RESEÑA
Barada, Julieta. 2018. Entre casas, departamentos y viviendas: una etnografía de las relaciones entre los pastores y el estado desde la producción de arquitectura doméstica en un pueblo puneño. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Antropofagia, 150pp.

María Florencia Blanco Esmoris |
  1. Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES)
    Buenos Aires, Argentina
  2. CONICET.

 

Habitamos las ciudades y los pueblos, hacemos de espacios lugares y al mismo tiempo, con cada pisada, producimos relaciones sociales y materiales que sitúan en tiempo y espacio dicho transcurrir. Producir un habitar es una práctica continua que implica un despliegue constante de lazos sociales y comunitarios a la vez que, como expresa el trabajo de Julieta Barada, necesariamente involucra materiales, técnicas, tecnologías constructivas y relaciones de poder que intervienen en la vida cotidiana de los pueblos. Desde el inicio, la autora elabora un gesto propositivo para salirse del binomio urbano/rural, preponderante y recurrente en muchos trabajos investigativos de similares características en los pueblos puneños, para adentrarse en la producción compleja del habitar de Coranzulí, un pueblo puneño pastoril. Como quién construye una casa, la autora comienza por llevarnos al terreno y así, ladrillo a ladrillo, nos hace ingresar en Coranzulí pasando de la advertencia de un problema social a la construcción de un problema antropológico.
Julieta Barada llegó a Coranzulí, un pueblo ubicado en el departamento de Susques en la conocida Puna de Jujuy, y de manera temprana se vio atraída por las características arquitectónicas y el trazado urbano de este poblado. Podría decirse que su formación de grado en arquitectura se hizo manifiesta en ese interés por las arquitecturas domésticas. Esa atención, iniciada en los materiales y las técnicas constructivas, la llevó intuitivamente a interrogarse sobre las formas de vida cotidiana tanto de los pobladores y las pobladoras como de los constructores que participan de la producción del habitar en estas latitudes quienes, en un quehacer arquitectónico local rechazan, negocian o problematizan las propuestas de los actores hegemónicos, principalmente, del Estado. Como señala la autora, el proyecto civilizatorio que en un momento desestimó estas construcciones como parte de la cultura puneña, en otro desplegó acciones para su preservación. Esos constantes repliegues y avances de las acciones estatales configuraron las experiencias de los pueblos de la región altiplánica. En particular, en Coranzulí, implicaron acciones de rechazo y de apropiación selectiva sobre las imposiciones constructivas estatales que lejos estaban de los intereses y prácticas de la población pastoril. Este libro se desprende de la tesis de maestría en Antropología Social de la autora quién analíticamente propone un encuentro entre objetos, materialidades y las relaciones que conforman y transforman el habitar en Coranzulí[1].

Desde un enfoque etnográfico, que la llevó a realizar un trabajo de campo entre 2012 y 2015 en Coranzulí, la autora se interroga por el habitar y la producción de la arquitectura doméstica en el altiplano. Justamente, la trama de Coranzulí, como precisa Barada, posee condiciones ambientales particulares que –se ubica a más de 3000 metros sobre el nivel del mar– como otras localidades de la zona, aún hoy se vuelven clivajes enunciativos homogeneizantes para explicar los materiales y las relaciones sociales en los pueblos puneños.

Estos espacios, a menudo caracterizados durante el siglo XX como hostiles y desérticos, dice la autora, no han podido incorporarse “exitosamente” a la empresa civilizatoria del estado. El libro discute en primer lugar; categorizaciones que la historiografía de la arquitectura elaboró sobre el Noroeste Argentino vinculadas o bien al “atraso” o bien a la “rusticidad” (p. 8) de sus construcciones. En segundo lugar, problematiza miradas que tomaron criterios urbanos para pensar estos pueblos –principalmente desde abordajes de los estudios sobre la domesticidad– al vincular la existencia de la casa a una familia nuclear y esto último, a un espacio homogéneo como una “entidad discreta” (p. 124). En Coranzulí, advierte Barada, la casa es muchas cosas y bienes a la vez, es cambiante, incluso puede contener otras casas y verse habitada por la familia extensa tanto como por el mismo pueblo. En este marco, la autora llama la atención sobre una paradoja: en un contexto de aparente despoblamiento y de merma en la cantidad de habitantes de Coranzulí cada vez se construyen más casas. Paradoja que puede ser entendida a partir de los sentidos que los y las habitantes de este pueblo le otorgan a la casa y por las condiciones que el mismo Estado impone para mantener una tierra.

Barada se pregunta “¿Cuál era entonces el rol de la arquitectura doméstica estaba jugando en la conformación de un pueblo que históricamente encarnó la interacción entre los modos de vida locales y el despliegue del sistema estatal el espacio puneño?” (pp. 19-20). La autora, pone la materialidad en el centro de la cuestión tanto por una decisión teórico-metodológica como etnográfica. Retomar la categoría de materialidad trabajada por el antropólogo Tim Ingold le permite “comprender la relación de las personas con sus arquitecturas” (p. 135). Por consiguiente, analiza acciones y habilidades vinculadas tanto a los materiales como a las técnicas constructivas que constructores y pobladores despliegan como un acervo experiencial y circulante de prácticas y saberes. Complementariamente, se vale de la propuesta heurística de Milton Santos de pensar en términos de “rugosidades” (p. 11) esto es analizar el espacio construido en tanto entramado complejo que se articula con el paisaje a la vez que con el tiempo histórico. La autora se desmarca de aquellas interpretaciones que trabajan o únicamente sobre el espacio o que sólo analizan las relaciones sociales que allí acontecen, como si fueran dos miradas que van por distintos canales. Esto le posibilita observar diversos actores que conforman la escena constructiva y desplazarse de las miradas locales que no hacían más que ubicar a productores y pobladores en los márgenes de la acción social y colectiva. 
Esta entrega se encuentra dividida en siete capítulos contenidos en tres partes.

En la primera parte, “Construir una vida en el pueblo”, transita desde el acceso y el emplazamiento de la casa en Coranzulí hasta las prácticas constructivas, las personas, los materiales y las técnicas implicadas en el proceso de producción del habitar. En el primer capítulo “Tierra fiscales y lotes en el pueblo”, Barada establece una primera distinción entre el centro poblado y el área rural en Coranzulí. Según la autora, las arquitecturas producidas en el campo difieren de aquellas producidas en el pueblo lo que la lleva a explicar la organización de estos espacios y su vinculación con la tierra y las tareas productivas. El territorio rural suele componerse de la casa y de la hacienda, esta última incluye una “tropa de animales” (p. 27) que les permite desarrollar el pastoreo a las familias. A lo largo del año, las familias se trasladan del poblado al área rural y viceversa, desarrollando variadas actividades de pastoreo por el área Coranzulí. Con frecuencia, entre las familias se organizan y articulan estrategias para el pastoreo conformando lo que el investigador Jorge Tomasi llama “territorio colectivo” (p.27) que, de acuerdo con la lectura de Barada, puede entenderse como un espacio común, una estrategia colectiva de intercambio de saberes compartidos respecto de esta y otras prácticas. El pastoreo, en el departamento de Susques, es una actividad que suele sostenerse durante varias generaciones en una misma familia. En el campo entonces, el criterio que da lugar a nuevas construcciones de las casas se liga más bien a las generaciones dentro de la familia y a su actividad de pastoreo marcando los ritmos de vida y las estrategias de sedentarización mientras que en el pueblo, la construcción de la casa está vinculada con el acceso a un lote en donde interviene el Estado y coexisten lógicas locales y nacionales.

En estas últimas, intervienen instituciones como la escuela, la Comisión Municipal, las iglesias y actividades económico-productivas monetarizadas que marcan los tiempos de la construcción a la vez que las valoraciones sobre estas. El Estado, mediante la Comisión Municipal de Coranzulí, fomenta el arraigo otorgando lotes a las familias, las cuales tienen un plazo máximo de dos años para construir en el lote, de lo contrario deben devolverlo a la Comisión, por lo tanto, la construcción les asegura el acceso a la tierra más allá de si hay o no personas de su familia que puedan habitar tales construcciones. Como contracara del arraigo, la actividad del pastoreo implica la circulación y el desplazamiento de pobladores y pobladoras de sus casas al campo. Estas lógicas de arraigo y desplazamiento no son excluyentes sino que devienen en complementarias. La autora destaca que el Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda realizado en 2010 arrojó una mayor cantidad de viviendas en Coranzulí que no se correspondió con el incremento en la cantidad de habitantes, en parte porque hay una gran cantidad de residentes que viven esporádicamente en esta región y que lo hacen fundamentalmente para las fiestas patronales, para las “señaladas” (ritual por el cual se apadrina a los animales) o las olimpíadas.

En el capítulo dos, “La práctica constructiva”, la autora se centra en la construcción de las casas, sus tamaños, sus microclimas y los modos en que han implicado históricamente una actividad familiar, especialmente vinculada al adobe y al coser de los ladrillos. Este último, un material comúnmente usado para levantar muros en la casa del campo aunque también se observa, dice Barada, en las casas que se extienden a lo largo del pueblo. El adobe –un material que suele mantener el calor en la casa y por ello predomina en la zona– junto a la piedra, constituyen dos materiales fundamentales de estas edificaciones. Barada indica el modo en que muchas de las variaciones en las técnicas constructivas se ligan a las arquitecturas de diversas edificaciones locales como ser la de la Comisión Municipal, la Iglesia Católica o el Registro Civil desarrollados y pensados por organismos provinciales y nacionales; en particular desde la década de 1970 –tras el anexo del Departamento de Susques a la provincia de Jujuy– momento en que se da una fuerte impronta urbana en el desarrollo del poblado. Las variaciones en las técnicas se vinculan con cambios en la elección de los materiales, en particular con el pasaje de los techados de guaya[2] a los cubiertos de chapa a dos aguas. Las familias llevan a cabo las construcciones en el pueblo quienes, a su vez, contratan constructores y trabajan a la par: sea para llenar las columnas de hormigón o levantar muros. En este capítulo se ponen de manifiesto los diversos roles que asumen las personas en el pueblo al momento de construirse una casa, sea la expertise de Alicia o la del constructor del pueblo: Eusebio Vasa. La combinación de estrategias de trabajo cooperativo con contrataciones de peones por hora, se articulan con ayudas mutuas y consejos entre pobladores y pobladoras.

En el tercer capítulo, “Materiales y tecnologías”, la autora trabaja la tensión entre lo nuevo y lo tradicional en diálogo con los materiales utilizados. La añoranza y cierta romatización del adobe frente al avance del cemento y, de la chapa por sobre la paja marcan los ritmos y humores locales, así como las críticas a los cambios en las fachadas, dándose un “cruce de sentidos” (p. 55). Esta convivencia entre elecciones y materiales se liga a los modos de acceso y obtención de estos últimos. En efecto, acciones como comprar o trocar forman parte de las estrategias de obtención de recursos, muchas de las cuales tienen lugar en las ferias en donde además de carne, frutas y verduras, en los últimos años, se incorporaron materiales como ladrillos, maderas o chapas. De alguna manera, pensar de manera integral la casa implica abrir los ojos a los modos de acceso y uso de materiales que se plasman en un tipo de estética. En las casas, coexisten materiales más o menos institucionalizados con aquellos accesibles a través de ferias o producciones familiares, es decir, mientras en algunos casos la adquisición se da en el marco de una transacción monetarizada en otros mediante el intercambio. Julieta Barada acentúa que la presencia de ciertos materiales y no otros introduce a su vez clasificaciones morales que ponen estatus a las casas ya sea, por ejemplo, vinculando el adobe a la “humildad” como cuando Nancy refiere a la casa de su madre o, identificando el revoque de cemento en su casa con una “buena” casa.

La segunda parte del libro; “Arquitecturas y categorías” contiene tres capítulos vinculados a las apropiaciones y modos de concebir la “casa”, el “departamento” y la “vivienda” como categorías nativas en Coranzulí. El capítulo cuatro, “Génesis de una casa”, presenta la casa de Amalia, una construcción significativa para el pueblo ubicada en una manzana central de este. Sucede que la casa de Amalia contiene muchas casas, algunas que se vinculan al propio derrotero familiar y otras a las funciones comunitarias que tuvieron lugar en esta vivienda. En la casa de Amalia está la casa de su hijo Arturo, el único que vive allí. La casa de Amalia fue en primer lugar casa de sus suegros a la que luego se sumaron Amalia y su marido Gerardo. Mientras que para el Censo Nacional la casa de Amalia es una vivienda única, en el pueblo de Coranzulí la casa de Amalia son nueve casas y una a la vez; pues su casa contuvo la casa inicial para ella y Gerardo además de sus suegros, más otra para el dictado de clases y también casas como proyecto para varios de sus hijos, las cuales no habitaron. La multiplicación de casas se vincula con los cambios familiares y sus ocupaciones. En parte la cantidad de casas se corresponde con un tipo de biografía habitacional. A partir de imágenes y de planos, Barada nos muestra la distribución espacial de las casas y nos acerca a las variables texturas de estas.

En el capítulo cinco, “La casa en el departamento”, la autora comienza con la presentación de la casa de Nancy y César y muestra que, para las familias, el departamento es una construcción compacta con varias habitaciones. Para estas personas, la noción de departamento no excluye la casa sino que es una categoría relacional al resto que, en su gran mayoría, la utilizan para referir a la madera industrializada que forma parte de la fachada de esta vivienda. Entonces, una casa puede tener un departamento y viceversa. En el capítulo seis, “La casa en la vivienda”, la autora precisa que la categoría de vivienda se vincula específicamente con el Estado y con las agencias de este. Muestra que las iniciativas de los planes de vivienda en la zona, específicamente aquellos llevados adelante por parte del Instituto de Vivienda y Urbanismo de Jujuy, pensaban y diseñaban proyectos más bien para un tipo de familia urbana y nuclear, con construcciones de una extensión de 50 mts2, que para un tipo de familia extensa. En este punto, Barada problematiza que sea únicamente un tipo de lógica racional vinculada al consumo la que organice las elecciones materiales y construcciones en Coranzulí, esta experiencia y el acceso a la casa se teje a partir de lógicas propias de intercambio.

En la tercera parte del libro, “El fluir de la vida cotidiana”, la autora trabaja las transformaciones de las casas. En el único el capítulo de esta sección: “Multiplicación de casas”, Barada estudia los modos en que la arquitectura es vivida. Vivir en una casa en Coranzulí conlleva a incorporar a otros actores sociales ya que los límites de las casas son porosos cuando hay acontecimientos en el pueblo como los carnavales: Es allí cuando las casas se abren y la calle conforma parte de la casa, produciéndose una contigüidad entre lo público y lo íntimo. Ahora no sólo se trata de prácticas sino también de cuerpos. Las familias abren sus casas y al hacerlo amplían sus relaciones. Por eso precisa que “son la multiplicidad y la dispersión las condiciones que definen la domesticidad de una familia en Coranzulí” (p. 124).  

Entre casas, departamentos y viviendas es un recorrido material y relacional sobre la producción del habitar de los y las pobladoras de Coranzulí. En este pueblo puneño pastoril, las prácticas y significaciones locales desdibujan las clasificaciones y racionalizaciones de la administración local, provincial y nacional. Su autora busca rasgar la dicotomía que supo pregnar la teoría antropológica en el siglo XX en torno a lo material o a lo simbólico, como si fueran dos tipos abordajes escindidos. El esfuerzo de la arquitecta por incorporar un enfoque antropológico le permite salirse de los corsés analíticos predominantes. Las arquitecturas de Coranzulí, no son lo que se espera que sean, y es allí donde la autora discute el deber ser de las casas. Sin embargo, las “rugosidades” que pretende mostrar, por momentos, quedan desdibujadas del entramado de poder local, así como de los criterios bajo los cuales se asignan los lotes o el tipo de injerencia que tiene la planificación del Instituto de Vivienda y Urbanismo de Jujuy sobre las construcciones locales. El pueblo, en este análisis, se presenta como un espacio de transformación física y social que es atravesado por diversos procesos de institucionalización, de urbanización y de vivienda.

La autora deja un desafío planteado: avanzar en un análisis material de las relaciones sociales a la vez que reponer el carácter histórico y situado de las construcciones domésticas. A fin de cuentas, habitar es producir y en esa producción hay modificaciones y dinámicas, algunas menos visibles y otras más explícitas, pero no por eso menos significativas.


Pies de página

[1] La tesis de Maestría le vale a la autora el Premio Eduardo Archetti 2015 otorgado por el Centro de Antropología Social (CAS) del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), del cual surge la publicación de este libro.

[2] Este término refiere a la técnica a partir de la cual se llevan a cabo techados con chapa y barro. La producción de estos techos dice Barada, requiere de un saber específico vinculado al reconocimiento de los materiales más resistentes (por ejemplo, de las tierras y gramíneas) y al modo de realización.    


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Cómo citar
Blanco Esmoris, M. (2020). Barada, Julieta; Entre casas, departamentos y viviendas: una etnografía de las relaciones entre los pastores y el estado desde la producción de arquitectura doméstica en un pueblo puneño, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Antropofagia, 2018, 150pp. Anuario Centro De Estudios Económicos De La Empresa Y El Desarrollo, (13), 145-152. Recuperado a partir de https://ojs.econ.uba.ar/index.php/CEEED/article/view/1717