Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 49 | 2do. Semestre de 2018
Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 49 - 2do semestre de 2018
¿Y las mujeres dónde están?
Una otra mirada al sindicalismo rural en Uruguay
Lorena Rodríguez Lezica
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Resumen
Desde 2005 con el cambio de gobierno y la ampliación de derechos
para el sector rural uruguayo, han cobrado interés las investigacio-
nes sobre el sindicalismo rural. Hasta el momento, sin embargo, no
se han preguntado dónde están las mujeres. En este artículo se hace
explícita la adopción de una perspectiva feminista en la investiga-
ción, buscando incidir en la problematización de otras luchas dentro
del sindicalismo rural, en las que cobran protagonismo las olvida-
das de la tierra. La investigación se pregunta qué sucede cuando la
imagen de la organización sindical deja de estar corporizada en un
varón, cuando indagamos dónde esn las mujeres, y cuando nos
preguntamos por las acciones que despliegan en la lucha contra su
explotación. Se pregunta así por las limitantes que enfrentan en sus
experiencias de lucha, como trabajadoras rurales mujeres. Para res-
ponder a estas preguntas, se recurre al análisis de las acciones de in-
subordinación de mujeres que trabajan en la fase rural de la citricul-
tura uruguaya en el departamento de Paysandú. Al analizar su lucha
de mujeres- dentro de la lucha –como integrantes de organizaciones
1 Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Uruguay.
lorena.rodriguez.lezica@gmail.com
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sindicales y ampliando la mirada al movimiento sindical uruguayo,
se deja en evidencia que las problemáticas planteadas no se trata de
una cuestión de mujeres sino de una cuestión feminista.
Palabras Clave: sindicatos rurales - mujeres - lucha dentro de la lu-
cha - metodología feminista
Summary
So, where are the women? Another look at rural unionism
Since 2005, with the change of government administration and the
expansion of rights for the rural sector, many investigations have
focused on rural unions. So far, however, these have not wondered
where women are. In this article, I make explicit a feminist perspec-
tive in research. I look forward to have an impact on problematizing
other struggles within rural unionism, where the forgotten of the
earth become protagonists. This research interrogates what hap-
pens when the image of a union stops beings materialized in the fig-
ure of a male worker, when we focus on searching for where women
are and what actions they are taking in their struggle against exploi-
tation. In this way, this research investigates the constraints they
face as female workers in their experience of struggle. To answer
these questions, this research analyzes acts of insubordination expe-
rienced by women who work in the rural phase of the citrus sector in
Uruguay, in the locality of Paysandú. In the analysis of their struggle
as women, within another struggle as members of rural unions, and
widening the approach with a look at the broader trade union move-
ment, there is evidence that the problem brought into consideration
here is not a women’s issue, but a feminist issue.
Key words: rural unions - women - struggle within struggle - femi-
nist methodology
Las olvidadas de la tierra: colocando la mirada en su lucha
Desde 2005 a la actualidad, varias investigaciones se han preocu-
pado por la revitalizada organización sindical de los asalariados y asa-
lariadas rurales en Uruguay así como por identificar los límites en el
acceso y apropiación de los derechos consagrados desde entonces por
el estado uruguayo (Mascheroni, 2011; Juncal, 2012; Cardeillac et al.,
2015; Juncal, Carámbula y Piñeiro, 2015). Éstas coinciden en señalar
que el incremento de la tasa sindical de las organizaciones ya existentes
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y la aparición de nuevas organizaciones sindicales de trabajadores y
trabajadoras rurales puede explicarse a partir del reconocimiento y pro-
moción de sus derechos desde el estado uruguayo, y del apoyo brindado
por el movimiento sindical. Ello, luego de décadas de indiferencia hacia
quienes se han llegado a conocer como ‘los olvidados de la tierra’, tér-
mino que hiciera famoso en Uruguay Yamandú González Sierra (1994)
para dar a conocer la situación de los asalariados rurales. Lo que no
se han preguntado estas investigaciones es ¿dónde están las mujeres?,
¿qué lectura se ha hecho de su lucha contra la explotación capitalista en
el campo uruguayo?, y ¿qué situaciones enfrentan, por ser mujeres, en
las organizaciones de las que forman parte?. El título elegido para este
artículo se inspira en la valiosísima contribución de María Julia Alcoba
Rossano, histórica sindicalista uruguaya quien desde la pregunta “Las
mujeres ¿dónde estaban?” nos comparte una recopilación de memorias
que interpelan el sesgo androcéntrico de la historia escrita desde y so-
bre el movimiento sindical uruguayo y la construcción de una central
única de trabajadores medio siglo atrás.
En este artículo se analizan acciones de insubordinación de dos
grupos de mujeres que trabajan como asalariadas rurales en el sector
citrícola uruguayo en el departamento de Paysandú, en el litoral oeste
del país, en el contexto de la ampliación de derechos para el conjunto de
los trabajadores y trabajadoras asalariadas rurales. Se busca a partir de
estos casos interpelar el olvido de las mujeres que trabajan por un sala-
rio en el medio rural Uruguay, y la invisibilidad que ha tenido su lucha
en un contexto de explotación capitalista y cultura patriarcal.
Haciendo explícita una perspectiva feminista
El problema de investigación surge de una necesidad manifiesta
por mujeres trabajadoras zafrales de la fase rural de la citricultura en
Uruguay, organizadas a nivel sindical en el departamento de Paysan-
dú. La investigación responde así a un interés académico y político
feminista, con la intención de contribuir a la construcción de conoci-
miento sobre la lucha de las organizaciones sindicales, e incidir en la
problematización de otras luchas en las que cobren protagonismo las
olvidadas de la tierra. Se trata de una investigación políticamente si-
tuada, explicitando de este modo un distanciamiento del positivismo,
epistemología o teoría del conocimiento que a grandes rasgos postula
que un trabajo de investigación para la producción de conocimiento
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científico debe permanecer libre de valores, de prejuicios, manteniendo
cierta distancia de la sociedad, debiendo realizarse de manera objetiva,
racional y neutral, y jamás estar sujeto a puntos de vista emocionales,
subjetivos ni tampoco políticos. Se parte de un acuerdo con las críticas
al androcentrismo, la ceguera de género y el universalismo (masculino)
en la investigación social, y la forma en que el conocimiento científico
supuestamente objetivo y apolítico ha contribuido a mantener la sub-
ordinación de las mujeres, críticas provenientes de las epistemoloas
y metodologías feminista (DeVault, 1999; Harding, 2002; De Barbieri,
2002; Bartra, 2010). Desde la perspectiva adoptada, se busca producir
conocimiento que de cuenta de las opresiones sobre las mujeres, orien-
tada a superar la desigualdad y la subordinación, vinculando así ciencia
y política:
“[] la investigación debe tener tanto un objetivo político como
uno puramente de generación de conocimiento [] La ciencia
no debería mantenerse por fuera de la sociedad pero debería
reconocer que está inextricablemente vinculada al orden social,
y debería luchar para mejorar ese orden social” (Green y Thoro-
good, 2009: 18).
Para la investigación se ensayó un metodología de investigación
feminista, tomando como referencia algunas premisas compartidas por
las autoras antes referenciadas. Ejemplo de éstas son los criterios para
una práctica de investigación distinta que sistematiza Marjorie DeVault
(1999), es decir, para el esbozo de una metodología feminista. Un pri-
mer criterio es llevar a cabo un trabajo de excavación, y en lugar de cen-
trarse en las preocupaciones de los hombres, develar las perspectivas de
las mujeres, visibilizando aquello que ha sido ignorado, censurado y/o
suprimido (DeVault, 1999). Es así que la pregunta sobre ¿dónde están
las mujeres? ha caracterizado a las investigaciones feministas (Bartra,
2010), para develar de esa manera aquello que hasta entonces habría
permanecido oculto. La autora comparte el objetivo de corregir el an-
drocentrismo en las Ciencias Sociales, y al igual que Joan Scott (1996)
rechaza la estrategia de sumar o añadir a las mujeres, debido a que mu-
chos de los problemas considerados importantes desde una perspectiva
masculina pueden no serlo para las mujeres, y muchos fenómenos ex-
perimentados por las mujeres requieren de explicación. Scott propone
superar dos estrategias que han adoptado las feministas en el campo de
la historiograa: la tendencia a compensar, la estrategia de describir
y la estrategia aditiva que añade clase, etnicidad, raza, entre otras, al
género. Propone el género como categoría de análisis para el estudio de
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la sociedad en su conjunto, y una visión integral que posibilite la lectura
de la manera en que jerarquías de género son producidas por relaciones
de poder que permean a todas las esferas sociales (tanto privadas como
públicas).
Otro de los criterios planteados por DeVault y contemplado en este
trabajo, es llevar a cabo una investigación útil para las mujeres, orienta-
da a la acción y al cambio social que las beneficie. Para Sandra Harding
(2002), si la investigación parte de lo que aparece como problemático
desde la perspectiva de las experiencias de las mujeres, ello resulta en
que la investigación tiende a diseñarse a favor de las mujeres (Harding,
2002). Este criterio constituye un criterio amplio que podría cumplirse
al insertar nuevos temas en una disciplina, promover la generación de
conciencia (también traducida como concienciación) entre las y/o los
participantes de una investigación, producir información que sustente la
acción política de un grupo de mujeres o que influya en la elaboración de
políticas públicas, entre otras posibilidades (DeVault, 1999).
En cuanto a este último criterio, se han colocado bajo la lupa rela-
ciones de poder que pudieran estar generando desigualdades al interior
de los sindicatos, buscando develarlas en el transcurso de la investiga-
ción y junto a las mujeres con las que se trabajó. Se ha buscado además
hacer un llamado de atención sobre las olvidadas de la tierra dentro del
campo de la sociología rural, y los estudios sobre organizaciones sindi-
cales rurales. Asimismo, se ha elegido trabajar con mujeres que desde
el primer contacto compartieron su interés en abordar problemas que
para ellas resultaban de importancia, iniciando en 2012 un proceso de
acompañamiento que continúa hasta la actualidad producto de un com-
promiso militante y académico con las olvidadas de la tierra y su lucha.
La investigación en la que se basa este artículo tiene como base
empírica un proyecto de tesis de maestría llevado a cabo entre 2012
y fines de 2013. En dicho período se realizó el trabajo de campo en
los departamentos de Salto y Paysandú para un estudio de casos, pri-
vilegiando técnicas cualitativas para la recolección de información: la
observación y la entrevista cualitativa. En el caso de informantes califi-
cados (sindicalistas rurales y no rurales, referentes empresariales y de
instituciones estatales), se recurrió a entrevistas semi-estructuradas, y
para el caso de las mujeres sindicalistas rurales se recurrió a entrevistas
no estructuradas: en profundidad, individuales y grupales. La selección
de las personas entrevistadas respondió al tipo de residencia (rural y ur-
bana en la periferia de las ciudades de Paysandú y Salto), tipo de tarea
(cosecha o mantenimiento), tipo de contrato (zafral o permanente), y
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afiliación y/o participación activa a nivel de la organización sindical. Se
recurrió además a una revisión de bibliografía sobre trabajo asalariado
y sindicalismo rural en Uruguay, revisión que justifica aún más la nece-
sidad de esta investigación.
La preferencia por métodos cualitativos responde a que éstos
“[] permiten valorar la subjetividad, la implicación personal, la
sensibilidad a los fenómenos complejos y únicos, el conocimiento
contextual, la perspectiva individual y la posibilidad de crear
un intercambio de experiencias entre investigador e investigado”
(Baylina Ferré, 2004:18).
Se optó por entrevistas grupales con dos grupos de mujeres cuyas
experiencias se analizan a continuación, en tanto se trata de “una
técnica que facilita el empoderamiento de los participantes y que pue-
de contribuir al cambio político y social” (Baylina Ferré, 2004:19). La
entrevista grupal resultó una herramienta potente al constituirse en un
espacio donde pusieron en común sus enojos, miedos y deseos ante las
injusticias vividas, instancias donde se espejaron unas con otras a par-
tir de preguntas que provocaron una toma de conciencia sobre un hilo
común en sus relatos de lucha frente a la opresión de la patronal y la de
sus compañeros dentro de la organización. Tanto entrevistas grupales
como individuales fueron realizadas en sus propias casas.
Sobre el estudio de casos, Hans Gundermann Kröll (2001) plan-
tea dos concepciones que responden a dos maneras de concebir las cien-
cias sociales y tiene dos finalidades distintas, aunque no excluyentes.
Una de éstas tiene un fin instrumental, dedicándose al estudio de una
entidad particular no por el caso en sí mismo (este pasaría a ser se-
cundario) sino para comprender un problema más amplio de manera
más cabal. Desde una segunda concepción, la finalidad es intrínseca,
el caso es el foco de interés, se desea una mejor comprensión del caso
particular y todas sus características, por su importancia en sí mismo y
no porque constituya un ejemplo de un problema investigado. El autor
plantea que en la práctica los intereses de un estudio de casos se ubi-
can en algún punto intermedio, alejándose del planteo de la dicotomía:
intnseco-instrumental, como ha sucedido con el estudio de casos lle-
vado a cabo para esta investigación.
Sobre el problema de la generalización, problema central que en-
frenta la selección de casos de estudio y de métodos cualitativos, plan-
tea el autor que
“[] cuando hay un interés puramente intrínseco en el estudio
de casos la generalización no interesa y, por lo tanto, en la fase
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correspondiente no se ha efectuado un diseño de investigación
dirigido a ese fin. [] el investigador se dirige a la comprensión
de lo que es importante acerca del caso en su propio mundo, con
sus temas, contextos e interpretaciones” (Gundermann Kröll,
2001:269).
Cuando el interés detrás de la selección del estudio de casos es
instrumental, la tensión la encontramos al pretender hacer inferencias
sobre procesos generales a partir de un único o pocos casos. Ahora bien,
si el tipo de generalización contemplada es una generalización analítica,
los resultados del caso son comparados con una teoría o modelo explica-
tivo elaborado previamente (Gundermann Kröll, 2001:270). En este artí-
culo los casos estudiados se analizan a la luz de las contribuciones de
la teoría feminista sobre la lucha en organizaciones mixtas, y se compa-
rarán con algunos trabajos que han abordado la participación desigual
de las mujeres en el movimiento sindical, en particular en Uruguay.
Un trabajo de excavación
Aún son escasas en Uruguay las investigaciones sobre el mundo
del trabajo asalariado rural que visibilizan a las mujeres y hacen explíci-
ta una perspectiva de género. Una de éstas se preocupa por la creciente
asalarización de las mujeres rurales producto de una mayor participa-
ción de la mano de obra femenina en la agroindustria, y elabora un
diagnóstico de su vulnerabilidad social, concluyendo que se encuentran
en condiciones de desventaja en comparación con sus pares varones en
cuestión de ingresos y cobertura de seguridad social, desventaja que se
agudiza para las asalariadas que viven en zonas rurales (Vitelli y Bo-
rrás, 2014). En otro trabajo, a partir de una revisión bibliográfica sobre
el tema en Uruguay, se identifica la necesidad de abordar las trans-
formaciones en el mundo del trabajo rural desde una perspectiva de
análisis que articule clase y género, ampliando la conceptualización de
trabajo, calificación y tipo de empleo, y colocando la mirada sobre la
producción de desigualdades en el ámbito laboral y en las organizacio-
nes sindicales (Rodríguez Lezica y Carámbula, 2015). De manera más
reciente, a partir de los dos últimos Censos Generales Agropecuarios se
analiza la participación de la mano de obra de asalariados y asalaria-
das rurales en los distintos rubros, encontrando una feminización de
la mano de obra asalariada rural, una feminización de la zafralidad en
algunos rubros como la citricultura y una presencia desproporcional de
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mujeres en tareas no calificadas (Cardeillac y Rodríguez Lezica, 2018).
Hasta el momento son inexistentes investigaciones que se focalicen en
el estudio de la organización sindical rural y se preocupen por posi-
bles desigualdades de género, preocupación que han dejado planteados
otros trabajos para América Latina.
En un trabajo pionero en el estudio del proletariado rural desde
una perspectiva de género, Sara María Lara Flores (1991) problematiza
la categoría de asalariados rurales a partir de una lectura de las relacio-
nes sociales de clase y género, y describe la invisibilidad de las mujeres
rurales en dichos estudios en Arica Latina. La autora elabora una
crítica a los estudios sobre las transformaciones en el agro que habían
otorgado un papel central a la categoría de asalariados rurales pensado
en un grupo social masculino, sin profundizar en la dimensión genérica
de esas relaciones sociales.
Una década después, Haroon Akram-Lodhi y Cristóbal Kay (2010)
abordan el impacto de la globalización neoliberal sobre la transforma-
ción agraria, y articulan la perspectiva marxista con un enfoque de gé-
nero. Identifican así siete problemáticas agrarias de carácter contempo-
neo y siete marcos analíticos para abordar el cambio agrario y la trans-
formación rural. Una de éstas es la cuestión agraria de género, muchas
veces considerada secundaria, y a la que definen como una crítica a la
manera en que se conciben la lucha y el cambio agrario, que interroga
el carácter de las relaciones de género (Akram-Lodhi y Kay, 2010). Estos
autores rescatan la perspectiva crítica de Henry Bernstein (2010), quien
complejiza el debate sobre la cuestión agraria y la lucha de clases en las
sociedades capitalistas, involucrando otras luchas que resultan de otros
tipos de relaciones desiguales, de jerarquías opresoras. De acuerdo a
Bernstein, las luchas en el campo en el Sur ponen de manifiesto la agen-
cia política y la confrontación de varios y diversos actores y están deter-
minadas universal, pero no exclusivamente, por dinámicas de clase. En
un mundo capitalista, las relaciones de clase se cruzan y combinan con
otras diferencias y divisiones sociales, como las relaciones de género, y
otras relaciones de opresión y exclusión como las determinadas por la
raza y etnicidad, religión y casta (Bernstein, 2010).
Hasta el momento, estudios realizados a partir de 2005 sobre el
sindicalismo rural han buscado explicar su histórica fragilidad y su re-
ciente revitalización. Entre los factores con importante incidencia en la
ausencia o discontinuidad de los sindicatos rurales, se ha identificado un
marco jurídico excepcional que les excluía desde mediados de siglo XX
de la mayoría de las leyes sancionadas para el resto de los trabajadores:
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“[] su exclusión de los Consejos de Salarios (Ley 10.449) de
1943 y la posterior sanción del primer Estatuto del Trabajador
Rural” (Juncal, Cambula y Piñeiro, 2015:8).
Coinciden varios autores en que éstas constituyeron sus carac-
terísticas hasta el año 2005, cuando cambia la conducción política del
gobierno y el Estado pasa a jugar un papel central en la regulación de
las relaciones laborales, promoviendo una serie de cambios jurídicos y
normativos así como la generación de políticas públicas dirigidas a esta
población: su incorporación a la negociación colectiva tripartita (esta-
do, empresas, sindicatos) mediante los Consejos de Salarios Rurales
(CSR), la ley de limitación de la jornada y descansos en el sector rural
más conocida como “ley de ocho horas” (Ley 18.441) y la aprobación de
la ley de libertad sindical (Ley 17.940) para todos los trabajadores (no
sólo rurales). Al 2014, en base a un mapeo de organizaciones sindica-
les rurales realizado en distintos períodos desde 2005, conocemos que
existían 11 organizaciones sindicales, y entre las nuevas organizacio-
nes creadas en 2005, surgen dos nuevos sindicatos citrícolas de interés
para esta investigación: la Organización Sindical de Obreros Rurales
(OSDOR) en ciudad de Paysandú, y la Unión de Trabajadores Rurales e
Industriales de Azucitrus (UTRIA) en Pueblo Gallinal (Juncal, Carám-
bula y Piñeiro, 2015).
Otro de los factores que según estos autores ha incidido y en
muchos casos continúa incidiendo en la fragilidad de las organizacio-
nes sindicales en el medio rural es el temor a la existencia de ‘listas
negras’. El hecho de que este temor continúe a pesar de los avances en
materia de legislación laboral, según estos autores/as puede deberse
a que predomina un desconocimiento de la legislación, o también a
la naturalización de su situación de explotados y excluidos, resultando
en una aparente conformidad con la misma. La investigación llevada a
cabo por Carámbula et al (2012) toma el concepto de preferencias adap-
tativas para explicar las dificultades que enfrenta la acción individual y
colectiva de los asalariados rurales. Éste describe un mecanismo por el
cual la frustración generada al no lograr alcanzar un determinado obje-
tivo resulta en una adaptación a las condiciones en las que se encuentra
el individuo, y por lo tanto en una preferencia y conformidad con el es-
tado de las cosas. Así, cuando encontramos situaciones de altos niveles
de frustración ante condiciones precarias de trabajo, es posible que se
terminen generando preferencias adaptativas. Mientras que cuando en-
contramos niveles de frustración nula en trabajadores precarios, sería
posible interpretar que el mecanismo ya esté instalado (Pereira, 2007
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en Carámbula et al., 2012). Pero ¿qué sucede cuando la imagen de la
organización sindical deja de estar corporizada en un varón?, ¿qué su-
cede cuando indagamos dónde están las mujeres, de qué manera están
dando su lucha contra la explotación capitalista, y cuáles otros condi-
cionamientos enfrentan en sus experiencias de lucha?
En este artículo, para responder a estas preguntas se analizan
las acciones de insubordinación de dos grupos de mujeres que integran
organizaciones de trabajadores y trabajadoras del campo. A partir de
estos dos casos, se busca visibilizar la lucha de las mujeres en el sindica-
lismo rural, y constituir así un aporte a los debates sobre la persistente
desigualdad en la participación de las mujeres en el movimiento sindi-
cal, además de un insumo para dar continuidad al trabajo con las y los
olvidadas/os de la tierra.
Las naranjeras: relatos de lucha
Se comparte aquí una lectura de la lucha de dos grupos de muje-
res que se desempeñan como trabajadoras rurales en el sector citrícola
en Pueblo Gallinal y en la ciudad de Paysandú, en el litoral norte de
Uruguay. La selección de estos casos responde a la identificación de un
proceso de feminización de la mano de obra asalariada rural principal-
mente vinculada a la expansión de las agroindustrias (principalmente
la fruticultura), y al mismo tiempo una tendencia a la feminización de
la agroindustria como sucede en el caso de la citricultura en Uruguay
(Dominzain, 2003; Ipsen, 2007; Cardeillac y Rodríguez Lezica, 2018).
En el caso de la fruticultura, que incluye citricultura y otros frutales,
mientras el número de varones asalariados aumenta un 6%, el de mu-
jeres casi llega a duplicarse. Todo ello hace pertinente centrarse en el
análisis de las experiencias seleccionadas, de trabajadoras organizadas
en sindicatos del área rural del sector citrícola. Los casos estudiados
comparten además la particularidad de tratarse de trabajadoras zafra-
les, tendencia predominante en el caso de las mujeres que desempeñan
trabajo asalariado rural.
“[] es posible notar algunos rubros específicos en los que se
da una concurrencia de feminización y zafralización del trabajo
asalariado: Citricultura, Otros Frutales, Viticultura y Horticultu-
ra, rubros que concentran el 64% del total del trabajo zafral del
agro uruguayo y el 92% del trabajo zafral femenino” (Cardeillac
y Rodríguez Lezica, 2018:160).
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Esta investigación se propuso aproximarse a estos dos casos en
particular respondiendo al incremento en la cantidad de mujeres asa-
lariadas en un rubro como la citricultura, y a la zafralidad como carac-
terística compartida, con la diferencia en cuanto a la residencia, dentro
del mismo departamento pero con residencia rural unas (Pueblo Galli-
nal) y residencia urbana las otras (ciudad de Paysandú).
Un primer caso se trata de un grupo de cinco mujeres empleadas
como trabajadoras zafrales para la empresa citrícola Azucitrus en Pue-
blo Gallinal, un pueblo que tiene la particularidad de haber sido creado
para la citricultura en los años noventa, con el nivel de dependencia que
ello genera para las y los trabajadores que allí residen. Tenían entre 21
y 30 años, y todas ellas eran madres de uno a cinco hijos. Todas habían
terminado la escuela primaria, y discontinuado sus estudios. No poseían
experiencia previa en otros empleos que no fura la citricultura. Durante
la zafra de 2013, estas mujeres comunicaron al presidente del sindicato
al que estaban afiliadas, UTRIA, su malestar frente al incumplimiento
por parte de la empresa con los cinco días hábiles para el pago de sus
salarios. Como no era la primera vez que sucedía, propusieron hacer un
paro. El presidente del sindicato en un principio se opuso, y haciendo
caso omiso, las mujeres decidieron por su cuenta convocar a una asam-
blea en el pueblo para poner esta medida en discusión. A partir de ese
momento estas mujeres fueron calificadas de ‘revoltosas’ por parte del
gerente agrícola de la empresa. En la asamblea participaron capataces
y mandos medios, lo que generó desconfianza por parte de las mujeres.
Su presencia explica la persecución sindical que vivieron días después.
Transcurrió una semana y trabajaron con normalidad, hasta que les
informaron que estaban despedidas. ¿Por qué? La respuesta que recibie-
ron es que se trataba de una reducción de personal debido a problemas
económicos que enfrentaba la empresa. Sin embargo, ellas notaron que
estaba ingresando personal nuevo a trabajar cuando fueron a cobrar su
liquidación.
Estas cinco mujeres trabajaban en la tarea minuciosa de inspec-
ción de cancro, detectando fruta infestada, tarea que, como todas aque-
llas que requieren cierta delicadeza y atención al detalle en la manipula-
ción de la fruta, son asignadas a mujeres debido a supuestas cualidades
‘naturales’ de su sexo. Algunas de ellas anteriormente ya habían trabaja-
do en cosecha, siempre integrando cuadrillas sólo de mujeres. Además,
una vez finalizada esta tarea, se acostumbraba a emplearlas como ano-
tadoras en la cosecha. La empresa argumentó más tarde que no habían
podido hacerlo esta vez porque ya tenían suficiente personal allí. Varias
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fueron las irregularidades que se develaron. Una de las mujeres compar-
tió no haber sido notificada de su despido por parte de la empresa. Esta
comunicación le había llegado por su hermana, quien también trabajaba
en la citricultura. Cuando se enteró que no era ella la única mujer que
había quedado sin trabajo, preguntó los nombres de las otras compañe-
ras, y se sorprendió con la coincidencia. Fue entonces que decidieron
recurrir a una audiencia en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social
(MTSS), en Montevideo. En la audiencia, el gerente agrícola de la em-
presa fue denunciado por persecución sindical, ya que ellas no habrían
sido despedidas por reducción de personal, habiendo ingresado personal
nuevo a la empresa. Desde la patronal se vieron en la obligación de cam-
biar su argumento: al parecer, las habían despedido por las numerosas
faltas. Pudieron demostrar que éste argumento tampoco era válido. Tras
la denuncia en el MTSS, la empresa las volvió a contratar pero tomó
represalias y les asignó trabajo en la cosecha, ya no en la inspección de
cancro. Además no se les permitiría trabajar juntas.
“[] para que no nos juntáramos porque supuestamente vamos
a hacer revolución [] Estamos todas separadas, somos cinco.
El otro día entró una mujer supuestamente iba para mi cuadrilla
y la mandaron para otra porque no quieren mujeres junto con
nosotras” (Entrevista grupal a trabajadoras citrícolas en Pueblo
Gallinal).
La política de la empresa pasó a ser una sola mujer por cuadrilla,
generando una incomodidad aún mayor para ellas. Parte de las condi-
ciones de trabajo deplorables que permanecen en el trabajo rural citrí-
cola es la falta de baños químicos disponibles y en buen estado para las
cuadrillas de trabajadores y trabajadoras, viéndose en la obligación de
buscar un espacio resguardado entre los árboles. De esta manera, ya
no podían acompañarse y cuidarse entre compañeras. A partir de esta
política de hostigamiento, manteniéndolas aisladas de otras compañe-
ras, se potencia su exposición al acoso de sus compañeros de cuadrilla
y principalmente por el capataz.
A las represalias por parte de la empresa se sumó el malestar
por no haberse sentido representadas por el presidente de su sindicato,
quien en un principio se habría negado a acompañarlas a acceder a una
audiencia en Montevideo.
“Sinceramente (el presidente del sindicato) se movió ahora por-
que nosotras lo presionamos. Porque sino no hacía nada [] dijo
que no tenía la plata. Y le dije: ‘mi, una cosa que te quede
claro, dijimos que vamos y vamos, así tengamos que pedir fiado,
vamos a ir.’ [] Y mandaba mensajes para todos diciendo que
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era un logro del sindicato. Él ahora se saca boleta por lo que hizo
por nosotras, pero si vamos a la realidad, lo hicimos nosotras
(Entrevista grupal a trabajadoras citrícolas en Pueblo Gallinal).
A 85 kilómetros de Pueblo Gallinal, en la capital departamental
de Paysandú, otras seis mujeres narraban su historia. La más joven te-
nía 21 años y la mayor 40 años. Todas era madres, la más joven con un
niño de tres años, y las otras con niños/as en edades que aún requieren
cuidado, de siete años en adelante. Cuatro de ellas eran jefas de hogar,
y dos de ellas vivían con su pareja. Una de ellas con un hijo de 19 años,
y la otra tiene tres hijos varones, de 11, 14 y 17 años. Todas terminaron
la escuela primaria, una de ellas llegó a estudiar hasta tercer año de se-
cundaria y dejó porque debía priorizar el trabajo. También trabajadoras
zafrales, pero que residían en asentamientos en la ciudad, y militantes
del sindicato OSDOR, que al momento de iniciar la investigación y hasta
el final de la misma se encontraba en conflicto con la patronal a raíz del
despido de más de cien trabajadores/as. En nuestro primer encuentro,
que resultó asemejarse a una autoconciencia (método utilizado desde el
movimiento feminista en el que se politiza la vida cotidiana), compar-
tieron las preocupaciones que les aquejaban, desde su experiencia como
mujeres, como trabajadoras rurales y como militantes en una organi-
zación sindical. Intercambiaron sobre las desigualdades que vivían en
su trabajo en el campo, en sus hogares y en la organización: la falta de
oportunidades laborales más que nada para las mujeres ‘como ellas’ con
residencia en asentamientos urbanos, con bajos niveles de escolaridad;
la discriminación que percibían por parte de la sociedad por su trabajo
como ‘naranjeras’ (compartieron ser objeto de burla por el estado de su
ropa y el olor impregnado también en su cuerpo); el conflicto vivido
al interior del sindicato a raíz de los despidos; el temor a figurar en ‘la
lista negra’, fundamentalmente agobiante para ellas ya que no podían
acceder a otros trabajos zafrales como en la construcción, oportunidad
con la que sí contaban sus compañeros; la división sexual del trabajo
que las recargaba con el trabajo reproductivo y de cuidados, y la autori-
dad masculina en el hogar y celos de pareja como impedimentos para la
participación de muchas mujeres en los sindicatos; y la discriminación
y exclusión que vivenciaban dentro de la propia organización sindical.
El día anterior a la primera instancia compartida con las mu-
jeres en ciudad d Paysandú, había participado como observadora en
una reunión que mantuvieron con sus compañeros de la organización
sindical, también decepcionados con la actuación de los dirigentes en
ese momento en el conflicto. Cada vez que alguna de ellas compartía
¿Y las mujeres dónde están? Una otra mirada al sindicalismo rural en Uruguay 17
Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 49 | 2do. Semestre de 2018
su opinión sobre posibles estrategias para mejorar la situación del sindi-
cato, uno de sus compañeros insistía en que no debía ser Celeste
2
quien
expresara su malestar ante la dirigencia. Porque a pesar de sus buenas
intenciones y buen corazón, era muy emocional y no sabía expresarse,
algo que sí poda hacer sin embargo otro de los compañeros. Varón, por
supuesto. Más tarde, relataron que en la ocupación durante el conflicto
con la empresa, la mayoría eran mujeres. Tres de ellas habían estado
en Montevideo como parte de un grupo de dirigentes sindicales que
viajaron a la capital para denunciar su situación. Su participación en
este viaje implicó abandonar el cuidado de su familia por varios días, y
con el objetivo concreto de regresar a Paysandú con una respuesta para
el resto de sus compañeros y compañeras. Otra de las mujeres relató las
complicaciones generadas a nivel familiar como consecuencia de haber
participado en la ocupación de la chacra. Con enojo y dolor recordó que
cuando pidió al presidente del sindicato su renuncia, éste la acusó de no
haber estado ‘en la lucha’.
¿Se olvidó que ella estuvo en la lucha? Que quedó ella y tuvo
que ir el esposo de Lía a acompañarla porque no había nadie, en
plena chacra [] ¿Para qué tanta lucha, para qué tanto si no te
lo valorizan, no te lo dan como agradecimiento, ni nada?” (En-
trevista grupal a trabajadoras citrícolas en ciudad de Paysandú).
Cuando me comuniqué con las asalariadas rurales en Paysandú
por primera vez, compartieron su interés en trabajar ‘temas de género’,
debido a que sus compañeros no les permitían participar en la organi-
zación. Estos reclamos iban dirigidos a quienes integraban la comisión
directiva del sindicato al momento de realizar las entrevistas. Las ten-
siones eran latentes, y el conflicto con la dirigencia se agudizó cuando
estalló el conflicto con la empresa.
“Las mujeres no participaban, no las dejaban integrar [] No era
como la otra (Comisión Directiva) anterior, que te dejaba parti-
cipar. Siempre eran ellos los hombres. Los hombres ‘hacían todo
bien’ porque nosotras ‘no teamos experiencia’, porque nosotras
‘no sabíamos hablar. Todo eso como que vos te sentís (pausa)
porque nadie nació sabiendo. Y porque ‘hablábamos pavadas’,
que ‘no sabíamos ni decir. [] Cuando íbamos a una reunión
levantabas la mano para hablar y enseguida: ‘¡ya estás diciendo
pavadas!’ O te decían ‘¡cállate, ¿vos qué sabes? Estás diciendo
cualquier cosa.’ O a veces, si vos te expresabas mal, no hacían un
esfuerzo para entenderte, te callaban” (Entrevista a trabajadora
citrícola en Paysandú).
2 Se manejan nombres ficticios para respetar la privacidad y anonimato de las mujeres.
18 Lorena Rodríguez Lezica
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Se trata de un grupo de mujeres que sostuvieron gran parte del
conflicto, durmiendo en las carpas con sus hijos durante la ocupación,
cocinando en las ollas populares para todos los trabajadores y trabaja-
doras y sus familias, viajando a Montevideo durante varios días en bus-
ca de una resolución al conflicto y para recuperar su fuente de trabajo.
Ante la falta de reconocimiento manifestaron sentirse utilizadas por la
dirigencia.
“[] nos sentimos usadas por los dirigentes sindicales porque
cuando ellos nos precisaban allá estaba Celeste, estaba la Lía, y
allá íbamos nosotras simplemente porque nos gustaba salir ade-
lante. Y después cuando no te precisaban bueno, como que podían
participar ellos y no dejarnos participar a nosotras. Ni nos tenían
en cuenta” (Entrevista a trabajadora citrícola en Paysandú).
Una otra mirada de la lucha sindical
La revisión bibliográfica sobre sindicatos rurales muestra que
hasta el momento no se ha visualizado a las mujeres en la lucha sindi-
cal. Y se retoma aquí la pregunta del inicio: ¿Pero por qué? Joan Acker
(1990) sostiene que las organizaciones se asientan sobre un trabajador
universal únicamente pensado en masculino. Un ejercicio que permite
interpelar esta noción es analizar las limitantes identificadas en los es-
tudios realizados hasta ahora, desde una perspectiva de género, como
son: el temor a la existencia de listas negras, un mercado de empleo
excluyente para las mujeres principalmente, la naturalización y una
aparente conformidad con la precariedad en sus condiciones de vida y
trabajo. Pero también otras limitantes, que la mirada hegemónica sobre
las organizaciones sindicales estaría pasando por alto.
Para el caso de Paysandú, un diagnóstico de la situación de las
mujeres en el departamento muestra que la combinación entre un bajo
nivel de formación (educación formal), una situación de marginalidad
y pobreza, dificultan enormemente el acceso al mercado laboral. Ello
resulta en una constante frustración a la hora de buscar empleo o el
acceso a empleo únicamente precario, reduciéndose sus posibilidades
al trabajo doméstico, tareas zafrales o trabajo informal. Las coloca ade-
más en una situación más propicia para la discriminación en el ámbito
laboral, el abuso patronal y la vulneración de sus derechos laborales.
Al comparar con los varones, el diagnóstico evidencia una situación
de marginalidad de género “ya que si bien los varones también sufren
¿Y las mujeres dónde están? Una otra mirada al sindicalismo rural en Uruguay 19
Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 49 | 2do. Semestre de 2018
exclusión por baja calificación, acceden a un mayor número de empleos
y estos son mejor remunerados” (INMUJERES, 2011:21). El temor a las
listas negras ha sido planteado como una de las limitantes al sindicalis-
mo rural, pero debe considerarse que no necesariamente tiene el mismo
impacto sobre varones y mujeres. Las mujeres entrevistadas perciben
un mundo de limitadas posibilidades y oportunidades laborales. Las ex-
periencias varían en tanto algunas residen en pueblos del medio rural
y otras en asentamientos de las ciudades, algunas conforman hogares
monoparentales y otras hogares donde más de un miembro percibe in-
gresos, y difieren además en el nivel de educación alcanzado. A pesar
de estas diferencias, las mujeres entrevistadas comparten la percepción
de no poder acceder a otras fuentes de empleo, en condiciones dignas.
Para quienes viven en la ciudad, identifican el bajo nivel de educación
formal alcanzado como responsable de que sus oportunidades laborales
se reduzcan al empleo doméstico (trabajo remunerado del hogar) o el
trabajo rural. Por su parte, quienes residen en el medio rural no suelen
poder acceder al empleo doméstico (en la ciudad) y su única posibilidad
fuera de la citricultura es el trabajo también zafral, ya sea en inver-
culos o en la cosecha de arándanos u otros frutales. Pero no se trata del
único factor determinante de sus posibilidades. En el caso de una de las
entrevistadas, habiendo culminado el ciclo básico en educación secun-
daria, la estigmatización del barrio donde reside en Paysandú resultó
ser un factor determinante en el acceso a empleo. De ello da cuenta el
coordinador del Ministerio de Desarrollo Económico y Social (MIDES)
en Paysandú.
“Los barrios acá estigmatizados son La Chapita, Nueva York []
Curupí, Rio Uruguay, son como los que están como con la cruz
de estigmatización [] Todos esos barrios crecieron a partir de
los años setenta en adelante, cuando empiezan fuertes cambios
en el modelo productivo. Son la mayoría emigrantes del interior
a la capital [] Y a través de ellos tampoco hay capacidad ad-
quirida, porque no pudieron estudiar, o porque no había, o por-
que lo que había era hasta primaria. Cuando emigran no tienen
capacidad adquirida y el trabajo que se hacía en el campo no lo
pueden hacer acá. Por lo tanto, lo que consiguen es zafral o de
muy baja remuneración o informal” (Entrevista al Coordinador
del MIDES-sede Paysandú).
Si consideramos entonces la discriminación en el mercado de
trabajo, la jefatura femenina del hogar, un bajo nivel de escolaridad y
además la residencia en asentamientos urbanos, lo cual les avergüenza
al momento de buscar empleo, el miedo a perder lo que poda ser su
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única fuente de ingreso posible, es aún mayor para las mujeres. Ello las
coloca en una posición más vulnerable que a sus pares varones frente
a la existencia de listas negras, obligándolas en muchos casos a mante-
nerse alejadas de cualquier intento de organización y lucha.
A inicios de los noventa Alma Espino (1991) se preocupaba por
la creciente participación de las mujeres en el movimiento sindical al
observar su mayor integración al mercado de trabajo. Las trabajadoras
destacaba que no son ‘trabajadores con pollera’, planteando así la nece-
sidad de reconocer que una clase social no es un todo homogéneo, y que
existen diferencias e incluso contradicciones en las formas de pensar y
participar, en los intereses y reivindicaciones. Buscando explicar por
qué no participan algunas mujeres, encuentra que para muchas de las
trabajadoras el mundo de lo público pertenece a los varones, y aún más
el mundo sindical. Coincidiendo con los hallazgos de la autora, entre
las limitantes que enfrentan las mujeres para la participación a nivel
sindical se identifican sus ‘obligaciones’ correspondientes al trabajo re-
productivo y de cuidados, además de los celos de sus parejas, quienes se
adjudican el poder de autorizar (o no) su participación, como muestran
estos extractos de entrevistas a trabajadoras.
“[] no se ven muchas mujeres en las organizaciones, al tener
el marido y familia en tu casa, eso desarma tu hogar. Porque vos
tenés que dedicar tiempo a la organización. Y eso el hombre en la
casa no entiende. [] en mi caso personal me pasa eso, porque
a mi me encanta, pero a mi marido no le gusta. Me encanta ir
para todos lados. Él se enoja pero yo me voy igual. [] Y él dice
que yo siempre estoy resaltando, y cosas así. Es porque a mi me
gusta. No es porque yo quiera resaltar” (Entrevista a trabajadora
citrícola en Paysandú).
Yo apoyo en todo pero en una comisión de presidente y eso, de
andar de acá para allá no. Me cansé mucsimo y dejé a las gu-
risas solas que son las tres mujeres, y a ratos tengo que dejarlas
con él solo. Y a veces es complicado. Y esos viajes a Montevideo
que tenés que depender de dos días y pasar la noche por a
(Entrevista a trabajadora citrícola en Pueblo Gallinal).
Existen además barreras culturales, más complejas de visualizar
como tales, que responden a la ideología patriarcal dominante, como la
idea instalada que siempre habrá compañeros en la organización con
más experiencia que ellas.
“En la naranja una vez sola me postulé cuando recién empe-
cé. Después ya no me postulaba porque ya había otro delegado
¿Y las mujeres dónde están? Una otra mirada al sindicalismo rural en Uruguay 21
Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 49 | 2do. Semestre de 2018
que tenía más experiencia” (Entrevista a trabajadora rural en
Paysan).
“Los delegados casi siempre eran hombres porque las mujeres
no se animaban [] porque tenés que andar en las reuniones y
trabajar todo el día” (Entrevista a trabajadora citrícola en Pueblo
Gallinal).
Además de las limitantes encontradas en la esfera privada, y la
convicción de que la vida pública no es para ellas, Espino propone mirar
qué está sucediendo dentro de la propia estructura del sindicato y con
las prácticas sindicales.
“[] las mujeres deben incorporarse a estructuras y prácticas
definidas de antemano y en plena actividad, con reglas de juego
ya establecidas y pensadas desde y para los hombres. Estas sue-
len entrar en contradicción con las formas de vivir y de ser de las
mujeres: los horarios, las dinámicas de las reuniones, el manejo
de un discurso abstracto y cargado de consignas políticas. Estas
prácticas, similares a la de los partidos, desalientan, inhiben o
directamente impiden la participación de las mujeres” (Espino,
1991:152).
Los relatos compartidos han buscado arrojar luz sobre las asi-
metrías de género puestas en juego en el ejercicio de sus derechos, es
decir, en la lucha por superar sus condiciones de explotación. Siguiendo
a Raquel Gutiérrez Aguilar, por lucha se entienden todas aquellas accio-
nes de resistencia cotidianas -protagonizadas muchas veces en silencio
por miles de mujeres-, todos aquellos esfuerzos por desafiar y subvertir
el orden, acciones de rebelión desplegadas para transformar situacio-
nes de opresión y explotación. La autora considera la lucha social como
una cuestión de orden mixto, “entendiendo pues que en cada ocasión
singular son mujeres y varones concretos quienes luchan contra las más
violentas e insoportables condiciones que se les imponen como vida co-
tidiana” (Gutiérrez Aguilar, 2014:78). Y sostiene que en estas luchas so-
ciales, mixtas, suelen invisibilizarse relaciones de poder entre varones
y mujeres asimétricas y jerárquicas, asumiendo que varones y mujeres
participan en la lucha de la misma manera y suponiendo acríticamente
“que en el curso de las luchas hubiera una especie de suspensión de
tales asimetrías y sujeciones” (Idem).
Al compartir con el presidente de uno de los sindicatos rurales
citrícolas en el departamento de Salto una preocupación por la baja tasa
de afiliación sindical de las mujeres y su ausencia en la dirigencia, se re-
chaza siquiera abordar el tema. Para el entrevistado, lo importante es:
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“personas que tengan de alguna manera un, no un conocimien-
to, pero sí una sensibilidad mínima de lo que es el sindicato []
de lo que es la lucha [] está el vicepresidente, organización,
yo, una delegada: una compañera que incluso ha demostrado
todas las caractesticas para ser delegada [] De repente vos la
llamas y te dice un montón de particularidades de temas de rela-
cionamiento familiar. Nosotros decimos que los temas familiares
los dejamos en la casa, entonces, vamos medios limpios al sindi-
cato [] cuando hablamos de la conducción, la dirección, a ob-
servar y a meternos en el tema estrictamente sindical [] Para
nosotros no existe hombre o mujer, existe el aliado o el enemigo.
Entonces, esa definición social no es un problema que nosotros
podamos resolver en el sindicato [] O sea, no podemos solucio-
nar los problemas del sistema [] Para nosotros son combatien-
tes. Independientemente de ser mujer u hombre [] Es que hoy
por hoy la dirección no hay mujeres por el tema que no hay []
lo que pasa es que nosotros no vemos la diferencia” (Entrevista
al presidente del sindicato SUDORA, ciudad de Salto).
En los espacios mixtos a los que las mujeres son convocadas como
iguales, sostiene Gutiérrez Aguilar, se asume que no existen diferen-
cias, resultando en la incorporación de las mujeres a una racionalidad
masculina, como queda aquí en evidencia. Espino (1991) identifica
algunos condicionamientos o limitantes que debe enfrentar la mujer
trabajadora, producto de su socialización tradicional como mujeres en
una cultura patriarcal. Estos generan una valorización jerárquica de las
actitudes agresivas -características consideradas masculinas-, por sobre
las sensibles, adjudicadas a lo femenino. Rigat-Pflaum (1991) identifica
lenguajes y rituales, frases que hacen parte del discurso cotidiano del
movimiento sindical.
“[] cuando se refieren a las mujeres es en forma negativa, como
expresión de debilidad frente a la tarea sindical. [] La valora-
ción, la fuerza y capacidad de lucha pasan por una (supuesta)
condición necesaria: ser hombres. El imaginario utilizado en el
discurso sindical contiene en general esa polarización entre lo
fuerte (el hombre) y lo débil (la mujer o el hombre que no es ma-
cho de verdad). El lenguaje expresa, por lo tanto, un contenido
que excluye a las mujeres y las deja en posición subalterna y no
de sujeto igual” (Rigat-Pflaum, 1991:57).
El sindicalismo ha limitado su acción a la lucha de clases sin re-
parar en la división sexual del trabajo, ignorando sus implicancias so-
ciales. Consecuencia de ello, se da por hecho que al incorporarse al tra-
bajo asalariado las mujeres adquirirían conciencia y apoyarían la lucha
¿Y las mujeres dónde están? Una otra mirada al sindicalismo rural en Uruguay 23
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general, “[] ‘serían como hombres. Visto así, la lucha más importante
es aquella que llevan adelante los trabajadores, en tanto sus reivindica-
ciones son consideradas las de toda la clase” (Espino, 1991:148).
De este extracto de entrevista al dirigente sindical se desprende
el requerimiento de demostración de ciertas capacidades para el caso
de las mujeres. Se trata de uno de los argumentos que suelen utilizarse
en rechazo de la cuotificación en el movimiento sindical, lo que hace
necesario preguntarse:
¿de qué capacidad se está hablando? Y a reflexionar sobre los
posibles supuestos discriminatorios que puedan sesgar la forma
en que se evalúe la potencial relativa de hombres y mujeres para
ocupar cargos de decisión” (Johnson, 2004:17).
Se desprende asimismo de esta entrevista la distinción hecha en-
tre temas ‘estrictamente sindicales’ y otros intereses de la esfera ‘pri-
vada’ que intenta llevar una delegada mujer al sindicato, acción abso-
lutamente rechazada por la dirigencia masculina. María Rigat-Pflaum
(1991) encuentra que el tipo de relacionamiento característico de las
organizaciones sindicales es duro e impersonal, “sin lugar para la ex-
presión de aspectos de la vida personal y de sentimientos cotidianos.
Hacer política es lo contrario de ‘sentir’”. Mientras que las mujeres, de-
bido a su socialización,
“[] más familiarizadas con las amistades personales, con la
confidencia, con escuchar problemas y dificultades individuales,
se chocan con un ambiente en el cual esta dimensión de la vida
del militante y de la militante no es tomado en cuenta, y por el
contrario, es descalificada” (Rigat-Pflaum, 1991:58-59).
Otra limitante identificada al poner el foco en la lucha de las
mujeres dentro del sindicato se trata de las prácticas de desincentivo a
las mujeres del uso de la palabra, convenciéndolas que sus aportes serán
irrelevantes, tonterías producto del desconocimiento de la herramien-
ta sindical, y puntualizando características ‘femeninas’ como la emo-
cionalidad puesta en la lucha, consideradas inapropiadas. Cuando las
mujeres intentan defender su opinión y buscan ser escuchadas, resultan
dolorosas las incomprensiones, los desplantes y la falta de reciprocidad
por parte de sus compañeros de lucha.
“[] las gurisas hablaban y como que no les daban importancia.
Se burlaban. Como que se piensan que porque somos mujeres
[] la palabra de ellos tiene más valor que nosotras. [] como
que las ideas de las mujeres no valen. Como que la inteligencia
del hombre es más que la mujer. Ellos lo ven así: ‘¡es un disparate
lo que estás diciendo!’. Esa palabra usan, que es un disparate. Por
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