recorte gradual del gasto público y un
plan de infraestructura (Natanson, 2017).
El
gobierno llevó adelante cambios en los principales precios relativos de las
variables económicas y una temprana reunificación del tipo de cambio –el valor
del dólar pasó de nueve pesos con ochenta centavos en diciembre de 2015 a
treinta y ocho pesos en octubre de 2018–, la cual repercutió sobre el índice de
inflación que hacia 2018 trepó al 47% anual (Cantamutto
y López, 2019). Además, quitó las restricciones a la adquisición de divisas y
flexibilizó los instrumentos de control del comercio exterior. También, de
manera casi instantánea, anunció la eliminación de retenciones a algunos
productos primarios de exportación y la reducción paulatina de otros.[6] Los
lineamientos económicos de la coalición hicieron eje en la apertura comercial y
la producción agropecuaria, lo que profundizó la idea de las ventajas
comparativas como vía para el desarrollo y reforzó las tendencias a la reprimarización del entramado productivo (García Zanotti et al., 2020).
Durante
el primer año de su mandato, el gobierno resolvió dos demandas claves para el
empresariado: la necesidad de rehabilitar el crédito externo y facilitar el
comercio exterior. Para eso fue clave la sanción de la Ley N°
27.249 que habilitó el pago de las deudas, por amplia mayoría en las dos
cámaras del Congreso, en litigio extranjero con los “fondos buitre” (Castellani y Dossi, 2021; García Zanotti et al., 2020).
La salida del default habilitó a la
Argentina el mecanismo de colocación de bonos en el exterior, lo que le
permitió financiar al Tesoro (Nemiña y Val, 2018).
Esta acción respondió a la preocupación del gobierno por “volver al mundo”:
reinsertarse en los mercados internacionales de capital, liberalizar la cuenta
financiera y de capital e impulsar la apertura externa de la economía en un
nuevo ciclo de endeudamiento, que se coronó con el acuerdo del gobierno con el
Fondo Monetario Internacional (Cantamutto y López,
2019; Santarcángelo et al., 2019).
Estos
lineamientos de política económica impactaron negativamente sobre las políticas
productivas. Pese a ello, el gobierno implementó algunas medidas para compensar
las transformaciones llevadas adelante sobre la industria local. Es el caso del
Plan Productivo Nacional, el cual se propuso mitigar las fallas del mercado en
el proceso de reconversión productiva que debieron llevar adelante las empresas
con menor competitividad internacional. También es el caso de una serie de
leyes que buscaron darle prioridad a las pequeñas y medianas empresas en las
compras que realiza el Estado, a la vez que ampliaron beneficios impositivos,
administrativos y financieros (Castellani y Dossi, 2021).
Además,
el ministerio de Producción implementó una modalidad de trabajo de mesas
sectoriales–en las cuales participaban representantes del Estado, empresarios y
sindicatos–con el fin de resguardar las vías de comunicación[7] con
distintos actores. Este tipo de medidas nos muestran que, frente a la pérdida
de centralidad del sector en el conjunto de la economía, la alianza Cambiemos
debió construir consensos con el sector industrial y resguardar los canales de
diálogo con los representantes del empresariado. Estos mecanismos le
permitieron al gobierno contener los descontentos[8]
de una parte de su base de apoyo y recalibrar las medidas, cuando fuera
necesario, para profundizar la dirección de la política económica.
La acción política empresaria de la UIA bajo la
administración de la alianza Cambiemos (2016): el reconocimiento de China como
economía de mercado
Reinsertar a la Argentina en el
mundo requería, además, trastocar los lineamientos de política exterior. La “apertura
al mundo” y la atracción de la “lluvia de inversiones” empujaron al gobierno
hacia la búsqueda de recomposición del vínculo con los acreedores externos y
las potencias tradicionales –Estados Unidos y la Unión Europea–. Es en este
sentido que se explican la asistencia del presidente Mauricio Macri al Foro de
Davos, al G–20, a distintas reuniones bilaterales con jefes de Estado (entre
ellos Barack Obama) y el impulso, finalmente fallido, que pretendió darle a los
Tratados de Libre Comercio como vía de captación de inversiones extranjeras.[9] Asimismo,
si bien en un principio las intenciones del gobierno de Mauricio Macri fueron
poner en duda la continuidad de algunos proyectos bilaterales con la República
Popular China, lo que dejó en claro al reconsiderar los acuerdos firmados por
la administración antecesora, esas fricciones fueron temporales (Hua, 2017).[10] El
gobierno terminó ratificando los convenios firmados por el gobierno que lo
precedió y llegó a nuevos acuerdos (Taiana, 2022).
Entendemos
que dicha calibración de la política exterior y económica se debió, por un
lado, como bien mencionamos arriba, al contexto internacional con el que se topó
la alianza gobernante: un mundo subsumido en una desaceleración económica, un
resurgimiento tanto del nacionalismo como del proteccionismo, una reacción antiglobalista y una crisis de modelos de libre comercio (Morgenfeld, 2022; Taiana, 2022). Y, por el otro, al impacto
desigual de la relación bilateral comercial sobre la estructura productiva
local y, en consecuencia, sobre las fracciones de la burguesía local aliadas de
Cambiemos (Sanz Cerbino et al., 2023).
Si
bien en el grupo de empresarios nucleados en la UIA no hubo, en principio, un
apoyo unánime al gobierno de Mauricio Macri, las adhesiones no tardaron en
llegar. La batería de políticas desplegadas por el gobierno fue bien recibida
por la mayor parte de la institución y recién con el proceso recesivo de 2018
se produjo un distanciamiento progresivo entre las partes (Dossi
y Panero, 2022). No obstante, el inminente reconocimiento argentino de China
como economía de mercado, hacia fines del 2016, tensionó las relaciones entre
dichos actores y alertó una vez más a la UIA, que no tardó en activar sus
fuentes de PI para torcer la decisión del Ejecutivo.
China
formaba parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC) desde el 11 de
diciembre de 2001 mediante un Protocolo de Adhesión, el cual establecía que al
cabo de quince años este país ingresaría al organismo y sería reconocido,
automáticamente, como economía de mercado. Esto significaba que, pasado ese
tiempo, las demandas antidumping que
los países le hicieran a China se resolverían comparando los precios de
aquellos con los valores que cobraba China en su mercado doméstico, usualmente
subvencionados e inferiores a los países que inician la demanda; no con
precios de terceros mercados. Este cambio de estatus implicaba un cambio de
metodología en dichas demandas y un punto de partida formalmente desigual para
los industriales competidores de otros países.
Previo
a que se cumpliera dicho plazo, la Argentina ya había firmado en 2004 un
Memorando de Entendimiento con China en el que reconocía a dicho país como una
economía de mercado (Bolinaga, 2007). No obstante, al no haber sido ratificado
por el congreso, la aplicabilidad del memorando se mostró débil, sino
inexistente (Gayola, 2017). De todos modos, este resultado no aplacó la
preocupación del sector industrial desde aquel entonces.
Esto
último se vio reflejado en al menos dos episodios. Uno sucedido a finales del
segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en febrero de 2015, cuando
quisieron interferir sin éxito en la firma del acuerdo de Asociación
Estratégica Integral y de los convenios de cooperación e inversión. Y, el
otro, en enero de 2016, cuando la siderúrgica Techint quedó fuera tanto de la
licitación para construir 2.300 km de gasoductos troncales en la provincia de
Córdoba, como del aprovisionamiento de los tubos de acero sin costura, y los industriales
pusieron en marcha la AEO a través de la UIA para plasmar una posición homogénea
en la esfera político–institucional: que el ingreso de productos de origen
chino era perjudicial para todo el sector industrial (UIA, 2014; 2015). Esto
dejó como saldo que las empresas chinas retiraran el financiamiento
comprometido y la licitación se realizara por segunda vez con un resultado
favorable para Techint (Sanz Cerbino et al., 2023).
La preocupación de la empresa y la movilización de su influencia dentro de la
UIA se explican por la amenaza que significaba China en su área de negocios en
un contexto de sobreproducción mundial de acero. El gigante asiático era el
principal productor de acero desde el año 2000 y se transformó en un exportador
neto de productos siderúrgicos a partir del 2006, mientras que la participación
argentina en el total de la producción y el consumo de acero mundial fue
marginal (Jerez, 2015).
La
resolución del último conflicto significó un breve entretiempo entre el
gobierno y la UIA: corría el minutero para el reconocimiento de China como
economía de mercado por parte de la Argentina, lo cual era visto como una
amenaza ya conocida por los industriales. Esto podía dejarlos sin el principal
instrumento de poder contra el gigante asiático que les permitió frenar la
mencionada licitación: las demandas por dumping.
En
septiembre de 2015 asumió la dirección de la entidad Adrián Kaufmann Brea[11] –el
gerente general de comunicación institucional y asuntos públicos de ARCOR– convocando
al diálogo social (“Con un…”, 2015). A partir de su gestión se construyeron
acciones colectivas que enmarcaron la AEO de la UIA, para la cual se
desplegaron, en principio, mecanismos de PI como por ejemplo los vínculos con
el partido gobernante y las consultas institucionalizadas, con el objetivo de
influenciar al Poder Ejecutivo y torcer su decisión respecto a China. La
cámara, incluso, aportó tres funcionarios al gobierno de Cambiemos: Martín Etchegoyen, secretario de Industria y jefe de asesores de
Francisco Cabrera; Fernando Grasso, subsecretario y luego secretario de
industria y Carolina Castro, subsecretaria de política y gestión de la pequeña
y mediana empresa (“El gobierno PRO…”, 2018).
A
pocos días de que se encontrarn el presidente
Mauricio Macri y su par chino Xi Jinping en Hangzhou, antes de la cumbre del
G-20, la UIA organizó junto a la Cámara de Exportadores (CERA) y el think thank
norteamericano Atlantic Council[12] en la
Bolsa de Comercio el seminario: “La Industria Latinoamericana: ¿Cuál es el rol
de China?”. En el mismo participaron el propio Paolo Rocca –jefe de Techint–,
Luis Betnaza –director del Grupo Techint–, Dante
Sica –director de la consultora ABECEB–, Manuel Molaro
–director general adjunto del Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO)–,
Alfredo Chiaradía –el director del departamento de
comercio de la UIA– y Carlos Abijaodi –directivo de
la Confederación Nacional de la Industria (CNI) de Brasil–, quienes disertaron
sobre las implicancias que tendría el reconocimiento de China para la
industria frente a la canciller Susana Malcorra y el
ministro de Producción Francisco Cabrera, algunos de los funcionarios invitados
al encuentro (Embajada de la República Popular China, 2016; UIA, 2016).
El titular de la UIA intentó enviar un mensaje al
presidente sin romper los canales de comunicación: “La industria argentina
quiere competir y debe competir internacionalmente, pero en condiciones de
igualdad y no en un contexto caracterizado por deslealtades comerciales” (UIA,
2016). Más directo fue Luis Betnaza, el director de
Techint, quien le pidió al presidente “tener recaudos” en su visita a Pekín
(“La UIA le…”, 2016). De esta forma, representantes del empresariado
plantearon que de prosperar aquello, la Argentina dejaría expuesta a la
industria nacional a la competencia de precios desleal y aceptaría una relación
asimétrica que repercutiría en el empleo, la inversión en tecnología y la
federalización productiva (“El titular de la UIA…”, 2016). Además, los derechos antidumping
ya no tendrían sentido (“Piden al gobierno…”, 2016). En la misma dirección el
representante de México enfatizó: “No podemos dejar que un solo país sea la
fábrica del planeta, más en un lugar en donde no se respetan los derechos de
propiedad” y agregó que China debe explicar “cómo se fijan los precios y cómo
otorgan el financiamiento a sus empresas” (“Empresarios piden no darle a China
estatus de economía de mercado”, 2016). Los funcionarios intentaron calmar los
ánimos e hicieron foco en la oportunidad que daba la relación comercial
bilateral con el gigante asiático.[13]
No satisfechos, unas horas después del evento,
importantes autoridades de la UIA desplegaron algunas fuentes de PI,
específicamente recursos, como el grado de cohesión sobre este posicionamiento
y el sostenimiento de instancias de organización colectiva por parte de la
institución, que fueron producto de procesos que acontecieron al interior de
las organizaciones. Los representantes de los industriales publicaron una carta
abierta dirigida a la canciller Susana Malcorra; al
jefe de Gabinete de Ministros, Marcos Peña; al
ministro de la Producción, Francisco Cabrera y al ministro de Hacienda, Alfonso
Prat-Gay (“La UIA anticipó su rechazo al reconocimiento de China como
‘economía de mercado’”, 2016) para
reforzar estos pedidos. Este envío se realizó en simultáneo a que lo hiciera
la Confederación Nacional de la Industria al gobierno brasilero (“Piden al
gobierno…”, 2016.). Que la potencia asiática fuera reconocida preocupaba
principalmente a las siderúrgicas. Sobre todo a Paolo
Rocca, del grupo Techint,[14] y, como
bien mencionamos anteriormente, veía a China como su principal competidor en el
mercado. La empresa no solo movió sus piezas dentro de la UIA para lograr
convocar a la mayor parte de sus socios, sino que también dentro del gobierno
nacional y en el exterior. Tal es así que en el Foro Empresarial con México que
se realizó en la cancillería argentina, al cual asistieron los presidentes de
ambos países, Rocca bregó por un acuerdo entre las partes para frenar la
presencia china en la región. Reconoció: “Tenemos que tener
una apertura entre Alaska y Tierra del Fuego. Pero no con China”. Y dejó un
mensaje claro:
Hay una conciencia de la importancia de tener una
visión que incluya la exigencia de mantener la cancha nivelada para la
producción industrial. Y la anomalía de China, que no es una economía de
mercado. Esto va a ser un debate importante los próximos meses. (Cantando,
2016)
Como bien sostuvimos previamente, la dimensión político
institucional de la AEO de una organización determinada permite comprender las
relaciones que construye con otros actores relevantes del sistema político y
económico (Dossi y Lissin,
2011). En este caso esto se vio reflejado cuando la Asociación Latinoamericana
del Acero (Alacero) de Chile, entre otras, se sumó a
las acciones que venía desplegando la UIA, lo que reforzó los argumentos del
emporio de Techint:
En China no se compite por que a ellos no les interesa
competir, solo quieren ganar mercado y emplear a su gente cueste lo que cueste
y esto atenta directamente contra nuestra industria y nuestro trabajo. China
busca quedarse con toda la industria del acero. (“Confirmado: las
siderúrgicas…”, 2016)
Los
tiempos se acortaban y quedaban solo tres meses para disputar la posición del
gobierno. La amplia convocatoria de la conmemoración del día de la industria
dejó al descubierto que la tensión entre el gobierno y los empresarios
escalaba. Diego Guelar, embajador argentino en el
país asiático, hizo declaraciones públicas que despertaron la furia de los empresarios:
“China cumplió con las condiciones de la OMC y tiene que ser considerada una
economía de libre mercado, porque el 60 por ciento de su economía es totalmente
privada” (Lewkowicz, 2016).
Aquellos
dichos alertaron a los industriales, quienes mostraron cohesión en sus respuestas
y presionaron para activar consultas institucionalizadas a fin de discutir
cuestiones comerciales. Juan Carlos Secco, secretario
de la UIA, le respondió al embajador a través de un medio de comunicación:
Es un absurdo lo de Guelar.
La UIA no acepta ni aceptará en diciembre que China ingrese a la OMC en
condición de miembro pleno. Es una posición tomada en conjunto con la CNI (Confederaçao Nacional da Indústria)
de Brasil. China no es una economía de mercado, tiene dumping social. En la UIA
hay unanimidad total en relación a este tema y
esperamos que el Gobierno coincida con nuestro pensamiento. (Lewkowicz, 2016)
Las tensiones entre el PEN y
los industriales se vieron reflejadas en el intercambio entre las partes.
Frente a las presiones de los industriales, el ministro de producción les
recordó las medidas solicitadas por los industriales, previo a las elecciones
presidenciales, y puestas en marcha por el gobierno: “Creo que hemos cumplido
con la mayoría de las demandas que nos plantearon hace unos meses” (Jueguen,
2016). Una muestra del posicionamiento político del gobierno que continuó
reforzando. Mientras el presidente Mauricio Macri participaba de la cumbre del
G-20, Guelar intentó cuidar la relación con los
industriales y les envió una carta a directivos de la UIA en la que matizó la
interpretación de sus dichos. En la misma llamó a esos sectores a evitar
declaraciones confrontativas, desalentó las críticas y, finalmente, reforzó la
amistad con el gigante asiático: “China es un socio extraordinario para nuestro
país, por lo que cualquier proceso de negociación debe ser realizado “con”
nuestro socio y nunca en desmedro de la Asociación Estratégica Integral que nos
vincula” (“Diego Guelar…”, 2016).
Otro de los recursos de PI que los integrantes de la
cámara movilizaron para torcer la voluntad del Ejecutivo fueron el de la expertise y el
dominio de criterios técnicos. Se apoyaron en análisis académicos
internacionales y estudios propios para resaltar la influencia de China en la
desindustrialización de América Latina, recomendaron acciones compensatorias y
mecanismos de negociación colectiva con Beijing.[15]
Además hicieron foco en las exigencias de la Unión Europea que China no cumple:
la auditabilidad de las empresas, las cuestiones normativas y los procesos
sobre las compañías (UIA, 2016). Así como, también, en los riesgos que
significaba para los desequilibrios comerciales y la reprimarización
de la economía argentina.
La UIA llevó adelante con cierto éxito una AEO que le
permitió cohesionar a amplios sectores industriales en torno al posicionamiento
político contra el ingreso de China como miembro pleno en la OMC. Esto, en
algún sentido, funcionó como un combustible para sostener y coordinar
instancias de organización colectiva. Un ejemplo es el de la Union Industrial de la Provincia de Buenos Aires (UIPBA)
que solicitó apoyo a la UIA, dado que los sectores PyMEs
enfrentaban serias dificultades para competir con el gigante asiático. Los
argumentos de estos sectores giraban en torno a la destrucción del empleo, la
competencia desleal y la apertura económica (Estevez,
2016). Así lo expresaba Matías Furio, presidente de la Cámara de la Industria
del Juguete: “No puede ser economía de mercado un país que no paga salarios
dignos a sus trabajadores. Y quiere competir con el resto. Eso es deslealtad
comercial” (Jueguen, 2016).
La UIA y, en especial, Techint también desplegaron el
recurso de acceso a los medios de comunicación, útil tanto para instalar el
tema en la opinión pública como para enviarle señales al PEN. Sin embargo,
todas las fuentes de PI que utilizaron no lograron frenar el reconocimiento de
la República Popular China como economía de mercado y su ingreso pleno a la
OMC. Los industriales fueron notificados a la vuelta de la gira del presidente
de la Nación por los Emiratos Árabes, China y Japón, en mayo de 2017, cuando la
Secretaría de Comercio, que dependía del Ministerio de la Producción, publicó
la resolución 396–E/2017 (Resolución E396/2017, 2017). La importancia de la misma se debió a que el Estado, por primera vez, había
cambiado su metodología para resolver un expediente de dumping al utilizar precios de ventas del mercado interno de China,
y no el decreto 219, vigente hasta ese momento, que comparaba los precios con
terceros países (Cayón, 2017)
A
través de la AEO los industriales, nucleados en la UIA, construyeron consenso
interno y desplegaron una serie de mecanismos de PI: relaciones y recursos.
Esto les permitió expresar su posición, en tanto organización colectiva, contra
el reconocimiento de China como economía de mercado en el plano
político–institucional. No obstante, este caso nos muestra que
aunque los industriales extendieron diversas fuentes de PI no pudieron, finalmente,
frenar el apoyo de la Argentina a China para ser considerado miembro pleno de
la Organización Mundial del Comercio (OMC), y por ende, tampoco negociar una
apertura comercial controlada con el gobierno de Cambiemos que evitara
llevarlos a competir de forma desleal.
Los
aportes de la NSE nos fueron útiles para mostrar que la AEO que lleva adelante
una organización empresarial no es ahistórica, se produce “en un contexto que
presenta rasgos particulares e influye en la determinación de las acciones” (Dossi y Lissin, 2011, p. 431). Lo
cual fue ilustrado tanto en el ejemplo del Gasoducto Córdoba, momento en que
los industriales cambian el curso de los acontecimientos producto de la acción
colectiva llevada adelante, como el que estudiamos de este trabajo, en el que
sucede lo contrario.
Aún cuando entendemos que el análisis de este tema debe
profundizarse en un futuro, es menester resaltar que la resolución del
conflicto analizado no terminó con las tensiones entre las partes. China
continuó siendo una preocupación central para el sector. Esto quedó demostrado,
por un lado, en el modo en que se llevó a cabo la elección del nuevo
presidente de la entidad, Miguel Acevedo. Quien reemplazó a Daniel Funes de Rioja (COPAL), vetado por ser considerado un abogado
laboralista, no un industrial. Aunque, también, se estima que en esta decisión
pudo haber incidido el acompañamiento que hizo al presidente Mauricio Macri en
su gira a China (Carrillo, 2017). En sus primeras palabras, el nuevo presidente
de la cámara hizo foco en el gigante asiático como una preocupación para la
industria y se abrazó al legado de Kaumann Brea.
Acevedo inició sus actividades con una clara posición política: “China no es
una economía de mercado. No hay precios similares de productos para comparar
con terceros mercados. El precio chino es como el INDEC de Moreno” (Jueguen,
2017).
Reflexiones finales
En este trabajo analizamos, a
través de la perspectiva de la NSE, cómo la UIA llevó adelante la AEO y
articuló diversos mecanismos organizacionales para construir una posición homogénea,
compartida por todos los actores de la organización y expresada en el plano
político institucional, contra el reconocimiento de China como economía de
mercado.
Para
ello se utilizó un marco teórico que diferencia, con criterios analíticos,
entre Poder Estructural (PE) y el Poder Instrumental (PI), siguiendo a
Fairfield (2015). Específicamente, analizamos el modo en que la cámara
desplegó el segundo. Esta elección se debió a que dicho concepto nos permitió
distinguir una variedad de mecanismos organizacionales e instrumentos, en tanto
observables empíricos, que la organización desplegó para relacionarse con
diversos actores del sistema político y económico.
Para
responder a los objetivos propuestos relevamos tanto fuentes periodísticas como
documentos corporativos de la UIA durante el período 2015–2017, y bibliografía
especializada en la materia. La elección temporal respondió a que aunque se analizó un suceso acontecido durante la
gestión de Cambiemos, sus antecedentes deben buscarse, sobre todo, en el último
tramo del segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Su extensión a
2017 se debió a que el saldo de esa acción tuvo repercusiones en la vida
institucional de la UIA y de la política nacional que merecían resaltarse.
Respecto
a las relaciones con los responsables de formular las políticas públicas, la
cámara desplegó su PI a través de los vínculos partidarios, tanto formales como
informales. Llevó adelante consultas institucionalizadas entre el gobierno y
las asociaciones empresariales, por medio de las cuales los asociados buscaron
participar activamente en las instancias de negociación con el gigante
asiático, y aportaron tres funcionarios al gobierno.
Por el lado de los recursos, la UIA construyó cohesión
interna, así como también coordinó y sostuvo espacios de negociación colectiva
con sectores afines en materia sectorial. Esto quedó evidenciado en el vínculo
con la Cámara de Exportadores (CERA), el Think thank Atlantic
Council, el Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO), la Confederación
Nacional de Industria en Brasil (CNI), La Asociación Latinoamericana del Acero
en Chile, la Union Industrial de la Provincia de
Buenos Aires (UIPBA) y sectores PyMEs. Además, la UIA
utilizó la expertise
o capacidad técnica, lo que les permitió resaltar la influencia de China en la
desindustrialización en América Latina. Recomendó acciones compensatorias y
mecanismos de negociación colectiva con Beijing, y se posó sobre los criterios
dispuestos por la Unión Europea para remarcar que China no cumplía con la
auditabilidad de las empresas, cuestiones normativas y los procesos sobre las
compañías. También remarcó que los desequilibrios comerciales, la competencia
desleal y la pérdida de empleo argentino se profundizaría de reconocerse el
gigante asiático como economía de mercado. Asimismo, contó con acceso a los
medios de comunicación, tanto para instalar este tema en la opinión pública
como para enviarle señales al PEN.
Según Fairfield (2015) las elites económicas lograrán
mayor influencia cuando tengan en su poder fuentes fuertes y múltiples de PI
(Fairfield, 2015). Consideramos que esto es necesario, pero no suficiente. En
nuestro caso de estudio, la UIA desplegó diversas fuentes de PI, pero no logró
frenar el apoyo de la Argentina a China para ser considerado miembro pleno de
la OMC. Esto implicó la utilización de otra metodología para el análisis y la
resolución de las demandas por dumping:
el Estado argentino comenzó a utilizar los precios de ventas del mercado
interno de China en vez de terceros mercados de referencia. Esta convivencia
de dos metodologías dejó a los industriales a merced de débiles vínculos
informales con los formuladores de políticas, que en el futuro dependerían de
su afinidad con el signo político que condujera el PEN en cada momento
histórico.
Este caso de estudio nos muestra que los empresarios,
nucleados en sus organizaciones, no necesariamente ni siempre detentan un
poder omnímodo sobre el Estado –al menos no de la misma forma y en los mismos
ámbitos a lo largo del tiempo–. Como hemos visto, en este caso no pudieron
negociar una apertura comercial controlada con el gobierno de Cambiemos que les
permitiera protegerse de la competencia con China. Este saldo pudo tener que
ver, siguiendo a Sanz Cerbino et al. (2023), con el
impacto desigual de la relación bilateral comercial sobre la estructura
productiva local, dado que al ser China el principal destino de las
exportaciones agropecuarias contaba con un trato preferencial para las inversiones
e importaciones, lo que terminaba impactando sobre los industriales argentinos.
Pero, también, es posible adicionar a dicha explicación el carácter histórico
de la AEO que una organización empresarial lleva adelante, es decir, las
particularidades del contexto económico, político y social que permea tanto el
proceso de toma de decisiones, como los resultados que una organización
empresarial obtiene. Todo ello excede el poder estructural que un actor detenta
en el sistema económico.
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* “Los precios que tiene China son como
los del INDEC de Moreno”, declaraciones de Miguel Acevedo en Jueguen, 2017.
Hace referencia a la intervención del Instituto de Estadística y Censos (INDEC)
desde 2007, durante la gestión de Guillermo Moreno, que alimentó la falta de
confianza de distintos actores sociales en los números públicos. El Instituto
permaneció intervenido hasta 2015.
[i] Universidad Nacional de San Martín,
Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales. Universidad de Buenos
Aires, Facultad de Ciencias Sociales. ORCID 0009-0001-8254-9915,
rocioceballosb@gmail.com
[2] Como Paul DiMaggio, Paul Hirsch,
Richard Swedberg y Viviana Zelizer. Ver Dossi y Lissin, 2011.
[3] Se relevaron noticias online de medios
argentinos que hagan mención al tema. Los portales incluidos fueron Ámbito
Financiero, Clarín, El Ciudadano, El Cronista Comercial, El Economista,
Infobae, La Nación, La Política Online, La Voz del Interior, Letra P y Página
12.
[4] Algunos de los servicios tienen que
ver con capacitaciones, informes técnicos sobre los mercados o avances
tecnológicos, networking, entre
otros. Para un desarrollo más extenso del tema se recomienda ver Bravo et al.,
2020.
[5] Una coalición cuyo liderazgo lo
ejercía Propuesta Republicana (PRO) pero estaba conformada por otros partidos
políticos como la Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica.
[6] A través del decreto 133/2015 del
Ministerio de Agroindustria se eliminaron las alícuotas de los derechos de
exportación para el trigo, el maíz, la carne y las economías regionales.
Mientras que se estipuló una rebaja de 5% para la soja. Luego las reestableció
hacia 2018, en el marco de la crisis financiera y la corrida cambiaria que
atravesaba la economía.
[7] Sobre todo, luego de marzo de 2018
cuando las relaciones entre algunas cámaras empresarias y el gobierno se
tensionaron por los resultados económicos y por las declaraciones que el
ministro de Producción, Francisco Cabrera, les espetó a los industriales en el
foro de inversiones provincial de Mendoza: “Hay que tener una agenda positiva y
dejarse de llorar” (“Cabrera, muy duro…”, 2018).
[8] En relación a las altas tasas de
interés, el incremento de las tarifas de los servicios públicos, la retracción
del consumo, la caída del empleo industrial registrado y el aumento de las
importaciones. Ver Santarcángelo et al., 2019.
[9] El giro en materia de política
comercial que el presidente norteamericano, Donald Trump, impulsó, a partir de
noviembre del 2016, al retirar a los EE. UU. del Acuerdo Transpacífico,
contribuyó a frustrar las pretensiones del presidente argentino en esta materia
(Morgenfeld, 2022).
[10] Entre otras cosas porque los acuerdos
de facilidades de pago de las represas Kirchner–Cepernic y el Ferrocarril
Belgrano Cargas, firmados en 2012 y que el gobierno pretendía revisar,
contenían cláusulas de Cross Default.
Esto significaba que, si una obra acordada con China se caía, se caían todas
las demás (Rabanal, 2016).
[11] Fue secretario general y tesorero, y
vicepresidente de la UIA. Ya había sido el candidato de Techint–Arcor para el
reemplazo de Héctor Méndez –quien renunció en 2011– pero no logró el apoyo
suficiente en aquel entonces. Esta vez fue propuesto por el grupo Industriales
(Arcor, Techint, Fiat Chrysler y la cámara alimenticia COPAL) y aceptado por
unanimidad por la lista Celeste y Blanca para el período 2015–2017; en la UIA
conviven dos líneas que se reparten los principales cargos y desde 2005 se
turnan cada dos años la presidencia de la institución. La lista celeste y
blanca es heredera no directa de Movimiento Industrial Argentino (MIA) e
industriales un desprendimiento del Movimiento Industrial Nacional (MIN). Ver
Dossi (2017).
[12] El cual recibe financiamiento del
Departamento de Estado de los Estados Unidos, de su Marina, de fabricantes
militares como Lockeed Martin Corporation, Northrop Grumman Aerospace y SAAB, y
de una serie de empresas como Chevron, Shell, Facebook, Coca Cola y Tenaris, de
Techint (Mardones y Renou, 2016).
[13] En este sentido la canciller Susana
Malcorra sostuvo que “para mejorar la relación y el vínculo con China, hay que
entender dónde están las ventajas competitivas respecto de ese país” (“La UIA
le…”, 2016)
[14] Que controla varias empresas
reconocidas a nivel mundial: Tenaris, Ternium, Tecpetrol, Tenova, Techint
Ingeniería y Construcción, y es el operador de la red de hospitales Humanitas.
Además, cotiza en la bolsa de valores en Milán, México y Buenos Aires (Recalt y
Rebossio, 2019).
[15] Se hace referencia a un documento de
trabajo del centro de estudios norteamericano Adrienne Arsht del Atlantic
Council (UIA, 2016).