Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 48 | 1er. Semestre de 2018
La mejora de las semillas por intervención humana, en términos
generales es tan vieja como la agricultura misma. Este proceso en el que
participaron, inconscientemente, innumerables comunidades a lo largo
de mucho tiempo resultó en el gran arsenal de recursos genéticos conte-
nidos en las semillas. Procesos sociales a través de los cuales se produjo,
en cierta medida, la propia diversidad de las especies (Sell, 2009: 189).
El maíz, y su diversidad, es un caso extremo y por lo tanto ejemplar de
este proceso, pues no existe maíz en estado silvestre. El maíz es una
planta producida, una planta humana: “más que domesticada, la planta
de maíz fue creada por el trabajo humano” (Coa, Casifop y Grain, 2009:
11). Pero, ¿esto no significa que tiene valor, según lo establece la ley del
valor? Y si este valor no es pagado, entonces ¿está siendo robado? No
exactamente. Recuperando la forma en la que las comunidades cam-
pesinas e indígenas de México expresan su defensa del maíz se puede
percibir que se trata de algo más que un proceso de acumulación origi-
naria: “El maíz no es simplemente un cultivo más, no es solamente un
grano, una semilla, es un complejo tramado de relaciones, un proceso
civilizatorio de por lo menos 10 mil años de antigüedad, que sigue vivo”
(Coa, Casifop y Grain, 2009: 14). El maíz no es una cosa, ni sólo una
mercancía: “el maíz es un tejido de relaciones […] Poco a poco aprendi-
mos que el maíz es comunidad” (Coa, Casifop y Grain, 2009: 36).
Con el objetivo de comprender todas las implicaciones sociales
de la modificación y mercantilización de las semillas, expresadas por
el caso del maíz, resulta de utilidad recuperar la categoría de fuerzas
productivas sociales, presentado en la sección IV de El Capital. Con esta
categoría, se llama la atención sobre un tipo muy especial de fuerzas
productivas que constituye la base de la innovación tecnológica.
El tema central que parece permear la presentación del desarro-
llo de las fuerzas productivas en El Capital, no es únicamente el desa-
rrollo de la maquinaria automática, como muchas veces se piensa. En la
argumentación de Marx sobre la subsunción real del proceso de trabajo
(sección IV) tiene un papel también central el carácter inherentemente
social de este proceso. El desarrollo de las fuerzas productivas es un fe-
nómeno esencialmente colectivo, no sólo en el sentido de que todos los
capitalistas se ven igualmente impelidos a hacerlo por la competencia,
sino que refiere a una realidad que es propiamente social, resultado
de la actividad conjunta de la sociedad como totalidad y que no puede
reducirse a la simple suma de los individuos que actúan por separado,
como propietarios privados.
144 Andrea Santos Baca