Guilherme Paul Berdú
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Latitud Sur N° 17, Vol. 2, Año 2022. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Económicas, Centro
de Investigación en Estudios Latinoamericanos para el Desarrollo y la Integración (CEINLADI). (En línea)
ISSN 2683-9326.
En el siglo V a. C., el general chino Sun Tzu argumentó que es preferible derrotar al
enemigo sin desenvainar la espada, sometiendo al enemigo antes de entrar en combate (Sun
Tzu (c. 544 – 496 a. C.), 2006), ya que, tal es el horror de la guerra que, una vez finalizada
la batalla, es imposible distinguir entre ganadores y perdedores (Tucidides c. 460 – c. 400 a.
C., 2011). Asimismo, el general chino adelanta las tácticas que describimos anteriormente,
como el arte de sembrar la discordia y división del adversario, seducir a los líderes locales,
conquistar a la población, y la importancia de conocerse a sí mismo y conocer bien al
enemigo (Sun Tzu, 2006).
La importancia de tener la mayor cantidad de información sobre el enemigo, para estimar
sus capacidades materiales y morales para atacar y defender, también es subrayada
aparecen en los escritos del oficial de la República Helvética, Barón de Jomini, en 1836.
Jomini sugirió el uso de espías, misiones de reconocimiento, interpretación de códigos,
interrogatorio de enemigos capturados y desertores, multiplicando al máximo las fuentes de
información. De esta manera, aunque sea imperfecta o contradictoria, la verdad podía ser
tamizada (Jomini, 2012).
Lo que está en juego en la guerra ya no es la ocupación del territorio, sino su saqueo,
sometiendo a los enemigos (Mbembe, 2011). Para ello, una posibilidad que se presenta es
dejar de librar la batalla por el uso de la fuerza y llevarla a cabo, indirectamente, por
delegación de actores locales, desestabilizando el poder con miras a su reposición,
estrategia acuñada como Revolución de Colores. En el cruce entre las Revoluciones
Coloridas y las Guerras no Convencionales surge el término Guerras Híbridas. El primer
elemento apela a la psicología social para regular percepciones y comportamientos,
haciendo uso de la tecnología y los medios de comunicación para fomentar manifestaciones
opositoras, encender conflictos internos para lograr su objetivo: un golpe de Estado blando.
Por otro lado, la guerra no convencional involucra fuerzas no oficiales para obligar a los
gobiernos a abandonar el ejercicio del poder, hasta que se produzcan golpes duros. Así,
dentro de la dominación de espectro completo, la guerra híbrida es la creación del caos y el
intento de gestionarlo (Korybko, 2018); (Rodrigues, 2019).
Las guerras siempre han sido algo así como un híbrido. Hasta que lleguemos a este término,
pasamos por guerra no convencional, irregular, asimétrica, de insurgencia, y de
contrainsurgencia. A través de la guerra neocortical se promueve la división entre los
círculos sociales para perturbar Estados, moldeando el comportamiento a través de una
manipulación de la conciencia, de las percepciones y de la voluntad de los líderes locales,
es decir, del sistema neocortical del enemigo. Nuevamente, es de suma importancia obtener
la mayor cantidad de información posible de los enemigos, conocer los valores, la cultura y
la visión de mundo de los otros Estados para poder abordarlos con programación
neurolingüística (Leirner, 2020).
La Guerra Legal (lawfare) es otro instrumento dentro de la Guerra Híbrida, que actúa en un
momento oportuno para reorganizar el aparato judicial y aplicar el derecho de forma dual
(doble rasero de la ley) con fines políticos. La táctica tiene como objetivo perseguir y
fabricar enemigos políticos y cuenta con diferentes instrumentos: inversión de la carga de la
prueba, vulneración del principio de inocencia, condena sin juicio previo, abuso y
distorsión de la prisión preventiva, violación sistemática del debido proceso (Albujas,
2020).