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La crisis económica internacional de 1930 tuvo un profundo y extenso impacto so-
bre la estructura agraria pampeana. La abrupta caída de la cotización de los granos
generó serios problemas económicos y sociales para los pequeños y medianos agri-
cultores. Éstos comenzaron a tener dicultades para afrontar las deudas contraídas
por la compra de tierra, insumos y maquinarias. También para cubrir los adelantos
en efectivo que habían recibido de los almaceneros de ramos generales.
En esa coyuntura, se inició una ola de desalojos, aumento de los arrendamientos y
remate de sus tierras y herramientas. Para enfrentarlos, un signicativo porcentaje
de los productores comenzó a reunirse, debatir y encabezar distintas iniciativas que
incluyeron huelgas, movilizaciones y la organización colectiva para recuperar, por
ejemplo, los implementos de un compañero.
En este proceso, se desplegaron conictos y tensiones dentro de la principal organi-
zación de agricultores la Federación Agraria Argentina-, en torno a las formas de
lucha, la caracterización del gobierno nacional y los reclamos que se debían enarbo-
lar en cada medida de protesta.
Reproducimos un número acotado de las tantas notas publicadas en el periódico
La Tierra, órgano de dicha Federación, referidas a estos sucesos. En las mismas, se
pueden advertir las perspectivas de la entidad, por momentos muy estrechos y sec-
toriales, sobre las diversas problemáticas que aquejaban a los chacareros pampeanos
en la primera mitad de la década del `30.
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El impacto de la crisis de 1930 sobre los
chacareros pampeanos
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Los desalojados
¡Habrá justicia un día para ellos!
“En el sud y centro del país, en el preciso instante en que los soldados de la pa-
tria, interpretando el sentir del pueblo consciente, lánzanse generosos en busca de la
mayor felicidad para cada habitante del suelo argentino, unos desalmados –el señor
Marzano, la condesa de Chateaubriand, los hermanos Bazet, los herederos Defoix,
todos ellos extranjeros y los más de ellos radicados en el extranjero- con saña cruel
están arrojando a seiscientas familias de agricultores, todos envejecidos los padres y
nacidos los hijos en esta tierra.
Y los arrojan sin piedad en nombre de una ley respetable, pero con un derecho ab-
surdo. Los agricultores no pueden pagar 50 pesos por hectárea, año adelantado;
no pueden porque la tierra no da tanto; y ellos, los dueños y los intermediarios, los
echan al camino, destruyéndoles sus pobres ranchos, arruinando a aquellos chacare-
ros, disolviendo aquellos hogares, humillando a aquellos argentinos.
Esto no puede ser. Esto no puede continuar. Las lágrimas de los chicos y de los an-
cianos han de hacer estallar un día la ira de los grandes.
Buenos Aires, en un gesto argentino, arrojó a los mercaderes del tempo; Buenos Ai-
res arrojará un día a estos bárbaros que convirtieron los campos argentinos en antros
de dolor y de humillación.
Cada familia de agricultores que es arrojada a la calle es un germen menos de vida
nueva para el país.
La injusticia no perdura en nuestro pueblo: el día de justicia para estas pobres famil-
ias de agricultores también llegará”.
La Tierra, 10/9/1930, p. 4.
Para los terratenientes seguimos en el mejor de los Mundos
No otra cosa hace suponer el contrato que los dueños del campo Martelli, de Bom-
bal, Santa Fe, quieren imponer
“Bombal, 2. Hace ya varios días que llegó a nuestro conocimiento que el inge-
niero señor Mauricio D. Harilao, por medio de su administrador en ésta, ha hecho
noticar a los colonos que tiene actualmente en el campo que es conocido por el de
Martelli, que el precio del arrendamiento para el nuevo contrato, será del 30% de la
producción y de $10 por hectárea, ni un solo centavo menos.
En un principio, no dimos crédito a estas versiones, pensábamos que era una broma
lanzada sin fundamento, pero desgraciadamente no fue así, por cuanto hoy se nos
conrma la noticia por los mismos interesados. Sin embargo, nos cuesta creer que
los propietarios de estos campos, puedan albergar en este momento de depresión
semejantes pretensiones. Si ello fuera cierto, habría que convenir que los señores
terratenientes todavía viven n la ilusión de que los colonos pueden pagar esos arren-
damientos desproporcionados, aunque los productos, que ellos extraen de esa tierra
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no valgan nada y que es un deber seguir consteándoles el lujo y paseos extraordi-
narios a expensas del hambre y la desnudez de sus propios hijos.
Al parecer, estos grandes propietarios de campos, siguen viviendo en las nubes; no
entienden o mejor dicho, no quieren entender, ni ver, que las cosas han cambiado
fundamentalmente, que los productos que sus arrendatarios extraen de sus tierra
se han desvalorizado a un límite que no tiene nombre; lo que se paga por ellos ya
no responde para pagar esos arrendamientos elevados ni mucho menos. Esto sería
pedirle peras al olmo, que no las puede producir.
Entonces, es de preguntarse: ¿Por qué motivo se obstinan estos señores terratenien-
tes en querer que se les pague lo que la tierra ya no les produce? ¿No piensan, que a
más del arrendamiento, el colono tienen que trabajar todo un año y que de allí debe
salir para herramientas, animales de trabajo, semilla, gastos de cosecha, vestir, com-
er, para doctor y botica? ¿Cómo es posible que no reexionen siquiera unos instantes
y no vean todo esto?
En Bombal, hoy no puede pagarse ya esos arrendamientos elevados que se ha veni-
do pagando hasta ahora; creemos con fundamento y por propia experiencia, que el
precio máximo a pagarse, no puede ser más que el 20% de la producción en especie,
en parva o troja, o bien sea 15 pesos por hectárea. Asimismo, le sería difícil la vida al
colono, si no se arbitra algún recurso que cambie la situación actual, valorizando los
productos que de la tierra extrae.
Comparen los compañeros los precios pedidos y lo que en realidad puedan pagar.
Vean después lo que les conviene, pero no se engañen”.
La Tierra, 3/1/1933, p. 6.
Los agrarios resolvieron en Las Rosas no cosechar ni arar
El momento de angustia económica y moral de los hombres del campo impone una
acción conjunta que ponga término a la incertidumbre de la chacra.
El clamor de la multitud: ¡a la huelga!, ¡a la huelga! Si los poderes públicos no tratan
y resuelven la situación.
“Según lo prometiéramos en nuestra edición de ayer al nal de la crónica de los actos
realizados el domingo último en Las Rosas, damos hoy en sus más amplios detalles
una relación del desarrollo de la magna asamblea vericada en el amplio salón de la
Sociedad Española y de las conclusiones a que arribaron los entusiastas asambleís-
tas, entre los que guraban en crecida proporción los agricultores representantes de
cuarenta Secciones y Clubs de la Federación Agraria Argentina, destacados elemen-
tos del comercio de la industria y de los obreros de la campaña de muchas leguas
a la redonda de la localidad de Las Rosas. Por las vastas proporciones alcanzadas
por la asamblea en lo que a número de concurrentes y a la enorme importancia de
las resoluciones adoptadas se reere, la del domingo en Las Rosas ha de constituir
la piedra de toque de una nueva era de la organización campesina forjada por la
Federación Agraria Argentina.
Conforme se había dispuesto al pasar a cuarto intermedio a las 12 horas, a las 14:30
se inicio la asamblea con la presencia de más de 2.500 personas, número quizás su-
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perior a la concurrencia de la mañana, ya que después de mediodía se habían agre-
gado numerosas delegaciones de localidades de Santa Fe y Córdoba que los malos
caminos, a causa de la lluvia del sábado, habían hecho retrasar en su viaje a Las
Rosas.
La moción aprobada por la Asamblea
Es presentada una moción concretando un petitorio en estos términos:
Vista la imposibilidad de seguir trabajando debido a las causas expuestas en esta
asamblea, se resuelve:
PRIMERO: deplorar que los gobiernos de las provincias y el de la Nación no se
hayan apercibido de la gravedad de la situación, si hayan escuchado nuestro clam-
or, ni hecho caso a los numerosos petitorios que desde cuatro años a esta parte les
hemos estado dirigiendo.
SEGUNDO: dirigirnos, por intermedio de la F.A.A., a los gobiernos de la Nación y
de las provincias, rogándoles una vez más, acordar un plan conjunto de acción en
defensa de la agricultura.
TERCERO: declararnos en estado de huelga todos los agricultores de la República
a partir del de Febrero próximo, suspendiendo todo trabajo de arada y cosecha
hasta tanto no hayamos obtenido:
A) Reducción de arrendamiento;
B) Moratoria, escalonando los pagos, a través de cuatro años, de toda deuda
comercial, bancaria o por arrendamiento;
C) Reducción del interés del dinero empleado en el comercio afín a la agricul-
tura, del bancario con la agricultura y de toda actividad agrícola, al 4%;
D) Suprimir derechos de aduana aplicables a artículos extranjeros para fomen-
tar la industria nacional y gestionar reciprocidad por un largo número de
años con gobiernos extranjeros a n de que el grueso de nuestra producción
tenga consumidores.
E) Reducción de las tarifas para el transporte de nuestra producción;
F) Retasación de las tierras colonizadas por el Banco Hipotecario Nacional,
previa reducción del interés y de la acumulación de intereses vencidos;
G) Acordar títulos denitivos a los ocupantes de tierras scales;
H) Fijación de un precio mínimo, para el maíz, de $5,00, autorizando el gobier-
no de la Nación para que disponga de él de la manera que crea más condu-
cente a la elevación de su valor;
I) Dirigirse a los agrarios de la República, pidiendo su adhesión a la causa; y
J) Expresar al gobierno de la Nación y de las provincias el profundo pesar que
seguimos al tomar esta actitud, asegurándoles que ella obedece tan sólo a
la necesidad apremiante de defensa de la agricultura y que anhelamos su
intervención inmediata a n de que, satisfechas estas necesidades, podamos
entregarnos, nuevamente al trabajo”.
La Tierra, 24/1/1933, p. 5.
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Resoluciones de la asamblea pública de Bell Ville, Córdoba
De acuerdo a lo que se había anunciado, el día 21 del corriente mes se llevó a
cabo la gran asamblea extraordinaria que convocara esta Sección en el local de la
Sociedad Italiana.
A pesar de haber llovido y estando el tiempo amenazando continuamente hasta ll-
over aisladamente, no fue óbice para que tuviera éxito dicha reunión, concurriendo
un número superior a 250 personas. Aproximadamente a las 17 horas se dio por
abierto este importantísimo acto, presidido por el delegado de la Central, señor Ma-
rio Rezza, el cual tomó la palabra y dio una conferencia y extensa explicación sobre
cada p unto del orden del día que se debía tratar, siendo durante el transcurso de su
disertación muy aplaudido por la concurrencia.
Una vez terminado de hablar el señor Rezza, se dio por abierta la asamblea presi-
dida por el mismo, empezándose los debates, los cuales han sido muy animados,
llegándose a la conclusión siguiente:
1º. La asamblea por mayoría de clara que cree conveniente hacer una gran mani-
festación en la Capital Federal, y exponer a los Poderes Ejecutivos la necesidad de
sancionar con la mayor urgencia los petitorios de la Federación Agraria Argentina
para evitar que la agricultura nacional vaya a un inevitable derrumbe.
2º. En caso de no tener seguridad de los Poderes Públicos de conseguir lo que
justamente se les pide no levantar la cosecha del maíz hasta no ver sancionada y
aprobadas las leyes de emergencias que se les solicita.
3º. No se arará ni se sembrará ni una sola hectárea de tierra en adelante, hasta no
resolverse esta situación denitivamente, o mejor dicho se cruzarán de brazos los
agrarios.
Seguidamente se dio por terminada la magníca asamblea, la cual sin duda alguna
será grabada en la memoria de todos los que participaron en las deliberaciones y
asistieron a la misma. Han participado en la misma, agricultores, ganaderos, in-
dustriales, comerciantes y periodistas locales; asistiendo, además, obreros los cuales
en todo momento se demostraron partidarios y apoyaron las medidas adoptadas y
tomadas en esta magna reunión”. […]
La Tierra, 26/1/1933, p. 8.
Un hermoso ejemplo de solidaridad defensiva dio un núcleo de
agrarios en el remate efectuado en una chacra
Las máquinas e implementos rematados fueron adquiridos a precios irrisorios por
sus compañeros para devolverlos al colono perjudicado.
La lección de los agricultores yanquis
Que la ´necesidad aguza el ingenio` asegura un viejo refrán. Y la seguridad del ada-
gio se arma siempre manifestando que los adelantos de la ciencia, de la mecánica,
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del arte, de todas las manifestaciones de la vida se deben, precisamente, a la asisten-
cia de una necesidad.
[…] Hace apenas dos meses que la información telegráca de todos los diarios nos
indicaban el procedimiento que empleaban los agricultores de varios Estados de la
Unión. La Tierra trató el asunto editorialmente primero y en sueltos y comentarios
después. Según lo trasmitiera el cable la actitud de los agricultores de allá, para evi-
tar el despojo de sus compañeros, consistía en presentarse tranquilamente al lugar
donde se realizará un remate, pero en grupos de 100 o 150 hombres y, allí evitar que
hicieran ofertas los interesados en adquirir los efectos a rematarse. De esa manera
un quintal de trigo se remataba a veinte centavos de dólar, las vacas y novillo a un
dólar, los cerdos a diez centavos y así y en forma proporcional los demás útiles o im-
plementos. La información periodística nos decía hace dos meses que en los remates
norteamericanos mientras el rematador se desgañitaba gritando y renegando, los
colonos que adquirían en remate, por tanto, como nada las cosas que se remataban,
lo hacían para devolverlas luego al compañero ejecutado a quien habían perteneci-
do.
Dudábamos entonces, admirando el buen sentido de organización defensiva de los
agricultores de allí, que hubiera aquí compañeros de igual bra para buscar la ´gam-
beta` a la ley en favor de los agrarios que diariamente se ven en el trace de ver cómo
se escapan de sus manos los medios o elementos de trabajo cual si estuvieran con-
stituidos por espuma de jabón. Hoy podemos consignar que entre nosotros existe el
mismo sentido de defensa común que en los trabajadores de la tierra de otros países.
El caso que nos ocupa así lo demuestra y es índice que señala el camino a seguir. Se
reunieron más de 200 personas, interesadas muchas de ellas verdaderamente en la
adquisición de implementos que les eran necesarios (como que algunos se habían
costeado desde 15 y 20 leguas de distancia); pero se abstuvieron de intervenir en las
ofertas cuando otros colonos, a imitación de los que así obraban en Estados Unidos,
les hacían ver cómo se proponían que todo quedara en poder de su legítimo dueño.
La actitud de los colonos norteamericanos hizo que los gobernantes de distintos
Estados de aquel país rmaran decretos que ordenaban la suspensión de las eje-
cuciones de remates en las chacras y granjas a la espera de que la Legislatura sancio-
nara las reformas legales, tendientes a subsanar tal estado de cosas. Aquí no se han
producido aún casos como para alarmar a los señores Gobernadores de los distintos
Estados argentinos; pero el primer paso está dado y ello debe ser motivo de consid-
eración de parte de los señores legisladores cuando, dentro de un mes, se reúnan
nuevamente en las Cámaras del Congreso Nacional”.
La Tierra, 10/4/1933, p. 7.