Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 48 | 1er. Semestre de 2018
por consiguiente, hay que partir para explicarse todo esto y no al revés,
como hasta Marx se venía haciendo.
Pero no es esto todo. Marx descubre también la ley especial que
preside la dinámica del actual régimen capitalista de producción y de la
sociedad burguesa engendrada por él. El descubrimiento de la plusvalía
puso en claro todo este sistema, por entre el cual se habían extraviado
todos los anteriores investigadores, lo mismo los economistas burgueses
que los críticos socialistas.
Dos descubrimientos como estos parecen que debían llenar toda
una vida, y con uno solo de ellos podría considerarse feliz cualquier
hombre. Pero Marx dejó una huella personal en todos los campos que
investigó, incluso en el de las matemáticas, y por ninguno de ellos, con
ser muchos, pasó de ligero.
Así era Marx en el mundo de la ciencia. Pero esto no llenaba ni
media vida de este hombre. Para Marx la ciencia era una fuerza histó-
rica motriz, una fuerza revolucionaria. Y por muy grande que fuese la
alegría que le causase cualquier descubrimiento que pudiera hacerse en
una rama puramente teórica de la ciencia -y cuya trascendencia prácti-
ca fuere muy remota y acaso imprevisible-, era mucho mayor la que le
producían aquellos descubrimientos que trascendían inmediatamente a
la industria, revolucionándola, o a la marcha de la historia en general.
Por eso seguía con tan vivo interés el giro de los descubrimientos en el
campo de la electricidad, y últimamente los de Marcel Deprez.
Pues Marx era, ante todo y sobre todo, un revolucionario. La ver-
dadera misión de su vida era cooperar a la emancipación del proleta-
riado moderno, a quien él por vez primera infundió la conciencia de su
propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones
que informaban su liberación. La lucha era su elemento. Y luchó con
una pasión, con una tenacidad y con unos frutos como pocos hombres
lo conocieron. La primera Gaceta del Rin en 1842, el Vorwaerts de París
en 1844, la Gaceta alemana de Bruselas en 1847, la Nueva Gaceta del Rin
en 1848 y 1849, la New York Tribune de 1852 a 1861, una muchedumbre
de folletos combativos, el trabajo de organización en las asociaciones de
París, Bruselas y Londres, hasta que por último vio surgir como corona-
ción y remate de toda su obra la gran Asociación Obrera Internacional;
su autor tenía verdaderamente títulos para sentirse orgulloso de estos
frutos, aunque no hubiera dejado ningunos otros detrás de sí.
Así se explica que Marx fuese el hombre más odiado y más ca-
lumniado de su tiempo. Todos los gobiernos, los absolutistas como los
republicanos, le desterraban, y no había burgués, desde el campo con-
160 Bicentenario del nacimiento de Carlos Marx