Capitalismo y supervivencias precapitalistas (un siglo atrás) 67
Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 54 – 1er. semestre de 2021
ISSN 1853 399X - E-ISSN 2618 2475 - Páginas 56-83
participaba de este peonaje dinamizado?
Como parte de dicho contingente laboral, la agricultura y la ganadería requi-
rieron cada vez más mano de obra, digamos desde 1880, y de tipo estacional, don-
de a la esquila y yerra se agregan las crecientes cosechas (Volkind, 2015). En otra
escala, parecido a lo que ocurría en 1780. Pero ya no era 1780. ¿Cuáles son las dife-
rencias observables en términos de estructura social a la vuelta de cien años y cómo
influyen? Hacia fines del siglo XIX, los trabajadores rurales, ¿en qué proporción
conforman una mano de obra libre? ¿Cuál es la magnitud del campesinado pam-
peano? ¿Se pueden identificar y cuantificar procesos de capitalización o chacareri-
zación? ¿En qué medida se ha cristalizado una capa de semiproletarios, en muchos
casos migrantes?
¿Cómo y cuánto incide la inmigración en cada uno de estos
interrogantes?
La investigación dirigida a dilucidar estos puntos reviste gran importancia, y
no debe desvincularse de lo que ocurre en el medio “urbano”, donde se van pro-
duciendo cambios profundos, en tanto se desarrollan ferrocarriles, frigoríficos,
tranvías, puertos, construcción, algunas industrias, etc., al tiempo que se profundi-
za el modelo agroexportador (Rapoport, 1984). Lo cual indicaría que en las últimas
décadas del siglo, especialmente en la ciudad de Buenos Aires, ya existía una can-
tidad significativa y creciente de mano de obra libre y auténticos salarios, aun
cuando no se ubicaran allí las principales unidades de producción que tiñen al
conjunto de la estructura socioeconómica
.
Lo que parece seguro es que las relaciones laborales articuladas en torno a
cosechar, marcar, esquilar o estibar, ya no se basaban –en lo fundamental– en una
mano de obra compelida, obligada “por la fuerza” (extraeconómica), sino motiva-
da y movilizada por la necesidad (económica) de reproducir su existencia, al me-
nos en parte, cuando no alcanzaban los otros recursos eventualmente disponibles.
Esto muestra como la figura del peonaje obligatorio se fue transformando a lo largo del
siglo XIX, hasta constituir el régimen de peonaje rural característico de la época del
modelo agroexportador. De esta manera, el falso salario –“estipendio de apariencia
salarial medido en dinero” (Cristiá, 1987), proveniente del tiempo colonial fue mu-
tando, en línea con los cambios socioeconómicos, en verdadero salario: el precio de
una mercancía. Aun cuando solo retribuyera una parte del costo de vivir, espe-
cialmente si se trataba de un ingreso estacional que raramente alcanzaba para más
tiempo que la duración del conchabo, obligando a la búsqueda acuciante de otros
Dando cuenta de un fenómeno prolongado en el tiempo, véase el siguiente testimonio: “Densas cara-
vanas de hombres de todas las edades, de pie y a caballo, encaramados en los techos de los vagones,
bajan al llano, a las tierras del centro y el sur, desde Santiago, Catamarca, Córdoba, etc., en busca de
maíz para juntar, vale decir en busca de unos pesos para renovar sus raídos indumentos y los de sus
familiares, semidesnudos y semihambrientos en los solares del norte” (La Tierra, 1937).
En nuestro país capitalismo e inmigración se hallan estrechamente entrelazados. La importancia del
fenómeno inmigratorio es decisiva, y hace a una parte fundamental de la constitución, en especial en la
región pampeana, de la clase obrera, el campesinado y otros agregados sociales. Realizo esta puntuali-
zación para advertir que la falta de menciones específicas a la inmigración en ningún caso debe conside-
rarse un olvido o una desjerarquización de su papel.
“En todas las formas de sociedad existe una determinada producción que asigna a todas las otras su
correspondiente rango e influencia” (Marx, 1971: 28).