CUÁNTO NECESITA CRECER Y EXPORTAR ARGENTINA PARA SER COMO AUSTRALIA SIN CRISIS DE BALANZA DE PAGOS
Ariel Coremberg
Universidad de Buenos Aires
Recibido: 5/3/2020
Aceptado: 25/8/2021
Resumen
Una de las características singulares de la trayectoria decepcionante del crecimiento de la economía argentina ha sido sus frecuentes crisis de balanza de pagos. La capacidad de exportación resulta clave para lograr un crecimiento vigoroso con sostenibilidad externa.
Dado el fracaso económico argentino, la comparación con Australia resulta emblemática dadas sus características comunes de “asentamiento reciente”, clima templado, relativa abundancia de tierra y escasez de mano de obra e inmigración europea.
A pesar del notable deseo de alcanzar el status de desarrollo de Australia por parte de la sociedad argentina, la literatura económica no ha cuantificado cual debería ser el crecimiento requerido a futuro para igualar el nivel de vida de Australia en conjunto con el crecimiento del volumen de exportaciones necesario para evitar las típicas crisis argentinas de “stop and go”.
El paper demuestra que, si Argentina se plantea crecer como Australia a largo plazo sin crisis de balance de pagos, debería duplicar el crecimiento de su PBI per cápita respecto de su tendencia histórica, así como cuadruplicar el dinamismo del volumen de exportaciones respecto del último periodo de crecimiento del auge de commodities.
Ello no resulta imposible, si se toma en cuenta que una cifra similar se alcanzó durante el ciclo de crecimiento de la década de 1990, aun sin aporte del efecto precio.
Los diversos escenarios de elasticidad de importaciones aún más exigentes, así como converger al nivel de vida de Australia en una generación, implican la necesidad de multiplicar aún más el dinamismo del crecimiento y del volumen de exportaciones.
Sin esperar que los vientos de cola de la soja o la magia de vaca muerta nos salve, una estrategia de desarrollo debe contemplar que el esfuerzo exportador deberá provenir necesariamente de las cantidades: productividad, inversión, conocimiento y capital humano son los factores productivos que permiten incrementar la competitividad de sus exportaciones así como una estrategia de inserción internacional que contemple socios comerciales, y aproveche las cambiantes oportunidades del comercio internacional.
Código JEL: O10, O40, E01, F10
Palabras clave: Desarrollo, Crecimiento, Exportaciones, Crisis de Balanza Pagos
HOW MUCH ARGENTINA SHOULD GROW AND EXPORT AS AUSTRALIA WITHOUT A BALANCE OF PAYMENTS CRISIS
Abstract
One of the unique features of disappointing Argentine economic growth has been her frequent balance-of-payments crises. Export capacity is key to achieving vigorous growth with external sustainability.
Given Argentina's economic failure, the comparison with Australia has been emblematic given its common characteristics of "recent settlement," temperate climate, land rich economy and European immigration.
Despite the remarkable desire of Argentine society to achieve Australia's development status, the economic literature has not quantified what should the growth and exports profile be to match Australia’s standard of living avoiding the typical Argentine "stop and go" crises.
The paper shows that, if Argentina should grow as Australia without a balance of payments crisis, GDP per capita growth should double compare to its historical trend, as well as quadruple the dynamism of the volume of exports compared to the last commodity prices boom.
This is not impossible, taking into account that a similar figure was reached during the 1990s decade, even without the contribution of the price effect.
Several scenarios of even more demanding import elasticity, as well as convergence on Australia's standard of living in one generation, imply the need to further multiply the dynamism of growth and exports.
Without expecting the tailwinds of soybeans or the magic of “Vaca Muerta” shale gas “save us”, a development strategy must contemplate that the export effort must necessarily come from quantities. Productivity, investment, knowledge and human capital are the productive factors that allow to increase the competitiveness of Argentinean exports as well as strategy that contemplates commercial partners and seize the changing opportunities of world economy.
Key Words: Development, Growth. Exports, Balance of Payment Crises
“¡La Australia Argentina! ¿No habré estado en error al apellidar así a esas tierras, australes, geográfica y topográficamente tan próximas parientas con el mundo novísimo?”. Roberto J. Payró (1898): La Australia Argentina.
Argentina necesita enfrentar definitivamente un viejo dilema no resuelto por décadas que resulta clave para su crecimiento futuro: un sistema económico que permita incentivar la competitividad y el crecimiento, al mismo tiempo que acrecentar y sostener los salarios reales en el tiempo sin recurrir a devaluaciones abruptas que atentan contra su poder adquisitivo y la distribución del ingreso.
La competitividad de la economía argentina, en especial de sus exportaciones, resulta clave para lograr el crecimiento sostenido de la economía argentina.
Cada vez que el país crece, las importaciones necesarias para la producción crecen más que proporcionalmente. Las necesidades de importar insumos intermedios y bienes de capital no se circunscriben solamente a los sectores transables tradicionales tales como la industria manufacturera, el sector agropecuario, la minería y la extracción de combustibles fósiles. El ahora pujante sector de servicios basados en conocimiento y el impacto del home office y la digitalización acelerada por la pandemia del Coronavirus genera una creciente demanda de importaciones de bienes TIC (tecnología de información y comunicación) que también presiona el balance de pagos.
Por lo tanto, el dinamismo de las exportaciones resulta clave para amortiguar y suavizar los ciclos de stop and go que genera el comportamiento procíclico de las importaciones.
Pero también, el país requiere divisas para atender los servicios de la deuda externa, el giro de utilidades y dividendos de las empresas de inversión extranjera directa, así como el permanente atesoramiento en dólares de los argentinos. En efecto, Argentina debe afrontar la casi permanente formación de activos externos como consecuencia de la desconfianza en su moneda por la larga historia de confiscaciones explícitas o implícitas vía impuesto inflacionario de ahorros e ingresos de los argentinos. A estas ingentes necesidades de divisas se agregan situaciones extremas, aunque frecuentes, cuando el país se queda sin crédito y al borde del default ya que debe solventar no solo los vencimientos de intereses sino también total o parcialmente las amortizaciones de deuda al subir el riesgo de refinanciamiento.
Asimismo, los dólares los genera el sector privado gracias a las exportaciones, pero los pagos de la deuda externa tomada para financiar los déficits fiscales los debe hacer el sector público. Aun contando con financiamiento externo, la economía argentina debe dar señales de solvencia de su sector público por lo cual se requiere generar intertemporalmente superávits fiscales para comprar de manera no inflacionaria los dólares que hacen falta para afrontar los compromisos de deuda.
Si no se logra un superávit presupuestario suficiente, la compra de dólares para atender pagos externos debe hacerse vía la emisión de dinero por parte del Banco Central. Solo por casualidad podría ocurrir que la demanda de dinero se incremente en igual proporción a la emisión requerida para la compra de dólares, de manera que esta no sea inflacionaria.
El desempeño exportador argentino ha estado sujeto al obstáculo permanente del sesgo antiexportador de la política comercial y cambiaria y un tamaño del sector público cuya baja productividad y calidad en los bienes y servicios que provee ha magnificado la carga fiscal de todos los sectores productivos, especialmente sobre los sectores transables, siendo las retenciones el ejemplo más relevante. El contenido impositivo de las exportaciones resulta incompatible con la posibilidad de competir con rivales en el comercio exterior de sus principales productos.
Por lo tanto, la exigencia sobre la capacidad exportadora de la economía argentina es máxima. Superávits de la cuenta corriente compatibles con un sector público eficiente y financiable que reduzca la presión fiscal sobre el sector transable resulta esencial para la sostenibilidad macroeconómica y el crecimiento económico sostenible en el largo plazo.
Argentina, por su característica de economía pequeña, es tomadora de precios internacionales. Pero ello no se refleja necesariamente en la convicción de una sociedad que tomó como permanente uno de los mayores, aunque transitorio, boom de precios de commodities de su historia. Aun hoy en día, los argentinos no terminan de asumir la magna frustración de la riqueza por el fin del superciclo del precio de las materias primas. En efecto, Argentina afronta la crisis del coronavirus, con “vacas flacas”, como consecuencia de no haber ahorrado durante la época de “vacas gordas” del mayor boom del precio de sus principales productos de exportación de su historia reciente[1].
El perfil exportador argentino y su impacto en la restricción externa que impide un crecimiento económico sostenible es un debate recurrente tanto a nivel académico como en la opinión pública. Sea por una crisis o en tiempos de auge, surge continuamente la comparación con otras economías de similares características pero que han logrado recorrer exitosamente el sendero de desarrollo económico y social.
La comparación con Australia resulta emblemática dado que Argentina comparte sus características de país de “asentamiento reciente”, clima templado, relativa abundancia de tierra y escasez de mano de obra e inmigración europea. Su trayectoria se ha caracterizado por alcanzar el status de país desarrollado con un notable desempeño de su crecimiento económico sin que haya repercutido en importantes y frecuentes crisis de balanza de pagos como el caso argentino.
La comparación con Australia es parte incluso del debate en la opinión pública. Resulta notable las referencias a Australia como ejemplo aspiracional en los discursos de los dos últimos presidentes de Argentina2[2] pero sin aclarar siquiera cuál es la magnitud del esfuerzo que debería realizar la sociedad argentina a futuro para parecerse a la economía del canguro.
Al presente, a pesar del notable deseo de alcanzar el status de desarrollo de Australia, no se aclara en el debate cuál debería ser el crecimiento requerido a futuro para al menos igualar el ingreso per cápita de Australia sin crisis de balanza de pagos.
El objetivo de este trabajo es realizar una calibración del crecimiento económico de Argentina y el dinamismo de las exportaciones necesario para sostenerlo sin crisis de balanza de pagos, teniendo como objetivo alcanzar el nivel de vida de Australia.
El trabajo se divide en las siguientes secciones. La siguiente sección fundamenta la comparación con Australia como benchmarking. La tercera sección analiza y calibra el crecimiento histórico de Argentina y Australia, a los fines de obtener el benchmarking deseado. La cuarta y quinta sección analiza el desempeño histórico y reciente de las exportaciones e importaciones de la economía argentina, tomando en cuenta su desagregación en valor, cantidades y precios, así como su composición por tipo de bien. La siguiente sección realiza la calibración y simulación de diversos escenarios para la perfomance de las exportaciones. Por último, se presentan las conclusiones.
2. Por qué comparar con Australia
Desde comienzos del siglo XX, Australia ha sido el ejemplo emblemático sobre el cual comparar el desarrollo económico argentino. No en vano, Roberto J. Payró, tituló a su viaje y análisis de nuestra Patagonia: “La Australia Argentina”, publicado en 1898. Un interrogante expresado hacia el final de su libro resulta elocuente de las esperanzas con respecto al futuro del desarrollo argentino: “¡La Australia Argentina! ¿No habré estado en error al apellidar así a esas tierras, australes, geográfica y topográficamente tan próximas parientas con el mundo novísimo?”
A fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, Argentina era un país rico en recursos naturales, su población compuesta en su mayoría por inmigrantes europeos, clima templado y abundancia relativa de tierra hacían pensar de un porvenir venturoso compartido con otras economías de “asentamiento reciente” tales como Australia, Nueva Zelandia, Canadá e inclusive los Estados Unidos.
Pero sin duda, porque compartimos además de características geográficas, el haber sido proveedores de granos, carne y lana de Gran Bretaña y el resto de Europa por lo menos hasta la gran depresión de 1930, la comparación con Australia es la que mayor interés convoca en la literatura económica y como vimos anteriormente en el debate de la opinión pública.
En efecto, como veremos en la siguiente sección, en las postrimerías del primer centenario de la Revolución de Mayo, el ingreso per cápita argentino era prácticamente igual al de Australia, cuando en el presente llega sólo a un cuarto. La trayectoria exitosa posterior de Australia se ha caracterizado por alcanzar el status de país desarrollado con un notable desempeño de su crecimiento económico sin que haya repercutido en importantes y frecuentes crisis de balanza de pagos como el caso argentino.
Una simple comparación de los datos presentes de Australia y Argentina nos brinda cuán lejos hemos quedado respecto de esa promesa que avizoraba Payró a fines del siglo XIX.
Cuadro 1: PBI per cápita Argentina-Australia
|
Argentina |
Australia |
Año de referencia |
Fuente |
PBI corriente |
418.150 |
1.617.543 |
2020 |
FMI |
PBI per cápita |
9.356 |
63.094 |
2020 |
FMI |
Población |
44.695 |
25.637.110 |
2020 |
FMI |
km2 |
2.736.690 |
7.686.850 |
2020 |
FMI |
Inflación anual |
47,6% |
2,0% |
2018 |
ABS-INDEC |
Exportaciones |
61.558 |
252.776 |
2018 |
Banco Mundial |
Exportaciones per cápita |
1.377 |
9.860 |
2018 |
Banco Mundial |
Ranking de Facilidad Negocios |
127 |
14 |
2018 |
Banco Mundial |
Fuente: elaboración propia en base a datos del FMI, Banco Mundial, ABS (Australian Bureau of Statistics e INDEC
De acuerdo al cuadro 1, Australia es enorme en términos geográficos, en efecto tiene más de 7,7 millones de kilómetros cuadrados, pero a diferencia de Argentina, la mayor parte es absolutamente inhabitable, siendo un desierto enorme. Tiene 25 millones de habitantes, casi la mitad que Argentina. Su PBI total es u$s 1,6 billones casi cuatro veces el PBI de la Argentina. El PBI per cápita en dólares a precios corrientes es de u$s 63.000 corrientes cuya magnitud es aún mayor: 7 veces más que Argentina[3].
El valor de las exportaciones de Australia resulta de u$s 252 mil millones mientras que Argentina es de solo u$s 61 mil millones, un cuarto del valor total de las exportaciones australianas. La comparación de exportaciones por habitante refleja una mayor diferencia: Australia exporta casi u$s 10 mil por habitante, 7 veces más que Argentina que exporta solo u$s1300 por habitante.
El interrogante de Payró ahora se contesta claramente: la promesa argentina de un porvenir similar al de Australia ha sido sin duda incumplida. Por lo tanto, resulta plausible la gran frustración de la sociedad argentina respecto del crecimiento de su economía respecto de lo que ésta prometía.
Para analizar la divergencia en la trayectoria de crecimiento entre ambos países cabe preguntarse primero que se hubiese esperado dada la común abundancia de recursos naturales y, en segundo lugar, cuando y porque comienza la divergencia entre ambos países.
La literatura económica acerca del patrón de crecimiento de países de mayor dotación relativa de recursos naturales no resulta taxativa respecto de la trayectoria de crecimiento esperable.
La literatura económica usual sobre recursos naturales y crecimiento ha vinculado los efectos negativos sobre el crecimiento económico de los mayores ingresos de divisas originados en un boom de exportaciones de productos básicos en términos de maldición de los recursos y enfermedad holandesa. Por lo general, la maldición de los recursos naturales y la enfermedad holandesa se vincula con ineficiencias asignativas originadas por una política macroeconómica inconsistente y problemas institucionales y de economía política que producen una caída en la competitividad de la economía, afectando su crecimiento futuro. Este vínculo negativo entre crecimiento y recursos naturales, ha sido en general respaldado mediante la hipótesis de Prebisch-Singer[4], quienes enfatizaban que la existencia de una tendencia secular a la declinación de los precios internacionales de los productos básicos, y que, por lo tanto, debería incentivarse la industrialización de las economías en vías de desarrollo dependientes de recursos naturales, vía estrategia de sustitución de importaciones.
El sector manufacturero tiene un rol clave en la economía, por generar efectos de eficiencia dinámica sobre el conjunto de la economía más elevados que otros sectores, en términos de mayores efectos multiplicadores sobre el empleo y la actividad económica, eslabonamientos, rendimientos crecientes, externalidades y complementariedades estratégicas, learning by doing, mayor contenido en capital humano y conocimiento[5]. Una sobrevaluación cambiaria puede provocar una contracción del sector manufacturero, reduciendo todos estos efectos positivos en términos de eficiencia dinámica sobre el resto de la economía, y repercutiendo así en un menor crecimiento macroeconómico futuro. La pérdida de competitividad puede dar como resultado un creciente proceso de desindustrialización (Krugman, 1988) al reducir los incentivos a la innovación (Haussman et al, 2007) y al aprendizaje (Matsuyama, 1992), con efectos negativos persistentes reforzando el vínculo negativo entre dependencia de recursos y crecimiento a largo plazo encontrado por Sachs y Warner (1997).
Un campo de investigación relevante es el análisis del reciente auge de precios de productos básicos en economías dependientes de recursos naturales. En Ocampo (2011) (2012) se analizó cómo a pesar del boom de precios de productos básicos, América Latina no presentó un dinamismo de crecimiento sustancialmente mayor a la década de 1990 de vigencia del Consenso de Washington. En Coremberg (2012) se demuestra que América Latina, a pesar del auge de commodities mostró una "década pérdida de productividad" cuando se analiza las fuentes del crecimiento en la tendencia entre máximos cíclicos, cuestionando la persistencia sobre la productividad en el largo plazo de los efectos de tipo Kaldor-Verdoorn. La región presenta un perfil de crecimiento económico extensivo durante el boom de recursos naturales. En Coremberg (2011), asimismo se demuestra que, para el conjunto de países dependientes de la exportación de hidrocarburos, el ahorro genuino no creció sustancialmente durante el auge, aunque las ganancias de productividad resultaron relativamente positivas, una vez ajustada la productividad multifactorial por la inclusión de la dotación del capital natural en activos del subsuelo en la contabilidad del crecimiento.
No obstante, un conjunto de países hoy desarrollados, originalmente dependientes de los recursos naturales han logrado mantener en el largo plazo un crecimiento relativamente sostenible: Australia, Canadá, Finlandia, Noruega, Suecia, mediante mejoramiento del valor agregado de sus exportaciones, sin sustituir y descuidar los sectores intensivos en recursos naturales6[6]. Un conjunto de enfoques, menos difundidos resalta los efectos positivos del crecimiento basado en recursos naturales y que racionaliza en cierta manera los casos “exitosos” anteriormente señalados, enfatizando que los mismos efectos de eficiencia dinámica pueden tener origen en el sector de recursos naturales.
La llamada “staples theory” enunciada por Watkins (1963), Innis (1933), Chambers and Gordon (1966) ha resaltado los efectos positivos de los booms de recursos naturales, principalmente en su país de origen, Canadá. Los efectos positivos de la mayor actividad económica se producen como consecuencia del impacto de los eslabonamientos hacia atrás, adelante y de demanda inducida en los sectores productores y exportadores de productos básicos. Más modernamente, los efectos de eficiencia dinámica adscriptos a la industria manufacturera, pueden ser parte del crecimiento impulsado por los recursos naturales. La inducción de mayores inversiones hacia atrás generada por un boom de recursos naturales, puede ampliarse a la inversión en infraestructura específica necesaria para expandir la oferta de productos básicos. Dado el carácter de bien público de la misma, se produce una mejora en la competitividad del conjunto de la economía a través de los rendimientos crecientes que la infraestructura genera como resalta Ocampo (2011) y Ros (2011).
Sin embargo, a pesar de la similar dotación de recursos naturales con Australia, la evolución de la economía argentina distó mucho respecto de lo esperado. Por lo tanto, resulta aún más relevante tener presente los antecedentes en la literatura académica que han tratado de entender las divergencias en el desempeño económico de Argentina y Australia.
La obra canónica de Díaz Alejandro (1970) respecto de lo esperable para el desarrollo argentino análogo a Australia y Canadá resalta las características de abundancia de tierra y escasez relativa de mano de obra de esperable para Argentina como ejemplo país de asentamiento reciente similar a Australia. Díaz Alejandro resalta que la principal divergencia de Argentina respecto de otras economías exitosas de similares ratios factoriales ha sido el abandono a partir del peronismo de la apertura comercial y financiera adoptada a mediados del siglo XIX que permitió la atracción de inmigración europea por mayores salarios relativos, así como de inversión extranjera directa en capital de infraestructura básica como ferrocarriles y puertos.
Asimismo, Di Tella y Zymelman (1962) (1965) señalaban la particularidad del desarrollo de economía de frontera compartido tanto por Argentina como por Australia y Canadá, agregando el incentivo generado por la aparición de renta agrícola originada en la expansión de frontera a partir del aseguramiento de derechos de propiedad sobre nuevos territorios para Argentina y minera para Australia como incentivo a la inversión extranjera directa en infraestructura básica.
Waissman (2006) señala el rol de la ausencia de cultura “tradicional” que incentivaría rápidamente el cambio y la modernización de la economía. Engerman y Sokolff (2000) y más tempranamente Baldwin (1956) han enfatizado el papel de la agricultura extensiva como factor que pudiera originar una clase media de “farmers” que pudieran incentivar la posterior industrialización mientras que las economías de plantación generan una oferta excedente de mano de obra barata y de baja calificación, escaso espíritu emprendedor en la dirigencia y por lo tanto bajo potencial de industralización, argumento que adelanta en parte los más recientes análisis de Acemoglu y Robinson (2012) al respecto. Asimismo, estas explicaciones se vinculan con la típica explicación en la herencia cultural española anticapitalista versus anglosajona más a favor del comercio y el espíritu emprendedor Miguens (2004).
En coincidencia con Díaz Alejandro (1970), Smithies (1965), Waissman (2006), Fogarty (1979) y Platt y Di Tella (1985) han resaltado las políticas redistributivas del peronismo como punto inicial de la divergencia, proteccionismo irrevocable del sector industrial a expensas del desarrollo del sector agropecuario y otras políticas distorsivas que han generado un sesgo antiexportador casi permanente en la política económica argentina, impidiendo un desarrollo exportador.
Héctor Diéguez (1969) matiza esta visión, ya que enfatiza la diferencia en los enfoques entre ambos países ya resulta notable a partir de la década de 1920 en que Australia implementa una clara estrategia exportadora para su industria, estableciendo objetivos de mejoras de competitividad y productividad y exportaciones para sostener el proteccionismo industrial mientras Argentina queda atada a la sustitución de importaciones como política reactiva sin estrategia atada a la coyuntura de la crisis de 1930 sin poder pasar a la promoción consistente de las exportaciones, cuestión también señalada por Llach (1984).
Varios de los autores citados, especialmente, Di Tella y Zimelman (1969) coinciden en señalar la relevancia de la elevada concentración de la tierra, al contrario del caso australiano, impidió la generación de una clase media de farmers en el sector agropecuario, generando una cultura rentística en la élite que bloqueó la actividad innovadora y emprendedora. Sin embargo, investigaciones relativamente recientes de Barsky y Pucciarelli (1997) revelan una estructura productiva y social más compleja del agro pampeano, con estratos medios y altos vinculados al arrendamiento, pero también un dinamismo del mercado de tierras que desmitificarían esta visión tradicional.
Por supuesto los procesos históricos de formación de ambos países constituyen la raíz explicativa de su distinto rumbo económico. Más recientemente, Gerchunoff y Fajgelbaum (2016) describe la divergencia en función de la adversidad geopolítica, más que geográfica, así como del desfasaje temporal en que Argentina entró al proceso de desarrollo. La crisis de la libra esterlina post fin de la Primer Guerra Mundial, en conjunto con el Tratado de Ottawa que privilegio el comercio con los integrantes del Commonwealth son las explicaciones brindadas por los autores y que permiten explicar cómo vía dinamismo del volumen físico de las exportaciones se pudo sostener el comercio exterior australiano a pesar del deterioro de los términos del intercambio.
Sin embargo, nosotros señalamos otra adversidad geográfica y geopolítica que tiene singular importancia explicativa de la divergencia y no señalada como tal. El importante antecedente de la construcción del Canal de Panamá, inaugurado en 1914, desvió el comercio marítimo hacia el norte, minimizando la importancia estratégica del Cabo de Hornos del sur argentino como paso del comercio americano-europeo tal como resalta Ocampo (2004).
Asimismo, se debe enfatizar, para el caso argentino, los diagnósticos erróneos del escenario internacional que origina una política exterior errática que ha fallado persistentemente en generar una estrategia duradera y exitosa de inserción en el comercio internacional. Australia, en cambio, ha demostrado una capacidad de inserción en el comercio internacional notablemente flexible, que aun basándose en commodities se ha adaptado a los cambios en la geopolítica y en la economía mundial tomando ventajas del impacto y adaptación a la irrupción de china y el resto de Asia en el mercado global.
Gerchunoff y Fajgelbaum (2016) resaltan los típicos fundamentals por detrás de la decadencia argentina, también se dieron particularmente en Australia conflicto distributivo y ciclos de stop and go, pero muchísimos más atemperados. Para los autores, la causa central de la divergencia se encuentra en la coalición mercado
internista “alá” Stolper Samuelson entre un sector industrial que necesita una constante política proteccionista para poder pagar los salarios elevados que demandan las políticas redistributivas. Sin embargo, la coalición mercado internista empujaba continuamente al país a la vulnerabilidad externa, volviendo cíclicamente insostenible las mejoras redistributivas.
La falta de productividad y competitividad de la industria en general, así como el escaso desarrollo de una industria pesada ejercían una continua demanda de importaciones de insumos intermedios y de capital cuyas exportaciones no competitivas no generaban las suficientes divisas como para sostenerlos, generan ciclos de “stop and go” mucho más profundos y frecuentes que el caso australiano. A esta motivación, se debería agregar el escaso ahorro doméstico, así como la desintermediación financiera que genera la desconfianza en la política económica vía atesoramiento en dólares de los argentinos que dependiendo del ciclo político generan una continua dependencia del ahorro externo para financiar los desequilibrios de la balanza de pagos.
3. Cuánto debería crecer Argentina para ser Australia
La teoría económica del crecimiento define al crecimiento económico como el crecimiento continuo y sostenido del PBI per cápita. Un crecimiento del PBI similar o menor al ritmo al cual crece la población no es crecimiento.
Asimismo, para que el crecimiento sea continuo y sostenido es una condición necesaria que suceda tendencialmente: entre niveles máximos cíclicos de producción, allí donde se produce con la máxima utilización de la capacidad instalada. Los máximos cíclicos se definen como los niveles de producción máximos alcanzados inmediatos anteriores a una recesión.
Cuando se comparan niveles de producción entre valles y picos de la actividad económica, como en general realizan los gobiernos argentinos luego de asumir posteriormente a una importante crisis económica, en realidad corresponde a una métrica que refleja la sucesión de recesiones y reactivaciones, que son necesariamente transitorias pero que no concuerda con la definición de crecimiento económico citada.
Las tasas chinas durante el último auge de commodities mayor de su historia se convierten en meros pocillos de café a la luz de la teoría del crecimiento ya que reflejan importantes recuperaciones del nivel de actividad en V corta, pero se reducen notablemente cuando en lugar de comparar los pisos cíclicos con los picos, se comparan los máximos cíclicos de la producción, lo mejor de cada régimen macroeconómico, a los fines de obtener la métrica de cómo crece la producción y PBI per cápita en el largo plazo, más allá de las fluctuaciones de corto plazo.
De acuerdo a la serie PBI a precios constantes Tornquist del Centro de Estudios de la Productividad-base ARKLEMS+LAND, la actividad económica se recuperó a tasas chinas a inicios de los gobiernos radicales de Yrigoyen y Alvear, Frondizi e Illia, Menem y Néstor Kirchner. Este último presentó un año “chino” más que las experiencias anteriores[7] [8].
Por lo tanto, Argentina volvió a crecer recién en el año 2006 cuando logró recuperar el nivel de PBI per cápita perdido durante la depresión económica 1998-2001.
Fuente: PBI ARKLEMS+LAND a precios constantes. Índice Tornquist. Los periodos de efectos recuperación a tasas chinas y grandes crisis se presentan con la variación acumulada del PBI y abajo con su respectiva tasa promedio anual.
Por lo tanto, los niveles de producción luego de las grandes crisis siguen reflejando que son meros rebotes que no cambian la gran tendencia de que el PBI crece solo al 2,4% promedio anual desde comienzos del siglo XX hasta el presente[9].
Sin embargo, tal como vimos anteriormente, el verdadero crecimiento económico debe estimarse en base a la serie del PBI per cápita, que crece a una tasa equivalente anual del 0.7% promedio anual para el periodo 1912-2020, tal como se presenta en el siguiente gráfico[10].
Dado que el PBI per cápita es al mismo tiempo el ingreso per cápita, su evolución brinda una noción del crecimiento del volumen físico de bienes y servicios por habitante y por lo tanto de su nivel de vida.
Pero crecer al 0.7% equivalente anual como lo hizo Argentina, 1% o 2% puede resultar indiferente y casi imperceptible para las personas involucradas en la sociedad que pueden no percatarse de ese crecimiento en un año, brindando la sensación de completo estancamiento de un año al otro, tal como señala Piketty (2014).
Sin embargo, lo que a primera vista resultan en pequeñas diferencias en el crecimiento anual del PBI per cápita puede significar una profunda transformación social cuando se toma en cuenta un horizonte de una generación, 30 años. En efecto, una sociedad cuyo PBI per cápita crece al 1% genera un crecimiento acumulado de un tercio del ingreso inicial en 30 años, mientras que una sociedad que crece al 2% lo duplica, implicando una transformación radical de su nivel de vida en una generación.
Gráfico 2: PBI per cápita Argentina
(serie ARKLEMS+LAND precios constantes Tornquist, 1900-2020, escala logarítmica)
Fuente: PBI per cápita ARKLEMS+LAND a precios constantes. Índice Tornquist.
Otra forma de analizar el impacto del crecimiento del PBI per cápita en el nivel de vida de una sociedad es cuantificar los años en que se logra duplicar el nivel de vida creciendo a la tasa de referencia. Ello se puede calcular en base a la a la denominada regla del 70, usualmente utilizada en crecimiento económico[11]. La misma surge de obtener el tiempo, t*, en que el PBI per cápita inicial (y0) se duplica de acuerdo a la tasa de crecimiento, g, de la siguiente ecuación:
yt=y0egt*= 2y0
simplificando y tomando logaritmos, despejando t*, se obtiene
Aplicando la regla del 70 al caso argentino se obtiene que como resultado de que la tendencia histórica del PBI per cápita es del 0.7% anual, el nivel de vida de los argentinos logra duplicarse recién a los 95 años. Ello equivale a un incremento de un cuarto del nivel de vida de un habitante en una generación (3 décadas).
Por supuesto, para juzgar los cambios que se producen en una sociedad no solo alcanza únicamente con el PBI per cápita, pero sin duda es una primera condición necesaria para que la sociedad se transforme sustancialmente.
Asimismo, para que el crecimiento sea juzgado como satisfactorio por parte de la sociedad, ello dependerá de lo que una sociedad espera obtener de su economía y el bienestar que efectivamente genera. En efecto, cuando se analiza la frustración que tiene la sociedad argentina respecto de sus procesos de crecimiento, surge la comparación con su experiencia histórica y con otros países de similares características.
Una manera simple de reflejar las expectativas respecto de las mejoras del nivel de vida que un argentino espera obtener en el presente, es tomar en cuenta las diversas tendencias históricas de mediano plazo del ingreso per cápita. Más coloquialmente, un habitante de nuestro país espera obtener por lo menos e incluso superar las mejoras de bienestar de sus padres y abuelos.
La partición de la onda larga de 108 años de la tendencia del PBI per cápita argentino 1912-2020, en los máximos cíclicos alcanzados durante los diversos regímenes macroeconómicos imperantes permite analizar las fluctuaciones de mediano plazo de la tendencia histórica comparando lo mejor con lo mejor, descontando los efectos cíclicos de recuperación, comparando los momentos de máximo nivel de ingreso per cápita de cada periodo. tal como refleja el siguiente cuadro:
Fuente: Elaboración propia en base a serie PBI per cápita Base ARKLEMS+LAND, Centro de Estudios de la Productividad. Índice Tornquist
El período que transcurre entre el máximo nivel de PBI per cápita del año 1912 (dos años después del Bicentenario), previa a la crisis bancaria de 1913 y al impacto de la Primer Guerra Mundial, alcanzado por la llamada generación del 80 y el máximo del año 1929 luego del cual sucede el impacto de la Gran Depresión Mundial y el primer golpe militar presenta una tasa de crecimiento del PBI per cápita del 1.1% promedio anual correspondiente a una de las tasas de crecimiento del PBI agregado máximas de los dos últimos siglos principalmente explicada por la importante dinámica demográfica aun persistente durante ese periodo.
El periodo transcurrido entre los siguientes máximos globales: 1929-1948 en que estuvo vigente la sustitución de importaciones y los primeros años de la experiencia redistributiva, el crecimiento del PBI agregado se desacelera en casi medio punto porcentual, explicado en parte por una desaceleración en el crecimiento de la población.
Durante el periodo de vigencia del modelo de sustitución de importaciones con componente redistributivo, pero con una elevada inestabilidad institucional, que casualmente vincula el máximo cíclico de los dos primeros gobiernos peronistas, 1948 con el tercer peronismo, 1974, en que el PBI per cápita alcanza un máximo global, el PBI per cápita crece a una importante tasa del 1.7% anual. Esta aceleración del crecimiento sucede hacia el final del periodo. En efecto, el PBI per cápita crece solo el 1% anual entre lo mejor de la primera experiencia peronista y lo mejor del periodo Frondizi; se acelera al 1.6% anual cuando alcanza lo mejor del breve periodo de la presidencia Illia y por último se acelera al 2.5% entre los máximos cíclicos 1965-1974, periodo notable donde el PBI per cápita alcanza su mayor dinamismo histórico, a pesar de la importante inestabilidad institucional.
El periodo transcurrido entre los máximos globales 1974 y 1998, lo mejor del periodo de vigencia de las reformas del Consenso de Washington, se caracteriza por dos claros subperiodos: la década perdida de la década de 1980 refleja una caída continua del PBI per cápita de -0.4% anual durante el periodo 1974-1980 y una profundización del descenso al -1.5% anual 1980-1987, máximo PBI per cápita alcanzado durante la presidencia de Alfonsín.
El máximo PBI per cápita alcanzado durante la vigencia de la Convertibilidad define el siguiente punto de comparación entre máximos globales: el PBI per cápita crece 1.8% anual entre los máximos 1987-1998, siendo el mayor crecimiento registrado durante la vigencia del periodo democrático inaugurado en 1983.
El máximo PBI per cápita durante el auge de precios de commodities agrícolas mayor y más persistente de los dos últimos siglos se alcanzó en el año 2011, donde el crecimiento ingreso per cápita alcanza 1.4% anual desacelerándose respecto del periodo anterior.
Por último, Argentina presenta un descenso constante de su nivel de vida desde el año 2011 hasta el presente: -2.4% promedio anual. Aun descontando el efecto de la pandemia, el crecimiento del PBI per cápita entre los años 2011 y 2019 fue nulo: -0.2% promedio anual.
Las cifras demuestran una elevada volatilidad en las fluctuaciones de la tendencia del ingreso per cápita de las últimas tres generaciones de argentinos. Pero también la inexistencia de un patrón de crecimiento continuado, concepto en general olvidado en la literatura económica. En efecto, Argentina no logró que su ingreso per cápita creciera más de 6 años seguidos desde 1912 hasta el presente. Prácticamente, cada lustro del último siglo las reactivaciones cíclicas terminan con una recesión o una crisis disruptiva sobre todo desde mediados de la década de 1970. Por tomar un ejemplo, la gran depresión de 1998-2002 implicó que Argentina recién comenzara a crecer de acuerdo a nuestra definición de máximos cíclicos del PBI per cápita, recién en el año 2006 cuando logró apenas superar el nivel del año 1998, para luego alcanzar un máximo local en el año 2008 y abandonar el ciclo de crecimiento desde el año 2011. Una crisis disruptiva argentina típica no solo hace perder nivel de vida a la generación que lo está viviendo sino también muchísimo tiempo en recuperarlo.
Si se analiza en términos de la expectativa de mejoras de su nivel de vida que un argentino de 30 años hubiese tenido tomando en cuenta la experiencia de sus padres y abuelos, los resultados negativos también resultan notables. Un argentino con 30 años de edad en el año 1948 esperaría que su nivel de vida creciera como el de sus padres y abuelos: entre 0.8% y 1.1%, pero hacia adelante superó ampliamente lo esperado ya que su ingreso per cápita creció a un ritmo del 1.7% anual. Ello no es menor ya que lograría un 64% de mejora de su ingreso inicial mientras que creciendo como en el pasado hubiese logrado una mejora de solo entre un cuarto y un tercio de su ingreso.
Análogamente, un argentino de 30 años en el año 1974, hubiese esperado una duplicación (109.6%) de su nivel de vida como sucedió en su pasado reciente (1965- 1974, 2.5% anual) pero sin embargo su frustración debió haber sido inmensa ya que además de la impresionante inestabilidad institucional hacia adelante, sus ingresos cayeron a la mitad y los volvería a recuperar recién casi 25 años después cuando en el año 1998 tuviese 54 años de edad, casi terminando su vida laboral con un nivel de vida peor que sus padres y abuelos.
Lo mejor del periodo de la Convertibilidad respecto de lo mejor de la década de 1980 y lo mejor del auge de commodities respecto del máximo nivel de producción alcanzado durante la vigencia de las reformas basadas en el Consenso de Washington, constituyen ejemplos elocuentes que Argentina demuestra posibilidades de retomar la tendencia histórica, pero sin mejorarlas sustancialmente. Un argentino de 30 años en el año 1998 no podría extrapolar la experiencia reciente de mejora de ingresos del 71% acumulado, notable luego de la crisis del Plan Austral y posteriores hiperinflaciones, ya que en ese año comenzaría la mayor caída del PBI desde comienzos del siglo XX y debería esperar hasta el año 2011 para haber concretado una mejora del nivel de vida del 51% acumulado.
La frustración de la sociedad argentina respecto de lo que espera de sus ciclos de crecimiento resulta ahora clara. El crecimiento del ingreso per cápita presenta una alta volatilidad y reducida continuidad y persistencia como para brindar posibilidades de mejoras sustanciales y sostenibles del bienestar. El largo periodo de decadencia que va de 1974 hasta el presente es elocuente, cuando se lo compara con la evolución previa. Luego de la década perdida en Argentina que a nuestro entender se extiende desde mediados de la década de 1970 hasta comienzos de 1990, provocó que recién se recuperara el nivel de producción del año 1974, en 1997, para alcanzar un máximo global en el año 1998 y toparse en el segundo semestre de ese mismo año con el comienzo de la peor depresión económica en un siglo. La capacidad de recuperación de las grandes crisis de la economía argentina arroja esperanzas, pero resultan muy cortas ante los efectos persistentes de las crisis disruptivas típicas argentinas.
Un segundo nivel de análisis de las expectativas de la sociedad argentina respecto de su crecimiento es contraponerlo a la trayectoria de crecimiento del ingreso per cápita de países que compartan características comunes con Argentina. Tal como analizamos en la sección anterior, la comparación con Australia, nuestro benchmarking, resulta relevante dado sus características geográficas comunes y similar nivel de vida a comienzos del siglo XX, país de referencia tomado tanto por las diversas tendencias políticas como a nivel popular.
¿A qué tasas creció Australia durante el mismo periodo? Dado que lo que interesa es establecer la tasa de crecimiento de largo plazo, importa comparar y establecer el benchmarking en función de la tasa de crecimiento del PBI per cápita entre máximos cíclicos de Argentina, tal como se describe en el siguiente cuadro:
Cuadro 3: PBI per cápita Argentina-Australia
(tasa de variación promedio anual)
|
Argentina |
Australia |
Arg-Aust |
t* en que 2y0 |
y0 en una generación (30 años) |
||
1912-2020 |
0,7% |
1,7% |
0,9% |
95 |
42 |
25% |
65% |
1912-1929 |
1,1% |
0,2% |
-0,9% |
67 |
373 |
37% |
6% |
1929-1948 |
0,8% |
1,5% |
0,6% |
83 |
47 |
29% |
56% |
1948-1974 |
1,7% |
2,4% |
0,8% |
42 |
29 |
64% |
105% |
1948-1958 |
1,0% |
1,8% |
0,8% |
73 |
39 |
33% |
69% |
1958-1965 |
1,6% |
2,9% |
1,3% |
44 |
24 |
60% |
136% |
1965-1974 |
2,5% |
2,8% |
0,3% |
28 |
25 |
110% |
127% |
1974-1998 |
0,3% |
2,1% |
1,8% |
249 |
33 |
9% |
88% |
1974-1980 |
-0,4% |
1,8% |
2,1% |
|
40 |
-11% |
68% |
1980-1987 |
-1,5% |
1,8% |
3,3% |
|
40 |
-36% |
69% |
1987-1998 |
1,8% |
2,6% |
0,8% |
39 |
27 |
71% |
114% |
1998-2011 |
1,4% |
2,3% |
0,9% |
51 |
30 |
51% |
98% |
2011-2020 |
-2,4% |
0,7% |
3,1% |
|
95 |
-52% |
25% |
1974-2020 |
0,1% |
1,9% |
1,8% |
1.151 |
37 |
2% |
76% |
Fuente: Elaboración propia en base a serie PBI per cápita Argentina: Base ARKLEMS+LAND, Centro de Estudios de la Productividad. Australia: Maddison Project Database.
El PBI per cápita de Australia creció más del doble que Argentina desde el bicentenario hasta el presente. Australia tuvo un mayor dinamismo que Argentina durante casi todos los subperiodos, excepto para el ciclo de crecimiento 1912-1929 en que Argentina presenta un crecimiento relativo singularmente superior, en que quintuplica el dinamismo australiano. Particularmente notable, resulta el periodo 1965-1974 en que Argentina presentaba una clara aceleración de su crecimiento respecto de la tendencia histórica, aunque transitoria y similar a la de Australia.
Las diferencias entre ambos países resultan más claras cuando se expresa en términos de años para duplicar el ingreso per cápita y el incremento del PBI per cápita que se logra en una generación. Un habitante argentino perteneciente a las cuatro generaciones que vivieron desde comienzos del siglo XX hasta el presente hubiese duplicado su ingreso per cápita en 95 años mientras que un australiano, gracias al mayor dinamismo de su PBI per cápita, hubiese necesitado sólo 42 años. En otros términos, un australiano hubiese logrado aumentar su ingreso en un 65% en sólo tres décadas, mientras que un argentino hubiese incrementado sólo un 25%.
Durante los dos últimos periodos en que hubo crecimiento en Argentina también se reproducen las diferencias, aunque más acotadas en magnitud. Argentina creciendo al 1.8% anual durante la vigencia de las reformas del Consenso de Washington hubiese necesitado 39 años mientras que Australia creciendo al 2.6% hubiese necesitado solo 27 años.
El periodo de auge de precios de commodities significó una ralentización moderada del crecimiento de ambos países. Sin embargo, las diferencias en años necesarios para duplicar el ingreso per cápita siguen reproduciéndose: 51 años para Argentina, 12 años más que en el periodo macroeconómico anterior y 30 años para Australia, 3 años más que en el periodo anterior. El boom de commodities permitió una mejora del 51% del PBI per cápita argentino, pero del doble (98%) en el caso de Australia.
Por último, si se contempla que Argentina tiene hoy un PBI per cápita similar al que tenía en 1974 como resultado del casi nulo crecimiento hasta el presente. Las mejoras en el ingreso per cápita durante las recuperaciones cíclicas y transitorias posteriores a las crisis hiperinflacionarias y gran depresión 1998-2001 se perdieron totalmente en el presente. En efecto, como Argentina prácticamente no creció entre 1974 y el presente, su PBI per cápita hoy es solo un 2% en 46 años, mientras Australia creciendo a un 1.9% equivalente anual hubiese logrado incrementar el PBI per cápita de sus habitantes en un 76% acumulado.
Un análisis gráfico de la serie del PBI de Argentina relativo al de Australia puede resultar útil para obtener los puntos de giros a partir del cual se produce la divergencia en las trayectorias de ambos países.
Gráfico 3: PBI Argentina/Australia
Fuente: Elaboración propia en base a serie PBI per cápita Argentina: Base ARKLEMS+LAND, Centro de Estudios de la Productividad. Australia y Maddison Project Database para Australia.
Del análisis del grafico surgen dos grandes periodos, similares a lo señalado en Gerchunoff y Fajgelbaum (2006) aunque ahora extendido a las dos décadas del presente siglo. Por un lado, hasta 1931, hay una clara convergencia argentina hacia el ingreso per cápita australiano, transitoriamente interrumpido por los efectos de la 1er Guerra Mundial. El PBI per cápita argentino que había llegado a representar el 80% del de Australia en el año 1905, alcanza el 95% en el año 1931. Luego le sigue una larga etapa de divergencia de 9 décadas que se extiende hasta el presente. Luego de una importante reversión, aunque transitoria de la tendencia negativa entre los años 1943 y 1947 se sucede un largo periodo de divergencia débil durante el periodo 1947-1974, para luego profundizar la tendencia negativa del PBI relativo argentino con Australia hasta el año 2020. Tanto la fase positiva de la década de 1990 como del auge de commodities aportaron una débil mejora de 7 puntos porcentuales del PBI relativo Argentina-Australia a partir de los mínimos de producción de las crisis hiperinflacionarias y de salida de la Convertibilidad, pero que no lograron revertir la tendencia negativa.
A comienzos del siglo XX un argentino disponía de un ingreso por habitante del 80% de un australiano poco antes del primer centenario de la Revolución de Mayo, continuando la convergencia hasta la gran depresión de 1930.
La decepción de la sociedad argentina respecto de las expectativas de progreso resulta ahora aún más clara. Habiendo dispuesto de un ingreso per cápita equivalente al 95.6% de Australia, hoy es de solo el 28%, un nivel de vida por debajo del de sus padres y abuelos.
A pesar de las aspiraciones de la dirigencia y la sociedad, Argentina ha tenido una trayectoria de crecimiento decepcionante en los últimos 50 años tanto cuando se la compara con su experiencia histórica como comparada con Australia.
4. Perfil del crecimiento del sector transable y las exportaciones
Tres variables fundamentales, además de la productividad (proxy del crecimiento del PBI futuro), determinan la sostenibilidad externa de una economía: el crecimiento económico, el crecimiento de los sectores transables y el crecimiento de las exportaciones. Una menor competitividad de la economía afecta los niveles de rentabilidad no sólo de los sectores exportables sino también de aquellos servicios que lo proveen, afectando gran parte del dinamismo del PBI. Las exportaciones afectan la sostenibilidad externa de una economía vía capacidad de repago de sus pasivos externos y la capacidad de generar divisas que permitan adquirir las importaciones necesarias para sostener la actividad económica.
Por lo tanto, el análisis de sostenibilidad externa de una economía implica la necesidad de lograr crecimiento económico sustentado en el equilibrio de su balanza comercial. Un primer paso importante para evaluar la sostenibilidad externa de una economía es la producción de bienes transables, de la cual surgen en parte las exportaciones o la producción competitiva con importaciones, cuya producción futura puede ser potencialmente incrementada mediante una modificación de la política comercial y cambiaria.
América Latina se ha caracterizado por presentar amplias fluctuaciones de corto plazo en los niveles de producto que no se corresponde luego con las variaciones más permanentes del PIB, cuando se amplía el período de análisis a varias décadas. El continente, así como Argentina, presenta una rica historia de crisis y recuperación de magnitud considerable que no se sostiene cuando se analiza las fluctuaciones del PIB en el largo plazo. La identificación de los movimientos permanentes del PIB respecto de sus fluctuaciones cíclicas resulta fundamental a los fines de discernir si el crecimiento de la producción y el comercio exterior argentino generado durante el período de auge tiene un carácter permanente o transitorio, sobre todo si se considera la coincidencia entre el auge de los precios de exportación y la salida de la depresión económica del período 1998-2002, comparable a la crisis de la década de 1930 para algunos países de la región.
En ese caso, lo que importa es la comparación entre máximos locales del nivel del PIB, para analizar si una economía está creciendo en el largo plazo o en todo caso acelerándolo[12], más allá de efectos de recuperación a partir de fluctuaciones cíclicas no permanentes.
Para analizar el desempeño del comercio exterior argentino se ha utilizado las bases de precios y cantidades de comercio exterior de INDEC que presentan series de valores, precios y cantidades para el periodo 1987-2017 por gran rubro de exportación: bienes primarios, manufacturas de origen agropecuario (MOA) e industrial (MOI) y energía y combustibles y categorías de importación: bienes de consumo, bienes de capital, partes y accesorios de bienes de capital e insumos intermedios[13].
Los períodos de análisis han sido elegidos a los fines de comparar el actual boom con el auge durante el período de las reformas del llamado Consenso de Washington (1990-1998): corresponde a la fase inicial positiva de la vigencia de las reformas, después de la década perdida de los años ochenta hasta la recuperación después del choque negativo hasta 1998, cuando comenzó el período de depresión (1998-2002) por la devaluación del real brasileño y 2002-2007 permite analizar el impacto del auge de precios de productos básicos sobre la recuperación del nivel luego de la crisis 1998- 2002. 2007-2011: permite analizar la evolución del comercio exterior en un contexto de ralentización del crecimiento y fin de las tasas chinas. 2011-2017: corresponde al ciclo de clara caída del PBI per cápita. Por último, se analizan los periodos 1987-1998 y 1998- 2011 que se corresponden con los máximos cíclicos alcanzados en la década de 1980, 1990 y 2000, permitiendo analizar el desempeño de mediano plazo y los máximos niveles de producción de la vigencia del Consenso de Washington vis a vis década de 1980 y de lo mejor del auge de commodities vis a vis la década anterior.
Analizando la historia económica reciente de la Argentina, es claro que el crecimiento del PBI, del sector transable y de las exportaciones se desaceleraron fuertemente después del año 2007[14], tal como se muestra en el cuadro 1. El crecimiento del PBI pasó de crecer a tasas chinas, 8% entre los años 2002-2007, a sólo un 3.4% para el período 2007-2011. Aún más notable resulta la desaceleración de la actividad de los sectores transables que pasaron de crecer poco más del 8% promedio anual a sólo un 1.9%.
Para tener noción de las tendencias de largo plazo, resulta útil la comparación entre máximos cíclicos de los niveles de producción, es decir, allí donde se utiliza plenamente la capacidad utilizada. Ello permite eliminar los efectos transitorios de recuperación de las profundas crisis económicas recurrentes que son comunes y frecuentes en nuestro país, comparar lo mejor de cada periodo macroeconómico y concentrarnos sobre las tendencias seculares de largo plazo.
Resulta relevante tomar en cuenta que no siempre el PBI de Argentina logra salir de una crisis y recesión en V. Por el contrario, la década perdida de 1980, así como el ejemplo de trampa de liquidez de Japón luego de la crisis asiática (por tomar un reconocido ejemplo internacional), son casos muy claros de que un país no está condenado al éxito. Más aun, la economía argentina lleva recientemente 10 años de bajo crecimiento de su PBI per cápita, por lo cual se confirmaría una nueva década perdida y por lo tanto una salida en L de la crisis del 2008.
Comparando entre máximos cíclicos (1998-2011), los resultados reflejan una importante recuperación respecto de la crisis, pero no un cambio profundo sobre el patrón de crecimiento, 2.5% promedio anual, algo menos que la tasa de crecimiento del PBI de los últimos cien años (2.5%)[15].
La situación con respecto a los sectores transables resulta aún más preocupante ya que crecieron entre los máximos cíclicos 1998 y 2011 a un ritmo del 1.8% anual, muy por debajo de su tendencia de largo plazo (similar a la del PBI de los últimos cien años: 2.5%).
El periodo 2011-2017 resulta notable por los ciclos recurrentes que presentó el crecimiento de la economía argentina. Las tasas de crecimiento se alternan con signos negativos en los años pares y positivos en los años impares, emulando perfectamente el ciclo político económico señalado por el reciente premio Nobel William Nordhaus (1975). Ello refleja el impacto que tuvo el fin del superciclo de commodities post crisis financiera global como consecuencia de las políticas de quantitative tightening, reversión al alza de las tasas de interés de referencia de la Fed y la apreciación del dólar. En efecto, entre los años 2011-2017, el PBI solo creció un 0.4% anual, lo cual implicó una caída del PBI per cápita del -0.7% anual. En tanto que la producción de transables disminuyó a un preocupante ritmo del -0.8% anual. Esta última tendencia negativa anticipa la performance de nuestras exportaciones.
El impacto negativo del fin del auge de commodities, así como los desequilibrios e inconsistencias que presentaba la política económica sobre las exportaciones resulta notable. El valor de las exportaciones desaceleró fuertemente su crecimiento en todos sus rubros: de crecer a tasas entre un 17 y 18% promedio anual para el período 2002- 2007, el valor de las exportaciones pasó a crecer un 10% anual para el período 2007- 2011. En tanto que durante el periodo 2011-2017, se redujeron un -6% anual. Asimismo, todos los rubros: primarios, manufacturas de origen agropecuario (MOA), de origen industrial (MOI) y combustibles y energía presentaron similar ciclo del valor de las exportaciones: auge en 2002-2007, desaceleración en 2007-2011 y caída del valor de las exportaciones durante el período 2011-2017.
Si se observa la evolución entre máximos cíclicos, el valor de las exportaciones creció un 14% durante el periodo 1987-1998, casi el doble que durante el auge de commodities; 9% anual promedio durante el periodo 1998-2011.
No obstante, la variable relevante para evaluar la sostenibilidad externa resulta ser el volumen físico de las exportaciones, ya que permite evaluar la capacidad de la economía de generar oferta de divisas suficiente como para repagar los pasivos internacionales y la provisión de divisas necesarias para crecer, independiente de los efectos de los precios internacionales del cual Argentina es tomadora de precios. El dinamismo del volumen físico del total de las exportaciones fue del 5.4% durante 2002- 2007, se desaceleró a un 0.7% promedio anual para el período 2007-2011 para luego caer un -2.2% anual promedio durante el periodo 2011-2017.
Por lo tanto, gran parte de la mejora en el valor de las exportaciones durante el boom de commodities se debió a un efecto precio, más que a un mayor dinamismo de las cantidades. Similares resultados se presentan para los rubros de bienes primarios y manufacturas de origen agropecuario, destacándose la importante caída de las exportaciones de combustibles y derivados ya desde el año 2007.
La comparación entre las fases positivas de los dos últimos ciclos arroja resultados notables. El volumen físico de las exportaciones presentaba un dinamismo anual mayor durante el período 1990-1998 (10.4%) que durante el período 2002-2007 (5.4%).
Este contraste resulta aún mayor si se considera que el dinamismo del volumen de exportaciones de la década de 1990 se realizó en un contexto de franca apreciación de la moneda doméstica y vientos de cola casi nulos: elevada tasa de interés de la FED, apreciación del dólar y términos de intercambio moderadamente negativos; mientras que el efecto precio fue levemente negativo durante el periodo 1990-1998, durante el período 2002-2007, los precios de exportación lo hicieron a un impresionante ritmo del 10.9% promedio anual[16].
Situación similar sucede tanto en los rubros primarios, como MOA y MOI, destacándose el dinamismo de las exportaciones de combustibles de la primera parte de la década de 1990, a pesar de la caída neta de los precios de exportación, mientras que durante el periodo 2002-2017 se produce una caída en cantidades exportadas junto a una impresionante mejora en los precios internacionales de los combustibles; como consecuencia de la desacertada política energética.
Por último, para extraer la tendencia del dinamismo de las exportaciones, resulta relevante comparar entre los máximos cíclicos de los últimos regímenes macroeconómicos.
La comparación para el volumen físico de las exportaciones entre los años 1987-1998 con el período 1998-2011 arroja resultados notables. El valor de las exportaciones creció entre máximos cíclicos 1987-1998, una tasa equivalente anual del 13.8%, más por cantidades 12.7% que por precios que crecieron solo el 1%, a pesar de la apreciación de la moneda doméstica y sin empuje de efectos de términos de intercambio. Lo mejor del periodo de auge de commodities comparado (1998-2011), el valor de las exportaciones creció a una tasa equivalente anual del 9.2%, más por efecto precio: 6.3% que por cantidades que crecieron sólo el 2.7% aun con vientos de cola: términos de intercambio favorable en décadas y un tipo de cambio real superior al vigente del periodo de la Convertibilidad.
En síntesis, mientras que durante la década de 1990 el volumen de exportaciones cuadruplicó su crecimiento respecto de la performance el modelo más proteccionista durante el boom de commodities. Asimismo, este menor dinamismo se reproduce en todos los grandes rubros de exportación. En efecto, productos primarios crecieron a un ritmo del 9.9% anual durante el periodo 1987-1998 y 2.3% anual durante el periodo 1998-2011, MOA: 8.7% y 3.9% para los mismos periodos, así como también las MOI. 13.4% y 5.5% respectivamente.
Cuadro 4: Exportaciones
-Tasas de variación promedio anual-
Período |
PBI |
Tran- sables |
Exportaciones |
||||||||||||||||
Nivel
General |
Productos
primarios |
Manufacturas de origen
agropecuario (MOA) |
Manufacturas de
origen industrial (MOI) |
Combustibles
y energía |
|||||||||||||||
Q |
Q |
Valor |
P |
Q |
Valor |
P |
Q |
Valor |
P |
Q |
Valor |
P |
Q |
Valor |
P |
Q |
|
||
1987 |
2017 |
2.3% |
1.5% |
7,7% |
2,3% |
5,2% |
7,4% |
2,4% |
4,9% |
7,1% |
2,2% |
4,8% |
8,3% |
2,3% |
5,9% |
11,4% |
3,7% |
7,0% |
|
1987 |
1998 |
3% |
2.5% |
13,8% |
1,0% |
12,7% |
12,9% |
2,6% |
9,9% |
10,8% |
2,0% |
8,7% |
15,9% |
2,2% |
13,4% |
34,2% |
-3,1% |
37,3% |
|
1990 |
1998 |
5,5% |
4,8% |
10,0% |
-0,4% |
10,4% |
9,6% |
0,0% |
9,5% |
7,7% |
1,6% |
6,1% |
12,5% |
0,6% |
11,8% |
12,0% |
-5,6% |
19,0% |
|
1998 |
2002 |
-4,5% |
-5,2% |
-0,8% |
-2,2% |
1,5% |
-5,5% |
-4,6% |
-0,5% |
-1,8% |
-5,5% |
3,6% |
-3,1% |
-3,0% |
-0,1% |
17,4% |
14,4% |
2,7% |
|
1998 |
2011 |
2,5% |
1,8% |
9,2% |
6,3% |
2,7% |
8,8% |
6,3% |
2,3% |
9,3% |
5,0% |
3,9% |
9,7% |
4,0% |
5,5% |
8,0% |
16,8% |
-7,5% |
|
2002 |
2007 |
8,2% |
8,4% |
16,9% |
10,9% |
5,4% |
18,8% |
11,3% |
6,7% |
18,7% |
8,2% |
9,6% |
17,9% |
8,0% |
9,1% |
8,4% |
23,8% |
-12,3% |
|
2007 |
2011 |
3,4% |
1,9% |
10,3% |
9,7% |
0,7% |
12,3% |
12,0% |
-0,1% |
9,5% |
12,5% |
-2,4% |
13,5% |
6,3% |
6,8% |
-1,0% |
10,9% |
-10,8% |
|
2011 |
2017 |
0,4% |
-0,8% |
-5,7% |
-3,5% |
-2,2% |
-4,7% |
-6,1% |
1,5% |
-3,4% |
-3,1% |
-0,3% |
-7,0% |
-1,2% |
-5,9% |
-15,6% |
-9,1% |
-7,2% |
|
Fuente: Elaboración propia en base a Precios y Cantidades de Comercio Exterior INDEC y Centro Estudios de la Productividad- ARKLEMS+LAND.
5. Perfil del crecimiento de las importaciones
La sostenibilidad externa se logra obteniendo las divisas necesarias mediante las exportaciones a los fines de solventar las importaciones necesarias para sostener el crecimiento y el bienestar de los hogares. Por lo tanto, el desempeño de las importaciones resulta clave a los fines de evaluar no solo el equilibrio de las cuentas externas sino también la sostenibilidad del crecimiento.
El valor de las importaciones, de acuerdo al cuadro 2, también se desaceleró fuertemente a partir del fin del auge de commodities: de crecer a tasas de dos dígitos: 37,8% promedio anual para el período 2002-2007, pasaron a crecer un 13,4% anual para el período 2007-2011. En tanto que durante el periodo 2011-2017, se redujeron un -1.7% anual. Similares tendencias presentaron las diversas categorías por usos económicos.
El valor de las importaciones creció un 29% durante el período 1990-1998, mientras que durante el auge de precios de productos básicos (2002-2007) lo hizo a mayores tasas: 37.8%. Asimismo, las importaciones en términos de volumen, crecieron a tasas promedio similares, próximas al 30% anual.
El volumen físico de las importaciones durante la fase positiva de la década de 1990 presentó similar dinamismo que durante la fase positiva reciente. Estas crecieron un 31.1% anual durante el período 1990-1998, mientras que durante el período 2002-2007 crecieron un 29.8% anual.
Si se observa la evolución entre máximos cíclicos, el valor de las importaciones creció a un importante ritmo del 16.6% anual durante el periodo 1987-1998. Sin embargo, el dinamismo fue mucho menor que el que presentaba la economía argentina durante la década de 1990. En efecto, el valor de las importaciones creció un 6.8% entre máximos cíclicos 1998-2011 casi la mitad que durante la década de 1990.
El ciclo de los precios de importación fue similar al de los valores. Los precios de importación crecieron a un ritmo del 6,1% anual durante el periodo 2002-2007, 2,9% durante el periodo 2007-2011 y cayeron un -2,5% anual promedio entre los años 2011 y 2017. La tendencia en precios resulta similar para cada categoría, excepto en el caso de los bienes de capital que presentan una tendencia negativa en todos los periodos, excepto un alza moderada durante el periodo reciente.
El dinamismo del volumen físico del total de las importaciones resulta similar al de los valores como consecuencia de la fluctuación acotada en los precios. Las importaciones en cantidades crecieron un 29,8% durante 2002-2007, se desaceleraron a un 10,3% promedio anual para el período 2007-2011 para luego presentar una importante ralentización durante el periodo 2011-2017, creciendo solo un 0,9% anual.
El dinamismo entre máximos cíclicos para el volumen físico de las importaciones arroja resultados similares. El volumen de las importaciones creció a un ritmo del 15.9% anual para el periodo 1987-1998, mientras que durante el periodo 1998-2011 lo hizo a un ritmo del 4.3%.
Las importaciones de bienes de capital en volumen crecieron a un ritmo del 21% anual durante el periodo 1987-1998 y 4.3% anual durante el periodo 1998-2011, insumos intermedios 12% y 2% para los mismos periodos; combustibles y lubricantes: 11.1% y 2.9%, piezas y accesorios de bienes de capital 13.8% y 7.8%, bienes de consumo: 25.8% y 3.4% y por último, vehículos automotores 48.4% para el periodo 1987-1998 y 6.6% 1998-2011.
Por lo tanto, al contrario del caso de las exportaciones, gran parte de la mejora en valor de las importaciones se debió a un mayor dinamismo de las cantidades, como consecuencia del moderado efecto precio.
A modo de conclusión resulta evidente que la economía argentina presenta un claro problema de equilibrio externo o ciclo de stop and go durante las fases de crecimiento. Durante el ciclo de mediano plazo 1987-1998, el volumen de importaciones resultó sumamente procíclicas: mientras que el PBI creció un 2.8%, las cantidades de importación crecieron a un ritmo del 15.9% promedio anual, en tanto que el volumen de exportaciones lo hizo al 12.7% anual. El mismo patrón, aunque a tasas mucho más bajas se repite durante el ciclo de largo plazo reciente 1998-2011: el volumen de importaciones resulta sumamente procíclicas creciendo a mayor ritmo (4.3% anual) que el PBI (2.5% anual) y a casi el doble que el volumen de exportaciones (2.7% anual). La performance del volumen de exportaciones resulta clave para identificar la sostenibilidad externa de la economía, cuestión a tratar en la próxima sección.
Cuadro 5: Importaciones
-Tasas de variación promedio anual-
Fuente: Elaboración propia en base a Precios y Cantidades de Comercio Exterior INDEC y Centro Estudios de la Productividad- ARKLEMS+LAND.
6. Cuántas exportaciones necesita Argentina para crecer como Australia sin crisis de balanza de pagos
Las cifras de la evolución del comercio exterior argentino analizadas en la anterior sección demuestran que el crecimiento de la economía argentina se encuentra restringido por su balanza de pagos. En efecto, cada vez que el país crece, el volumen de las importaciones crece más que proporcionalmente, mientras que el dinamismo del volumen físico de las exportaciones resulta menor originando los típicos ciclos de “stop and go” señalados por la literatura económica argentina.
Los típicos ciclos de stop and go han sido analizados tanto por los trabajos que enfatizan el efecto contractivo de las devaluaciones señalados en Heymann y Nakab (2017): Braun y Joy, 1968; Brodersohn, 1974; Canitrot, 1975; Díaz Alejandro, 1963; Diamand, 1972; Mallon y Sourrouille, 1975; Porto, 1975; Sidrauski, 1968; Krugman y Taylor, 1978; Lizondo y Montiel (1988) y más recientemente Fiszbein (2015); Keifman (2009); Nicolini (2011). También deben citarse como parte de esta literatura los trabajos que enfatizan el crecimiento restringido por el balance pagos: por ejemplo, Chenery y Bruno (1962), Bacha (1983), Crovetto y Diamand (1988) y Thirlwall (1979) (2011).
Por lo general, esta literatura destaca las condiciones de oferta de productos transables como el origen de la restricción externa que enfrentan las economías en vías de desarrollo sobre todo aquellas que exportan productos básicos, generando un trade off entre competitividad e ingresos reales. No obstante, la reciente experiencia argentina donde las ganancias de productividad gracias a la innovación permitieron un crecimiento importante la oferta agropecuaria de las dos últimas décadas demuestran que este cuello de botella externo es factible eliminarlo, aunque haya sido insuficiente para cubrir las necesidades de divisas de la economía argentina[17].
Asimismo, resulta muy común tanto en el debate público, como en la agenda de las políticas públicas vincular las posibilidades de lograr un crecimiento sostenible mediante el dinamismo de las exportaciones. No obstante, la literatura se centra en los efectos del comercio sobre el crecimiento, más que en efectos específicos de las exportaciones.
Los posibles efectos de una apertura comercial sobre el crecimiento económico cuya evaluación empírica van desde el escepticismo Rodríguez and Rodrik (2000) a la evaluación más optimista de Douglas A. Irwin (2019) resulta relevante para analizar el crecimiento restringido por balanza de pagos para Argentina. En efecto, tanto Cavallo, Mundlak y Domenech (1989) como más contemporáneamente Bambrilla, Galiani y Porto (2010) demuestran que el proteccionismo redistributivo y la sustitución de importaciones generaron un sesgo anti-agropecuario y antiexportador que impidió el crecimiento de la productividad agrícola y de la industria manufacturera. Sin embargo, si el sesgo antiexportador del proteccionismo y sustitución de importaciones estarían explicando el declive argentino y sus abruptos stop and go, la evolución desde la sustitución de importaciones a políticas centradas en la promoción de exportaciones estaría explicando análogamente el éxito australiano y sus ciclos de stop and go más atemperados, como citaba Dieguez (1969) e implícitamente Llach (1984) y Gerchunoff y Fajgelbaum (2016).
Otro conjunto de literatura reciente ha señalado los efectos microeconómicos de eficiencia dinámica del “learning by exporting” sobre la productividad de las firmas que exportan, como demuestra empíricamente Loecker (2013) así como también el upgrading productivo de calidad que genera la inserción exportadora como en Hallak, Artopoulos and Friel (2013) y por supuesto adopción tecnológica e inversión de las mismas, podría generar una externalidad positiva de la exportación sobre el crecimiento de un país.
Tal como describe la literatura de comparación citada anteriormente, Australia, a diferencia de Argentina, ha logrado realizar la transición de la sustitución de importaciones a la promoción de exportaciones demostrando una capacidad de inserción en el comercio internacional notablemente flexible, que partiendo de la exportación de commodities, se ha adaptado a los cambios en la geopolítica y en la economía mundial tomando ventajas del impacto y adaptación a la irrupción de china y el resto de Asia en el mercado global.
Si Argentina se plantea una estrategia de desarrollo resulta necesario establecer objetivos cuantitativos de la inversión, ahorro y exportaciones necesarios para impulsar y sostener el crecimiento futuro. Este trabajo pretende cuantificar el esfuerzo que debería realizar Argentina para sostener su crecimiento económico sin crisis de balanza de pagos teniendo como benchmarking Australia. Para ello se plantea un modelo analítico para analizar las magnitudes necesarias de las variables fundamentales que determinan el crecimiento de una economía con equilibrio externo, para luego simular y calibrar sus efectos.
Analíticamente el crecimiento consistente con el equilibrio externo se puede plantear siguiendo a Thirlwall (1979, 2011):
𝑃𝑑𝑋 = 𝑃𝑓𝐸𝑀 (𝐴1)
Donde
𝑃𝑑 es el precio doméstico de las exportaciones
𝑋 las exportaciones
𝑃𝑓 el precio internacional de las importaciones
𝐸 el tipo de cambio
𝑀 las importaciones
La función de demanda de las exportaciones se especifica de la siguiente manera:
(𝐴2)
Donde 𝜂 es la elasticidad precio de la demanda de exportaciones
𝑍 es el ingreso mundial
𝜀 es la elasticidad ingreso de la demanda de las exportaciones
De manera análoga, la función de demanda de las importaciones se define:
(A3)
Donde 𝜓 es la elasticidad precio de la demanda de importaciones
𝜋 la elasticidad ingreso de las importaciones.
Tomando logaritmos y derivando respecto al tiempo en (A1)-A(3), podemos arribar a una expresión de la tasa de crecimiento del producto bruto interno consistente con el balance externo:
(𝐴4)
Donde el acento circunflejo denota tasas de crecimiento.
De la ecuación (A4) se pueden extraer las siguientes conclusiones:
· El crecimiento de un país depende del crecimiento de la economía mundial (𝑍̂)
· y esta relación está mediada por la elasticidad ingreso de las exportaciones (𝜀).
· Una mejora del tipo de cambio real (𝑃̂𝑑 − 𝑃̂𝑓 − 𝐸̂ > 0) elevará la tasa de crecimiento económico consistente con el equilibrio de balance de pagos, siempre que la suma de la elasticidad precio de las demandas de exportaciones e importaciones sean menores a -1 (𝜓 + 𝜂 < −1).
· El crecimiento consistente con el equilibrio de balance externo está inversamente relacionado con la elasticidad ingreso de las importaciones (𝜋).
Si el tipo de cambio real se mantiene constante (𝑃̂𝑑 − ̂𝑃𝑓 − 𝐸̂ = 0), la ecuación (A4) se reduce a:
(𝐴5)
(𝐴6)
La ecuación A5 ha sido llamada “versión fuerte de la Ley de Thirlwall” y la ecuación A6 la versión débil porque si el parámetro ε no fue estimado en función de la ecuación A4, el crecimiento de las exportaciones debe incluir el efecto de las variaciones de los precios relativos, así como los del crecimiento del PBI mundial.
La literatura empírica basada en estimaciones de series de tiempo agregadas ha estimado por lo general un valor reducido de las elasticidades precio de exportaciones en países desarrollados como en Kenen y Rodrik (1986), Hooper et al. (2000), Bahmani- Oskooee y Ratha (2008) para países desarrollados. Otro conjunto de literatura resumida en Ratha (2008) trata implícitamente estas elasticidades de impacto del tipo de cambio real sobre la balanza comercial en términos de la conocida curva J, no encontrando ningún patrón significativo para efectos de corto plazo y específicos a cada país. Breuer and Clements (2003) encuentran efectos significativos para Estados Unidos por un subconjunto específico de bienes para el comercio bilateral con Japón. Demian y Mauro (2017) mediante bases de microdatos a nivel firma, han estimado importantes heterogeneidades en los valores de las elasticidades precio de las exportaciones para países de la Unión Europea, encontrando una relación inversa para firmas de mayor productividad. Sin embargo, estos resultados empíricos corresponden a un grupo de países bajo efectos de una moneda única, el euro en un contexto de baja inflación, muy lejano al caso argentino.
Diversos estudios para América Latina confirman una elevada elasticidad ingreso de las importaciones, mayor que la elasticidad exportaciones y bajas elasticidades precio tales como Reinhart (1995) y Albornoz (2016) así como estudios específicos por país de la región tales como: Villar Gómez (1992) para Colombia; Loza Tellería (2000) para Bolivia; Paiva (2003) para Brasil; Aravena (2005) para Chile; Mordecki y Piaggio (2008) para Uruguay; Escalona y Escamilla (2014) para México.
Para el caso de la Argentina, Díaz Alejandro (1970) para el periodo de mediados de la década de 1940 a mediados de 1965 estimó una elevada elasticidad ingreso de las importaciones y no significatividad de su elasticidad precio, resultado que con algunas diferencias fue ratificándose en estudios posteriores para periodos más recientes tales como Machinea y Rotemberg (1977), Heymann y Ramos (2003) y Berrettoni y Castresana (2009).
Evidencia econométrica reciente para el caso argentino en Zack y Dalle (2014) para series de tiempo verifica que las elasticidades precio de las importaciones y de las exportaciones resultan muy bajas tanto a largo como a corto plazo. Más aun la suma del valor absoluto de ambas resulta menor a la unidad por lo cual no cumplen con la condición Marshall-Lerner[18]: para que una devaluación sea efectiva para mejorar el saldo comercial, el efecto positivo de una devaluación sobre el volumen de exportación sea compensado solo parcialmente por el mayor costo de las importaciones en moneda local[19]19. Estimaciones econométricas basadas en el comercio bilateral de Zachs y Sotelsek (2016) también confirman en general estos resultados.
Ello corroboraría la importancia de los efectos absorción sobre el ajuste de cuenta corriente en la economía argentina encontrados por ejemplo por Díaz Alejandro (1970) y por lo tanto la aplicación del enfoque fuerte de Thirlwall resultaría válida, tal como se adapta a continuación para el caso argentino. No obstante, futuros estudios en base a microdatos de firmas, ajustados por la relevante incidencia de la economía informal argentina, permitirían refutar o robustecer las conclusiones extraídas de estudios de serie de tiempo.
Las elasticidades ingreso de la demanda de importación p fueron obtenidas tomando en cuenta la base ARKLEMS-Patrones de Largo Plazo. La misma incluye una serie de volumen físico del PBI y comercio exterior encadenada mediante índices Tornquist que usualmente se recomienda para el análisis de productividad en series de largo plazo[20].
Los benchmarkings incluyen las elasticidades de importación efectivas para el periodo de los últimos 40 años 1987-2017, el máximo cíclico de la década de 1990: 1987-1998 y el máximo cíclico del régimen macroeconómico posterior: 1998-2011. De acuerdo al cuadro 5, la elasticidad de importaciones más alta corresponde al periodo de mayor apertura económica con la tasa de crecimiento más elevada de su PBI per cápita, seguida por el régimen macroeconómico posterior y luego para el total del periodo 1987- 2017 con su magro crecimiento del PBI per cápita.
La elasticidad ingreso de las importaciones surge de calcular la elasticidad promedio de la serie ARKLEMS de largo plazo que resulta de 1.5 para el periodo 1950-2017. Valores alternativos estimados econométricamente por Zacks y Dalle (2014) para para el periodo 1996-2013, resultan iguales a nuestra estimación para el último ciclo de crecimiento 1998-2011: 1.8. Los valores centrales de cada parámetro son:
Cuadro 6: Valores Centrales de los Parámetros
-Tasas de Variación Anual (%)-
|
Argentina |
Australia |
n |
1,5 |
1,5 |
G |
2,5 |
3,5 |
g |
1 |
2 |
|
1.5 |
|
Fuente: Elaboración propia en base a base Centro de Estudios de la Productividad- ARKLEMS+LAND Patrones de Largo Plazo.
De esta manera se parametriza los valores efectivos del crecimiento de la población, la tasa de crecimiento del PBI agregado y el crecimiento del PBI o ingreso per cápita. La segunda columna indica que, si Argentina se plantea crecer como Australia a largo plazo, debe duplicar el crecimiento de su PBI per cápita de largo plazo casi duplicando el dinamismo de la producción agregada. El valor central del crecimiento del PBI per cápita surge de la estimación de la serie ARKLEMS+LAND 1912-2017.
La calibración incluye sendos escenarios según el siguiente cuadro:
Cuadro 7: Crecimiento de las Exportaciones Necesarias para Crecer con equilibrio externo para distintos valores de los parámetros g y .
Tasa de Crecimiento de las Exportaciones Necesarias para crecer X* (% promedio anual) Elasticidad de Importaciones
|
||||||||||||
|
1 |
1,5 |
1,81 |
2 |
2,5 |
3 |
3,5 |
4 |
4,5 |
5 |
5,68 |
|
Tasa de Crecimiento del PBI G (% promedio anual) |
1 |
1,0 |
1,5 |
1,8 |
2,0 |
2,5 |
3,0 |
3,5 |
4,0 |
4,5 |
5,0 |
5,7 |
1,5 |
1,5 |
2,3 |
2,7 |
3,0 |
3,8 |
4,5 |
5,3 |
6,0 |
6,8 |
7,5 |
8,5 |
|
2 |
2,0 |
3,0 |
3,6 |
4,0 |
5,0 |
6,0 |
7,0 |
8,0 |
9,0 |
10,0 |
11,4 |
|
2,2 |
2,2 |
3,3 |
4,0 |
4,4 |
5,5 |
6,6 |
7,7 |
8,8 |
9,9 |
11,0 |
12,5 |
|
2,4 |
2,4 |
3,6 |
4,3 |
4,8 |
6,0 |
7,2 |
8,4 |
9,6 |
10,8 |
12,0 |
13,6 |
|
2,5 |
2,5 |
3,8 |
4,5 |
5,0 |
6,3 |
7,5 |
8,8 |
10,0 |
11,3 |
12,5 |
14,2 |
|
2,8 |
2,8 |
4,2 |
5,1 |
5,6 |
7,0 |
8,4 |
9,8 |
11,2 |
12,6 |
14,0 |
15,9 |
|
3 |
3,0 |
4,5 |
5,4 |
6,0 |
7,5 |
9,0 |
10,5 |
12,0 |
13,5 |
15,0 |
17,0 |
|
3,5 |
3,5 |
5,3 |
6,3 |
7,0 |
8,8 |
10,5 |
12,3 |
14,0 |
15,8 |
17,5 |
19,9 |
|
4 |
4,0 |
6,0 |
7,2 |
8,0 |
10,0 |
12,0 |
14,0 |
16,0 |
18,0 |
20,0 |
22,7 |
|
4,5 |
4,5 |
6,8 |
8,1 |
9,0 |
11,3 |
13,5 |
15,8 |
18,0 |
20,3 |
22,5 |
25,6 |
|
4,8 |
4,8 |
7,2 |
8,6 |
9,5 |
11,9 |
14,3 |
16,7 |
19,1 |
21,5 |
23,8 |
27,1 |
|
5 |
5,0 |
7,5 |
9,1 |
10,0 |
12,5 |
15,0 |
17,5 |
20,0 |
22,5 |
25,0 |
28,4 |
Fuente: Elaboración propia en base a Centro de Estudios de la Productividad-ARKLEMS+LAND Patrones de Largo Plazo.
El cuadro permite comparar las tasas de crecimiento del volumen de exportaciones necesarias para crecer con equilibrio externo * con las efectivas realizadas en cada periodo tomando las elasticidades de importación efectivas . Asimismo, se plantean diversos escenarios:
Australia 1: Argentina crece como Australia con equilibrio externo tomando en cuenta el patrón de demanda de importaciones reciente 1998-2011.
Australia 2: Argentina converge al nivel del PBI per cápita de Australia en una generación, lo cual implica crecer a tasas coreanas durante 30 años con el mismo patrón de importaciones reciente.
Australia 3: Ídem Australia 1 con patrón de importaciones del periodo 1987-2017. Australia 4: Ídem Australia 2 pero con patrón de importaciones del periodo 1987-2017. Australia 5: Ídem Australia 1 pero con patrón de importaciones del periodo 1987-1998. Australia 6: Ídem Australia 2 pero con patrón de importaciones del periodo 1987-1998.
Cuadro 8: Benchmarkings
|
|
|
* |
Brecha Exportación necesaria |
G |
g |
|
|
Tasa anual de crecimiento % |
||||
1987-2017 |
3,50 |
5.2 |
8,1 |
-35,4% |
2,3 |
1.1 |
1987-1998 |
5,68 |
12.7 |
17,0 |
-25,5% |
3 |
1,8 |
1998-2011 |
1,79 |
2.7 |
4,5 |
-39,7% |
2,5 |
1.4 |
Escenarios |
|
|
|
Múltiplos respecto 1998-2011 |
|
|
Australia 1 |
1,81 |
|
6,3 |
2,3 |
3,5 |
2 |
Australia 2 |
1,81 |
8,7 |
3,2 |
4,8 |
3,3 |
|
Australia 3 |
3,5 |
12,3 |
4,5 |
3,5 |
2,0 |
|
Australia 4 |
3,5 |
16,8 |
6,2 |
4,8 |
3,3 |
|
Australia 5 |
5.68 |
19,9 |
7,4 |
3,5 |
2,0 |
|
Australia 6 |
5.68 |
27,3 |
10,1 |
4,8 |
3,3 |
Fuente: Elaboración propia en base a Centro de Estudios de la Productividad-ARKLEMS+LAND Patrones de Largo Plazo.
En primer lugar, se comprueba que el dinamismo de las exportaciones para los periodos analizados fue siempre inferior a las requeridas para sostener el equilibrio externo. En efecto, para el periodo 1987-2017 la tasa de crecimiento del volumen de exportaciones fue del 5.2% promedio anual mientras que la requerida para sostener el crecimiento con equilibrio de la balanza comercial fue del 8.1%; durante el periodo del régimen macroeconómico de reformas estructurales 12.7% de tasa efectiva versus la necesaria del 17% y el pasado de régimen vigente durante el auge de commodities del 2.7% frente al 4.5% anual de las necesarias.
En otros términos, Argentina siempre estuvo exportando por debajo del requerimiento de sostenibilidad externa de su crecimiento. La brecha entre las exportaciones potenciales necesarias y las efectivas para la tendencia del régimen macroeconómico de la década de 1990 fue del 25% mientras que fue mayor para la tendencia del periodo de auge de precio de las commodities: 40%. Esta brecha en su capacidad exportadora se vincula directamente con la escasa inversión y productividad en sectores transables. El hecho estilizado de un dinamismo de exportaciones por debajo de las exportaciones para sostener el equilibrio externo en crecimiento demuestra la importancia de los ciclos stop and go de la economía argentina, los continuos déficits de cuenta corriente y las dificultades estructurales que presenta Argentina para generar las divisas suficientes para solventar las importaciones necesarias para sostener un crecimiento continuado y el equilibrio externo.
A continuación, se analizan los resultados de los ejercicios de calibración en base a diversos escenarios planteados para que Argentina alcance la performance económica de Australia en términos de crecimiento con equilibrio externo.
En el escenario Australia 1, Argentina lograría crecer al 2% per cápita promedio anual, similar al desempeño histórico de Australia, con un dinamismo del volumen de exportaciones del 6.3% anual que asegure las divisas necesarias para lograr el equilibrio externo. Ello implica duplicar el dinamismo de las exportaciones del último ciclo de crecimiento 1998-2011.
Sin embargo, el benchmarking anterior permite crecer como Australia, pero no alcanzar su nivel de ingreso per cápita, dado que el punto de partida es sensiblemente inferior dado que somos solo un 28% del ingreso per cápita de Australia. El escenario Australia 2 permite plantear a qué tasa tendría que crecer Argentina para recuperar el terreno perdido y alcanzar el nivel de ingresos de Australia en tres décadas, sosteniendo el equilibrio externo. El PBI per cápita tendría que crecer un 3.3% anual en 30 años, sin suponer ningún impacto demográfico que altere el crecimiento de la población, ello significa un 4.8% de crecimiento del PBI agregado, casi igual al crecimiento sostenido de Corea y otros países NIC´s de las últimas décadas. Pero el dinamismo de las exportaciones tiene que ser aún mayor que en el escenario base de status quo. En efecto, el volumen físico de exportaciones tendría que crecer a una tasa equivalente anual del 8.6%, el triple de la dinámica de exportaciones del último ciclo de crecimiento.
No obstante, la sostenibilidad externa puede volverse un cuello de botella aún más estrecho si las necesidades de importación crecen con el desarrollo del país, por lo cual la elasticidad de importaciones a PBI podría ser sustancialmente mayor.
Los escenarios Australia 3 y 4 plantean el mismo ejercicio, pero con una elasticidad ingreso de importaciones similar al total del periodo 1987-2017. En este caso, con el país creciendo como Australia, el crecimiento necesario del volumen de exportaciones resultaría del 12.3% anual para un crecimiento similar a Australia y del 16.7% para un crecimiento convergente a tasas coreanas en 30 años con el nivel del PIB per cápita de Australia. Ello implica que Argentina necesitaría cuadruplicar y sextuplicar respectivamente el dinamismo efectivo del volumen de exportaciones del último ciclo de crecimiento. Este escenario pondría una mayor exigencia aún al esfuerzo de exportación para sostener el equilibrio externo, aunque no resultaría imposible si se toma en cuenta que efectivamente la economía argentina alcanzó durante la década de 1990 una performance exportadora no tan lejano del benchmarking planteado.
Los escenarios Australia 5 y 6 plantean una exigencia aun mayor para las exportaciones dado que supone alcanzar los objetivos, pero con un patrón de importaciones similar al ciclo de crecimiento 1987-1998, de mayor apertura importadora. En este caso, la performance exportadora en volúmenes debería septuplicar la dinámica del ciclo de auge de commodities para crecer como Australia y decuplicar en el caso de convergencia acelerada a tasas coreanas al nivel de vida de Australia.
La frustración de la sociedad argentina de lo que espera obtener de su economía y el bienestar que efectivamente genera es cada vez más amplia. Las continuas crisis de balance de pagos, alta inflación, bajo crecimiento económico e instituciones débiles han provocado un estancamiento secular de la economía argentina.
Dadas las frecuentes y profundas crisis de balanza de pagos que generan los conocidos ciclos de “stop and go”, las necesidades de divisas para lograr un crecimiento económico sostenible es un dilema central que Argentina hasta el presente no pudo resolver. La competitividad y el dinamismo de las exportaciones resultan clave para solventar las importaciones de insumos y bienes de capital necesarios para el crecimiento no solo de la industria y del sector agropecuario sino también del hasta ahora naciente y pujante sector de servicios basados en conocimiento. Argentina necesita divisas para poder crecer.
La comparación con Australia resulta emblemática por sus características comunes de países de asentamiento reciente país de “asentamiento reciente”, clima templado, relativa abundancia de tierra e inmigración europea, pero cuyo nivel de vida se encuentra hoy muy distante de lo que prometía ser cuando a comienzos del siglo XX compartía un nivel de ingreso per cápita similar.
A pesar del notable deseo de alcanzar el status de desarrollo de Australia a nivel de la opinión pública y del discurso político, no se aclara en el debate cuál debería ser el crecimiento requerido a futuro para igualar el nivel de vida de Australia.
Este trabajo cuantifica el crecimiento económico y las exportaciones necesarias para teniendo como objetivo alcanzar el nivel de vida de Australia sin crisis de balanza de pagos.
Para extraer la tendencia del crecimiento nivel de vida de los argentinos, se analizó la tendencia del PBI per cápita desde el Centenario de la Revolución de Mayo hasta el presente. El análisis de tendencia mediante máximos cíclicos demuestra que durante el en el último siglo, Australia creció a una tasa equivalente anual del 1.7%, más del doble de lo que creció la economía argentina (0.7%).
La decepción de la sociedad argentina respecto de las expectativas de progreso se cuantifica comparando con lo que la sociedad argentina hubiese esperado de los ciclos de crecimiento históricos, así como en comparación con la evolución de Australia.
La frustración de riqueza a nivel generacional resulta notable. Argentina dispone en el año 2020 casi del mismo volumen físico del PBI per cápita del año 1974 mientras que Australia no paró de crecer a una tasa equivalente anual del 1.9%. En efecto, entre los años 1974 y 2020, un australiano hubiese duplicado su ingreso en términos de volumen físico en algo más de tres décadas (una generación), mientras que un argentino, cuyo PBI per cápita creció solamente al 0.1% promedio anual, necesitaría …un milenio y un siglo, más de 38 generaciones para duplicar su nivel de vida. Desde mediados de la década de 1970 hasta el presente, el crecimiento del ingreso per cápita de un argentino siempre fue menor que la experiencia de sus padres y abuelos, de tal manera que hoy el PBI per cápita de Argentina apenas supera el 25% en relación con Australia habiendo compartido similar nivel de vida a comienzos del siglo XX.
El análisis del comercio exterior argentino durante los dos últimos regímenes macroeconómicos demuestra que la economía argentina presenta un claro problema de equilibrio externo o ciclo de stop and go durante las fases de crecimiento. El volumen de importaciones resulta sumamente procíclico durante los dos últimos ciclos de crecimiento, más marcado durante el periodo de apertura de la economía de la década de 1990 que durante el proteccionismo vigente durante el auge de commodities.
Asimismo, las exportaciones presentan una evolución sorprendente. El volumen de exportaciones cuadruplicó su crecimiento durante la década de 1990 respecto de la performance del modelo más proteccionista durante el boom de precio de commodities. El valor de las exportaciones creció a mayor ritmo durante la década de 1990 que durante el periodo de auge de commodities, más por cantidades que por el casi nulo efecto precio. Mientras que durante el último periodo de crecimiento reciente con vientos de cola: los términos de intercambio más favorables en décadas y un tipo de cambio real superior al vigente del periodo de la Convertibilidad, siendo el efecto precio el principal factor que explicó la mejora en el valor de las exportaciones.
La calibración del dinamismo del volumen de exportaciones necesario para crecer como Australia se realizó tomando en cuenta el análisis de la tendencia histórica de crecimiento: si Argentina se plantea crecer como Australia a largo plazo, debería duplicar el crecimiento de su PBI per cápita. Ello implica bajo la restricción de equilibrio del sector externo que las exportaciones deben crecer pari passu con las importaciones necesarias para sustentar dicho crecimiento.
Si se quiere crecer como Australia con equilibrio externo, con una elasticidad de importaciones promedio respecto de los dos últimos ciclos de crecimiento implicaría cuadruplicar el dinamismo del volumen de exportaciones del último periodo de crecimiento del auge de commodities. Ello no resulta imposible, si se toma en cuenta que una cifra similar a la requerida se alcanzó durante el ciclo de crecimiento de la década de 1990, aun sin aporte del efecto precio.
Los diversos escenarios de elasticidad de importaciones aún más exigentes, así como converger al nivel de vida de Australia en una generación, implican la necesidad de multiplicar aún más el dinamismo del volumen de exportaciones.
El cuello de botella de divisas calibrado refiere a las necesidades de importación, pero si a ello se agregaran el resto de los componentes de la cuenta corriente del balance de pagos: intereses de la deuda externa, giro de utilidades y dividendos de las empresas de inversión extranjera directa, las posibles amortizaciones por aumento del riesgo de refinanciamiento y default y el aumento del atesoramiento en dólares de los argentinos, la exigencia sobre la capacidad de exportación de la economía argentina es máxima.
Por supuesto, un sector público sustentable y una política monetaria con un Banco Central independiente de la política y sin dominancia fiscal que incentivara el ahorro argentino en moneda doméstica permitiría reducir notablemente el atesoramiento en dólares y con ello la exigencia sobre el sector transable. Pero persistiría el dilema de solventar las necesidades de divisas para las importaciones necesarias para crecer y la demanda de divisas del resto de los componentes de la cuenta corriente, aunque más atemperado por la consiguiente reducción del monto de intereses asociado a la baja del riesgo país que implicaría la consolidación fiscal.
Sin esperar que los vientos de cola de la soja o la magia de vaca muerta nos salve, una estrategia de desarrollo debe contemplar que el esfuerzo exportador deberá provenir necesariamente de las cantidades: productividad, inversión, conocimiento y capital humano son los factores productivos para ello y una estrategia de inserción internacional que contemple socios comerciales, aprovechando y adaptando su capacidad de exportación a las cambiantes oportunidades del comercio internacional.
Como decía Bartolomé Mitre en el prólogo a “La Australia Argentina” de Roberto J. Payró (1898): “…No basta ser dueño de un territorio rico, si el hombre no se identifica con él por la idea y lo fecunda por el trabajo…”
¿Podrá Argentina abandonar el cementerio de oportunidades perdidas que significa una incorrecta lectura y diagnóstico del escenario geopolítico y económico internacional, priorizando intereses de ampliar mercados para sus productos por sobre las pasiones?
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[1] Hasta la crisis de la pandemia, la sociedad aun no aceptaba implícitamente que debe acostumbrarse a vivir con un ingreso permanente como si el precio internacional de su principal producto exportable, la soja, a un precio presente de unos 300 dólares la tonelada cuando durante la década pasada el gasto público y las expectativas de ingreso estuvieron puestas como si la soja valiera 600 dólares la tonelada y creciera en forma permanente y con tendencia creciente. Luego de llegar a un pico de 550 dólares la tonelada en el año 2011, partiendo de 100 en el año 2002, el precio FOB de la soja tuvo una tendencia negativa a partir del año 2012 hasta ubicarse unos 300 dólares promedio hasta el año 2019. Al momento de escribirse este trabajo, la soja tuvo un importante incremento a mediados del año 2020 a partir del impacto de la pandemia del Coronavirus sobre las decisiones de la Reserva Federal de Estados Unidos: tasa de interés 0 y la posterior recuperación de la demanda de los países asiáticos
[2] Durante la campaña electoral del año 2013, la presidente Cristina Kirchner dijo que Argentina crecía a tasas chinas y estábamos mejor que Australia y Canadá. https://www.cfkargentina.com/una-comparacion-de-las-economias-de-argentina- canada-y-australia/.La presidencia de Macri presento su plan productivo ante la UIA, en setiembre de 2016, tomando como ejemplo el camino de Australia, enfocando en una apertura gradual y negociada de la industria con una transición que implica recursos fiscales destinados a subsidios y transferencias. https://www.lanacion.com.ar/1941858-plan-de- industrializacion-del-gobierno-en-que-se-parece-al-plan-de-australia
[3] Las diferencias en PBI per cápita en dólares corrientes son similares aun cuando se ajuste por paridad de poder adquisitivo
[4] Prebisch (1950), Singer (1949).
[5] Corden (1984), Sachs y Warner (1997), Matsuyama (1992), Ocampo (2005).
[6] Blomstroom and Kolko (2007)
[7] La serie de PBI ARKLEMS+LAND corresponde a un índice encadenado de tipo Tornquist de volumen físico que toma en cuenta el impacto de los cambios de composición sectorial por virtud de cambios de precios relativos de sus componentes, así como también se ajustan las diferencias de niveles por mejor captación censal para los años base contemporáneos a la fecha analizada, cuestiones relevantes dado la diversidad de años base que presentan las series históricas de las Cuentas Nacionales (1950, 1960, 1970, 1986, 1993 y 2004). Para esta metodología y análisis de resultados ver Coremberg, Heymann, Ramos y Goldzier (2007). Asimismo, la serie está ajustada por distorsión de la intervención del Instituto de Estadísticas y Censos durante los años 2007-2015, ver Coremberg (2014) y www. arklems.org. La serie del PBI oficial fue posteriormente corregida por la nueva gestión del INDEC durante el año 2016, presentando similares resultados que la serie ARKLEMS e incorporándose a la misma.
[8] El periodo 1900-1913, del gran auge persistente del periodo previo a la primera Guerra Mundial, corresponde a un importante y persistente periodo de recuperación posterior a la crisis de 1890. Las tasas de recuperación de este periodo son casi chinas y su magnitud acumulada es la máxima de todos los periodos de recuperación dado su longitud. El máximo cíclico del PBI correspondería al año 1913 y del PBI per cápita al año 1912. La falta de disponibilidad de cuentas nacionales para este periodo, deja bajo incertidumbre la posibilidad de estimaciones y empalmes consistentes más atrás del año 1913.
[9] El primer máximo cíclico de la serie PBI corresponde al año 1913, su comparación con el último año disponible 2020, brinda una variación promedio anual del 2.4%. Si se excluye el año 2020, en que el PIB tuvo una de las mayores caídas de su historia debido a la cuarentena por la pandemia del coronavirus, la tendencia arroja un promedio anual del 2.6%. Estimaciones alternativas por el filtro de Hodrick-Prescott sobre la serie ARKLEMS+LAND arrojan similar resultado.
[10] Si se excluye el año 2020, la tendencia del PIB per cápita resulta del 0.9%.
[11] Ver por ejemplo, Robert Barro y Xavier Sala i Martin (2004), Charles I. Jones y Dietrich Vollrath (2013)
[12] Growth acceleration en terminología de Rodrik, Hausmann and Pritchett (2002).
[14] Si bien parte debe reconocerse que parte de este efecto se debió a la desaceleración de la economía mundial, los efectos negativos fueron mucho más marcados en Argentina que en el resto de América Latina.
[15] (2013) (2014)
[16] Más aún, en un contexto de mayor dinamismo del volumen de las exportaciones, el tipo de cambio multilateral real base 2001 presentaba un nivel promedio del 121 para el período 1990- 1998, 122 para 1990-1994 y de 232 (2002-
2007).
[17] Para un análisis del sector agropecuario como posible sector generador de efectos de eficiencia dinámica sobre el resto de los sectores de la economía y una ampliación de magnitud relevante de su elasticidad de oferta, Bisang (2011), Coremberg, Costa y Ball (2012) (2015).
[18] Marshall (1920) Lerner (1944).
[19] Notar que aun suponiendo la relevancia del efecto Balassa, por el cual hay una tendencia de largo plazo hacia un menor tipo de cambio real o apreciación de la moneda doméstica como la encontrada en Argentina: Cavallo y Cottani (1986) y Coremberg (2002), el efecto de largo plazo del efecto Balassa seria irrelevante dadas las bajas magnitudes de las elasticidades precio de las corrientes comerciales
[20] Coremberg, Heymann, Ramos y Goldzier (2007). Los índices de volumen físico Tornquist respetan las propiedades enumeradas por Diewert (1976, 1995).