El monitoreo de derechos desde la academia
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Latitud Sur N° 17, Vol. 1, Año 2022. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas, Centro
de Investigación en Estudios Latinoamericanos para el Desarrollo y la Integración (CEINLADI). (En línea)
ISSN 2683-9326.
“En el mundo del desarrollo, como en otros ámbitos, la medición nunca es un asunto
inocente. Qué se mide, quién financia y realiza las mediciones, cómo se recogen,
interpretan y distribuyen los datos, cómo se aprovechan para la toma de decisiones
y la ejecución de los programas, y cómo se desplazan otras medidas y formas de
recopilar información, son cuestiones controvertidas porque están relacionadas con
la orientación específica de las instituciones y las políticas, los resultados a los que
aspiran y las formas de conocimiento que privilegian.” (Traducción Debandi, N.)
En Argentina, el acceso a datos e información ha sido siempre un gran obstáculo en la
producción de conocimiento y, en ciertos ejes, dimensiones o temas, lo sigue siendo. En los
últimos años, de la mano de los avances en el Gobierno Abierto y la Ley Nacional de Acceso
a la Información Pública (N° 27.275), cada vez hay mayor cantidad de datos disponibles.
Esto es, a todas luces, un gran avance en términos de rendición de cuentas y una oportunidad
para la academia. Si bien esto viene traduciéndose en un aumento en la producción de
estudios o mecanismos de monitoreo sobre políticas públicas nacionales (O´Donnell, 1998;
Smulovitz y Peruzzotti, 2001; Acuña, 2016), son escasos los espacios académicos que logran
participar activa y recurrentemente de la discusión internacional.
La accesibilidad a datos y la cuantificación permanente de la situación social impone
asimismo muchos desafíos. Uno de ellos es la necesidad de reconocer la capacidad y
veracidad de la información que circula. Para ello se deben conocer no solo los resultados,
sino los procesos de producción del dato, lo que incluye el enfoque desde el cual se organiza
y estructura la información. Se viene observando la paradoja que, a medida que la producción
de información se incrementa en forma exponencial y las leyes de acceso público habilitan
cada vez más fuentes de datos, bases y registros, el análisis y uso efectivo de los datos queda
rezagado, siendo superados por la coyuntura que impide el valor agregado y el rigor del
enfoque académico. Es decir, a pesar de que aún existen grandes ausencias y deficiencias en
la producción de información en los registros oficiales y de estudios estadísticos, se cuenta
con una gran cantidad de información pública, la cual está siendo subutilizada, en particular,
desde la investigación social.
Desde el Observatorio de Políticas Publicas radicado en el Instituto de Políticas Públicas y
Gobierno de la UNRN y el SIMASOC, anclado en el Observatorio de Marginaciones sociales
de la UBA, se parte de conceptualizar el monitoreo de políticas públicas desde un enfoque
de derechos, como una acción compleja que, a diferencia del monitoreo clásico de políticas
públicas que deberá contrastar los avances en la implementación en función del plan
estratégico u operativo o las definiciones de partida de la política, se enfoca en mensurar el
progreso en términos de derechos, es decir, basado en los principios de derechos humanos y
en los instrumentos vinculantes.
Los indicadores no son pasivos en la política, no se encuentran "atrás", sino que son
productores de definiciones: la forma en que se consoliden y se definan los indicadores, que
serán los mecanismos de control de una política, indicará la orientación, el alcance y las
elecciones - y omisiones - definidas. O como indican McNeill y Fukuda-Parr (2019: 10):
"Los indicadores son aparentemente neutros, pero tienen efectos profundos en la
reconceptualización de las normas y en la configuración del comportamiento que no siempre
son visibles, articulados o benignos” (Traducción: Natalia Debandi).