Número 22

 

 

 

 

Revisitando un viejo tema: informalidad y ciclo económico

"Revisiting an old issue: informality and economic cycle"


 

Luis Beccaria

Universidad Nacional de Gral. Sarmiento

labeccari@gmail.com

 

Sonia Filipetto

Universidad Nacional de Gral. Sarmiento

sfilipetto@campus.ungs.edu.ar

 

Nahuel Mura

Universidad Nacional de Gral. Sarmiento
nmura.uoc@gmail.com

Recibido: 11 -05-2020 | Aceptado: 29 -06-2020

 

 

Índice del artículo

 

Introducción. 1

I. Perspectivas para pensar la informalidad. 1

II. La heterogeneidad del Sector Informal 1

III. Informalidad y ciclo. 1

IV. Enfoque y datos utilizados. 1

V. El mercado de trabajo y la informalidad en Argentina en los últimos 30 años. 1

VI. Reflexiones finales. 1

VII. Referencias bibliográficas. 1

RESUMEN

La informalidad laboral es una categoría relevante para analizar aspectos de la realidad económica y social de los países en desarrollo tales como la estructura del empleo, la dinámica de los salarios y la distribución de los ingresos del trabajo. Este trabajo examina la evolución del empleo del sector informal, y de sus distintos componentes, con relación al ciclo económico en Argentina durante las últimas cuatro décadas. Discute en qué medida el papel que asume dicho sector resulta compatible con diferentes visiones acerca del mismo y se enfatiza su carácter heterogéneo.

Palabras clave: Informalidad, Ciclo económico, Argentina.

ABSTRACT

Labour informality is a relevant category to analyse economic and social issues in developing countries such as the employment structure, the dynamic of wages and the distribution of labour income. This paper examines the evolution of employment in the informal sector, and of its different components, in relation to economic cycles in Argentina during the last four decades. It is discussed to what extent the role played by this sector can reflect different conceptual approaches and its heterogeneity is emphasized.

Keywords: Informality, economic cycles, Argentina.

Códigos JEL: E32, E26, J64.

 

 

cÓMO CITAR

Beccaria, L., Filipetto, S., & Mura, N. (2021). Revisitando un viejo tema: informalidad y ciclo económico. Revista De Economía Política De Buenos Aires, (22). Recuperado a partir de http://ojs.econ.uba.ar/index.php/REPBA/article/view/2051

 

 

Introducción

El elevado grado de informalidad es un rasgo distintivo de las estructuras de empleo urbanas de muchas economías en desarrollo, incluidas las de América Latina y la de Argentina. Como se especificará con algún detalle más abajo, se está haciendo referencia aquí tanto al “Empleo del Sector Informal”, esto es las ocupaciones en unidades productivas informales (o del “Sector informal”), como al “Empleo informal”. Aquellas son establecimientos cuya lógica de funcionamiento y organización está alejada del de las empresas capitalistas; por su parte, un empleo es informal si la relación laboral se realiza fuera del marco normativo vigente. A partir de datos de la OIT correspondientes a 2014, se puede estimar que, para la región en su conjunto, el 42% de los ocupados urbanos se encontraban en el sector informal, mientras que una cifra similar (40%) eran trabajadores informales.[1] Las unidades económicas del sector informal aportan el mayor porcentaje de puestos informales, aunque una proporción significativa de éstos también pertenecen al sector formal: por ejemplo, 38% de los asalariados informales están en el sector formal. Ello refleja la significativa cantidad de empleados en empresas del sector formal que carecen de protección o cuya protección es incompleta en términos de beneficios.

Existe una amplia y controversial literatura acerca de los factores asociados a la importante incidencia de estos fenómenos, así como a consecuencias que ello tiene en diversas dimensiones económicas y sociales. En Argentina existen antecedentes de estudios sobre heterogeneidad ocupacional con énfasis en el sector informal. Algunos trabajos se focalizaron tanto en el análisis como en proponer criterios de clasificación (López y Monza, 1995; Lepore y Schleser, 2006). Otros aportes se centraron en estudiar cómo la heterogeneidad estructural se manifiesta en el funcionamiento y la dinámica ocupacional (Waisgrais y Sarabia, 2008; Vera, 2015) mientras que y otros trabajos en cómo la estructura ocupacional urbana presenta continuidades y rupturas bajo distintos modelos macroeconómicos (Beccaria y Maurizio, 2012; Poy, 2017).

Este documento se detiene en un tema que también ha sido sujeto de numerosas indagaciones y se relaciona con la implicancia de la informalidad laboral sobre el funcionamiento del mercado de trabajo urbano, y particularmente, sobre su comportamiento en el ciclo económico. Más específicamente, el documento presenta primeros resultados de una investigación en marcha sobre el tema y tiene por tanto un carácter tanto exploratorio como descriptivo. Analiza la evolución en el tiempo de una serie de indicadores estáticos, de sección cruzada, y dinámicos, correspondientes a Argentina para el período 1990-2018 proveniente de la Encuesta Permanente de Hogares a fin de individualizar la presencia de patrones de comportamiento de diferentes conjuntos de ocupados –definidos según los criterios de formalidad / informalidad– en el marco de la dinámica global del mercado de trabajo.

Si bien la temática no es novedosa, continúa siendo relevante para economías que, como muchas de la región, están frecuentemente sometidas a fluctuaciones económicas relativamente amplias que repercuten en la demanda de trabajo.

El resto del trabajo está organizado de la siguiente manera: en la primera sección se revisan las principales perspectivas para el análisis de la informalidad.  En la sección segunda se aborda el examen de la heterogeneidad interna que presenta el fenómeno. En la tercera sección, se resume brevemente la discusión sobre la relación entre informalidad y ciclo, incluido una breve referencia a la evidencia empírica sobre esta cuestión en América Latina. En la siguiente (la cuarta) se detallan las fuentes utilizadas en el análisis del de la evolución del mercado de trabajo y la informalidad en Argentina durante los últimos 30 años en Argentina, el que se desarrolla en la quinta sección. Por último, en la sexta sección se presentan las reflexiones preliminares que se deducen del trabajo.

             I.             Perspectivas para pensar la informalidad

El concepto de sector informal fue planteado inicialmente en el marco de la investigación especializada en los estudios de Hart (1971, 1973) sobre Kenia y Ghana, realizados para la OIT. En dicha aproximación inicial el concepto estuvo asociado al autoempleo, criterio que se amplió en investigaciones posteriores en tanto aquel implicaba que la ocupación asalariada era una característica exclusiva del sector formal. A su vez, la integración a determinado sector no necesitaba ser exclusiva, en tanto podía accionar como una alternativa o como un medio para complementar los ingresos (Bromley y Gerry, 1979).

Al utilizar el concepto de “informalidad” para referir a las unidades productivas que no operan bajo las pautas generalmente asociadas a las de una empresa capitalista típica (es decir, la búsqueda de la acumulación y la separación entre capital y trabajo) se retomaban algunas problemáticas que Lewis (1954) ya había abordado a mitad del siglo XX sobre el exceso de oferta de trabajo y las consecuencias de la existencia simultánea de dos sectores (a los que Lewis denominaba agrario/atrasado y moderno/capitalista) de diferente naturaleza económica. Este autor refería al hecho de que, en los países en desarrollo, la fuerza laboral rural constituía una “oferta ilimitada de mano de obra” y migraba desde el sector tradicional a los ámbitos urbanos, donde ofrecía su fuerza de trabajo al sector moderno. Cuando dicha mano de obra no encontraba empleo asalariado en empresas típicamente capitalistas se ubicaba en unidades productivas pequeñas, muchas unipersonales, de baja productividad; las cuales ­operaban, entonces, como una suerte de refugio a la desocupación.  Este conjunto de unidades “informales” implicaban trabajos de mala calidad (bajas remuneraciones, malas condiciones laborales, etc.) y constituía una suerte de estación intermedia en la que se esperaba por una oportunidad en el sector moderno.  En este sentido, constituían parte de la explicación de los bajos niveles de desempleo abierto que se observaban en situaciones en las que prevalecía una evidente oferta excedente de trabajo.

La noción de sector informal se fue complejizando con el desarrollo a lo largo del tiempo según las diferentes corrientes teóricas. Antes de hacer referencia a dichas corrientes, en el trabajo de Santos (1979) se resumen algunas de las características de las unidades productivas del sector informal, en comparación con el sector formal (Cuadro 1):

Cuadro Nro. 1: Características según sector

Característica

Sector Formal

Sector Informal

Tecnología

Capital intensiva

Trabajo intensiva

Organización

Burocrática

Familiar

Capital

Abundante

Escaso

Horas de trabajo

Regular

Irregular

Salarios Regulares

Normal

Infrecuente

Inventarios

Grandes cantidades, o de alta calidad

Pequeños, de baja calidad

Precios

Generalmente fijos

Negociables

Crédito

De instituciones bancarias

Personal, no bancario

Ganancias

Grandes, alta rotación

Bajas, baja rotación

Relaciones con clientela

Impersonales

Personales

Costos fijos

Grandes

Despreciables

Publicidad

Necesaria

Pequeña o nula

Reutilización de bienes

Ninguna

Frecuente

Capital fijo

Indispensable

No indispensable

Ayuda gubernamental

Grande

Casi nula

Dependencia directa
de países extranjeros

Grande, generalmente orientada a exportación

Pequeña o nula

Fuente: Santos (1979) en Gerry (1987).

 

Si bien el escaso tamaño y la muy baja eficiencia productiva son rasgos asociados a las unidades informales, estos elementos no son definitorios conceptualmente. Como se indicó más arriba, estas constituyen unidades de un carácter diferente a la típica empresa capitalista en términos de su lógica de funcionamiento. Mientras que esta última opera con la lógica de la acumulación, las empresas del sector informal están guiadas por una lógica de subsistencia y no existe una separación entre capital y trabajo, o bien, no está claramente definida la separación de la contabilidad de la empresa y la del propietario.

Tokman (2000) plantea que a partir de la introducción del concepto de la informalidad por la OIT, hubo tres grandes vertientes de desarrollo del concepto; una basada en el análisis de Hart, desarrollada dentro del Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe (PREALC), a principios de los 80; una segunda planteada por Portes, que caracteriza a la informalidad como funcionamiento por fuera del sistema regulatorio, y la asociada a De Soto quien señala que dichas unidades deciden ubicarse al margen de las regulaciones ante el excesivo costo que ellas representan. La primera de ellas resultó consistente con la perspectiva de la heterogeneidad estructural desarrollada por la CEPAL, fenómeno que caracterizaría a las economías subdesarrolladas, de las cuales las latinoamericanas eran un caso. Esta diferenciación en los niveles de modernidad de las unidades productivas se trasladaría al mercado de trabajo, reflejando en última instancia la insuficiente capacidad del sector moderno de absorber la fuerza de trabajo disponible (De Buren, 2013, pp.4-9).

La aproximación basada en la oposición entre sectores regulados / no regulados, fue desarrollada primariamente por Alejandro Portes y Manuel Castells quienes definen la informalidad como el desarrollo no regulado de actividades dirigidas a la generación de ingresos, en un marco social donde actividades similares están reguladas legalmente. Esto los lleva a definir a los trabajadores informales como aquellos que no acceden a la seguridad social. Cabe tener en cuenta que se está aquí frente a un cambio en la unidad que es caracterizada como informal (o formal) ya que, a diferencia de la conceptualización de Hart o PREALC, no se observa a las unidades de producción (a la que podemos llamar productivista), sino a los puestos de trabajo (OIT, 2003; Hussmanns, 2004). Sobre esto, se volverá más abajo.

La perspectiva teórica de Portes y Castells está fundada en la presencia de cambios en la forma de acumulación acaecidos en los países desarrollados desde los años 70 que habría promovido que muchas empresas desarrollen un proceso de tercerización, subcontratación y precarización de los vínculos laborales como forma de reducción de los costos de producción y transferencia de riesgos a terceros (Neffa, 2009, p.7). Con una óptica distinta, Hernando De Soto plantea que la informalidad en el mundo en desarrollo constituía un mecanismo para evadir el peso de la burocracia estatal y su excesiva reglamentación. En este sentido, no se debería buscar su regulación sino promoverse con políticas públicas específicas (Neffa, 2009, pp.8-9).

En contraste con las aproximaciones mencionadas, en los términos del marco teórico del sector informal desarrollado tempranamente desde PREALC, la no registración de los trabajadores de las unidades informales se considera una consecuencia de su baja eficiencia que limitaba la posibilidad de registrar a sus asalariados (De Buren, 2013, p.8). Bajo dicho esquema, la evasión no es un rasgo inherente a la operación de las pequeñas unidades informales.

La distinción entre unidades informales y empleos no registrados o informales fue posteriormente considerada por la misma OIT (Hussmanns, 2004) y otros organismos como el Banco Mundial (Perry et. al., 2007). Es en este sentido que puede diferenciarse un enfoque productivista de un enfoque legalista. Éste último, tiende a observar las características del empleo, en términos de su inserción en los marcos regulatorios vigentes y del acceso a los beneficios que implicarían los mismos. Serían “informales” aquellos asalariados que no tienen las garantías de las leyes laborales, producto de que sus empleadores no les hacen un contrato formal o no los inscribe en la seguridad social. La idea de empleo informal se extiende también a los trabajadores por cuenta propia o empleadores, y se reflejaría en el no cumplimiento de las normas impositivas y de seguridad social; en estos casos, la evasión es decidida por ellos mismos. En la práctica, sin embargo, la dimensión formalidad / informalidad no siempre se reconoce entre estos últimos en los trabajos empíricos. Más aún, se podría plantear que, dada la inexistencia de relación laboral, la idea de empleo informal no tendría especificidad para los no asalariados. 

En síntesis, bajo el enfoque productivista, la distinción entre “formal” o “informal” concierne a las unidades productivas; el “sector informal” (SI) resulta, entonces, el conjunto de las unidades informales (y de manera similar el “sector formal”). En cambio, en el enfoque legalista, es al empleo mismo al que se lo clasifica como formal o informal (EI). Por tanto, los ocupados en unidades formales pueden ser formales o informales, y lo mismo acontece con los ocupados en unidades formales.

Resulta conveniente, a su vez, identificar diferentes componentes tanto del sector como del empleo informal. En principio, la distinción entre asalariados, trabajadores por cuenta propia y empleadores es pertinente. A su vez, las clasificaciones “cruzadas” entre ambos criterios son relevantes (ejemplo: asalariados informales del sector informal, asalariados formales del sector informal, y así sucesivamente).

Este documento abordará específicamente la evolución de la informalidad en el ciclo analizando específicamente la dinámica del Sector Informal y sus componentes. También se restringirá al ámbito urbano, lo que resulta consistente con la literatura sobre el tema ya que, como se mencionó previamente, la conceptualización de SI fue desarrollada para referir a este tipo de unidades en este ámbito; así, los estudios originales hacían referencia estrictamente al Sector Informal Urbano.

          II.            La heterogeneidad del Sector Informal

La visión productivista original de Hart / OIT implica, como fue señalado más arriba, caracterizar al ESI como una expresión de la subocupación resultado de la insuficiente capacidad de muchas economías en desarrollo de generar puestos de trabajo formales que permitan / permitiesen emplear al conjunto de la fuerza laboral. La informalidad se asociaba, entonces, a aquellas características comentadas, especialmente, bajos ingresos y condiciones laborales inadecuadas. Ello sugeriría que resultaba un destino no necesariamente deseado por quienes allí se desempeñaban. Sin embargo, y aun reconociendo las limitaciones del dinamismo empleador de esas economías, las contribuciones de OIT y de los autores asociados a esta perspectiva reconocen la presencia de un cierto grado de heterogeneidad a su interior. Incluso, esto ya era destacado en las contribuciones originales de Hart (1973) y de PREALC (por ejemplo, Souza y Tokman, 1995).

Otros autores han hecho más énfasis en esta cuestión. Así Fields (2005) argumenta que en países en desarrollo debe diferenciarse dos estratos al interior del grupo de unidades informales, los que él denomina el "nivel superior" y el "nivel inferior". El primero de ellos se caracterizaría por ser competitivo con las unidades formales y comprendería a aquellas personas que voluntariamente eligen trabajar, o establecen, este tipo de firmas. Se trata de aquellas que operan en actividades que tienen “barreras a la entrada significativas, requerimientos de más capital y calificaciones, así como arreglos laborales razonablemente regulares; aun así, serían pequeñas, emplearían trabajo familiar y operarían con horarios y lugares irregulares” (Fields, 1990, p. 6). En cambio, el "nivel inferior" es el estrato compuesto por unidades correspondientes a quienes no pueden permitirse estar desempleados pero que no tienen ninguna expectativa de obtener un trabajo formal. Las actividades en este estrato son de fácil entrada, requieren bajos costos para establecerse, reducidas calificaciones, no demandan autorizaciones para operar, no cuentan con asalariados.

Los argumentos de De Soto, como así también del informe Exit and Exclusion del Banco Mundial (Perry et. al. 2007), sobre el cual se volverá luego, conciernen a las razones por las cuales las pequeñas empresas tienden a ser informales desde la perspectiva legalista, esto es, “les conviene” no cumplir con las obligaciones fiscales y de otro tipo. Como ya se señaló, De Soto (1987), plantea que las unidades de menor tamaño tienden a no registrarse para no cumplir con complicadas y costosas regulaciones. Bajo esta mirada, los agentes optarían por trabajar informalmente porque, después de sopesar los costos y beneficios, consideran que es una mejor alternativa a hacerlo formalmente. En esta tradición, los trabajadores estarían dispuestos a perder las ventajas de la protección social para obtener otros atributos que valoran más (flexibilidad horaria, etc.). Así, el empleo informal es una opción voluntaria que permite maximizar la utilidad del individuo (Gindling 1991, Maloney 2004). Esto implicaría que, aún en condiciones de abundancia de vacantes de empleo formal habrá individuos que de cualquier manera opten por trabajar de manera independiente y no busquen -al menos frecuentemente- posiciones en la formalidad. Por tanto, en estos casos, la informalidad no resultaría necesariamente una manifestación de la subocupación.

En síntesis, el aporte de los estudios de Fields, así como los del Banco Mundial es señalar que algunos optan por puestos informales que les resultan atractivos, en particular, por ciertas ventajas no pecuniarias que tendrían. Sin embargo, estas contribuciones que enfatizan la voluntariedad de las ocupaciones informales no permiten dar cuenta, precisamente, de las razones de la elevada presencia en términos relativos del empleo en este tipo de unidades en los países en desarrollo vis a vis lo más avanzados. En particular, una dificultad de esta perspectiva de la “voluntariedad” es su aplicación al caso de los asalariados en tanto no resulta intuitivo que a ellos, al menos a la mayoría, les “convenga” no contar con los beneficios asociados al empleo formal. Incluso la evidencia que presenta el informe del Banco Mundial (Perry et. al. 2007) da cuenta del hecho que la decisión de trabajar en esas condiciones las toma el empleador: “...la mayoría de los asalariados informales están buscando empleos más deseables... La informalidad refleja en gran medida la decisión de las empresas para las que trabajan, especialmente las microempresas, de operar fuera del ámbito de las reglamentaciones gubernamentales.” (p. 4-6). Una implicancia de este último argumento es que la evasión de las normas laborales es parte de la “decisión” más amplia de evadir el conjunto de las regulaciones que norman la actividad de la unidad productiva informal.

       III.            Informalidad y ciclo

 

La extendida presencia del empleo del sector informal (ESI) (y también, de EI) en las naciones en desarrollo lleva a la necesidad, como ha sido reiteradamente planteado, de complejizar el análisis de la dinámica del mercado de trabajo en el ciclo económico. Cuando la informalidad opera como una alternativa al desempleo (como plantea la visión de refugio), las fases de expansión no sólo estarían acompañadas de una reducción del desempleo abierto sino también de un descenso del empleo en el sector informal, así como del empleo informal (en tanto una buena parte del empleo no registrado se ocupa en unidades informales). En las recesiones, el SI absorbería parte de la pérdida de ocupaciones formales. Los cambios del desempleo abierto y del subempleo horario tendrían, entonces, menor amplitud que en un contexto con una reducida informalidad y pasarían a ser indicadores sólo parciales e insuficientes de la subocupación y, en términos generales, para evaluar el desempeño del mercado laboral. A su vez, si el sector informal actúa como buffer del sector formal (Castillo y Montoro, 2012), la amplitud de los ciclos económicos se reduciría, pues la producción informal respondería de forma contraria a la producción formal. Cabe tener en cuenta que, aun cuando el sector informal sea de fácil entrada, actúe como refugio al desempleo y encubra subocupación, la dinámica del empleo independiente no tendría por qué ser la misma que la del empleo informal en general.

En cambio, si se considera la perspectiva de la voluntariedad (al menos como asociada a ciertos movimientos) podría esperarse que en las expansiones haya movimientos hacia la informalidad tanto de personas no ocupadas como de trabajadores formales que buscan establecerse como su propia empresa cuentapropistas (del “estrato superior” en términos de la discusión de Fields antes presentada).

En resumen, en caso de expansión de la economía[2], cabría esperar transiciones desde ocupaciones independientes, así como de asalariados informales de establecimientos informales, hacia puestos de asalariados registrados en unidades formales. De este modo se podría prever una disminución del empleo del sector informal en la expansión, especialmente trabajadores independientes, pero también de asalariados informales en ambos sectores (formal e informal).[3] Sin embargo, la heterogeneidad del sector informal comentada podría también originar movimientos desde el sector formal (incluso de sus asalariados registrados) hacia la informalidad en tanto consideran que pueden aprovechar la expansión para desarrollar sus propios negocios. Así que el flujo neto entre sector formal e informal sería un tema empírico.

En las recesiones parecería más previsible que se verifique un flujo neto positivo de asalariados del sector formal hacia trabajadores independientes. Pero resulta menos claro lo que acontecería con los asalariados no registrados del sector informal. En particular, cabría esperar que los despidos de asalariados del sector formal resulten más intensos entre los no registrados. Por su parte, las unidades productivas informales existentes tenderían a enfrentar la fase recesiva reduciendo la cantidad de asalariados, los que en una elevada proporción son no registrados. Bajo la misma lógica, quienes son desplazados de estos puestos, tenderían a mantenerse en el sector informal, pero ahora como trabajadores independientes (del “estrato inferior”) en cuanto traten de atravesar la recesión desarrollando una actividad como trabajadores por cuenta propia.

En tanto se verifiquen esos flujos –o ellos sean los más importantes– las recesiones irían acompañadas de incrementos netos del empleo del sector informal vía aumento de la cantidad de puestos independientes. En cambio, se reducirían la correspondiente a la cantidad de asalariados no registrados, tanto en el sector informal (los que se señaló en el párrafo anterior) como en el formal.

No se consideraron en la discusión anterior los efectos que pueden producir los flujos desde o hacia, la inactividad y el desempleo. Así, el aumento de la informalidad puede ser más intenso si se verifica en las recesiones un flujo de personas no ocupadas en búsqueda de empleo para suplir restricciones o interrupciones en el flujo de ingresos familiares.

En resumen, en cuanto se pasa a reconocer cierta heterogeneidad al interior de los sectores informales en países como los de América Latina es posible prever diferentes tipos de flujos entre formalidad e informalidad asociados al ciclo. Esto resultaría, en última instancia, de divergencias –en términos de signo e intensidad– en las reacciones del ESI y EI a las fluctuaciones económicas entre las distintas “informalidades”.

Adicionalmente, un flujo hacia la informalidad en las expansiones no sólo puede responder a la heterogeneidad del SI sino también a la heterogeneidad misma del proceso de crecimiento. Fiess, Fugazza y Maloney (2002, 2006) ofrecen una explicación al introducir shocks distintos en los sectores formal e informal. Más específicamente, sostienen que debido a que las unidades informales se concentran en gran medida en el sector no transable, y la formales en el sector transable, los modelos estándar de economía pequeña que se centran en la respuesta de estos dos sectores a los shocks cíclicos (ver Obstfeld y Rogoff 1996) ofrecen la pauta del comportamiento cíclico del SI. Un auge en la construcción, por ejemplo, abre oportunidades para contratistas informales y otros tipos de shocks, podría conducir a una expansión pro - cíclica del sector.

En América Latina, tanto de Bosch y Maloney (2008); Galli y Kucera (2003), sugieren que pueden ocurrir cambios importantes de composición dentro de la informalidad durante los ciclos económicos, pero esta caracterización depende de la definición de informalidad misma.

Entre los trabajos que han analizado empíricamente el comportamiento del EI en el ciclo, Bosch y Maloney (2008) - empleando microdatos de encuestas de hogares para México y Brasil- observa un proceso de informalización del empleo durante en las fases descendentes del ciclo al encontrar una asociación entre incrementos en la tasa de desempleo y reducciones de la participación del empleo formal como porcentaje del empleo total. En paralelo, hallan que la tasa de creación de puestos formales es altamente pro - cíclica, mientras que el de la informalidad más estable.

En cuanto al análisis desde la perspectiva del sector informal, Galli y Kucera (2003) encontraron evidencias de que las ocupaciones por cuenta propia y en pequeñas empresas actuaron como amortiguadores para el empleo en grandes firmas en América Latina durante los años noventa[4]. En las recesiones, una proporción cada vez mayor del ESI puede ser de naturaleza de "subsistencia". De esta forma, los autores argumentan que movimientos contra - cíclicos del ESI se explicarían más bien por razones de tipo no voluntarias.

Por otra parte, a nivel de grupo de países, el trabajo de Fiess, Fugazza y Maloney (2010) sugieren que tanto en Argentina (1991-1996) como en Colombia (1990-1996) en momentos de expansión, el sector informal se amplió debido a una expansión en la demanda que favoreció al sector no transable.

      IV.             Enfoque y datos utilizados

El análisis empírico que se desarrolla en la sección siguiente se basó en datos de la EPH del INDEC correspondientes al período 1990 - 2018.

Los valores de los niveles y estructura de empleo anuales presentados para el período 1995-2018 surgen del promedio de las observaciones de cada año (dos para la EPH-Puntual 1995-2003, y cuatro para la EPH-continua, 2003 en adelante) de los 28 aglomerados para los cuales se disponen observaciones consecutivas. Entre 1995 y 2003 la EPH realizaba dos mediciones al año –la denominada encuesta “puntual”, mientras que a partir de 2003, se cuenta con cuatro observaciones al año, la encuesta “continua”[5]. Ante el cambio experimentado por la encuesta en 2003, se realizó un empalme de la serie iniciada en ese año con la previa que consistió en aplicar las tasas de variación obtenidas de la serie puntual (desde mayo de 2003 hacia atrás), a los valores del primer semestre de 2003 de la serie continua. Por su parte, no se tomaron los datos absolutos de la encuesta, dadas las modificaciones sufridas en diferentes momentos en la población de referencia empleada. Específicamente, se aplicaron las estructuras obtenidas (en la encuesta puntual y la encuesta continua) a una población total que se supuso aumentaba a un ritmo constante anual a lo largo de todo el período (se supuso una tasa de aumento de 0,9% anual)[6].

Para el período que precede a 1995, dado que las categorías utilizadas en el análisis sólo pueden ser replicadas en las bases de microdatos de la región GBA[7], se realizó un empalme aplicando las tasas de variación de dichas bases a los valores de 1995 de los 28 aglomerados.

Para el período 1995-2018 también se computaron las transiciones entre las diferentes ocupaciones identificadas, así como entre ellas y el desempleo y entre ellas y la inactividad. Para eso se construyeron paneles a partir de las bases de microdatos de la EPH que compara la situación de una persona en un período con la de esa misma persona 12 meses después. Esta posibilidad se deriva de la estructura de rotación de la muestra de la EPH, donde un hogar, y sus miembros, son observados en 4 ocasiones a lo largo de una ventana de 18 meses. Si bien el esquema de rotación de la encuesta puntual es diferente del de la continua, ambos posibilitan contrastar la situación de un individuo en el mes t y el mes t+12[8].  

La categorización utilizada para operacionalizar las dos dimensiones de informalidad comentadas fue similar a la que se utiliza regularmente en la literatura empírica para Argentina. De esta manera, el ESI queda constituido por la totalidad de los trabajadores asalariados (registrados y no registrados) y empleadores en unidades de cinco o menos ocupados, cuentapropistas de nivel educativo no universitario y servicio doméstico. Por oposición, el empleo del sector formal queda constituido por los asalariados registrados y no registrados, y los empleadores en establecimientos de más de 5 empleados, más los trabajadores por cuenta propia profesionales.[9]

         V.            El mercado de trabajo y la informalidad en Argentina en los últimos 30 años

Si bien la información primaria analizada se refiere a 1990-2018, cabe efectuar inicialmente algunos comentarios sobre lo acontecido durante el período 1975-90 en base a los resultados de investigaciones previas. Con anterioridad a mediados de los años 70, el mercado de trabajo presentaba niveles de subocupación no despreciables, pero menores que los de la mayoría de los países en desarrollo y con un grado de integración más elevado que el de los demás países de América Latina; en algunos casos se señalaba incluso la presencia de algún grado de escasez de trabajo no calificado (Llach y Gerchunoff, 1977). Pero se verificaron considerables transformaciones durante la dictadura militar y los gobiernos democráticos de los años 80s. Continuó siendo lento hasta mediados de esta última década el crecimiento de la tasa de actividad, posiblemente ligado a la presencia de un efecto de sustitución dada la fuerte reducción salarial, y al desaliento, dada la baja creación de empleo formal. Este proceso había comenzado durante la primera parte de los años 70, pero en ese caso, posiblemente asociado a un efecto ingreso en el marco de un crecimiento considerable de la ocupación y el salario.

En este contexto, a lo largo del período 1975-1990 se produjo un crecimiento tanto del ESI como de las posiciones asalariadas no registradas. Hubo una disminución de la participación del empleo asalariado en la ocupación total, que se verificó especialmente durante los últimos años de la década del setenta, cuando las ocupaciones por cuenta propia habrían actuado como refugio ante la falta de empleo en el sector formal[10]. El ESI habría crecido (si se toman datos del Gran Buenos Aires) a valores muy superiores a los del sector formal en los años ochenta (el primero lo hizo al 2,8% anual entre 1980 y 1990, mientras que el último. al 0,2%) cuando los asalariados de aquel sector aumentaron algo más que los cuentapropistas (Altimir y Beccaria, 2000, p. 343 y p.406).

Junto a dicho desarrollo se debe mencionar el incremento del empleo asalariado informal –o no registrado– proceso que se concentró durante los años ochenta y afectó a establecimientos de todos los tamaños. Finalmente, se observó un aumento general de la desocupación.

V.1. Los años noventa

Durante la primera parte de los 90s la economía argentina experimentó un proceso de crecimiento que revirtió las fuertes caídas de los últimos años de la década anterior. Sin embargo, las características del régimen macroeconómico instaurado derivaron en una dinámica productiva inestable. Así, durante el período 1991-2001 se pueden distinguir cuatro fases: una ascendente, hasta el año 94, un episodio recesivo asociado a la crisis mexicana, entre 1994 y 1995, uno posterior, de expansión –desde finales del 95 /94 hasta 1998– y la larga recesión iniciada en 1999.

Gráfico Nro. 1: Proporción del empleo en sectores formal e informal y tasa de desocupación
 (eje secundario) 1990-2019. 28 aglomerados.

Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.

 

Esta inestabilidad, unida a los efectos de algunas de las reformas estructurales introducidas especialmente en los años iniciales del período, llevó a un desempeño insatisfactorio del mercado de trabajo. Así, el desempleo creció rápidamente durante los primeros años, pasando del 7% en 1993 al 18% en 1995, contexto en el cual no sorprende observar que el SI aumentó considerablemente su peso en el empleo (Gráfico 1). Dicha tendencia no resulta del todo novedosa en relación a los desarrollos descriptos para el período anterior.

Estas dificultades iniciales en el frente laboral en un contexto expansivo estuvieron asociadas, por un lado, al efecto de algunas medidas de ajuste estructural que derivaron en una baja elasticidad empleo formal – producto, que resultó en una reducida respuesta de la ocupación del sector privado al crecimiento de la producción, como a disminuciones de los planteles de empresas públicas.

El otro factor que da cuenta de la fuerte suba de la desocupación es el comportamiento de la tasa de actividad. Durante esta etapa el crecimiento del empleo total fue similar al crecimiento poblacional, pero no pudo compensar el incremento de la oferta a  la suba de la tasa de actividad (del 41% en 1991 al 44,2% ya en 1993, ver Gráfico 2), producto principalmente de un flujo significativo de mujeres al mercado laboral[11].

Gráfico Nro. 2: Tasa de Actividad.  1990-2019. 28 aglomerados.

Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.

 

Durante el período de aumento inicial del desempleo que se verifica entre en 1991 y 1995, el ESI crece inicialmente, pero luego se reduce tanto en términos proporcionales como absolutos (Cuadros 1 y 3). Esta disminución acontece no sólo en los años de crecimiento 1992- 94 sino que también se extiende al acelerarse el incremento de la desocupación durante el episodio recesivo de 1994-95. La misma estuvo motorizada por la caída experimentada tanto en puestos no asalariados y como asalariados registrados en tanto los no registrados exhibieron un crecimiento significativo (Gráfico 3).

Durante estos años de crecimiento del desempleo, entonces, el ESI no sólo se redujo absolutamente sino también en términos relativos y contribuyó a su incremento. La debilidad de la demanda de trabajo formal en un contexto de marcado crecimiento de la oferta laboral llevó a niveles de la desocupación abierta que no se habían registrado previamente en el país, y, a diferencia de lo acontecido en los 80s, el ESI no actuó morigerando tal expansión. Esta situación ya ha sido destacada por otros autores, así Poy (2017)[12], señala que se asistió al agotamiento del cuentapropismo satisficer[13] y sugiere que habría habido un aumento de la incidencia del empleo no regulado entre los no asalariados. Pero las razones de tal evolución de la informalidad no resultan claras; se ha argumentado que la desregulación en algunos mercados y los cambios en los precios relativos habrían afectado también a unidades informales, pero tales explicaciones serían parciales en tanto podrían dar cuenta de la discontinuidad de algunas actividades independientes o de pequeña escala, pero no de la ausencia. Implícita, de movimientos hacia el sector de aquellos que no encuentran empleos formales.

Como se puede observar en los gráficos 1 y 3, durante la fase siguiente –el período de expansión 1995 - 1998– se verificó un significativo crecimiento absoluto y relativo del empleo del SF y una reducción de la desocupación. La proporción del ESI en el empleo total se redujo, como cabría esperar desde perspectivas discutidas más arriba, pero no así la cantidad absoluta de puestos de trabajo del sector, la que creció. En particular, los puestos asalariados, específicamente los no registrados, de las unidades informales aumentaron en mayor medida que los de trabajadores por cuenta propia (Gráfico 4). La informalización del trabajo dependiente también se produjo en el SF, lo cual resulta un aspecto destacable en tanto aconteció durante una etapa de expansión económica y crecimiento de los puestos totales de trabajo del sector.

 

Gráfico Nro. 3: Índice de empleo en sectores formal e informal y tasa de desocupación.
1990-2018. 28 aglomerados. Promedio Anual. Base 100: 1995

Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.

 

  Durante la última fase de la convertibilidad, la de estancamiento y caída que se extendió entre 1998 y 2001/2, la desocupación retomó su ritmo ascendente, para llegar a un máximo histórico en 2002 luego del abandono de ese régimen macroeconómico. A lo largo de este período, el ESI vuelve a mostrar un comportamiento contra cíclico en términos relativos (Gráfico 1) que resulta, hasta el año 2000, de un aumento de dichos puestos de trabajo y una disminución de los correspondientes al SF (Gráfico 3). Durante los dos años siguientes, ambos conjuntos de ocupados reducen su tamaño, aunque este último lo hace con mayor intensidad. 

El aumento del ESI entre 1998 y 2000 resulta de aumentos en la cantidad de asalariados como de un estancamiento de los trabajadores independientes, aunque en los dos años siguientes, los primeros se reducen marcadamente y se mantienen los segundos (Gráfico 4).

El SI se comporta, nuevamente, como sector de refugio, especialmente a partir de la creación de puestos asalariados. Sin embargo, la duración y profundidad (hacia el final, especialmente) del proceso recesivo parece haber afectado la capacidad del sector informal de sostener dichas posiciones, en tanto a partir de 2001 y hasta 2002 el empleo del sector cae en su conjunto en términos absolutos, manteniendo su volumen solamente los no asalariados.

Gráfico Nro. 4: Índice de empleo en sector informal, en segmentos del sector informal
y tasa de desocupación.  1990-2018. 28 aglomerados. Promedio Anual. Base 100: 1995.

Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.

 

De cualquier manera, la estabilidad del sector informal resultó ser mayor, con crecimiento y decrecimiento más moderados a lo largo de la fase. En este sentido, el papel amortiguador más claro es el del segmento no asalariado del sector informal, en tanto apenas si reduce su tamaño en el pico de crisis de 2002.

V.2. Post convertibilidad

El periodo 2003-2015 se caracterizó por una expansión notable del empleo en el sector formal. Durante el mismo es posible diferenciar tres etapas: una de crecimiento acelerado (2003-2008), una segunda, que abarca la crisis financiera internacional y la recuperación posterior (2009-2011) y una tercera, de estancamiento (2012-2015).

Durante la primera de esas etapas el ESF creció el 49% (equivalente a una tasa anual del 6%) y paso a representar el 56% del empleo total en 2008 (Gráfico 1). Si bien el ESI también aumentó su tamaño, lo hizo en mucho menor medida (cerca de 10%).

En un primer momento (hasta 2004) el empleo asalariado no registrado y de no asalariados del SI contribuyeron considerablemente a la recuperación (aunque menos que el empleo del SF, ver gráficos 4 y 5). Dicho acompañamiento puede haber respondido a la existencia de una amplia disponibilidad de mano de obra en el marco de la recomposición de las condiciones de acumulación y de recuperación del consumo respecto al momento crítico de 2002. A su vez, en esa fase inicial los asalariados no registrados crecieron a un mayor ritmo que los registrados en el sector formal. 

Gráfico Nro. 5: Índice de empleo en sector formal, en segmentos del sector formal y tasa de desocupación.  1995-2018. 28 aglomerados. Promedio Anual. Base 100: 1995.

Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.

 

Se deduce, por tanto, que la recuperación económica inicial posibilitó no sólo la expansión del empleo del SF sino también, aunque en menor medida, del correspondiente a los establecimientos informales. Posteriormente, el ESI se estanca resultando más claro su comportamiento contra cíclico.

El inicio de la segunda etapa coincide con la crisis internacional; en 2009 se estancó el empleo total, aunque continuó la tendencia al incremento de asalariados registrados y a la disminución de los no registrados, en ambos sectores. Luego de ese momento crítico, se recuperó el crecimiento del empleo del SF mientras que se estanca el del ESI, con lo cual el primero continuó avanzando en su participación en la ocupación total hasta alcanzar su punto máximo (58%) en 2011. La expansión del primero es fruto de una aceleración de los puestos asalariados registrados privados, pero también, a un ritmo mayor, de los correspondientes al sector público. Nuevamente, entonces, se advierte el comportamiento contrario al ciclo del ESI cuando se aprecia la estructura de la ocupación, pero sin que ello implique una reducción absoluta de la cantidad de puestos de trabajo. En especial llama la atención el incremento del empleo registrado de unidades pequeñas lo cual pudo estar asociado en parte a un proceso de formalización en el mismo puesto de trabajo, de acuerdo a lo comentado más arriba.

En la tercera etapa (2012/2015), años en los que la evolución del producto es menos dinámica y más inestable, el empleo se comporta de manera diferente a los años previos. Se estanca a nivel agregado, pero no se registran modificaciones en lo que acontece con las participaciones del ESF y el ESI. Ello se verifica junto con una tasa de desocupación que tampoco mostró variaciones (permaneció en niveles cercanos al 7%). 

Una indagación de los componentes del empleo de las unidades formales permite deducir, sin embargo, que efectivamente desde 2012 el correspondiente al sector privado se redujo, tanto en lo que hace a las posiciones asalariadas registradas (-1% anual promedio) como no registradas (-3% anual promedio). Por tanto, la estabilidad del ESF en su conjunto resultó de un comportamiento contra cíclico del empleo público (Gráfico 5).

Un cambio de composición interna también se verificó en el ESI, el que ve incrementar las posiciones no asalariadas y de servicio doméstico (en ambos casos, en 1% anual promedio) mientras que se reducen las asalariadas (decrecen en 1% anual promedio).

Se podría concluir que durante esta etapa, la disminución del empleo formal privado fue compensada no por el comportamiento de las posiciones no asalariadas del SI sino, principalmente, por el crecimiento del empleo público registrado.

V.3. Inicio de la gestión Cambiemos

El trienio que coincide con el inicio de la administración de Cambiemos presenta algunos rasgos novedosos. Creció la tasa de actividad a un ritmo mayor que la de empleo, que se estabilizó, lo cual contribuyó al ascenso de la desocupación, que alcanzó el 9,2% en 2019, su nivel más alto desde 2007.

Tanto en términos absolutos como relativos se observa nuevamente un comportamiento de expansión del ESI en un contexto de lento crecimiento del empleo del SF. Esto último fue producto de una disminución de las ocupaciones asalariadas registradas privadas y públicas, pero de una elevación de los asalariados no registrados (Gráfico5).

En lo que hace a la dinámica del ESI, la cantidad de trabajadores por cuenta propia creció más que la de asalariados, entre los cuales todo el incremento corresponde a puestos no registrados. Es decir, a partir de 2016, la variación del empleo formal, por un lado, y la de las posiciones informales no asalariadas y asalariadas no registradas por el otro, vuelven a comportarse en un sentido inverso: frente a la caída del nivel de actividad económica y el estancamiento del empleo del SF se expande la informalidad.

V.4. Una mirada del conjunto del período y la información dinámica

Al considerar en conjunto la evolución de la estructura del empleo desde 1990 se desprende que el ESI habría jugado un papel de estabilizador del empleo durante las diversas etapas que caracterizaron la dinámica económica y laboral del período. Así, en las expansiones (1996-98 y la posterior a la crisis de la convertibilidad) aquel pierde peso relativo en el total. Movimientos contrarios se identifican en los períodos de recesión o estancamiento (1998-2002 y, más moderadamente, desde 2016). Sólo en la primera parte de los 90s no se observa este papel de la informalidad ya que no obstante el fuerte crecimiento del desempleo abierto  (tanto en la fase expansiva 1991-1994 como durante la recesión 1994-95), el ESI también reduce su peso en el empleo total.

Pero esta dinámica de las cifras relativas agregadas no sería evidencia suficiente para caracterizar al ESI como abarcando exclusivamente ocupaciones de “refugio” o reflejo de “exclusión”. En este sentido, el comportamiento del nivel (absoluto) del empleo ofrece evidencias sobre la presencia de heterogeneidad al interior de este. En efecto, se advierte que el signo de la variación del ESI es diferente al de su proporción en el empleo total en algunas fases. Así, aumentó en períodos de expansión en los que disminuye su peso relativo: entre 1995-98 y la fase de crecimiento que se inicia en 2003. Asimismo, la cantidad de puestos del SI se contrajo entre 2000 y 2002, cuando había elevado su participación relativa. 

El análisis conjunto de las cifras de la evolución absoluta y relativa del ESI a nivel agregado indica que, si bien durante las expansiones resultó más intensa la creación de puestos laborales del sector formal, parte de este proceso también permitió incrementar los correspondientes a las pequeñas unidades productivas. Asimismo, en las recesiones, especialmente las muy profundas, estas últimas también habrían enfrentado dificultades que se tradujeron en mermas de sus planteles.

El comportamiento de la ocupación absoluta por componente también sugiere la presencia de unidades de diferentes características en el SI. Así, en el inicio de los 90s y hasta 1996, cuando se incrementó tanto el peso relativo como el empleo absoluto del conjunto de este sector, el aumento de puestos resultó de lo acontecido con los asalariados ya que las posiciones no asalariadas lo hicieron durante los primeros tres años, pero cayeron a lo largo de los restantes.  Por su parte, en los años de las crisis de la convertibilidad, así como en los previos, la caída fue más marcada entre los no asalariados. Por su parte, entre 2003 y 2008, periodo de crecimiento del nivel de actividad y del empleo del SF, el número de trabajadores independientes y de los asalariados del SI mostraron una expansión, aunque la de los primeros fue más intensa. El comportamiento llamativo fue, sin embargo, la marcada expansión de los puestos asalariados registrados, lo que indica, que ante las mejores perspectivas económicas globales algunas unidades del SI pudieron contratar asalariados formales y regularizar algunos de sus empleados que no estaban registrados.

Por lo tanto, el comportamiento estilizado de la evolución del ESI desde 1990 es de reducciones de su peso relativo, pero aumentos de la cantidad absoluta de ocupaciones, en las expansiones, con diferencias en la intensidad según componentes. Un comportamiento simétricamente opuesto caracteriza a las recesiones. Tal patrón brinda indicios, entonces, del papel compensador del ESI, pero simultáneamente, indicaría que parte del SI no puede considerarse, necesariamente, como un “refugio” ya que reduce su empleo junto con la merma de puestos del SF y que, cuando la economía crece, también el SI aparece como pudiendo incrementar su empleo. Esto es, en las expansiones el ESI puede crecer, pero lo hace menos que el ESF, y en las recesiones, aquel puede llegar a caer, pero también menos intensamente que este último.

Podría argumentarse, sin embargo, que el crecimiento del ESI en las expansiones no cuestiona, per se, la idea de éste como manifestación de exclusión. Esto podría resultar de la existencia de movimientos de personas “no trabajadoras” (inactivas o desocupadas) hacia puestos del SI como consecuencia de que el crecimiento del ESF continúa siendo insuficiente para absorber la oferta laboral.

A su vez, la disminución el ESI en las recesiones podría ser producto de salidas de trabajadores del sector hacia el “no trabajo” (NT) ante la merma de los ingresos que estarían obteniendo durante esos períodos.

Por lo tanto, para avanzar en la caracterización del SI resulta conveniente contar con la evidencia que proveen la información dinámica que posibilita conocer los movimientos que se producen en el mercado laboral entre distintas condiciones de actividad y sectores.

En términos generales, en el mercado de trabajo se producen simultáneamente numerosos tránsitos entre diferentes tipos de empleo. Desde la perspectiva del análisis que se está realizando aquí, cabe distinguir los siguientes:

i)          Desde un puesto del SI a otro del SF

ii)         Desde un puesto del SF a otro del SI

iii)        Desde un puesto del SI a la situación de “no trabajo” (inactividad más desempleo)

iv)        Desde un puesto del SF a la situación de “no trabajo” (inactividad más desempleo

v)         Desde la situación de “no trabajo” (inactividad más desempleo) a un puesto del SI

vi)        Desde la situación de “no trabajo” (inactividad más desempleo) a un puesto del SF

 

Como se mencionó, el hecho que se registre un aumento absoluto del ESI en las expansiones podría responder al insuficiente crecimiento del ESF, con la consecuente presencia de movimientos tipo v), pero también a que se verifiquen aquellos de tipo ii). La suma de estos debe ser, en total, menor (en cantidad de personas) al agregado entre i) más vi). La mera existencia de transiciones tipo ii) en las expansiones sugiere, en principio, que las ocupaciones del SI pueden ser atractivas para determinadas personas y por tanto, que parte del mismo refleja situaciones de “salida” o “alternativa”.

Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que movimientos del tipo ii) en las expansiones (al menos alguno de ellos) pueden ser, asimismo, reflejo de la búsqueda de un refugio ya que en los períodos de crecimiento también existen salidas involuntarias del SF ligadas a eventos que son específicos a determinados sectores o firmas.

Las transiciones se muestran en los Gráficos 6 y 7, en donde se vuelcan los valores de las “tasas de salida”, esto es, la cantidad de casos que pasan del estado “i” en “t” al estado “j” en “+1”t, como proporción de las personas en el estado “i” en “t”. Una primera apreciación de las transiciones entre los agregados del SI y SF muestra que, efectivamente, existen flujos hacia la informalidad en expansiones y hacia la formalidad en recesiones. Las tasas de salida desde un sector al otro muestran cierta regularidad que ronda el 12%/15%, independientemente de la dirección del flujo (Gráficos 6 y 7). Los flujos SI-SF son los que muestran mayor sensibilidad al ciclo por lo que su variación parece haber tenido más incidencia en el volumen del SI que alteraciones en los flujos SF-SI, siendo los primeros más elevados en períodos de crecimiento y más bajos durante el estancamiento y la recesión.

Gráfico 6. Tasas de salida[14] entre SF, SI, y No trabajo (NT). 1995-2019.

I. Tasas de salida entre SF y SI.                          II. Tasas de salida hacia NT.

Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.

 

Como se puede observar, en 99/02 descienden tanto los flujos SI-SF como los SF-SI, es decir, desciende la tasa de rotación general entre los sectores, pero es mayor el descenso en los flujos SI-SF. En forma inversa, durante la etapa de crecimiento –2003/11– aumentan ambos flujos, pero en mayor medida las salidas desde el SI hacia el SF.

De cualquier manera, y como ya lo sugerían las cifras mostradas en gráficos incluidos en la sección anterior, el no trabajo (NT) –desempleo más inactividad– refleja la dinámica más general de la ocupación, como surge de los análisis tradicionales de los mercados de trabajo. La intensidad, y los cambios, de los flujos entre el NT y cada uno de los sectores, siguen el comportamiento esperado y, en el caso del SI, son claramente de un volumen más elevado que los que se producen entre el SI y el SF. Ello es razonable en cuanto la incorporación al mercado laboral y las salidas de este no reflejan exclusivamente flujos asociados al ciclo sino de otro tipo, como los ingresos a, o egresos de, la vida activa de jóvenes y adultos mayores.

Cabe enfatizar que apenas alrededor de la mitad de los flujos desde el SF al SI corresponden a movimientos hacia posiciones no asalariadas. Estos flujos tienden a descender en la etapa de crecimiento, mientras que crecen los ingresos al SF desde posiciones independientes del SI, evidencia que si bien no niega la hipótesis sobre la atracción del trabajo independiente, indica que esos flujos se verían neutralizados en el agregado. Más aún, como se desprende del gráfico 8, menos de un tercio de las transiciones desde ocupaciones asalariadas registradas hacia el SI se dirigen a puestos no asalariados, mientras que la mayor parte de estos se mueve hacia posiciones asalariados del SI (registradas y no registradas).

Por último, si bien el flujo desde el segmento de asalariados registrados del SF hacia el de no asalariados del SI tiende a ser, en todo momento del ciclo, superior al flujo inverso, dicho diferencial se reduce en momentos de crecimiento debido a un mayor flujo de entrada a posiciones asalariadas registrados desde no asalariados del SI, y crece en momentos recesivos por una reducción en dichas entradas. Esto también parece contrario a la hipótesis sobre el atractivo del trabajo independiente en el SI para asalariados registrados del SF.

Esta última evidencia sugeriría que la mayor parte de las transiciones desde la formalidad a la informalidad en las expansiones no parecen reflejar situaciones de renuncias de posiciones asalariadas formales decididas para encarar una actividad independiente. 

Gráfico 7: Transiciones[15] entre asalariados registrados del SF y segmentos del SI. 1995-2019.

Fuente: Elaboración propia en base a EPH-INDEC.

 

En definitiva, se verifica un aumento del peso relativo del SF en las expansiones, lo cual sugiere un comportamiento contra cíclico del SI. Al incorporar al análisis la evidencia sobre transiciones, se comprueba que ese aumento surgiría de flujos desde el SI hacia el SF más intensos que en las recesiones, y de niveles similares –o sólo levemente menores– del movimiento inverso. En cambio, los flujos desde y hacia el NT son pro cíclicos, incluso para el SI.

      VI.            Reflexiones finales

Este trabajo aporta evidencia sobre el comportamiento cíclico del sector informal en el mercado laboral urbano de Argentina desde principios de los 90s, haciendo hincapié en la heterogeneidad del SI.

Ya en un período previo al analizado, en los ochenta, el ESI aumentaba a un ritmo muy superior al del SF en el GBA en un contexto donde este último se expandió escasamente dada las dificultades que atravesó la economía del país.

Este comportamiento se ve interrumpido durante la fase de crecimiento del desempleo de inicio de los 90s ya que disminuyó el nivel del ESI y su participación en la ocupación total no obstante que los puestos de trabajo del SF privado crecieron lentamente y cayeron los del sector público. La evolución de la informalidad en este período, por tanto, , llevó a que el mismo contribuyese al aumento de la desocupación. Con posterioridad, el ESI volvió a mostrar su papel contracíclico ya que durante la fase expansiva (1995-1998) disminuyó su peso en el empleo total mientras que lo expandió a lo largo de la fase recesiva final de la convertibilidad (1998-2002),

El período de la Post-Convertibilidad vino marcado por un importante crecimiento del producto en su primer lustro que fue acompañado por un también intenso aumento del empleo del SF. En este contexto, el ESI creció, pero a una tasa más baja, al menos hasta el 2009, momento de la crisis internacional. Entre 2012 y 2015, cuando el ESF privado mostró serias limitaciones de absorción de mano de obra, el ESI tuvo un comportamiento más errático y aparece el sector público como exhibiendo un comportamiento contra cíclico. Desde el 2003, entonces, se advierte –en términos generales- una dinámica también contra cíclica del ESI en tanto pierde peso en el empleo total durante los años de expansión, y se estabiliza posteriormente, cuando mengua la expansión de las ocupaciones del SF, especialmente privadas.

El período iniciado bajo la gestión de Cambiemos se caracteriza por presentar nuevamente una expansión relativa (y absoluta) del ESI operando como refugio, en un contexto de lenta expansión del empleo formal y de aumento de las tasas de actividad y, en menor medida, de la desocupación.

La clara contra - ciclicidad que se deriva del seguimiento de las proporciones entre SF y SI en el empleo total va acompañada de la presencia de aumentos (disminuciones) absoluto(a)s en las expansiones (recesiones). Ello sugeriría, por un lado, que al menos parte de los puestos del SI pueden ser atractivos para los trabajadores del sector formal aún en las fases de crecimiento y, por el otro, que las unidades informales no ajustan exclusivamente por ingresos en las etapas de caída de la actividad. Esta heterogeneidad que se deriva de tal comportamiento se refuerza con la evidencia provista por la información sobre flujos, la que sugiere que si bien se verifican movimientos desde el SF – SI en las expansiones, también se identifican aquellas con dirección inversa. Más significativamente aún, la intensidad de las primeras no tiene un claro comportamiento cíclico. Sin embargo, la relevancia que tienen los movimientos que pueden asociarse a la búsqueda de las ventajas del trabajo independiente no parece ser muy significativa en tanto la proporción de aquellos que abandonan un puesto del SF y se dirigen a una posición de ese tipo es reducida, la mayoría de los flujos SF – SI en las expansiones comprenden aquellas que van desde un puesto asalariado del SF a otro puesto asalariado del SI. Ello reflejaría la elevada movilidad de un mercado laboral con insuficiencia global de oportunidades de empleo de calidad y escasos mecanismos de cobertura del desempleo. Así deben entenderse, en este contexto, las transiciones que trabajadores del SF, incluso formales, hacen a puestos asalariados del SI, incluso no registrados, ante la falta de oportunidades dentro del SF, aún en las expansiones.

En resumen, en las casi cuatro décadas analizadas, la información sobre cambios en los niveles absolutos y relativos del ESF y ESI sugieren que en varias oportunidades este último ha cumplido un papel contra cíclico. Esta regularidad resulta clara cuando se recurre a la dinámica de las participaciones relativas ya que incluso en momentos de reducción (aumento) del peso de las ocupaciones del SI se advierten aumentos (decrecimientos) absolutos en la cantidad de puestos de tal tipo. Ello es una evidencia de la heterogeneidad de ese estrato y que fue enfatizada a lo largo del documento en tanto sugeriría la presencia de transiciones hacia la informalidad en contexto de expansión del empleo del SF. También en ciertas coyunturas recesivas se registraron descensos de la cantidad de puestos del SI no obstante el aumento del peso relativo de las mismas, indicando que algunas unidades productivas informales fueron también afectadas por el ciclo recesivo.

En términos netos, entonces, el ESI tuvo el efecto de estabilizar en alguna medida la evolución del empleo agregado, pero este papel no es pleno –el desempleo abierto tuvo amplias fluctuaciones– ni habría implicado la presencia sólo de transiciones con el signo asociado a la visión más extrema de la informalidad como refugio.

   VII.            Referencias bibliográficas.

·         Altimir, O. y Beccaria, L. (2000). “El mercado de trabajo bajo el nuevo régimen macroeconómico en Argentina”, en Heyman, D. y B. Kosacoff (eds) Desempeño económico en un conexto de reformas, Buenos Airess: Eudeba – CEPAL

·         Beccaria, L., J. Carpio y A. Orastti (2000) “Argentina: informalidad laboral en el nuevo modelo económico” en Carpio, Klein y Novacovsky (comps.) Informalidad y exclusión social, FCE/SIEMPRO/OIT. Buenos Aires.

·         Beccaria, L. y Groisman, F. (2015). “Informalidad y segmentación del mercado laboral: el caso de la Argentina”. Revista de la CEPAL, Nro. 117, 127-143

·         Beccaria, L. y Maurizio, R. (2003). “Movilidad ocupacional en Argentina”, Informe de Investigación Nº 18, Los Polvorines: UNGS.

·         Beccaria, L. y Maurizio, R. (2012) "Reversión y continuidades bajo dos regímenes macroeconómicos diferentes. Mercado de trabajo e ingresos en Argentina 1990-2010”. Desarrollo Económico, 52 (206), pp. 205-228.

·         Beccaria, L. y Maurizio, R. (2018). “Un análisis dinámico de los flujos de entrada a la formalidad en América Latina”. Revista de Economía Laboral 15(2), 8-56.

·         Bosch, M. and Maloney, W.  (2008). “Cyclical Movements in Unemployment and Informality in Developing Countries”. Policy Research, Working Paper 4648, The World Bank Latin American and Caribbean, Chief Economist Office.

·         Castillo, P y Montoro, C. (2012) “Inflation Dynamics in the Presence of Informal Labour Markets” BIS Working Papers, Nro. 372, 21.

·         De Buren, P. (2013). El sector informal en los orígenes del proceso de desindustrialización nacional. Un caso, Gran Buenos Aires. 1974-1985. Tesis de Maestría en Desarrollo Económico de América Latina. Universidad Internacional de Andalucía.

·         De Soto, H. (1989). The Other Path – The invisible revolution in the third world, I.B. Tauris & Co Ltd Publishers, London.

·         Diéguez, H. y P. Gerchunoff (1984) “La dinámica del mercado laboral urbano en la Argentina, 1976-1981”, en Desarrollo Económico, 24(93), 3-40.

·         Fields, G. (1990). “Labour Market Modelling and the Urban Informal Sector: Theory and Evidence,” in Turnham, D.; Salomé, B. and Schwarz, A. (eds.), The Informal Sector Revisited. OECD Development Centre, Paris.

·         Fields, G. (2005). “A Guide to Multisector Labour Market models”, Social Protection Discussion Paper Series, Nro. 0505.

·         Fiess, N.; Fugazza, M. and Maloney, W. (2010). “Informal self-employment and macroeconomic fluctuations”, Journal of Development Economics, 2010, vol. 91, issue 2, 211-226.

·         Gally, R. and Kucera D. (2003). “Labor Standards and Informal Employment in Latin America”, World Development 32(5):809-828.

·         Gerry, C. (1987). “Developing Economies and the Informal Sector in Historical Perspective”. ANNALS AAPSS, 493.

·         Gërxhani, K. (2004). Informal Sector in Developed and Less Developed Countries: A Literature Survey. University of Amsterdam.

·         Gindling, T. (1991). “Labor Market Segmentation and the Determination of Wages in the Public, Private-Formal, and Informal Sectors in San Jose, Costa Rica”. Economic Development and Cultural Change, 39 (3), 584-605.

·         Harris, J. and Todaro, M. (1970). “Migration, unemployment and development: a two-sector analysis”. American Economic Review, 60 (1), 126-142

·         Hart, K. (1973). “Informal Income Opportunities and Urban Employment in Ghana”, Journal of Modern African Studies, 11 (1), 61-89.

·         Hussmanns, R. (2004). “Measuring the informal economy: From employment in the informal sector to informal employment”, Documento de trabajo No. 53, Departamento de Integración de Políticas y Estadísticas, Ginebra, OIT.

·         Lepore, E. y Schleser, D (2006). “La heterogeneidad del cuentapropismo en la Argentina actual. Una propuesta de análisis y clasificación”. Trabajo, ocupación y empleo, 193-226.

·         Lewis, W.A. (1954). “Economic Development with Unlimited Supplies of Labor.” Manchester School of Economic Studies, 22, 139-191.

·         Loayza, N. and Rigolini, J. (2006). “Informality Trends and Cycles”. World Bank Policy Research. Working Paper 4078.

·         López, N. y A. Monza (1995) “Un intento de estimación del sector informal urbano en la Argentina” en Desarrollo Económico. 35 (139), 467-474

·         Maloney, W. (1999). "Does Informality Imply Segmentation in Urban Labor Markets? Evidence from Sectoral Transitions in Mexico." World Bank Economic Review, 13, 275-302.

·         Maloney, W. (2004). “Informality Revisited”, World Development, Vol. 32 (7), 1159-78.

·         Perry, G., Maloney, W., Arias, O., Fajnzylber, P., Mason, A y Saavedra-Chanduvi, J (2007). Informality: exit and exclusion, Washington: The World Bank.

·         Neffa, J. C. (2009). “Sector informal, precariedad, trabajo no registrado”. Noveno Congreso Nacional de Estudios del Trabajo. ASET.

·         Obstfeld, M., and K. Rogoff. (1996). Foundations of International Macroeconomics. Massachusetts Institute of Technology, Cambridge.

·         Oficina Internacional del Trabajo (OIT) (2003): “Guidelines concerning a statistical definition of informal employment”. 17a Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo. Ginebra.

·         Oficina Internacional del Trabajo (OIT) (2015): Panorama Laboral 2015, OIT: Lima.

·         Persia, Juliana (2010). “El desempeño del Sector Informal Urbano en el último cuarto del siglo XX”. En: Busso, M. y Pérez, P. (coords.): La corrosión del trabajo. Estudios sobre informalidad y precariedad laboral, Buenos Aires: Miño y Dávila.

·         Portes, A., Castells, M., and Benton, L. A., (eds.) (1989). The Informal Economy: Studies in Advanced and Less developed Countries, Baltimore, Johns Hopkins University Press.

·         Poy, S. (2017). “Heterogeneidad de la estructura ocupacional y segmentación del mercado de trabajo. Gran Buenos Aires, 1974‐2014”. Trabajo y Sociedad, 353-376

·         Ramos, J. (1984) “Urbanización y mercado de trabajo”. Revista de la CEPAL. Nro. 24, 63-81.

·         Santos, M. (1979) The Shared Space: The Two Circuits of the Urban Economy in Underdeveloped Countries. Lóndres: Methuen.

·         Tokman, V. (2000). “El sector informal posreforma económica”, en: Carpio, Klein y Novacovsky (comps.) Informalidad y exclusión social, FCE/SIEMPRO/OIT. Buenos Aires.

·         Vera, J. (2015). “Movilidad ocupacional en la Argentina en un contexto de heterogeneidad estructural” Cuadernos del CENDES, vol.32 no.90, Caracas, Venezuela. 

·         Waisgrais, S. y Sarabia, M. (2008). “Heterogeneidad social y productiva: caracterización del trabajo informal en el Gran Buenos Aires” en Aportes a una nueva visión de la informalidad laboral en la Argentina, Banco Mundial; Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, 179-230.

 



[1] Estimaciones de los autores sobre la base de datos incluido en información de OIT (2015).

[2] Otro factor adicional al estudiar periodos de tiempo extensos es que puede variar la elasticidad empleo-producto, un factor particularmente relevante para América Latina en los años noventa (Heckman y Pagés-Serra, 2000).

[3] Incluso, la disminución de informales puede deberse a que algunos empleadores formalizan a sus asalariados no registrados. Véase al respecto Beccaria y Maurizio (2018).

[4] En un sentido relativo, no demostrando necesariamente flujos de una categoría de empleo a otros, debido a que los datos son participaciones de empleo.

[5] Existen excepciones para años donde las observaciones fueron menos, como sucedió en 2007, 2015 y 2016.

[6]  Para el cálculo de las estructuras se corrigieron los cambios en la ponderación de casos de la EPH a partir de 2013, que incrementaron el peso de niños y adolescentes. Esto se hizo dando a los ponderadores una tendencia de evolución constante para cada grupo etario, cada sexo y cada aglomerado hasta 2016, cuando los ponderadores retomaron los criterios previos a dicha modificación.

[7] Si bien se disponen de bases para otros aglomerados, no cuentan con información sobre el sector de inserción (público o privado), el cual forma parte de la operacionalización elegida para la delimitación del SI.

[8] Sobre algunas limitaciones de los datos derivados de los paneles construidos a partir de las bases de la EPH, ver Beccaria y Maurizio (2003).

[9] Si bien, como se señala, este es el criterio frecuentemente utilizado para medir al empleo del sector informal en Argentina, así como en América Latina, existen otros enfoques, especialmente en lo que hace a la identificación de las unidades productivas informales con asalariados (véase, al respecto ILO, 2013). Sin embargo, las encuestas de hogares no incluyen información sobre algunas características de las empresas que como, el cumplimiento de normas o la separación de la contabilidad del propietario respecto de la correspondiente a la empresa, son criterios que a veces se proponen con ese objetivo. Pero aún recurriendo a la información de esos relevamientos, también se han hecho propuestas de medición de la informalidad diferentes a las aquí utilizada. Por ejemplo, López y Monza (1995) plantean una definición que considera la categoría y el tamaño de establecimiento, como en el enfoque empleado en este documento, pero también toman en cuenta el nivel de ingreso (excluyen asalariados y trabajadores independientes de pequeñas unidades que tengan niveles de ingresos elevados) y la rama de actividad (se excluye de la informalidad, ciertos sectores independientemente de la categoría e ingreso).

[10] Aunque sobre esto, hay posiciones diferentes. Véase, por ejemplo, Dieguez y Gerchunoff  (1984, pp. 9 - 27).

[11] Se ha argumentado que el incremento de la tasa de actividad es en realidad una consecuencia del proceso de ajuste estructural que llevó a reducir planteles en establecimientos, especialmente del sector industrial, y en empresas públicas. Así, se ha señalado que el aumento del desempleo entre 1991 y 1997 estuvo explicado en un 61% por la multiplicación de hogares con desempleados y en un 29% por cambios en la tasa de actividad en hogares donde habitaban desocupados. Apenas 10% del aumento se dio a partir de cambios en la tasa de actividad de hogares donde no habitaban desocupados (Altimir y Beccaria, 2000, pp.361-362;). 

[12] El autor analiza el período 1974-2014 remitiéndose al Área del Gran Buenos Aires.

[13] Siguiendo al autor, basándose en los trabajos de Beccaria, Carpio y Orsatti (2000) y Persia (2010) denominó al cuentapropismo satisficer al que se caracteriza por la búsqueda de unos ingresos adecuados antes que por la intención de maximizar los beneficios.

[14] Las tasas de salida surgen del promedio de las transiciones anuales registradas en las observaciones de cada fase.

[15] Los valores del gráfico surgen del promedio de las transiciones anuales registradas en las observaciones de cada fase.

 

 

ISSN 1850-6933 | eISSN 1853-1350

Registro DNDA en trámite

Propietario: Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Económicas. Instituto Interdisciplinario de Economía Política de Buenos Aires.

Rector: Alberto Edgardo Barbieri Instituto Interdisciplinario de Economía Política de Buenos Aires (IIEP-BAIRES) - UBA-CONICET

Av. Córdoba 2122, 2º piso, CP 1120, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina

  Revista Interdisciplinaria de Economía Política está bajo una licencia de Atribución-NoComercial-SinDerivadas CC BY-NC-ND.