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La intervención del comunismo en el mundo agrario
Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 51 - 2do. semestre de 2019
ISSN 1853 399X - E-ISSN 2618 2475 - Páginas 37-61
Guido Lissandrello
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Resumen
En este artículo nos proponemos reconstruir los diagnósticos y la intervención del Partido
Comunista de la Argentina en el mundo agrario, durante la década del ’60 y ’70. Se trata
de un período de gran conictividad en todo el continente latinoamericano, que atravesó
tanto escenarios urbanos como rurales. Mientras que el primero ha recibido atención por
la bibliografía que estudia a los partidos políticos, el segundo ha permanecido relativa-
mente virgen. En tal sentido, nos proponemos abonar al conocimiento en esa dirección,
tomando como observable a un partido que, históricamente, desarrolló una notable pre-
ocupación por el mundo agrario, tanto desde lo teórico como desde su praxis. Analizamos
aquí su intervención en el movimiento obrero rural, así como en algunas corporaciones
agropecuarias históricas, las Ligas Agrarias y el movimiento cooperativista. En ellos desta-
camos una rigurosa coherencia entre los postulados políticos del partido, que defendían
la necesidad de una alianza obrero-campesina y la concreción de una reforma agraria,
para resolver los problemas que impedían el desarrollo del país. Trabajamos, para ello,
con fuentes elaboradas por el partido, tanto desde las páginas de su revista teórica, Nueva
Era, como de su periódico quincenal, Nuestra Palabra, así como documentos congresales.
Palabras clave: Partido Comunista – Izquierda – Cuestión Agraria – Reforma Agraria –
Movimiento Obrero Rural
1 IESAC-UNQ, CONICET- g.lissandrello@hotmail.com
La intervención del comunismo en el mundo agrario.
Una aproximación a la acción del Partido Comunista en el
movimiento obrero rural y entre los productores agrarios
(1969-1976)
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Summary
In this article we propose to reconstruct the diagnoses and the intervention of the Com-
munist Party of Argentina in the agrarian world, during the decade of the ‘60s and’ 70s. It
is a period of great conict throughout the Latin American continent, which went through
both urban and rural settings. While the former has received attention from the literature
that studies political parties, the latter has remained relatively virgin. In this sense, we pro-
pose to pay knowledge in that direction, taking as observable a party that, historically, de-
veloped a remarkable concern for the agrarian world, both from the theoretical and from
its praxis. We analyze here his intervention in the rural labor movement, as well as in some
historical agricultural corporations, the Agrarian Leagues and the cooperative movement.
In them we highlight a rigorous coherence between the political postulates of the party,
which defended the need for a worker-peasant alliance and the realization of an agrarian
reform. to solve the problems that impeded the development of the country. We work for
this, with sources prepared by the party, both from the pages of its theoretical magazine,
Nueva Era, as well as its biweekly newspaper, Nuestra Palabra, as well as congressional
sources.
Keywords: Communist Party- Left - Agrarian Question - Agrarian Reform - Rural Labor
Movement
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Introducción
Las décadas de 1960 y 1970, encontraron a una América Latina surcada por grandes
conictos sociales. La Argentina, lejos de escapar a esa tendencia, fue uno de los paí-
ses que exhibió un mayor grado de conictividad. Las grandes movilizaciones ur-
banas comenzaron a ocupar el centro de la escena tras el Cordobazo, huelga política
protagonizada por el movimiento obrero industrial y el estudiantado de la provincia
de Córdoba. Luego le siguieron otros centros urbanos, para llegar más tardíamente
hasta Buenos Aires, con las movilizaciones de junio y julio de 1975 contra el llama-
do Rodrigazo. La historiografía sobre la etapa, ha estudiado y destacado tanto la
emergencia y crecimiento de las organizaciones de izquierda (Gillespie, 1998; Pozzi,
2004; Caviasca, 2006) que apostaban a una transformación radical de la sociedad,
así como al surgimiento de un nuevo sindicalismo que comenzaba a cuestionar el
dominio de las conducciones tradicionales (Gordillo y Brennan, 2008; Löbbe, 2006;
Mignon, 2014).
La impronta eminentemente urbana de estos hechos, llevó a eclipsar la emergencia
de una agitación destacada en el ámbito rural. El ejemplo más claro de ello, fue la
constitución de las llamadas Ligas Agrarias, que nucleaban a productores de diver-
so tamaño, algunos al borde de la subsistencia, otros de tamaño medio e incluso
capas en vías de proletarización, que se movilizaron en defensa de precios mínimos,
créditos y, en ocasiones, acceso a la tierra (Rozé, 2011; Galafassi, 2006, 2007 y 2008).
No estuvieron ausentes tampoco conictos protagonizados por capas rurales del
proletariado argentino.
A la par, existió un intenso debate entre las organizaciones políticas de la etapa,
acerca del grado de desarrollo en el campo, los sujetos sociales que allí reinaban y
las tareas revolucionarias que debían encararse. Mientras que algunas identicaban
la supervivencia de relictos precapitalistas (como veremos, el propio PC), otras se-
ñalaban la existencia de un campo enteramente capitalista (fue el caso de la Organi-
zación Comunista Poder Obrero). Diferencias de evaluación que se trasladaron a las
estrategias políticas: quienes sostenían la primera caracterización, defendieron una
reforma agraria basada en el parcelamiento del suelo, como tarea que debía ser con-
quistada por el campesinado; quienes sostuvieron el segundo diagnóstico refrenda-
ron como consigna la nacionalización del suelo, en benecio del proletariado rural.
A pesar de ello, la bibliografía disponible sobre la etapa no ha hecho foco en la in-
tervención y el desarrollo de la izquierda en el ámbito rural, lo que deja un vacío
historiográco por llenar, que contribuiría a profundizar el conocimiento sobre los
múltiples actores que formaron parte de este escenario conictivo.
A los efectos de comenzar a ahondar en esta problemática, nos proponemos en este
artículo estudiar los diagnósticos agrarios y la intervención del Partido Comunista
de la Argentina (PC). La elección del observable no es azarosa. Como han mostrado
las escasas investigaciones que estudiaron la relación entre el PC y la problemática
agraria, trabajos que se concentraron en la primera mitad del siglo XX (Graciano,
2007, 2008 y 2010; Ascolani, 2009; Sartelli, 2010), el comunismo argentino intentó
comprender desde la teoría el complejo escenario rural del país. Estos trabajos han
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descripto en profundidad los trazos de la imagen que el partido construyó sobre
el agro, destacando la idea del dominio de una poderosa oligarquía, que acapara
tierras bajo la forma de latifundios improductivos, ahogando así la iniciativa de los
productores más ecientes, el llamado campesino o chacarero, que podía impulsar
un verdadero desarrollo capitalista bajo el modelo farmer. De allí que el partido en-
contrara en la reforma agraria la clave para el trabajo en el campo, para liquidar las
relaciones precapitalistas y superar el estancamiento agropecuario.
Sin embargo, estos trabajos no han avanzado en la reconstrucción de las posiciones
del partido en las décadas del ’60 y ’70, donde acontecieron transformaciones de
fondo que alteraron el escenario agrario del país, ni la intervención concreta del
comunismo en el campo, lo que permitiría calibrar la efectividad de sus propuestas
y la concreción real de las mismas. La única excepción es una investigación sobre la
organización política y los conictos del sector hortícola del Gran Buenos Aires en la
segunda mitad del siglo XX, que abordó colateralmente el programa agrario del PC,
al estudiar su intervención en el Congreso Nacional de Horticultura y Fruticultura
de junio de 1971. Allí se muestra como el PC intentó organizar a fracciones de los
productores agropecuarios que se veían imposibilitadas de alcanzar los niveles de
productividad para seguir compitiendo en el mercado (Lemmi, 2011).
Es por ello que nos proponemos abordar esa problemática desde los agitados años
’60 y ’70, trabajando con la producción escrita del partido. Se trata de años agita-
dos en el campo, tanto por profundas transformaciones tecnológicas y productivas
(incremento de maquinaria agrícola, abonos, herbicidas, pesticidas y semillas híbri-
das), como por la crisis de los productores que no podían amoldarse a esos nuevos
estándares y eran desalojados por productores más ecientes. En materia política,
el examen de la intervención del PC que realizamos aquí comprende centralmente,
aunque no exclusivamente, los años que van de la Revolución Argentina (dictadu-
ra que, con diferentes personajes, gobernó entre 1966 y 1973) al Tercer Peronismo
(gobierno democrático que, también con diferentes personajes, gobernó entre 1973
y 1976).
Para reconstruir las posiciones teóricas del Partido sobre el campo, utilizamos como
fuentes sus documentos congresales y diferentes artículos de su revista teórica Nue-
va Era, así como también de su periódico quincenal, Nuestra Palabra, que nos per-
mite reconstruir su actividad cotidiana en el mundo agrario. Nos interesa examinar
su intervención tanto en el plano del movimiento obrero rural así como de los movi-
mientos de productores, a los efectos de estudiar si sus planteos políticos tenían un
correlato en la práctica cotidiana, impulsado la organización de los dos sujetos que
identicaba como protagonistas: el proletariado y el campesinado. Organizamos la
exposición atendiendo en cada acápite a un problema particular, sin seguir un orden
cronológico, entiendo que de este modo el artículo gana en capacidad analítica y
explicativa.
Un partido con preocupaciones agrarias
Desde su fundación en 1918, el PC le otorgó importancia al problema agrario. A
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pesar de esta preocupación inicial, recién en el VIII Congreso del partido (1928) se
elaboró un programa especícamente agrario. Según el dirigente José María García,
en ese congreso se produjo una completa asimilación del marxismo-leninismo, que
permitió una mayor comprensión del campo argentino. A partir de allí se adoptó
como consigna cardinal la “reforma agraria profunda” como única “solución pro-
gresista y revolucionaria”, en el marco de una revolución agraria y antiimperialista
promovida por una alianza de clases entre el campesinado y el proletariado (García,
1968, p. 147).
No resulta extraño encontrar una profusa bibliografía y un amplio acervo documen-
tal del partido sobre esta problemática, ya desde aquellos años y, con mayor énfasis,
en las décadas del ‘60 y ‘70. En su XII Congreso, celebrado en 1963, el partido votó
nuevamente un programa político, que conrma la centralidad de la cuestión agra-
ria. (Partido Comunista, 1963).
El programa elaborado caracterizaba a la Argentina como “un país de desarrollo
económico atrasado y desigual, dependiente del imperialismo, cuyo pueblo traba-
jador sufre grandes penurias” (Partido Comunista, 1963, p. 5). El atraso y la de-
pendencia serían los culpables de que la enorme riqueza nacional fuera arrebatada
de las manos del “pueblo” por “un reducido grupo de grandes terratenientes, de
grandes capitalistas y de monopolios extranjeros que los explotan unilateralmente”
(Partido Comunista, 1963, p 5). Esta estructura capitalista particular habría obturado
un “desarrollo económico independiente y una vida próspera y feliz a nuestro pue-
blo” (Partido Comunista, 1963, p. 5).
Siendo la Argentina un país dependiente del imperialismo, atrasado y con supervi-
vencias feudales, existían tareas burguesas pendientes por cumplir, lo que obligaba
a constituir un frente patriótico policlasista, que incluyera desde la clase obrera has-
ta la burguesía nacional, pasando por el campesinado. El núcleo de ese frente sería la
alianza obrero-campesina, que nucleara a estos dos sectores entendidos como capas
laboriosas del campo. Así se enfrentaría a los dos grandes factores del atraso: la exis-
tencia de una oligarquía parasitaria y la opresión imperial.
El primero de esos factores atañe a nuestra problemática en particular. El régimen
latifundista impediría el despegue de la producción y la productividad agraria,
dado que la tierra se concentraría en manos ociosas, preocupadas por la ganancia
rentística y no por la inversión. El principal afectado aquí sería el campesinado, ca-
rente de tierras, oprimido por el arriendo y al borde de la subsistencia. Ese sería el
sujeto central. La crítica del “desarrollo prusiano”, es decir, del desarrollo agrario en
manos de la oligarquía, se contrapon a la salida farmer, en cuyo centro se ubica la
pequeña producción campesina. Esa era la apuesta del partido, y por ello defendía
la consigna de reforma agraria. El PC identica a aquella como una tarea de la bur-
guesía, en una revolución que tiene un carácter antilatifundista y antioligárquico.
Liberado el nudo del agro, el país podría emprender un desarrollo capitalista pleno.
Factores como la miseria social, la degradación de la tierra y cuestiones como sequías
o inundaciones, se atribuyen al desarrollo deformado. Esto contiene implícitamente
la idea según la cual el capitalismo no produciría esos fenómenos. Esto se explica
por la particular concepción del PC, según la cual el capitalismo implica un bienestar
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económico, expresado en un desarrollo integral de todas las ramas económicas y en
la elevación general del nivel de vida. Incluso en lo político, conllevaría un gobierno
democrático y de plenos derechos. Así se revela en toda su plenitud la concepción
comunista que termina por reproducir una imagen utópica del capital, en la cual si
domina la fracción pequeña (el nacional en la industrial, el campesino en el agro) se
produce una vida armónica entre el conjunto de las clases. La elevación material del
nivel de vida, en gradual evolución, conduciría hacia la realización del socialismo.
El análisis que el mismo congreso realizó sobre la coyuntura política, muestra cuales
serían los sectores enfrentados al bloque oligárquico-imperialista. En él se armaba
la existencia de una política reaccionaria posterior a la caída del peronismo, que pro-
dujo un incremento de la acumulación de riquezas en la oligarquía, el gran capital
intermediario y los monopolios. Su contracara fue la pauperización de los obreros
(industriales y agrícolas), los empleados y artesanos, campesinos pequeños y media-
nos y a la pequeña y mediana burguesía industrial y comercial. La clase obrera su-
frió la degradación de sus condiciones de vida y de trabajo, con el alza de precios y la
intensicación del ritmo de trabajo. La situación sería incluso peor para los obreros
rurales, que sólo trabajaban algunos meses del año y, a su vez, dentro de esta capa
los más afectados serían los del interior del país.
Proceso similar sufrirían las familias campesinas, los medianos y pequeños arrenda-
tarios y propietarios, los medieros y aparceros, empujados a una situación que los
obligaría a abandonar voluntariamente el campo, o ser desalojados por la violencia
en medio de un proceso de concentración de las tierras en manos de la oligarquía
y las sociedades anónimas extranjeras. La baja de los precios por la acción de las
comercializadoras, el incremento de los arrendamientos y de la carga scal, junto
con la escasez de créditos y su alto interés, los terminarían llevando a la ruina. Par-
ticularmente afectados se verían las capas más jóvenes del campesinado, al tener
vedada la posibilidad de formar familia en una chacra propia, y quedar obligados a
trasladarse a la ciudad, espacio que tampoco ofrecía mejores alternativas. La ruina
de esta capa de productores complicaría, a su vez, a los técnicos e ingenieros agró-
nomos que no encontraban lugar dado que los capitales extranjeros invertidos en el
campo traerían a sus propios técnicos.
Con este programa, que hacía hincapié tanto en el proletariado, así como en el cam-
pesinado y la burguesía nacional, el partido intervino en el terreno agrario. A con-
tinuación, nos proponemos examinar los esfuerzos y las iniciativas que el partido
tomó para intervenir concretamente en la lucha de clases del agro argentino. Nos
preguntamos acerca del correlato en la acción política de este programa político.
El partido se acercó tanto a sindicatos, como a las Ligas Agrarias y a diferentes cor-
poraciones y cooperativas agrarias, a los efectos de concretar en la práctica la tan
mentada alianza obrero-campesina.
La estructura para el trabajo en el agro
Para el partido, el campo era el terreno de encuentro entre los campesinos y el pro-
letariado rural, es decir, era el locus natural donde debía germinar la alianza obre-
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ro-campesina. Esos fueron, en efecto, los dos actores centrales que buscó organizar
a través de sus Comités provinciales, los Comités Agrarios locales y sus comisiones
de mujeres y de juventud. De allí que adoptara como máxima política construir un
partido fuertemente enraizado en las fábricas y en el campo (Occhipinti, 1972). Una
fuente que nos permite trazar los bosquejos generales de la estructura de trabajo
en el campo, son los informes e intervenciones del XII Congreso del PC, que tuvo
lugar a comienzos de 1963 (Partido Comunista, 1963). En ese Congreso, el militante
Jerónimo Arnedo Álvarez presentó un informe titulado “El papel del Partido en la
lucha por la organización, consolidación y desarrollo de los movimientos de masas”,
problema que constituía el segundo punto del orden del día congresal. Dentro de su
exposición, dedicó un tiempo especial a abordar la cuestión del trabajo en el campo.
La tarea partidaria en ese ámbito consistiría en luchar por destruir la inuencia de
la burguesía agraria en las masas campesinas, a través de acciones comunes, asam-
bleas y actos conjuntos, organizaciones campesinas y obreras. Advirtió que, dada
la dispersión de las masas campesinas, no se requeriría solo del trabajo de las co-
misiones agrarias provinciales, sino de la constitución de múltiples subcomisiones
a niveles locales. Seguidamente indicó que dentro universo campesino las fuerzas
partidarias debían que privilegiar al campesinado pobre y a las cooperativas.
Finalmente, cerró su intervención con un balance negativo del trabajo agrario reali-
zado hasta ese momento. Diagnosticó un subdesarrollo en ese ámbito producto de
cinco factores. En primer lugar, la insuciente preocupación en las direcciones pro-
vinciales y locales por intensicar el trabajo en las masas campesinas. En segundo, el
funcionamiento insuciente de las células campesinas, que operarían sin objetivos
ni planes de trabajo denidos. En tercero, la falta de un trabajo consecuente orien-
tado al reclutamiento. En cuarto lugar, una desorganizada vida de las células cam-
pesinas. Quinto y último, la ausencia de una política diferenciada para campesinos
medios, chicos y obreros rurales. Estos décits fueron conrmados por los diversos
comités provinciales. Resulta sugestivo que cuatro de los cinco problemas remitan
exclusivamente al campesinado, y solo uno al proletariado.
La militancia en el agro aparecía como un problema central en el partido. Más allá
de todos los puntos que se consideran como debilidades, es evidente que la existen-
cia, aunque juzgada irregular, de comités agrarios en algunas provincias muestra la
preocupación por crecer en este ámbito. La agitación entre las denominadas masas
agrarias fue entonces una tarea que el partido asumió e intentó llevar a la práctica.
Los balances y las propuestas para mejorar esta construcción no niegan el esfuerzo,
por el contrario, lo conrman.
Veamos el grado de desarrollo del partido en el campo, otra vez según los informes
brindados en este congreso. Corresponde aquí realizar un señalamiento metodoló-
gico: trabajamos con fuentes ociales, las cuales responden mayoritariamente a una
lógica apologética y propagandística, de cara a la militancia que ociaba de especta-
dora del congreso, más que a una pretensión cientíca de exactitud. Aún con estos
recaudos, constituye una vía de acceso al problema, ofrecen un trazo grueso del
escenario, que futuras investigaciones podrán conrmar, matizar o refutar.
En su balance general Arnedo Álvarez señaló que el PC tenía inuencia en más de
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100 seccionales de FAA, en dos de las cuales se había logrado colocar militantes en el
Consejo Directivo, y en cooperativas agrarias. En cuanto al movimiento obrero rural,
señaló que, de 1200 sindicatos de obreros rurales, el partido contaba con militantes
en la dirección de más de 250, además de tener presencia en algunas federaciones
provinciales y regionales, e incluso un miembro en la dirección de una regional de
la Confederación General del Trabajo (CGT). Continuando con las cifras globales,
estimó que existían, a nivel nacional, 90.527 aliados con carnet (que no deben con-
fundirse con militantes), siendo un 63% obreros (tanto rurales como urbanos), un
4,5% campesinos y el resto distribuidos entre empleados, profesionales y otros sec-
tores. Las diferentes intervenciones provinciales completaron el panorama, visibili-
zando una presencia rural del partido en buena parte del país. Los informes de las
provincias muestran la existencia de un número nada despreciable de “células cam-
pesinas”, inuencia en puestos de dirección en varias seccionales de la Federación
Argentina de Sindicatos Agrarios (FASA), muchas de ellas conseguidas en alianzas
con el peronismo, de Federación Agraria Argentina (FAA) y de las Ligas Agrarias.
En la totalidad de las provincias se destacó el incremento de las aliaciones campe-
sinas y de obreros rurales. Incluso se celebró que la prédica del partido había tenido
una recepción favorable entre la pequeña y mediana burguesía vitivinícola.
La importancia otorgada a la militancia en el agro se conrma al observar los esfuer-
zos que dedicaron a esa tarea comisiones que no estaban estrictamente ligadas a ese
ámbito: la Comisión de la Mujer y la Federación Juvenil Comunista (FJC). Respecto
de la primera, en el mismo Congreso, Fanny Edelman, responsable nacional, destacó
diferentes iniciativas para el campo. Por un lado, señaló que en Mendoza la Unión
de Mujeres Argentinas (UMA, frente femenino del partido) recorrió varias chacras
para propagandizar la lucha del partido contra el envío de tropas argentinas a Cuba.
Por otro lado, destacó la designación de mujeres delegadas en FASA y la conforma-
ción de una Comisión Femenina de este sindicato en Mendoza. Asimismo, el partido
creó en Médanos (Buenos Aires) una comisión de ajeras para defender la producción
local. Esa comisión, además, fue una herramienta para la participación dentro de
las instancias asamblearias de FAA. En cuanto a la FJC, Jorge Bergstein destacó la
participación de la juventud en las luchas agrarias y sus campañas de aliación en
el campo.
A pesar del balance realizado en el XII Congreso, que señalaba los décits ya ex-
puestos y propuso algunas soluciones, el partido, durante los años posteriores, si-
guió insatisfecho con su presencia en el campo. Hacia 1968, en los preparativos de
lo que sería el XIII Congreso, el PC editó un documento preparatorio titulado So-
bre problemas de organización, que contenía un apartado especíco sobre el campo
(Partido Comunista, 1968). El documento comenzaba señalando la importancia de
la intervención agraria, en la medida en que la alianza revolucionaria que defendía,
el Frente Democrático Nacional, estaba basado en la unión entre obreros y campe-
sinos en vistas de lograr la reforma agraria profunda. La tarea que debía encararse
para ello era, en cuanto al proletariado rural, la disputa sindical con las direcciones
conciliadoras, y, en sentido análogo, el desplazamiento de los campesinos ricos que
conciliaban con la “oligarquía terrateniente”. Reforzaba, luego, los mismos décits y
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soluciones que se plantearan en el Congreso.
Un año más tarde, el Comité Central del partido emitió una “Resolución sobre el
campo” en la que se denían cinco directivas (Partido Comunista, 1970). En primer
lugar, impulsar la organización de todos los sectores sociales del campo, tanto sin-
dicatos como federaciones o cooperativas de productores, en los distintos lugares
de trabajo e instancias no directamente vinculadas a ámbitos de trabajo como ser los
clubes juveniles. En segundo lugar, incorporar a la mujer, ya sea campesina u obre-
ra, en el movimiento por la reforma agraria. En tercero, fortalecer la FJC buscando
cubrir el décit en la organización de la juventud agraria, principalmente afectada
por la imposibilidad de acceso a la tierra o trabajo estable. Cuarto, impulsar el creci-
miento partidario capitalizando la inuencia y prestigio que tiene ganado. Y, por úl-
timo, fortalecer la Comisión Agraria Nacional, las anexas a los Comités provinciales
y zonales para mejorar el trabajo es pos de la unidad obrero-campesina.
Nuevamente, a pesar de los señalamientos y balances, todo parece indicar que el
partido no lograba alcanzar un trabajo satisfactorio. Hacia 1974 encontramos dos
artículos en la revista teórica Nueva Era que continuaban indicando aquel proble-
ma (Moretti, 1974; Nuestra Palabra, 20/03/1974). En ellos se señalaba que aún el
reclutamiento del campo no alcanzaba a representar más que un 2% de los nuevos
aliados. La tarea por delante tenía como meta elevar ese número al 10%. Para ello
se llamó a profundizar el conocimiento de la economía de la zona y a avanzar en
una mayor integración de las comisiones agrarias, para lo cual se recomendaba la
elección de dos militantes en cada departamento, a los efectos de que dediquen su
atención a las células de campesinos y obreros rurales y su articulación con los comi-
tés locales, entre otras iniciativas (Shapiro, 1974).
Intervención en el movimiento obrero rural
El PC consideraba que el proletariado rural era el principal nexo de la alianza obre-
ro-campesina. Analizando la situación del movimiento obrero rural, el partido ca-
racterizaba que la organización de esta fracción del proletariado se encontraba “es-
tancada en su desarrollo y con tendencia al retroceso.” (Cerro, 1966, p. 84) Muestra
de ello sería que FATRE contaba para 1966 con solo 35.000 aliados, siendo 26.000
los realmente cotizantes. Este estancamiento se explicaría parcialmente por la forma
en que nacieron los sindicatos rurales. El PC sostenía que su surgimiento fue impul-
sado por concepciones políticas estrechas (se refería implícitamente al anarquismo
y anarcosindicalismo), que impulsaron una sindicalización parcial circunscripta a
solo dos actividades (estibadores y pistín), y solo sobre trabajadores de carácter tem-
porario. Asimismo, estos sindicatos harían todos sus reclamos contra cerealistas o
campesinos. Estos décits se habrían perpetuado en el tiempo, complotando contra
la organización del conjunto de la clase. Ese debía ser el principal norte del partido,
avanzar en la sindicalización.
El comunismo balanceaba que jugaba a favor de una política de sindicalización, el
hecho de que había crecido el número de obreros permanentes, lo que a su vez ha-
ría más acuciante la necesidad de relanzar los sindicatos sobre nuevas bases. A su
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vez, surgían nuevas especialidades como los operarios de máquinas complejas. Un
nuevo obrero, propio de las empresas agrarias, que tendría un mayor control del
proceso de trabajo, y cuya sindicalización sería peligrosa para la clase dominante,
dado que resulta imprescindible para la producción. La otra novedad sería la incor-
poración de la mujer. Ambos hechos obligarían al partido a estudiar el problema
para vincularse a esa “masa desorganizada” (Cerro, 1966, p. 87).
El estudio de la prensa periódica del partido en la década del ’70, muestra que efec-
tivamente hubo una política concreta para intervenir en el principal sindicato agra-
rio, Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (FATRE). Allí el
partido había puesto en pie la Comisión Intersindical de Obreros Rurales -denomi-
nada frecuentemente como “la intersindical”-, que tenía como principal norte dis-
putar la conducción nacional del gremio. El partido denunciaba que esa dirección
había puesto al sindicato en un proceso de retracción, sus padrones enaquecían
-reduciéndose a un 10% de la clase obrera rural- y se intervenían las seccionales
consideradas díscolas. Ello llevó a que seccionales más combativas, se separaran y
consiguieran su propia personería gremial, como ocurrió en Bragado y Tres Arroyos
(Nuestra Palabra, 25/05/1971).
Una nota aparecida en 1972 en la prensa partidaria da cuenta del trabajo en FATRE
durante las décadas del ’60 y ‘70. Hacia marzo de 1961 el PC, en una lista unitaria
con activistas independientes, ganó la seccional San Miguel del gremio. Dos años
más tarde, el número de aliados había ascendido de 27 a 600 (400 de ellos cotizan-
tes), a partir de la lucha por la jornada de 8 horas impulsada por el partido. Para ese
entonces, según informes partidarios, la Intersindical ya nucleaba a más de 50 liales
de FATRE (Nuestra Palabra, 21/03/1972). En 1972 esa misma Intersindical inició el
proceso de reorganización de FATRE Irala y la creación de FATRE San Emilio. Para
ese entonces ya detentaba la conducción de la regional Junín, con una lista unitaria
de peronistas y radicales (Nuestra Palabra, 21/03/1972).
Ahora bien, en el ámbito gremial la tarea política central del partido fue “ayudar-
les [a los obreros] a fortalecer su propia organización y ayudarles a comprender
que el enemigo no son los campesinos pobres o medios sino los terratenientes, el
monopolio cerealero.” (García, 1963, p. 37). Por lo tanto, la tarea inmediata para la
militancia era “ir desde ya a la concreción de acciones que luego tengan continuidad
y culminen, en tiempo no lejano, en la formación de la Alianza Obrero-Campesina.”
(García, 1963, p. 40). Para llegar a ello sería necesario:
La solidaridad recíproca con las respectivas luchas; las acciones
comunes por reivindicaciones especícas; la realización conjun-
ta de encuentros y asambleas; la participación fraternal en los
congresos de sus respectivas organizaciones; la inserción en los
programas respectivos de objetivos coincidentes en cuanto a la
realización de la reforma agraria profunda, que dé la tierra a los
campesinos, así como la plataforma y coordinación de la acción
común por la conquista de un gobierno de nuevo tipo. (Kohen,
1968, p. 162).
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Lo cierto es que esta propuesta tuvo un correlato práctico real a través de diferentes
iniciativas del partido, para llevar la consigna de reforma agraria y la alianza obre-
ro-campesina a la clase obrera rural. Para el caso ya mencionado de FATRE tenemos
dos hechos que conrman este punto. En 1974 tuvo lugar un Congreso del gremio,
donde el problema central fue la desocupación, particularmente en el caso de estiba-
dores y otras especialidades que no llegaban a los 100 jornales anuales. En ese esce-
nario, el PC intervino señalando que a lo que “FATRE debe prestar especial atención
a (…) la reforma agraria, promoviendo a otro plano, y con mucha más amplitud,
no solo debates y mesas redondas sino acciones en común con otras organizaciones
obreras, campesinas, políticas, populares.” (Nuestra Palabra, 17/07/1974)
Se encuentran además diversos artículos en las páginas de la revista teórica del par-
tido, donde se celebran hechos concretos que expresarían la alianza obrero-campe-
sina. Por ejemplo, un artículo destinado al análisis teórico de dicha alianza, que ya
hemos citado anteriormente, celebra que en los congresos de FASA y FATRE Ro-
sario, se aprobaran resoluciones que disponían la realización de recorridas, chacra
por chacra, para entrar en contacto con agricultores y establecer “pactos y acuerdos
zonales” y “arribar a un acuerdo amistoso entre obreros y campesinos.” (García,
1965, p. 79) Por otro lado, se celebraba la realización de asambleas comunes entre
trabajadores y productores, como las acontecidas en Firmat en 1963 o la inaugu-
ración de sindicatos en actos con presencia de campesinos para lograr la reforma
agraria integral.
Con todo, una de las iniciativas más importantes en este sentido fue la participación
en las Jornadas Agrarias convocadas por la CGT, celebradas los días 26, 27, 28, 29
de noviembre y 2 de diciembre de 1963. Allí asistieron organismos obreros como
la propia CGT (a través de su secretario nacional, José Alonso), la Asociación Gre-
mial del Personal del Frigoríco Lisandro de la Torre, el Sindicato de Empleados
del Tabaco, FATRE y FOTIA; partidos que se reivindicaban obreros como el propio
PC y partidos de la burguesía como la Unión Cívica Radical del Pueblo o el Partido
Justicialista,; especialistas de renombre como el economista Raúl Scalabrini Ortiz e
ingenieros agrarios como Horacio Giberti, y entidades académicas como la Facultad
de Agronomía, entre otras; organismos que propugnaban la Reforma Agraria como
la Junta de Partidarios de la Reforma Agraria; organismos estatales como la Direc-
ción de Tierras y Colonización de Chaco y el Consejo Agrario Nacional; y corpora-
ciones de la burguesía agraria como FAA (CGT, 1964; Sepiurca, 1964). Los asistentes
debieron expresarse sobre un largo temario, que incluía la denición y alcance de la
reforma agraria, el régimen de tenencia de la tierra en la Argentina, la situación de
estancamiento agrario, las experiencias latinoamericanas de reforma agraria y las
políticas, medidas y enfoques para la transformación del campo. En líneas genera-
les, los convocantes, aunque con matices y ciertas diferencias en cuanto a su alcan-
ce, defendían la necesidad de transformaciones profundas en el agro. En efecto, el
congreso culminó con la constitución de una Comisión Coordinadora pro Reforma
Agraria (COCOPRA), para asegurar la continuidad del movimiento que fundaron
aquellas jornadas.
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Estas Jornadas fueron el puntapié para la celebración posterior de un Congreso Pro
Reforma Agraria, nuevamente convocado por la CGT entre el 14 y 16 de mayo de
1965. En esta ocasión, contó con la presencia de 500 delegados de 100 organizacio-
nes en las que se incluían el grueso de los participantes de las Jornadas de 1963. De
esta instancia, contamos con un balance realizado por el PC, que da cuenta de la
importancia cardinal que tenía en el marco de su estrategia la celebración de estos
espacios de conuencia entre actores del mundo campesino y obrero. En tal sentido,
el partido armó que
Por su contenido y sus resoluciones, es una expresión del grado
de desarrollo alcanzado en la conciencia de la clase obrera, el
campesinado, las masas populares, de la necesidad de cambios
profundos en la estructura atrasada y dependiente del país, entre
ellos, la reforma agraria como instrumento para la realización de
los mismos. (Kohen, 1965, p. 58)
Fundamentalmente, se balanceaba que la jación de un “programa progresista de
cambios estructurales” permitiría “unir en la acción a la clase obrera, al campesina-
do y a los sectores progresistas en torno al proletariado” (Kohen, 1965, p. 58).
En aquel Congreso se habrían debatido dos programas de reforma agraria: uno ela-
borado por organismos técnicos asesores de la CGT y otro presentado por la FAA.
El primero, en la lectura del comunismo, estaría inspirado en ideas desarrollistas
y nacionalistas burguesas, y contaba con puntos positivos y otros confusos. El PC
rescataba que expresaban la búsqueda de una salida de fondo. El segundo, estaba
atravesado por la contradicción entre sus objetivos, que debían atender a la mejora
de la situación del campesinado chico y medio, y sus sectores dirigentes, que serían
“una burguesía agraria relativamente enriquecida” (Kohen, 1965, p. 63). Sus pos-
tulados se emparentaban con la Alianza para el Progreso, al defender una reforma
agraria respetuosa del derecho a la propiedad privada, y sin avanzar en la supresión
del carácter de mercancía de la tierra. Sobre la caracterización de la FAA volveremos
luego, aquí nos interesa destacar que, a pesar de todo, se balanceó el Congreso como
una instancia favorable, en la medida que aprobó soluciones positivas. Entre ellas,
el pronunciamiento por la reforma agraria como instrumento para el cambio de es-
tructuras, incluyendo los cambios en el sistema de tenencia de la tierra, el resguardo
al patrimonio del suelo nacional frente a las compañías extranjeras y la entrega de
la tierra a arrendatarios sin que signique su hipoteca. Se trataría nalmente, de la
conrmación del giro a la izquierda de las masas y de la importancia que para el
partido tenía llevar a entidades obreras, los reclamos campesinos para sustentar lo
que consideraba era una alianza revolucionaria.
Corporaciones, Ligas y Cooperativas
La intervención del PC sobre lo que caracterizaba como un movimiento de tipo cam-
pesino se centró en tres espacios: las corporaciones agrarias -fundamentalmente la
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FAA-, las Ligas Agrarias y el movimiento cooperativista. La principal herramienta
para ello fue la Unión de Productores Agrarios de la Argentina (UPARA), constitui-
da en 1967 tras una Asamblea y Congreso celebrado en Tucumán con delegaciones
de las principales organizaciones agrarias autónomas del país y más de 3.000 campe-
sinos tucumanos, según contabilidades partidarias (García, 1969, p. 340). El objetivo
de esta entidad era organizar a los agricultores, caracterizados como “campesinos
chicos y medios”, coordinar sus luchas y fomentar “la amistad solidaria con las or-
ganizaciones obreras” (Shapiro, 1974, p. 407). En este punto se planteaba como una
alternativa a la “actitud frenadora y participacionista” (García, 1969, p. 340) de los
dirigentes del Consejo Central de FAA, si bien el partido no dejó de intervenir en
aquella corporación.
Hacia 1972 el Comité Central emitió una resolución en la que jaba el programa de
reivindicaciones con el que habría que intervenir en el ámbito agrario, lo que puede
leerse como los lineamientos que guiarían el accionar de UPARA. Allí se destacaba
la lucha por precios compensatorios, expropiación de latifundios y ley de reforma
agraria, abaratamiento de los costos de producción, desgravación impositiva, políti-
ca crediticia de fomento, subsidios, y constitución de juntas de algodón, y yerba,
entre otras (Partido Comunista, 1973; Nuestra Palabra, 26/09/1973 y 10/04/1974).
Como puede apreciarse, nada que desentone con el ya analizado programa agrario
del PC, en particular en lo que hace a la defensa de los intereses de los llamados pro-
ductores del campo. En cuanto a la composición de UPARA, según datos proporcio-
nados por el partido en 1968, agrupaba unos 60 mil productores de tamaño pequeño
y mediano de las provincias de Mendoza, San Juan, Córdoba, Santa Fe, Santiago del
Estero, Tucumán, Chaco y Salta.
Algunos datos surgidos del relevamiento de la prensa partidaria muestran que
UPARA no fue un simple sello. En octubre de 1973 se realizó una asamblea de la
regional Santa Fe, a la que asistieron 47 delegados de 26 localidades para discutir
sobre reforma agraria y tenencia de la tierra, comercialización y mercado, tecnica-
ción y mecanización, régimen impositivo y proyecto de estatuto para los tamberos
medieros (Nuestra Palabra, 12/12/73). En febrero de 1974 tuvo lugar otra reunión
de UPARA, esta vez con 200 delegados de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Tucu-
mán, San Juan, Mendoza, Chaco, San Luis, La Pampa y Formosa (Nuestra Palabra,
09/10/1974).
Estos datos dan cuenta de que la entidad tenía una existencia real, lo que se conrma
al observar la presencia en diferentes conictos en el agro. En junio de 1971 se cele-
bró el Primer Congreso Nacional de Horticultura y Fruticultura, que contó con dele-
gaciones de 80 entidades vinculadas a esa rama de la actividad agraria, entre las que
se destacan el Mercado de Productores y Cooperativas de Quinteros del Cinturón
de Rosario, la Asociación de Cooperativas Hortícolas Argentinas de Buenos Aires y
UPARA. Por esta entidad asistió el dirigente Ricardo San Esteban, quien hizo uso
de la palabra señalando la necesidad de la reforma agraria para la resolución de los
problemas del agro. El saldo del congreso fue la constitución de una Federación Na-
cional de Entidades Gremiales de Productores Hortícolas y Frutícolas, y un balance
sobre las problemáticas agrarias que coincide con las evaluaciones del PC: tenencia
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de tierra, regímenes crediticios e impositivos, problemas en la comercialización e
industrialización y aumento del precio de la tierra (Nuestra Palabra, 29/06/1971).
Ese mismo año, la delegación Córdoba de UPARA convocó, junto a la Comisión
de Defensa de los Productores del Agro Cordobés, a una asamblea de delegados
agrarios. Esta decretó la huelga y el no pago del impuesto a la tierra, un hecho que
fue conocido como el “Grito de Morrison”, consiguiendo el apoyo, según cifras del
partido, de 20.000 productores agrarios (García, 1971). Durante 1973 UPARA estuvo
presente en la lucha contra una serie de desalojos en Rosario en el mes de julio, y en
la organización de la Comisión Promotora de una Federación de Centros Tamberos
de Santa Fe en la ciudad de Firmat (Nuestra Palabra, 25/07/1973). Al mes siguien-
te apoyó la movilización de productores desalojados en Zavalla (Nuestra Palabra,
22/08/1973), y en diciembre se pronunció por una política de precios favorables a
los pequeños y medianos productores de trigo, variable según la dimensión de la
unidad de explotación (Nuestra Palabra, 12/12/1973). En 1975 la encontramos nue-
vamente reclamando por el precio de la leche y por el abaratamiento de insumos,
junto a la FAA, las Ligas Tamberas de Córdoba, los Centros Tamberos de Santa Fe y
la Confederación Nacional de Productores de Leche (Nuestra Palabra, 29/01/1975).
Hacia marzo de ese año también encabezó una protesta por la sanción de un proyec-
to de Ley Agraria Nacional y se pronunció en favor de la lucha de los agricultores de
Misiones, Chaco, Formosa, Entre Ríos, Corrientes, Cuyo Tucumán y Rio Negro, por
precios compensatorios y la propiedad de la tierra (Nuestra Palabra, 19/03/1975).
Federación Agraria Argentina y Campo Unido
Como hemos visto al comienzo de este acápite, el PC intervino activamente en las
regionales de FAA, intentando colocar a miembros suyos en sus organismos de di-
rección. Si para dirigir al proletariado rural había que reconquistar sus sindicatos,
para ganar a los sectores campesinos era imprescindible militar en el interior de
su federación. En este sentido, el tratamiento es en ambos casos era similar: el pro-
blema no era la FAA como organismo, como no lo era la CGT, sino sus direcciones
que tenderían a concilian y se ubican a la retaguardia del movimiento de lucha. La
corporación fue caracterizada en los siguientes términos:
Es la organización gremial más fuerte del campesinado, aunque
solo agrupa a una parte mínima que no excede a los 40.000 o
50.000 campesinos. Pero debemos tener en cuenta la existen-
cia de un fuerte movimiento cooperativo agrario que en el país
agrupa a unos 450.000 campesinos organizados. (Partido Comu-
nista, 1963, p. 318).
En efecto, la intervención en este ámbito se orientaba por la línea política de “ir
cambiando la relación de fuerzas en el seno de la FAA para poder desalojar de su
dirección a los campesinos ricos conciliadores y sustituirlos por representantes com-
bativos de los campesinos pobres y medios.” (Partido Comunista, 1968: 15). Por ello
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la consigna central era la democratización del organismo y el desplazamiento de las
direcciones no representativas.
Así como se denunciaba que la dirección de FATRE vaciaba el sindicato al no impul-
sar la aliación, lo mismo correspondía para FAA. El 58º Congreso de ese organis-
mo en 1970, por caso, fue caracterizado como uno de los más pobres por su escasa
concurrencia: solo habrían participado 193 de 450 liales y unos 300 aliados sobre
un total de 35.000 que, a su vez, eran parte de un universo de productores que el
partido estimaba en medio millón de productores. En este punto, el PC señaló que la
ausencia de las bases expresa un repudio de los agricultores a la “conducción claudi-
cante”, pero que la no concurrencia era un error. La orientación debía ser buscar una
legítima representación, interés que no sería compartido por el presidente de la cor-
poración, Di Rocco (Nuestra Palabra, 29/09/1970). En el congreso 59º, celebrado en
1971, el PC parece haber percibido un mejor panorama, en tanto señaló que se hizo
visible la existencia de dos líneas políticas. Una encarnaría la conciliación con la dic-
tadura, la oligarquía y los monopolios y su cabeza sería Di Rocco. La otra, opuesta,
recogería la tradición del Grito de Alcorta –conicto que protagonizaron arrendata-
rios pequeños y medianos de la provincia de Santa Fe en 1912 en virtud del aumento
del monto de los contratos-, pronunciándose contra los desalojos y por la reforma
agraria, línea que estaría personicada en los “numerosos delegados que llevaron el
clamor de lucha de las masas campesinas.” (Nuestra Palabra, 12/10/1971).
Las principales denuncias contra la FAA estuvieron centradas en su inacción frente
a la política de desalojos de la Revolución Argentina. En efecto, este gobierno en
cuanto a política agraria, promovió el n de la intervención del Estado en el mercado
de arriendos, lo que se expresó en la Ley 17.253 o Ley Raggio, que abrió una etapa de
acciones judiciales promoviendo desalojos.
El partido denunciaba que verbalmente la conducción de FAA repudiaba los desalo-
jos, pero que en los hechos se negaba a la movilización, y por tanto terminaba siendo
colaboradora (Nuestra Palabra, 22/07/1971). De este modo, las bases en los congre-
sos lograban instalar resoluciones combativas, pero luego la dirección se encargaba
de convertirlos en letra muerta. A los efectos de garantizar ello, anulaba credenciales
y expulsaba a los delegados más activos, entre los que se destacarían los comunistas
(Comisión Agraria, 1961, p. 19).
La FAA no fue, sin embargo, la única corporación en la que intervino el PC. A co-
mienzos de los ‘70 también actuó dentro de un frente de corporaciones conocido
como Campo Unido. Se trató de un movimiento fundado por Carlos Manuel Acuña,
quien oció como presidente y era además dirigente de Sociedad Rural Argentina
(SRA) y de Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa
(CARBAP). El objetivo era dirigir el movimiento agropecuario de oposición a la Re-
volución Argentina. Su fundación puede ubicarse en abril de 1970, pues si bien hubo
antecedentes, en ese momento se dio a conocer su maniesto. El frente promovía la
unidad de acción entre CRA, Comisión Coordinadora de Entidades Agropecuarias
(CCEA), SRA, FAA y CONINAGRO bajo una serie de demandas comunes:
-Que se convierta la Secretaría de Estado de Agricultura y Ga-
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nadería en el Ministerio correspondiente. -La reducción de la
presión impositiva sobre el agro. -La derogación de los impues-
tos a las exportaciones. -La plena intervención de las entidades
agropecuarias en la instrumentación de la política agropecuaria.
-Que se modique sustancialmente la política crediticia que se
ha seguido hasta ahora. -Denición de la política que se seguirá
para promover el agro en la Patagonia, y provincias del Oeste,
Noroeste y Nordeste argentino. (La Nación, 04/08/1970)
Para el PC la iniciativa constituía un saludable “frente unitario del agro argentino
contra la política expoliadora de los monopolios internacionales” (Nuestra Palabra,
25/08/1970), y contra la “nefasta política antiagraria de la dictadura” (Nuestra Pa-
labra, 14/07/1970). Se trataba entonces de una organización que levantaba un “pro-
grama de defensa del campo” contemplando la rebaja de impuestos “asxiantes”
que, además, contaría con el apoyo de sectores obreros y populares (García, 1971,
p. 146).
Así fue que el partido, a través de UPARA, participó de diferentes instancias orgáni-
cas del movimiento. En septiembre de 1970 formó parte de la reunión celebrada en
Pergamino, junto a la Asociación de Cooperativas Agrarias, Cooperativa de Produc-
tores Agrarios de Rosario y 9 de julio, Sociedad Rural de Santa Fe, 25 de mayo y Ju-
nín y Cooperativa Agropecuaria Industrial de Rojas (Nuestra Palabra, 29/09/1970).
Un mes más tarde participó de una asamblea de Campo Unido junto con repre-
sentantes de la Sociedad Rural, el Sindicato del Tabaco y 300 campesinos (Nuestra
Palabra, 27/10/1970).
Sin embargo, hacia noviembre de ese mismo año, el PC comenzó a mostrar un tono
más crítico. El 26 y 27 de octubre tuvo lugar en Rosario la primera Reunión Nacio-
nal de Entidades Agropecuarias con participación de todas las corporaciones agra-
rias: FAA, Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada (CONINAGRO),
Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Sociedad Rural Argentina (SRA), an-
tesala de la constitución del frente agrario por el que bregaba Campo Unido. En
las páginas de la prensa partidaria se denunció que no hubo interés allí en llevar
delegaciones campesinas, y que no se dio voz en el plenario a la delegación nacio-
nal de UPARA a través de su presidente -Antonio Neman García-, su vicepresiden-
te -Pedro Arriarán- y su asesor general -José María García-. Lo sucedido fue leído
como una negativa a la participación de los sectores pequeños y medianos, lo que se
agravó por el hecho de que la asamblea fue deliberativa y no resolutiva, no contem-
plando la votación de un plan de lucha (Nuestra Palabra, 03/11/1970). Ese mismo
mes, el partido denunció una nueva maniobra de las entidades agropecuarias que
marcó el n de su intervención en Campo Unido. En una nueva reunión, se habría
querido anular la marcha sobre Buenos Aires que había promovido Campo Unido
y UPARA, lo que el PC caracterizó como “una maniobra de los dirigentes de las
entidades ‘madres’, muchos de los cuales son campesinos muy ricos, terratenientes,
o directamente hombres de los monopolios” (Nuestra Palabra, 24/11/1970). De ma-
nera que la lucha de los campesinos debería continuar en las bases, desde UPARA y
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las regionales de FAA.
La intervención en Campo Unido es sugestiva respecto de la línea política que llevó
adelante el PC para el agro. En este caso se observa como la defensa en abstracto
del “campo” contra los “monopolios”, lo llevó a un frente común con sectores bien
posicionados de la burguesía agraria.
Ligas Agrarias
Como es de suponer por la atención dirigida a los campesinos, el PC no descuidó
la participación y el impulso a las Ligas Agrarias, que fueron tomando forma en los
primeros años de la década del ’70, como expresión del descontento de una mul-
tiplicidad de capas sociales, que iban desde productores medios hasta sectores no
explotadores en vías de proletarización.
Desde que comenzó a cobrar visibilidad la experiencia de las Ligas, el PC leyó el
fenómeno como la irrupción de las grandes masas pobres del campo en la escena po-
lítica, y celebró su estructuración, en la medida que permitirían “aglutinar desde las
bases y lograr la mayor participación directa de nuevos sectores del agro laborioso,
especialmente de la combativa juventud” (Rosales, 1972, p. 243). En este sentido, su
experiencia era asimilada a las “mejores tradiciones” del Grito de Alcorta, y era eva-
luada como un avance en la conciencia de los sectores campesinos chicos y medios,
abriéndose paso al enfrentamiento contra la oligarquía y los monopolios. Particular-
mente, destacó su vocación democrática mediante la toma de decisiones en Cabildos
Abiertos (Nuestra Palabra, 24/11/1970). Sin embargo, se cuidó de señalar que este
trabajo no debía complotar contra la actividad “por democratizar las entidades tra-
dicionales del agro en manos de jerarcas claudicantes y fortalecer los movimientos
sindicales y cooperativos.” (Rosales, 1972, p. 243). Es decir, que el trabajo sobre las
Ligas se combinó con el que se desarrollaba en el seno de la FAA.
Ante este nuevo impulso del movimiento campesino, el partido se decidió a inter-
venir, para lo cual comenzó primero asumiendo la tarea de realizar un análisis más
acabado de la situación del nordeste argentino. Este análisis serviría como base para
precisar las tareas a emprender, y poder desarrollar una labor para incrementar la
conciencia y combatividad de ese movimiento. Esta tarea contempló la convocatoria
por parte de la Comisión Agraria Nacional a una reunión con los comités del Chaco,
Corrientes, Misiones, Formosa y Santa Fe, junto con miembros del Comité Ejecutivo,
el Comité Central, delegados de distintos frentes y de la FJC en febrero de 1972. Allí
se raticó el diagnóstico que ya hemos analizado: la experiencia organizativa de las
Ligas estaba asociada a la crisis de pequeños y medianos productores por precios no
remunerativos, que eran el resultado de la acción de los monopolios extranjeros, lo
que produce un vaciamiento agrario.
El comunismo no dudó en apoyar el programa del liguismo, al que consideraba
adecuado en tanto recogía las necesidades inmediatas del campesinado y amplios
sectores populares: precios compensatorios para la producción, salario adecuado
para obreros rurales, apoyo y defensa de las cooperativas y sus industrias, reduc-
ción de impuestos, abaratamiento de los costos de producción y de vida, y créditos
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que fomenten la producción. Asimismo, bregaba por desarrollar a la par sus tareas
de fondo: reforma agraria integral y nacionalización de los monopolios, es decir
una política nacionalista, antiterrateniente y antimonopolista. Por caso, en las Ligas
Correnteinas de productores de tabaco en Goya, el PC debatió señalando que no
incorporaba la denuncia del núcleo del problema -la estructura del latifundio- y su
solución -la reforma agraria- (Nuestra Palabra, 18/03/1969).
Con aquella línea política, el PC apoyó la lucha de la Unión Cooperativas Algodo-
neras y las Ligas Agrarias Chaqueñas en defensa de precios compensatorios para el
algodón (Nuestra Palabra, 27/10/1970), de la Unión de las Ligas Campesinas For-
moseña (Nuestra Palabra, 24/02/1975), las Ligas Tamberas de Santa Fe (Nuestra
Palabra, 05/06/1973), y el Movimiento Agrario Misiones de los campesinos tealeros
(Nuestra Palabra, 28/11/1972). En 1971 realizó un balance positivo del movimiento
agrario, señalando la existencia de una eclosión campesina que tendría tres virtudes.
En primer lugar, ponían el foco en la estructura económica subdesarrollada, margi-
nada e injusta, exigiendo la liquidación del latifundio mediante una reforma agraria
profunda. En segundo lugar, se solidarizaban con el proletariado. Y nalmente, par-
ticipaban jóvenes y dirigentes estrechamente vinculados a las bases (Nuestra Pala-
bra, 09/11/1971).
Cooperativas
El movimiento de cooperativas agrarias fue otro de los espacios privilegiados de
intervención por parte del partido. No era, sin embargo, un interés exclusivamente
agrario, toda vez que el comunismo fomentaba de igual modo el cooperativismo de
crédito, lo que muestra una valoración positiva general de este fenómeno organiza-
tivo. La importancia de actuar en este sector, se fundaba en el diagnóstico de que “se
ha convertido por su volumen en el mayor agrupamiento societario de los agriculto-
res, superando considerablemente al número de agrarios agrupados en sociedades
de tipo gremial.” (García, 1968, p. 181). Tomando cifras del Censo Cooperativo de
1959, El PC calculaba que esta forma organizativa nucleaba alrededor de dos millo-
nes de personas, contando la familia del cooperativista.
Las cooperativas fueron caracterizadas como organismos de defensa frente a la “vo-
raz especulación y explotación que imponían a los agricultores los monopolios y
grandes acopiadores y comerciantes en el abastecimiento de víveres, aperos, maqui-
narias e implementos agrícolas” (García, 1968, p. 182), remontándose su origen a los
primeros migrantes que se instalaron en el campo a principio de siglo. La FAA, por
su parte, habría estado desde sus comienzos comprometida con el impulso a estas
formas de organización cooperativa. Con todo, se trataba de espacios de disputa en
la medida que existirían en su seno capas de campesinos ricos y gerentes y funcio-
narios juzgados como burocratizados, que en lugar de promover la producción en
función social se guiarían por intereses capitalistas. Así las cooperativas podrían
devenir en organismos que sirvieran para esquilmar a los campesinos pobres. Casos
de este tipo se podrían encontrar en las cooperativas tamberas y llegaron a industria-
lizar gran parte de la producción de sus socios.
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La intervención del comunismo en el mundo agrario
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Al igual que en la FAA, lo importante aquí serían las bases, las “masas adherentes”,
(e incluso la mayoría de sus dirigentes y funcionarios), en quienes predominaría el
espíritu de lucha, fermento para la liberación nacional y la reforma agraria. En este
punto, la militancia en su seno se tornaría fundamental, debido a que sería la forma
en la que se podrían desbancar de la conducción a los gerentes y campesinos acomo-
dados, y así liberar a la gran mayoría de los productores directos de la opresión de
los monopolios comercializadores o industrializadores. De este modo, las cooperati-
vas deberían sumarse al mismo movimiento que el PC impulsaba en la FAA, el de la
democratización de sus mecanismos de funcionamiento, para evitar el surgimiento
de burócratas y el de direcciones que responden a una minoría, por la vía de bre-
gar por cargos cubiertos por “funcionarios honestos y solidarios con la verdadera
función social de la cooperativa.” (García, 1968: 184). De este modo el “movimiento
agrario deberá renovarse y forticarse jugando un papel cada vez mayor en el vasto
frente de lucha contra los monopolios y el feudalismo terrateniente”. (García, 1968,
p. 189).
En el marco de esta depuración, el cooperativismo debería estrechar lazos con el
movimiento obrero. El espacio de trabajo común entre ambos se daría en la esfera
del mercado, en donde, eliminando a los monopolios comercializadores, el produc-
tor podría vender a mejor precio y el consumidor comprar más barato, dado que
encontrándose directamente, los especuladores “parásitos” no podrían realizar su
“voraz pillaje”.
Mujeres y jóvenes
Tal como señalábamos al comienzo, las comisiones femeninas y de juventud del par-
tido estuvieron vinculadas a la problemática agraria. No los hemos incluido en los
anteriores porque dentro del partido, estos dos sectores tenían frentes diferenciados.
Ya hemos dicho que la juventud aparecía en los ojos del partido, como una de las
principales víctimas de las transformaciones del campo al sufrir “desocupación cre-
ciente, sin tierra ni estabilidad, […] obligada a recorrer el país como obreros rurales
golondrinas” (Del Campo, 1972: 320). En ese contexto se abría también otra veta:
“el joven obrero es muy solicitado por sus ambiciones [...] posee iniciativa, se com-
penetra más fácilmente con la máquina […] y desde luego rinde más” (Cerro, 1966,
p. 87). Pero se trataría de un actor que “quiere mejores salarios y condiciones de
vida y trabajo” por tanto presentaría una mayor voluntad de lucha. Este sería el
escenario sobre el cual habrían surgido y cobrado protagonismo las organizacio-
nes juveniles agrarias tales como la Federación Argentina de Centros Juveniles de
Capacitación de la FAA (FACJAC), los centros juveniles de la Unión Cooperativas
Algodoneras, la Federación de Centros Juveniles Sancor, el Movimiento Juvenil de
UPARA, los clubes 4-A, los grupos juveniles del Movimiento Rural Católico, Ju-
ventudes Agrarias de Santiago del Estero, Centros Juveniles de la Asociación de
Cooperativas Agrarias y Confederación de Juventudes Agrarias Cooperativistas.
Según las cifras que manejaba el partido, estas entidades agruparían 80.000 “jóvenes
agrarios” sobre un total de más de un millón y medio. Sin embargo, el diagnóstico
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del partido era que “lo ya organizado es muy importante y más importante aún las
posiciones que van asumiendo estas organizaciones” (Del Campo, 1972, p. 321). Se
refería, con ello, a la adopción en asambleas, congresos y encuentros de la consigna
de reforma agraria que expresaría un avance de la conciencia y de la organización
de la juventud agraria. Por ello, el PC consideraba primordial conuir en un Frente
Común con todas estas organizaciones -recordemos que UPARA era una iniciativa
partidaria- para enfrentar a la “contraofensiva” de la “reacción” de los monopolios,
los terratenientes y el imperialismo.
La tarea de los jóvenes agrarios comunistas sería la de poner en pie comisiones coor-
dinadoras por la tierra, sobre todo a través del impulso a UPARA que organizaría
campesinos pobres. Esta organización inició una campaña de colecta de rmas e
inscripción de aspirantes a la tierra, y en igual sentido estaría trabajando FACJAC,
donde probablemente el partido tuviera presencia. Con la recolección de rma se
apuntaría a esclarecer a los trabajadores para organizar luego la ocupación de los
latifundios. Esta campaña debía impulsar actividades juveniles de interés como los
encuentros ciudad-campo, bailes, cursos y torneos de futbol. Para ello el partido
debería fortalecer la FJC en el campo, con círculos en chacras, colonias, latifundios
y pueblos nucleados en comités de pueblos. El plan de trabajo debía apuntar tanto
a campesinos como a obreros rurales, aunque siempre en pos de la consigna de re-
forma agraria.
En cuanto a la mujer del campo, se observan señalamientos similares. Se la visuali-
zaba como una acriz importante en el agro, ya que “cargan con buena parte de las
tareas en chacras, tambos, quintas, viñedos, olivares, cañaverales, algodonales, cria-
deros de aves, etc. Y nadie como la mujer campesina sufre la disgregación familiar
por la falta de tierra para que la trabajen sus hijos” (Nuestra Palabra, 11/05/1971).
Se armaba que su principal reivindicación era “la del acceso a la propiedad de la
tierra a través de una amplia y profunda reforma agraria.” (Delna, 1975, p. 171). De
esta manera, sería necesaria su organización, su incorporación al partido y su eleva-
ción a la categoría de cuadro dirigente. La forma de acercarse a ella sería a partir de
reuniones de carácter recreativo, la vía práctica para “charlar en común” (Delna,
1975, p. 171). La realización de esta tarea “signicará la incorporación de una gran
masa de mujeres a la lucha social y política, fortaleciendo con su presencia el nudo
fundamental de la unidad democrática y popular que es la alianza obrero-campesi-
na” (Delna, 1975, p. 171).
En este punto, el partido tomaba como ejemplo la experiencia de Coronda (provincia
de Santa Fe), una región donde en 1972 se inició un movimiento de productores de
frutilla que reclamaba por los precios y el bloqueo a la importación de la frutilla bra-
silera y paraguaya. En ese proceso se constituyó la Unión de Productores de Frutilla
adherida a UPARA. Allí habrían tenido un papel destacado las mujeres, por lo cual
se formó el Departamento Femenino del movimiento, integrado por nueve mujeres
productoras, y la célula femenina de Coronda del PC, formada por tres campesinas.
Para continuar con el movimiento, se realizó el Encuentro de Mujeres de la Ciudad
y el Campo, exponiendo las problemáticas propias con asistencia de 70 mujeres.
Allí se discutió sobre sanidad, educación, guarderías y jardines de infantes, carestía,
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riego, electricación, vivienda, defensa de la familia campesina, reforma agraria y
recreación. Sobre carestía se hizo hincapié en el costo de los insumos (maquinaria,
semillas, abonos) que impedían vender a precios compensatorios.
En cuanto a la mujer obrera, se tomaba como botón de muestra la experiencia de
organización en dos pueblos de Rosario, Santa Fe. En Pueblo Esther, se realizó una
visita con militantes para explicar la necesidad de la organización, lo que dejó como
saldo la constitución de una célula de seis militantes, con las cuales luego se consti-
tuyó una lial de UMA con once mujeres, nueve de las cuales eran del ámbito agra-
rio. El proceso de incorporación también llevó a que se aliaran a FATRE, al que se
movilizaron con un petitorio que exigía jornada de 8 horas, guantes, botas e igual
salario que el hombre. Por otro lado, en Fighiera se realizó una reunión donde se
constituyó una célula femenina y una comisión de obreras rurales adherida a UMA.
En este caso, debieron combatir contra la dirección de FATRE que no las aceptaba
por su condición de género. En síntesis, el partido encaró en la práctica la organiza-
ción de las mujeres y jóvenes, tanto campesinos como obreros apelando a su línea de
conciliación entre ambos.
Conclusiones
A lo largo de este artículo, hemos reconstruido la intervención del Partido Comu-
nista de la Argentina en el mundo agrario, en una época convulsionada, como fue
la que comprendió los años ’60 y ’70. Hemos podido atestiguar que el comunismo
argentino actuó sobre varios frentes rurales, abarcando desde el proletariado hasta
la organización de productores, ya sea rubricados como campesinos o incluso como
parte de la burguesía nacional.
La primera conclusión que se impone, es que el partido efectivamente mostró una
preocupación organizativa en el ámbito rural, que era el correlato de la importancia
que la cuestión agraria tenía en su propio programa político. Siendo que el nudo
del desarrollo argentino se encontraba en el campo, la tarea de los comunistas debía
pasar por insertarse en ese espacio y conquistar a los sectores interesados en revertir
el atraso: obreros y campesinos. En efecto, estos dos sujetos, fueron los privilegiados
en el accionar partidario. Lo hemos visto tanto en la batalla por ganar la dirección
de sindicatos como FATRE, así como por ganar representación en organismos cuya
composición se juzgaba campesina, como las novedosas Ligas Agrarias o la más
tradicional Federación Agraria Argentina. En efecto, en ambos espacios se desarro-
llaba una tarea análoga: la conquista de los espacios de dirección, para desalojar a las
direcciones conciliadoras o reformistas. Esto viene a conrmar que ambos sectores
recibían un trato análogo en función de su evaluación como “capas laboriosas”.
El segundo aspecto a destacar es la consecuencia entre programa y práctica en otro
aspecto, el de las tareas políticas. En efecto, hemos visto al Partido Comunista apos-
tar a la construcción de la alianza obrero campesina tanto en sindicatos como en
organismos de nucleamiento de productores. Esa construcción fue forjada al calor
de la principal consigna política del partido en el campo: la reforma agraria. En
sentido estricto, esta venía a recoger la demanda central de los sectores campesinos,
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de modo que el proletariado rural tenía en la estrategia agraria del comunismo, un
lugar secundario. Que este fue el caballito de batalla del partido, queda claro en in-
tervenciones como la que se desarrolló en el las Jornadas Agrarias de la CGT, donde
se apuntó a conciliar los intereses de los dos sujetos en cuestión.
Finalmente corresponde destacar un aspecto central. El Partido Comunista, en la
búsqueda de constituirse en dirección de capas de productores agrarios, entre las
que se contaban campesinos y burguesía nacional, llegó incluso a compartir frentes
políticos con corporaciones agrarias que, más allá de la valoración que se tuviera, no
cuadraban en la denición de pequeños y medianos productores. En este punto, la
participación en Campo Unido, que nucleaba a los sectores más encumbrados de la
burguesía agraria -como la SRA- es sucientemente ilustrativa.
En síntesis, creemos haber echado luz sobre un aspecto poco explorado de una etapa
signada por los grandes combates sociales, como fue la del ’60 y ’70 en la Argentina.
El estudio de la acción agraria del Partido Comunista muestra que efectivamente,
al menos en un sector de la izquierda argentina, caló hondo la preocupación acerca
de la organización de los sectores sociales del campo. En este caso, lo hemos visto
a través de un partido que apostó a la construcción de la alianza obrero campesina,
lo que lo llevó a concentrarse no exclusivamente en el proletariado sino también en
otras capas sociales que no eran explotados desprovistos de medios de producción.
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Fecha de recepción: 02/08/2019
Fecha de aceptación: 17/11/2019
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