Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 49 | 2do. Semestre de 2018
y el mejoramiento de las pasturas. A lo largo del período bajo estudio,
fueron estos dos últimos factores los que mayor incidencia tuvieron en
el devenir de la agricultura triguera aunque carecemos de datos más
precisos para ponderar el peso relativo de cada uno.
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El incremento de la superficie de las unidades agrícolas y las ca-
racterísticas del proceso productivo tuvieron su correlato en un crecien-
te protagonismo de los trabajadores asalariados rurales. Las caracterís-
ticas de la maquinaria disponible y el incremento de las dimensiones
de las explotaciones requirió un creciente volumen de obreros agrícolas
para efectuar las diversas labores (Renom, 1913: 12-16). Teniendo en
cuenta que la extensión promedio de las explotaciones de 201 a 300
hectáreas era de 260 has, la de 301 a 500 de 403 hectáreas, y la de 501
a 1000 hectáreas de 698 hectáreas, no sólo se necesitaba una mayor
cantidad de jornaleros para la preparación del suelo, la siembra, el cui-
dado de los cultivos y la recolección, sino también de maquinarias que
permitieran poner en producción esas superficies, particularmente en
las parcelas que superaban las 300 hectáreas.
En las menores -de 201 a 300 hectáreas- todavía la mano de obra
familiar tenía incidencia directa en el trabajo sobre la tierra. Al estar
muy generalizada la combinación de cultivos en una misma explotación
se podían aprovechar los diferentes ciclos vegetativos de cada especie.
Para 1914, del total de la superficie de las explotaciones agrícolas, el
58% se destinaba al trigo, el 26% a la avena -que mayoritariamente
se usaba como forraje para los animales-, el 2% a la cebada, el 0,7% al
maíz y prácticamente no se cultivaba lino.
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De este modo, una explota-
ción que promediaba las 250 hectáreas solía tener cultivada con trigo
alrededor de 150 hectáreas.
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Además, es preciso recordar que no toda
6 Al respecto se puede consultar la investigación de Juan Manuel Palacio donde se
detallan la gran cantidad de pequeñas y medianas parcelas para agricultura que se
arrendaban dentro de estancias de más de 1.000 hectáreas en el partido de Coronel
Dorrego (Palacio, 2004: 136-143).
7 Al respecto, Balsa comenta que los datos sistematizados de la Guía de Chacras y
Estancias de Tres Arroyos arrojaba que el 40% de la superficie de cultivaba trigo, el
19% avena, 7% cebada, 4% lino y 7% otros cultivos. “El 23% restante se dejaba para
pastoreo natural, que se combinaba con el doble destino de la avena y las cebadas, y
algún pastoreo del trigo y las malezas” (Balsa, 1993: 127).
8 Aunque existían explotaciones donde se cultivaba una mayor proporción de la uni-
dad. Tal es el caso de Ignacio Canuetto de Tres Arroyos, quien arrendaba una chacra
de 298 hectáreas de las cuales cultivaba 250 hectáreas con trigo 250 y 30 con avena.
Si bien este ejemplo corresponde al año 1928, ejemplifica lo que era una práctica ex-
tendida en la zona a lo largo de las primeras décadas del siglo XX (Guía de Estancias
y Chacras de nuestro tiempo, 1930: 19-20).
Proceso de capitalización de los agricultores bonaerenses (1904-1914) 41