Revista Anual del Centro de
Investigaciones en Estudios
Latinoamericanos para el
Desarrollo y la Integración
Crítica a la historia eurocéntrica: ¿un camino hacia la posthistoria?
Autor(es): Little, Roch
Fuente: Latitud Sur N° 13, Año 2018. CEINLADI, FCE-UBA. (En línea) ISSN 2683-9326.
(Impresa) ISSN 1850-3659.
Publicado por: Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas. Centro de
Investigación en Estudios Latinoamericanos para el Desarrollo y la Integración (CEINLADI)
Vínculo: http://www.economicas.uba.ar/institutos_y_centros/latitud-sur/
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Crítica a la historia eurocéntrica: ¿un camino hacia la posthistoria?
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Latitud Sur N° 13, Año 2018. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas, Centro de
Investigación en Estudios Latinoamericanos para el Desarrollo y la Integración (CEINLADI). (En línea)
ISSN 2683-9326. (Impresa) ISSN 1850-3659.
Artículo original de investigación
CRÍTICA A LA HISTORIA EUROCÉNTRICA: ¿UN CAMINO HACIA LA
POSTHISTORIA?
1
Roch Little
2
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA (BOGOTÁ)
Resumen
Existe desde hace más de medio siglo un debate que ha resaltado el carácter eurocéntrico de
la disciplina histórica. Este ensayo pretende llevar este debate a sus últimas consecuencias:
la necesidad de pensar a una “posthistoria”. Este planteamiento se justifica sobre el hecho de
que, dentro de la Modernidad, historia y eurocentrismo son indisociables. La principal
característica de esta posthistoria consiste en renunciar a la pretensión plurisecular de una
historia “global”. De ahora en adelante, debe pensarse como un saber “espumoso”, es decir,
complejo, multicéntrico e indeterminado.
Palabras clave:
Posthistoria eurocentrismo historiografía deconstrucción espuma
CRITICISM OF EUROCENTRIC HISTORY: A WAY TO POSTHISTORY?
Abstract
There has been a debate for more than half a century which has highlighted the Eurocentric
nature of historical discipline. This essay aims to bring this debate to its latest consequences:
the need to think of a "post-history". This approach is justified by the fact that, within
Modernity, history and Eurocentrism are inseparable. For the author of this text, the main
characteristic of this post-history is to renounce the multi-secular pretension of a "global"
history. From now on, it must be thought as a "foamy" knowledge, that is, complex,
multicenter and indeterminate.
Keywords:
Posthistory eurocentrism historiography deconstruction foam
1
Fecha de recepción: 30/10/18. Fecha de aceptación: 30/11/18.
2
Profesor asociado, Departamento de Historia. Universidad Nacional de Colombia (Bogotá).
Roch Little
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1. Introducción
Este ensayo tiene que ver con un tema que he desarrollado en el transcurso de los años en
relación con mis preocupaciones sobre cuestiones de historiografía, que es mi campo de
especialidad. En particular, me he interesado en el problema de lo que me gusta llamar
eurocentrismo en el pensamiento histórico. Digo eurocentrismo, porque se está
practicando una forma de relacionarse con el pasado cuyos parámetros se han definido desde
Europa, particularmente a partir del siglo XIX. Entonces, el propósito de este escrito es
presentar una breve reflexión de carácter epistemológico, o para decirlo en rminos más
sencillos, una historia de la historia”, con la pretensión de deconstruir esa forma de pensar
el pasado (porque de eso se trata: una forma entre otras posibles), y luego sacar las
conclusiones y las implicaciones al respecto. En consecuencia, desde el momento que se
entiende que no hay una Historia”, sino formas culturalmente determinadas de escribirla, la
utilización de este término se ha vuelto problemático. A, al pensar la historia como
problema se está abriendo el camino hacia su superación, o, dicho de otro modo, hacia el
planteamiento de una posthistoria.
2. Historia eurocéntrica
Se puede comenzar, primero, por definir brevemente la noción de historia eurocéntrica. Pero
antes, un pequeño paréntesis. El historiador británico Geoffrey Barraclough publicó a finales
de los años 70 un libro cuyo título, en el tema que nos interesa, es particularmente evocador:
Main Trends of History. Se trata de un texto donde el historiador nos presenta una visión
panorámica de las formas de hacer historia y cómo se fueron difundiendo por el mundo. Lo
que llama la atención, es que todas estas corrientes reseñadas por el autor provienen de
Europa. Sin embargo, esta dimensión era totalmente irrelevante para nuestro autor. Se trataba
de historia y nada más (Barraclough, 1980).
¿Cuáles son las principales características de esta historia eurocéntrica? En primer lugar,
tiene su origen en la Antigüedad clásica, más específicamente como producto de la
civilización grecorromana, además de los aportes del judeocristianismo, del cual heredó su
concepción lineal del tiempo. En segundo lugar, esta historia es teleológica, es decir, que se
desarrolla en función de un fin. Se trata de un concepto que se desarrolló durante la Edad
Media, producto de una visión del pasado permeada por el llamado providencialismo
histórico”, es decir, una idea de la historia cuyo sentido se hallaría en un plan divino. El
ejemplo más representativo de este tipo de historia se encuentra en la obra La ciudad de Dios
de San Agustín. Para este Padre de la Iglesia, los hechos pasados sucedieron por una razón,
sin embargo, esta no se puede conocer racionalmente. Se trataría, para decirlo de una forma
contemporánea, de una dimensión metahistórica que solo puede captarse mediante la fe. Esta
concepción de la historia operó como paradigma hasta la Ilustración. Sus partidarios
pretendieron romper con este esquema y ofrecieron una visión racionalista de la historia. Sin
embargo, el providencialismo no desapareció del todo; se secularizó a través de la noción de
progreso. Pero a diferencia del providencialismo histórico, la concepción ilustrada de la
historia afirma su carácter totalmente racional y progresivo. Un buen ejemplo se encuentra
en la famosa obra de Condorcet: Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del
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espíritu humano. Finalmente, esta historia eurocéntrica pretende tener un alcance universal,
pero un universalismo enfocado en los acontecimientos que suceden en Europa, región
considerada como la más avanzada en términos de desarrollo del género humano
3
.
3. Fin de la historia
Ahora bien, este problema de la historia dotada de un sentido llevó inevitablemente a
plantearse el problema de su fin. Esta tarea correspondió al siglo XIX, con el desarrollo de la
llamada filosofía de la historia. Como se ha visto en el parágrafo anterior, el
providencialismo histórico concebía un “fin de la historia”, pero éste era inaccesible porque
era conocido solo por Dios. Con la secularización ilustrada, este fin de la historia se volvió
cognoscible mediante el uso de la razón. Kant lo expresó claramente en los inicios de su texto
Ideas para una historia universal en clave cosmopolita. El problema teológico de la
consumación de los tiempos se volvió ahora un problema filosófico. En su versión
secularizada, correspond esta vez a la realización de los valores europeos, los cuales se
pueden leer en todas las obras de este género, de Kant a Fukuyama, pasando por Hegel y
Marx.
Durante el siglo XIX, paralelamente a esta historia filosófica, se desarrolló una forma de
pensar el pasado calificado por Hayden White de realista. Los partidarios de este realismo
histórico se caracterizaron por oponerse a una concepción de la historia que consideraban
altamente especulativa, una historia, en su juicio, moldeada al servicio de modelos abstractos.
Así, en contraposición a Fichte, por ejemplo, quien acoplaba los hechos históricos a su
modelo filosófico, personas como Ranke pretendían contar la historia tal como sucedió”.
En contra de esta historia especulativa, se desarrolló una idea de la historia sustentada sobre
el paradigma de la ciencia”. De esta manera, se pretendía sustraerla también de la fantasía
de los literatos, como Walter Scott, o de historiadores románticos, como Michelet. Se
desarrolló un modelo del conocimiento histórico, sustentado sobre el trinomio de la
academia, la profesionalización y la ciencia. Gracias a este modelo, el conocimiento histórico
ha ganado mucho en legitimidad y respetabilidad. Pero también, la profesionalización
terminó por excluir toda producción histórica que no se moldeaba a ese trinomio. Tal como
en la Edad Media se afirmaba que “fuera de la Iglesia no hay salvación”, muchos son los que,
hoy día, piensan que “fuera de la academia no hay historia”. De nuevo, nos encontramos ante
una situación de secularización
4
.
4. Críticas
Paralelo al desarrollo de esta historia de corte eurocéntrico, se produjeron las críticas. Se
expresaron desde el interior, por ejemplo, con Herder, un contemporáneo de la Ilustración.
Aunque éste se asumía parte de esta corriente, consideraba que sus correligionarios
abordaban la historia desde una perspectiva demasiado cosmopolita, la cual, a su juicio, tenía
el inconveniente de pasar por encima de las particularidades culturales y características
especificas de las comunidades humanas (Corcuera de Mancera, 1997, págs. 20-23).
3
Los detalles pueden leerse en el libro de Regalado de Hurtado (2010).
4
Sobre este tema, el texto de Löwith (2007) es de lectura obligada.
Roch Little
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En el último cuarto del siglo XIX, Nietzsche fue otro que criticó duramente tanto la filosofía
de la historia, en sus vertientes idealista y materialista, como la historia académica que se
adjudicaba criterios científicos. Las condenaba por ser variantes de una forma de pensar
permeadas por el mecanicismo y el determinismo. En el escrito Sobre la utilidad y el
perjuicio de la historia para la vida, Nietzsche abogaba por una reflexión histórica creativa
que enriquecía la vida, al contrario de una erudita que se limitaba a la acumulación de datos
o a la demostración de conceptos filosóficos abstractos.
En su momento, este tipo de críticas no pusieron en tela de juicio el modelo de la historia
académica profesionalizante. Sin embargo, durante el siglo XX el debate continuó y fue el
turno del “giro lingüístico, que orientó el debate hacia el discurso. De hecho, sus partidarios
volvieron a debatir sobre la dimensión discursiva de la historia, un problema que el desarrollo
de la historia científica creía haber solucionado de una vez por todas. Así, aparecieron
reflexiones como las de Barthes, en El discurso histórico, o de Hayden White, en
Metahistoria, quienes resaltaron el hecho de que el conocimiento histórico, por tan científico
que pudiese ser, no estaba exento de juegos discursivos y continuaba recurriendo a estrategias
narrativas a la hora de explicar e interpretar los fenómenos pasados (White, 1992).
A finales del siglo XX y principios del siglo XXI, este debate sobre la historia como
construcción discursiva se enriqueció con el aporte de nuevos enfoques como el postcolonial
y los estudios subalternos, que resaltaron respectivamente las escrituras de la historia
permeadas por criterios etnocéntricos y de posicionamiento social.
También, han cobrado mucha fuerza, recientemente, los diferentes enfoques feministas y las
perspectivas llamadas “de género”, que recurren a la deconstrucción. Es interesante la
expresión de Derrida que, en su crítica al logocentrismo, resalta también su dimensión
patriarcal, que llamó falogocentrismo”, una racionalidad del falo, es decir, masculina e,
incluso, machista. Llama también la atención el género desarrollado por la escritora y
activista feminista estadounidense Robin Morgan, quién acuño el término de herstory
(herstoria en español), reivindicando una escritura de la historia desde lo femenino y por lo
femenino, para colmar los vacíos dejados por la historia (como history his story: la historia
de él).
5. Posthistoria
El desarrollo de géneros alternativos de la historia como el propuesto por la herstory tiene la
virtud de llevarnos a la necesidad de replantear una terminología usada hasta ahora para
referirse al conocimiento histórico. En términos epistemológicos, eso lleva a preguntarse
sobre la necesidad de pensar este conocimiento en clave de posthistoria. Se trata aquí de
pensar en reflexionar sobre un término que expresa una nueva condición dentro de los
estudios históricos, de la misma manera que Lyotard se refirió a finales de los años 70 a la
posmodernidad como “condición” (Lyotard, 2004). No estamos todavía en la posthistoria,
pero estamos viviendo actualmente en unos tiempos dentro de los cuales las formas de
relacionarse con el pasado están adquiriendo cada vez más unas dimensiones poshistóricas.
Veamos brevemente de qué se trata.
¿Qué podemos decir de la posthistoria? Primero, hay que mencionar que el término ha sido
acuñado por el sociólogo alemán Arnold Gehlen, quien lo utilizó para referirse a las
consecuencias de los desarrollos tecnológicos dentro de la sociedad. Pero existen muchos
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otros usos de este término, lo que lo hace muy impreciso en cuanto a su definición. Dicho de
otro modo, todavía no hay una definición consensuada de este concepto.
Una de esas utilizaciones se relaciona con una visión “presentista” de la historia. En función
de este enfoque, no existiría una historia con h mayúscula, sino que estaríamos hablando
aquí de una relación al pasado justificada en función de los cuestionamientos que le haríamos
desde el presente (Jenkins, 2006, págs. 31-41). Así, eso implicaría entonces una historia que
es siempre cambiante. Se resume a lo que Croce dijo en una oportunidad, a saber, que “toda
historia es historia contemporánea”.
Otra utilización de la noción de posthistoria se orienta esta vez hacia posiciones más de índole
nihilista. Aquí, la noción de posthistoria se refiere a un conocimiento histórico que habría
perdido toda dimensión de tipo “trascendental. Uno de sus máximos representantes es Emil
Cioran, quien concib la historia como cambiante, aunque carente de todo sentido. En este
caso, no se puede extraer del estudio del pasado ninguna enseñanza o encontrar algún
mensaje esperanzador; lo único que muestra, es lo absurdo y el sinsentido de la condición
humana. Correspondería a una “caída” de alguna manera, a una expulsión del paraíso de la
atemporalidad inocente e inconsciente.
Otras utilizaciones de la noción de posthistoria tienen que ver con enfoques posthumanistas
o los géneros llamados postapocalípticos. En el primer caso, la historia deja de ser percibida
únicamente como la ciencia de los hombres en el tiempo”, acorde a la famosa fórmula de
Marc Bloch. En este caso, habría que pensar el pasado más allá de sus percepciones
humanistas (Paunescu, 1996), empezando por el hecho de que la mayoría de ellas se sostienen
en criterios eurocéntricos. La historia practicada por Foucault y Sloterdijk se inscribe en esta
tendencia. En su enfoque apocalíptico, se tiene de nuevo a Cioran, quien, en Desgarradura,
se refiere a una historia que ha llegado a una dimensión donde la existencia es similar a
misma y a un sentimiento de dislocación del tiempo. Los acontecimientos llegaron a su “fin”,
es decir, perdieron cualquier dimensión simbólica y ahora, no hacen más que dar cuenta de
“síntomas”. Esta historia se volvió un devenir dentro del cual nada deviene. En consecuencia:
¿Se presentará la post-historia como una versión agravada de la prehistoria? ¿Y cómo
fijar la fisonomía de este superviviente al que el cataclismo habacercado a las
cavernas? ¿Qué hará frente a estos dos extremos, frente a este intervalo que los separa
y en el que ha sido elaborada una herencia que rechaza? Libre de todos los valores,
de todas las ficciones que se produjeron durante este lapso de tiempo, no podrá ni
querrá, en su decrepitud lúcida, inventar otros nuevos. Y es así como el juego que
hasta ese momento había regulado la sucesión de las civilizaciones se habrá acabado
(Cioran, 2004, pág. 47).
Postmodernismo, posthumanismo: ¿el vocablo de posthistoria no correspondería a otra de
estas nuevas modas intelectuales? La pregunta es legítima. La respuesta que me atrevo hacer
es que no se trata más de una simple moda”; la posthistoria no corresponde a una simple
alternativa a una situación problemática producto de otra de estas “crisis de la historia”; es la
consecuencia de la universalización de la historia académica y profesionalizante de corte
eurocéntrico definido en los parágrafos anteriores. En consecuencia, si seguimos a la
reflexión del historiador británico Jenkins, el vocablo “historia” estaría condenado a
desaparecer con la disolución de la misma modernidad (Jenkins, 2006, págs. 11-64).
Roch Little
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Por otro lado, la multiplicación exponencial del conocimiento histórico (Ankersmit, 2003,
págs. 315-351) ha llevado al público a relacionarse con el pasado como un producto de
consumo entre otros, haciendo un uso “a la carta” de la historia, siguiendo el análisis de
Lipovetsky. Así, al contrario de lo que suelen afirmar más de un historiador, el público no
estaría perdiendo el interés para la historia; estaría más fuerte que nunca (Lipovetsky, 2008).
Sin embargo, a este público no le interesaría la historia de los historiadores académicos, con
la cual no se siente identificada, y que rebuta los altos niveles de especialización y sus
narrativas técnicas, abstractas y herméticas.
En cambio, el público en general ha desarrollado un gran interés hacia la historia de tipo
“divulgación”, que apela conscientemente a juegos narrativos, o la que invita a las personas
a escenificar situaciones pasadas, como el caso de las llamadas medievales en muchos
países europeos o las reconstituciones de batallas de la Guerra Civil en los Estados Unidos.
6. ¿Un saber espumoso?
En conclusión, esta condición posthistórica que se está vislumbrando constituye una
invitación a pensar el futuro del conocimiento histórico desde propuestas pluralistas y
policéntricas, más allá de los modelos globalizantes y totalizantes. Actualmente, a nivel
conceptual, existen propuestas como las de Sloterdijk, quien instiga a pensar el mundo en
término de “espuma (Sloterdijk, 2009, págs. 27-73).
Además, el conocimiento pasado posthistórico ni siquiera implica la renuncia al pensamiento
científico, aunque eso sí, a su dimensión positivista. Las posibilidades ofrecidas por la
complejidad de la teoría general de los sistemas
5
son más que interesantes: permiten volver
a una concepción de la historia gobernada por el azar. Correspondería retornar a la expresión
de Pascal, quien afirmaba en sus Pensamientos que “si la nariz de Cleopatra hubiera sido más
corta, la historia del mundo habría sido diferente”. Aquí, el filósofo francés expresaba una
idea de la historia que tenía mucho que ver con los preceptos enseñados hoy en día por la
llamada teoría del caos
6
.
A, nos encontramos hoy día hacia un conocimiento histórico pluralista, que depende de lo
que Nietzsche llamaba perspectivismo”. Este saber es acumulativo, más no de forma
aritmética, sino rizomática. Se trata de un saber complejo, que no depende de una sola causa
o de una jerarquización de causas en forma de árbol - sino de un sistema de causas en
interacciones entre ellas (Deleuze & Guattari, 2010). Se trata también de un saber
multidimensional, que tiene como principal característica el ser impreciso y precario. De
ahora en adelante, hay que renunciar a la pretensión positivista de escribir la historia
definitiva o de agotar una cuestión histórica determinada. Siempre habrá algo nuevo que decir
sobre una cuestión del pasado.
Pero, dicho sea de paso, no se trata de algo realmente nuevo. Esta situación siempre ha
existido. Dentro del paradigma moderno, el conocimiento histórico, incluso científico, no
podía dejar espacio a la incertidumbre, la cual era considerada como una actitud
anticientífica. Pero más que de una actitud anticientífica, estábamos hablando aquí más bien
de un cientifismo, es decir, de un discurso sobre la ciencia, más que una actitud
auténticamente científica (Bermejo, 1987, págs. 19-102). Ahora, dentro de la complejidad,
5
Consultar al respecto el libro de Ossa (2016).
6
Lo que, contrario a la idea recibida, no excluye la existencia de un orden. Sobre este tema léase Smith (2011).
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la ciencia no descarta las incertidumbres, sino que las integra como una condición inherente
del saber.
Referencias bibliográficas
Ankersmit, F. R. (2003). Historio y Tropología. Ascenso y caída de la metáfora. México:
Fondo de Cultura Económica.
Barraclough, G. (1980). Tendances actuelles de l'histoire. París: Flammarion.
Bermejo, J. C. (1987). El final de la historia. Ensayos de historia teórica. Madrid: Akal.
Cioran, E. (2004). Desgarradura. Barcelona: Tusquets.
Corcuera de Mancera, S. (1997). Voces y silencio en la historia. Siglo XIX y XX. México:
Fondo de Cultura Económica.
Deleuze, G., & Guattari, F. (2010). Rizoma. Introducción. Valencia: Pre-Textos.
Jenkins, K. (2006). ¿Por qué la historia? México: Fondo de Cultura Económica.
Lipovetsky, G. (2008). Los tiempos hipermodernos. Barcelona: Anagrama.
Löwith, K. (2007). Historia del mundo y salvación. Los presupuestos teológicos de la
filosofía de la historia. Buenos Aires: Katz Editores.
Lyotard, J.-F. (2004). La condición posmoderna. Madrid: Cátedra.
Ossa, C. A. (2016). Teoría General de Sistemas. Conceptos y aplicaciones. Pereira
(Colombia): Universidad Tecnológica de Pereira.
Paunescu, I. (1996). L'entrée dans la posthistoire: critères de définitions. History and Theory,
35(1), 56-79.
Regalado de Hurtado, L. (2010). Historiografía occidental: un tránsito por los predios de
Clío. Lima: Fondo Editoria de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Sloterdijk, P. (2009). Esferas III. Espumas. Esferología plural. Madrid: Siruela.
Smith, L. (2011). Caos: una breve introducción. Madrid: Alianza Editorial.
White, H. (1992). Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX.
México: Fondo de Cultura Económica.