Cooperativas frutícolas del Alto Valle 65
Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios Nº 58 – 1er. semestre de 2023
ISSN 1853 399X - E-ISSN 2618 2475 - Páginas 54-75
pio en la concreción de los proyectos que mejoraría su inserción en la cadena co-
mercial. De esta manera se fortalecen sus estrategias de reproducción social basa-
das en formas de venta alternativas, ya sea individual o asociada, pero además
cuentan con la experiencia histórica acumulada del sector de los chacareros en
procesos de organización para la expresión de sus demandas y necesidades en los
espacios de poder estatal, conectando con un contexto favorable a la contención de
estas. Si profundizamos en la lógica de los integrantes del tipo, encontramos que el
87% opina que la cooperativa debe cumplir un rol integral. Es decir, vender la fruta
de los asociados, aprovisionarlos de insumos, prestar servicios de maquinarias,
financiamiento y créditos, así como mantener capacitados y actualizados técnica-
mente a los socios. Además, el 62% de ellos reconoce asociarse a la cooperativa
jerarquizando la unión entre los productores para encontrar salidas de manera
conjunta ante la crisis frutícola y destacan que de esta manera hay mayores posibi-
lidades que individualmente: “se trabaja en conjunto para soluciones en conjunto”,
“la unión hace la fuerza”. El resto (38%) recalca que se asocian para mejorar la con-
servación de fruta en frío de la que carecían dentro de su estrategia propia de co-
mercialización, en un caso individual y en el otro, asociada. Luego, si analizamos
los cambios registrados por ellos desde la asociación a la cooperativa, el 50% desta-
ca aquellos organizativos de la cosecha: “se cosecha con la salida del sello”, “se
guarda en frío, sin apuro”, “no se pierde pera en cosecha”. Es decir, jerarquizan los
cambios en la organización y gestión de la chacra vinculados a la recuperación de
la toma de decisiones en cosecha. También el 40% remarca aspectos económicos:
“independencia comercial”, menores tarifas de frío y financiadas, mejores negocios
de venta y mayor certeza económica.
El tipo social Asociación por Persistencia-Resguardo (Tipo B) son 8 productores
con nivel de capitalización por debajo de la media grupal. No tienen trayectorias
de participación gremial reivindicativa, incluso es minoritaria en la actualidad, y
carecen de formas de venta alternativa individual. El rasgo que los caracteriza es la
presencia de formas asociativas de comercialización en su trayectoria. En un caso,
la familia cuenta como única experiencia la venta de su fruta a través de cooperati-
vas y actualmente lo hace por medio de una asociación con otro productor. La de-
cisión de estos productores de asociarse a la cooperativa contribuye a su estrategia
colectiva asociativa. Así, para los que venden una parte de su fruta en forma aso-
ciada, que es la mayoría, suman también la práctica de conservar en el frigorífico,
ampliando las posibilidades y oportunidades de venta asociativa. Estos producto-
res además tienen un rol de participación activa en la toma de decisiones de la
cooperativa. Existen dos casos en los que asociarse a la cooperativa resulta una
forma de resguardo ante cambios en su forma de venta actual e histórica de entre-
ga a galpón de empaque con resultados satisfactorios. Con lo cual, aunque su par-
ticipación en organizaciones gremiales y en la cooperativa es pasiva, conservan su
espacio dentro de estas. En este tipo de productores, el 50% considera que la
cooperativa debe prestar múltiples servicios tales como venta de la fruta, provisión
de insumos y maquinarias y ampliar la capacidad frigorífica. La otra parte opina