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Roxana Albanesi
Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 51 - 2do. semestre de 2019
ISSN 1853 399X - E-ISSN 2618 2475 - Páginas 79-94
social, pedían el n del neoliberalismo.
La mayoría de las programas y políticas implementados por el gobierno de Correa
fueron inuenciados más por el paradigma económico neo-desarrollista de fomento
del agronegocio y del capital nacional. El autor sostiene que numerosos campesinos
se han beneciado por este modelo. Pero también dirá más adelante en su texto que:
“Debido a la irregularidad del proceso de reforma agraria en el Ecuador, hay una
amplia variedad de agricultores en el país: desde campesinos en la sierra con muy
poca tierra y poco acceso a recursos productivos por un lado, hasta “campesinos
medios” y productores de gran escala agroexportadores por el otro lado.” Nos pre-
guntamos ¿cuáles de estos actores esperaban sólo mayor regulación? ¿Cuáles fueron
las demandas de los campesinos de escasas tierra?
En la misma dirección política y económica, se buscó fomentar la producción para
los mercados de exportación, especialmente cacao y café, beneciando a los sectores
campesinos exportadores. Hubo también un crecimiento modesto de las iniciativas
de la economía solidaria, la economía campesina de la agricultura orgánica y de la
agroecología, a través de programas implementados principalmente por ONG na-
cionales e internacionales, aunque su expansión fue muy marginal.
Con relación a la reforma agraria, en el 2009 Correa empezó con la implementación
de un programa de formalización y redistribución de la tierra llamado Plan Tierras.
No se cumplieron las metas originales y, al igual que Deere, el autor asocia esta cir-
cunstancia a las desmovilizaciones y divisiones internas de los movimientos campe-
sinos. Y también, a que el acceso a la tierra era menos prioritario en el medio rural
en comparación con otros temas como el acceso a los servicios públicos, la inversión
social y la infraestructura.
En el área de asalariados rurales el gobierno sí cumplió con sus compromisos inicia-
les, incrementando el salario y mejorando la aplicación de las leyes laborales.
Concluye que la política agraria se orientó al fomento de la agroindustria de ex-
portación, al igual que en los países analizados hasta aquí (salvo Venezuela). Sin
embargo sostiene que la población rural se beneció a través de las políticas sociales.
Es destacable el planteo que el autor realiza al señalar que existió una gran distancia
entre el modelo agroecológico de desarrollo rural de tipo vía campesina promovido
en el discurso ocialista y las realidades contemporáneas de la mayoría de los “cam-
pesinos reales existentes” en el Ecuador, a quienes considera cada vez menos cam-
pesinos y cada vez más pequeños productores capitalistas. Señalando que una gran
parte de la literatura sobre la soberanía alimentaria cae en un romanticismo sobre
el mundo rural y caracterizan a los campesinos y a los indígenas como si estuviesen
-por su esencia misma - “fuera” del capitalismo.
En “El Frente Amplio y la política agraria en el Uruguay” Diego Piñeiro y Joaquin
Cardeillac, con una muy buena ubicación contextual, nos indican que a principios
del siglo XXI, luego de dos décadas de gobiernos neoliberales, el Frente Amplio
(FA), coalición de una veintena de partidos y grupos políticos de izquierda, llega al
gobierno nacional. En los diez años siguientes el FA reinstaura el papel regulador
del Estado en la economía, realiza reformas impositivas, en el sistema de salud, pro-
fundiza una agenda de derechos de tercera generación, disminuye drásticamente la